PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

jueves, 22 de diciembre de 2011

«LA POBREZA DE JESÚS»
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
NAVIDAD (25 de diciembre 2011)

«LA POBREZA DE JESÚS»

 
ORAR EN EL MUNDO OBRERO
Ciclo “B”  (2011-2012)
 
NAVIDAD
(25 de diciembre 2011)

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
Así pudo nuestra carne «nacer de nuevo» a
aquella Vida que nos hace «hijos de Dios».
¿Cómo continuar siendo
cristianos mediocres,
sosos, apagados
?
«Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!»


Con la crisis, la cifra de personas
con necesidad de apoyo
no ha dejado de crecer:
son, por ejemplo, familias
que no pueden pagar la hipoteca,
madres solteras que necesitan
que un asistente a domicilio
atienda unas horas a sus hijos,
apoyo por una enfermedad sobrevenida,
atención urgente por una
situación de violencia familiar o
alojamiento para el que
ha perdido su vivienda.

El gasto social, por su parte,
alcanza una media de 256 euros anuales
por habitante en España.
Baleares, Valencia, Canarias y Madrid
están muy por debajo de esa cifra.
Si nos fijamos en la Ley de Dependencia,
todavía hay 305.675 personas
con derecho a una ayuda que no la perciben,
una lista de espera que no consigue reducirse.
(A partir de un informe de
Carmen Moran en el País, 21/10/2011)

«Cuando haya entre los tuyos un pobre,
entre tus hermanos,
en una de tus ciudades (…)
no endurezcas tu corazón
ni cierres tu mano
al hermano pobre,
sino que le abrirás
tu mano y le prestarás
a la medida de su necesidad»
(Dt 15,7-8).

Dura ya tanto esta indecencia social
de abandono de los pobres y empobrecidos,
por parte de esta sociedad indecente,
que podemos sucumbir al desánimo,
y creer que hay poco que hacer.

Es en estos momentos cuando,
conversando con Cristo en la oración,
le ofrecemos nuestras pobres manos
para trabajar por la justicia…
pidiéndole pensar como él,
seguir trabajando con él
y poder vivir en él…

***

LA FALACIA DE RECORTAR
EN SERVICOS SOCIALES

(…) Hay quienes no dejan de repetirnos
que los recortes en el gasto público
son la única salvación de lo que
nos queda de Estado social.
Falso.

El reconocimiento de nuevos derechos,
como la atención a la dependencia,
y la necesidad de actuar
ante las perspectivas demográficas
y de gasto sanitario
han supuesto, es verdad,
el incremento del gasto público,
como también nuevos cuidados
a cientos de miles de personas,
lo que era de justicia.

Percibir los servicios sociales
(o la educación, o la sanidad)
como un gasto público desbocado
que hay que frenar a toda costa,
es algo absurdo y falaz,
que no tiene pies ni cabeza.
Por cada millón invertido
en servicios sociales
retornan a las arcas públicas
un 44% en forma de impuestos y
cotizaciones sociales.
Algunos estudios apuntan
a tasas de retorno superiores
al 65% si se considera el ahorro
en prestaciones por desempleo.
La generación de empleo
por millón invertido
en política social
se sitúa entre
25 y 35 puestos de trabajo netos,
estables y no deslocalizables.

Pero aún hay más.
Los servicios sociales son en
esencia un factor protector
de la cohesión social,
y mucho más cuando
las situaciones de dificultad económica
agobian a tantas familias.
Esa cohesión de la que aún disponemos
es clave para que la recuperación
económica y moral
se acelere lo más posible.
(Luis Barriga, en el País, 21/10/2011)

** **

«Cuando siegues la mies de tu campo
y olvides en el suelo una gavilla,
no vuelvas a recogerla;
déjasela al emigrante,
al huérfano y a la viuda,
y así bendecirá el Señor
todas tus tareas.

Cuando varees el olivar,
no repases las ramas;
déjaselas al emigrante,
al huérfano y a la viuda.

Cuando vendimies tu viña,
no rebusques los racimos;
déjaselos al emigrante,
al huérfano y a la viuda.

Acuérdate de que
fuiste esclavo en Egipto;
por eso yo te mando hoy
cumplir esto.» (Dt 24,19-22).


El texto propone a los propietarios
unas acciones a favor de los pobres.

¿No es este el sentido de
los impuestos sociales?

¿Por qué permitimos que en España
el nivel de impuestos sociales sea tan bajo?

¿Por qué se permite a tantos
que sigan defraudando?

¿Por qué importa tan poco
la crítica situación de los más pobres?

¿Por qué cuando se trata de temas sociales
pasamos de largo, damos largas,
todo es muy complicado,
para qué formarse…?

¡Oh Dios, no permitas que
te sigamos desconociendo…!


«En realidad no habrá ningún pobre entre los tuyos (…)
a condición de que escuches atentamente la voz del Señor,
tu Dios, observando y cumpliendo todo lo que yo te mando hoy» (Dt 15,4-5)
.


¿Por qué sigue habiendo pobres entre nosotros?

¿Por qué permitimos las crecientes
desigualdades entre nosotros?

¿Es que no escuchamos la voz de Dios?

¿Es que estamos aletargados?

¿Es que no somos cristianos?

** **


LA POBREZA DE JESÚS

Jesús, tú has escogido a tus padres entre pobres obreros.
Y en un establo −refugio para pobres− María te parió.
Pobre entre los pobres bajaste hasta lo último.
¡Oh Jesús, he aquí tu divina pobreza!

Durante treinta años quisiste ser obrero
sin rango, sin brillo… uno de tantos
que sufre la injusticia diaria en su trabajo.
¡Oh Jesús, he aquí tu pobreza que estremece los cielos!

Despojo entre despojos lograste ser al fin,
la cruz marcó tu cuerpo para siempre.
Siervo de Dios y esclavo de los hombres…
¡Oh Jesús, he aquí la pobreza que me ofreces!


«La medida de la imitación es la del amor.
Dios mío, no sé cómo es posible
a ciertas almas el verte pobre y permanecer
voluntariamente en la abundancia.
Yo creo que falta alguna cosa a su amor…
Ser rico, a mis anchas,
vivir cómodamente de mis bienes,
cuando Tú has sido pobre,
has sufrido y vivido del rudo trabajo…,
no me es posible vivir así.
Dios mío,
yo no puedo amar
de esta manera»
(P. Foucauld
)



EVANGELIO (Jn 1,1-18)

«En el principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Ésta estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de ella se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada
de cuanto se ha hecho.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
este venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
No era él la Luz,
sino el que daba testimonio de la Luz.
La Palabra era la Luz verdadera,
que alumbra a todo hombre,
viniendo al mundo.
En el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a su casa y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron,
les dio poder de ser hijos de Dios,
a los que creen en su Nombre.
Estos no han nacido de sangre,
ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón,
sino que han nacido de Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria como del Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él
y grita diciendo:
«Este es de quien dije:
El que viene detrás de mí
se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud
todos hemos recibido,
gracia tras gracia.
Porque la Ley se dio
por medio de Moisés,
la gracia y la verdad
nos han llegado
por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás:
Dios Unigénito
que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer».


Pequeña exégesis de insinuación

Con Jesús se reveló el verdadero
y entero proyecto de Dios
sobre el hombre:
el Padre quiere que seamos lo que es Jesús.
A través de él y participando de su plenitud,
los hombres podrán “nacer de Dios”,
por el don del Espíritu,
y estarán así capacitados para
“hacerse hijos de Dios”,
realizando en sí mismos el proyecto divino.
No querer llegar a la filiación divina,
siguiendo los pasos de Jesús,
es hacer fracasar el proyecto de Dios en nosotros.

El evangelio de Jesús está a favor de la vida;
Jesús vino a traernos la vida en plenitud.
Todo lo que merme la vida,
desprecie la vida, sacrifique la vida,
haga indigna la vida es un contra-evangelio,
la tiniebla que quiere apagar la luz de la vida.
Por eso sabemos que el capitalismo
pertenece a la tiniebla,
es un contra-evangelio,
una fuerza ideológica de muerte,
porque sacrifica con desprecio
la vida de los trabajadores
y hace de los “buenos” capitalistas
(idólatras del egoísmo)
despojos de humanidad.
Pero ¡La luz-vida es más potente que la tiniebla!
¡Donde aparece la Luz del Amor
las tinieblas han de huir despavoridas!
¡La tiniebla no tiene poder
sobre la Luz-Amor!

La luz-Amor es atractiva de por sí.
Este es el evangelio de Jesús y nuestra misión:
ser luz del mundo
que devuelva la esperanza
a los hermanos empobrecidos
que viven en las sombras de la muerte.

Por eso un cristiano mediocre,
soso, tacañón, sirve de bien poco.
Sólo un cristiano
cuya vida es una antorcha encendida
en el fuego del Amor primero,
puede evangelizar a sus hermanos,
es decir, encender de nuevo en ellos
por contagio “amatorio”,
la luz de la vida,
removiendo sus cenizas
con el fuego de amor
de de su vida liberada.

Hay un amor que nos habita desde siempre
y que nos hace comprender qué significa
una existencia plenamente humana.
El pecado consiste en reprimir
el anhelo de vida que habita en uno mismo,
frustrando así su propio desarrollo
y malogrando el designio de Dios.

Si Jesús se enfrentó a la Ley y el Culto,
es porque se habían convertido en contrarios a la vida.
Todo lo que es contrario a la vida
ha de ser desenmascarado y
enfrentado por un cristiano,
¡también la religión! Como Jesús.

Contrario a la vida no es sólo
el último acto que mata,
sino toda una serie de valores,
praxis, ideologías, etc.,
que llevan y sostienen el acto último.
Serie que nos co-implica a todos,
por acción o por omisión.
Condenar a los que atentan contra la vida
suena a falso y a fariseísmo si el que condena
no lleva una vida a favor de
una nueva sociedad justa y pacífica y
no está implicado en la desaparición del
actual sistema económico de muerte.

«La vida se ha manifestado» en Jesús.
Habiendo venido el Sol de la vida
ya no necesitamos las antorchas de la Ley:
terminó la noche y nació el día
que nunca jamás conocerá ya el ocaso.
Guiarse por la Ley es seguir en la noche.
El que sigue a Jesús,
la Luz del mundo,
no anda en tiniebla,
porque la luz de
la vida ilumina sus ojos;
no puede tropezar,
porque camina de día.

«A cuantos aceptaron la Palabra encarnada,
a Jesús, los hizo capaces de hacerse hijos de Dios».
Esta frase de Juan,
hacerse hijos de Dios,
contiene un principio
que dominará todo el Evangelio:
Dios no sustituye al hombre,
sino que lo capacita para que él
pueda desarrollar su propia actividad.
Y lo capacita haciéndole que nazca de nuevo
por la comunicación de su Espíritu,
dándole así una calidad de vida
que potencia su ser
y le permite desarrollarlo
hasta realizar en sí
el proyecto creador.
Desde ese momento,
la acción de Dios y la del hombre
son indistinguibles,
pues actúa el hombre completo,
¡del que es componente el Espíritu de Dios!

La Ley incapacita para ser hijos de Dios.
Se requiere la adhesión que da el amor para
ser capaces de amar como él hasta la muerte.
Se trata de una adhesión personal a Jesús,
de una aceptación de la vida que comunica.
No es una adhesión a una ideología
ni a una verdad revelada,
sino a una persona
en cuanto es modelo
y dador de la vida
que Dios ofrece
a la humanidad.
La actividad de los creyentes,
que los lleva a ser hijos de Dios,
supone la adhesión continua a Jesús,
el Hijo, el enviado de Dios.

Aceptar a Jesús es aceptar la vida
tal y como se manifiesta en su persona
y se expresa en sus obras.
La experiencia de esa vida hecha presente
y manifestada en Jesús es la norma
de toda la actividad del hombre.

El que nace de Dios
nace de la sangre de Jesús,
pero no de mera sangre,
sino de aquella que,
derramada en la cruz,
contiene la fuerza vivificadora de Dios;
nace de la carne, débil y mortal que es Jesús,
pero no de mera carne,
puesto que es la morada de Dios,
de donde brota el manantial de la vida,
nuevo lugar de encuentro con el Padre;
nace de un varón,
pero no de un mero varón,
sino del Hijo único del Padre,
heredero de su gloria.

Este nacimiento de Dios,
que se obtiene por la aceptación
de la humanidad de Jesús
(asimilarse a él por una vida como la suya),
permitirá al hombre
por su fidelidad a él,
llegar a ser hijo de Dios.

Y la Palabra
se hizo «carne de nuestra carne,
hueso de nuestros huesos»,
vida de nuestra vida…

(no pudiendo alargarme,
que cada uno siga orando
sobre este texto impresionante
en la soledad de su contemplación
o en el ruido de su compromiso…)



CALLE DE LAS LARGAS VALLAS (P. Foucauld?)

Por la calle de las Largas Vallas
pasaba el desconocido.
Toda la noche
ha tejido lana.
Regresa con su pena.

A la madrugada,
con sus vestidos sucios,
¡Dios mío!, qué pálido está.

Oh vosotros,
los que buscáis a Dios en las nubes,
no veréis nunca su cara.

Oh vosotros,
los que buscáis a Dios en las nubes,
llegaréis tarde a su último paso.

Por la calle de las Vallas Altas
el Señor pasaba.
Toda la noche
ha tejido lana.
Regresa con su pena.

A la madrugada,
con sus vestidos sucios,
¡Dios mío!, qué pálido estás.

Por la calle de las Largas Vallas
el Señor pasaba.



Hombres de palabras,
cristianismo de palabras.

Otra cosa es ser «hombre de palabra».
Todos tenemos noción clara
de que cuando se da una palabra
se da asimismo todo lo que
significa dicha palabra.
Con todas las consecuencias,
sean estas favorables o perjudiciales.
Para el «hombre de palabra»,
su satisfacción interior
estriba en cumplirla.
Pase lo que pase.

Si del terreno civil
(palabra dada a los hombres)
pasamos al religioso
(palabra dada a Dios),
el panorama cambia completamente.
No parece sino que
cuando uno da su palabra a Dios
no quedara comprometido
a otra cosa que a darle…
 más palabras.
Todas las que se quieran.
Con las manos puestas
sobre los Santos Evangelios.
Sí, hombre, sí.
¡No faltaba más!
Lo que ustedes deseen…
en cuanto a palabras.
¡Y todos tan contentos! (…)


Somos muchos ya en todas las Ramas
y Especializaciones de la AC
los que no estamos contentos
de cómo van las cosas
(mejor, de cómo «no» van las cosas).
Unos achacan las culpas a los Reglamentos (…)
[Otros a] no disponer de los millones
indispensables para toda obra grande.
Hay quienes todo
a la poca vida interior…
de los demás.
¡Como si alguien
pudiera saber algo
de la vida interior de otro!

A algunos les parece
que la culpa es de los obispos,
que no dan órdenes precisas (…);
mientras otros
están seguros
de que la Jerarquía
nos ata de pies y manos,
y así, ¡naturalmente!,
no se puede hacer nada… (…)


Es posible que muchas de
nuestras quejas y excusas
contengan algo de verdad.
Pero la grandísima dosis
de verdad está en que,
tanto en las Rama generales
como en las Especializadas,
no somos «hombres de palabra»,
sino hombres de palabras (…)
Es que no hemos dado
casi ningún valor
a los gravísimos compromisos
que libremente hemos contraído
con Dios y con su Iglesia
en las solemnes ceremonias
de nuestro Bautismo y
sobre todo de nuestra Confirmación.
Y todavía vemos en la AC una carga,
cuando en realidad es un instrumento
de una mecánica providencial
que nos facilita y ayuda
de manera prodigiosa
a cumplir los compromisos
que, con toda cara,
hemos contraído.
(G. Rovirosa, Boletín nº 137, O.C., 204-5)

Hermanos: En los pesebres de la crisis
nace nuestro Salvador. ¡Vamos a adorarlo!