PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

jueves, 27 de junio de 2019

ORAR EN EL MUNDO OBRERO: «13 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO» CICLO “C” (30 DE JUNIO DE 2019)


13º Domingo del Tiempo Ordinario (30 junio 2019)

27 JUNIO 2019 | POR 
Queridas hermanas y hermanos:

Cristo vino a demostrar con hechos
que lo más fuerte es el amor,
y para pertenecer
al grupo de los invencibles
basta con seguirle
por su camino,
para lo cual estorban
todas las formas
del poder humano:
dinero, armas, influencia...
(Rovirosa, OC, T.I. 155)”

Nuestro Consiliario General
presenta así el
Orar de la semana:

“Seguir al Señor donde
quiera que vaya,
donde quiera que
su Espíritu me lleve.

Dejarme llevar,
dejarme conducir
y guiar.

Seguirle fiados
en su palabra,
en su vida,
en su amor.

Seguirlo incluso
en el fracaso,
agradecido.

No es fácil,
no es lo que
nos ofrece
este mundo.

Para eso hay que
hacer limpieza.

Abrir
las ventanas
de casa…”

Un abrazo en Cristo Obrero y
¡Hasta mañana en el altar!


Mª Carmen Perea
Responsable de Organización
y Vida comunitaria



San Lucas 9,51-62:
«Te seguiré adonde vayas»

Mi proyecto de vida
se asienta en
unas necesidades
a las que responder
para seguir a Jesús.

¿Desde qué actitudes?

¿Con qué prioridades?

¿Con qué prácticas?

Unas habré de pedirlas
y proponérmelas.

Otras serán a las que
he de ir renunciando.

Que la oración te ayude
a concretar los pasos a dar.

■ Accede a más oraciones aquí.
■ También en Issuu



Compártelo en redes y entre tus contactos: 


martes, 25 de junio de 2019

ENSEÑAR A VIVIR Y A CONVIVIR, por José Antonio Hernández Guerrero




Enseñar a vivir y a convivir.



Como rotundamente afirma la autora de la “Presentación” de este libro, Ángels Grado Ces Notó, “la convivencia es un medio, pero a la vez, es un fin en sí mismo”. Y es que, efectivamente, vivir humana y cristianamente es “convivir” y “con-morir”. Este principio, tan elemental y tan sabido, no siempre solemos aplicarlo en la distribución de los tiempos y, menos aún, en la organización de las tareas docentes, educativas y pastorales. En mi opinión, la importancia de este libro radica en la claridad con la que el autor, un experimentado profesor, inspector, investigador y divulgador de Pedagogía, explica la urgente necesidad de hacernos pensar a los profesores, a los sacerdotes, a los catequistas y, en general, a los agentes de pastoral, sobre el protagonismo de los alumnos y de todos los destinatarios de nuestras actividades educativas: estos son los factores determinantes de las diferentes estrategias y de los diversos procedimientos de una programación adecuada y de la jerarquización correcta de los contenidos, de los métodos y de los instrumentos didácticos.


Como afirma el autor, “de nada sirven unas actuaciones puntuales, pensadas para situaciones concretas, que no forman parte de un plan ordenado y estructurado, pensado a medio y a largo plazo”. Él parte de un supuesto básico: los centros educativos son, a la vez, centros de aprendizaje y centros de convivencia. Pero aclara de manera inmediata que un modelo peculiar de convivencia no es sólo un espacio y un tiempo de coexistencia sino que exige que se viva el respeto mutuo, la colaboración servicial y el afecto sincero. Define y aplica la noción de “convivencia positiva” que supone la creación de un clima adecuado y se “construye día a día” con el establecimiento de unas saludables relaciones consigo mismo, con las demás personas y con el entorno. Esta teoría se fundamenta -como él explica- en la dignidad humana, en la paz positiva y en el respeto a los Derechos Humanos.


El valor y la utilidad de este libro radican, a mi juicio, en la detallada, progresiva y estimulante línea que traza -en la serie escalonadas de ideas, de propuestas metodológicas, de preguntas estratégicas y de respuestas válidas- para, progresivamente, estimular una profunda reflexión y una seria autocrítica. Es un instrumento eficaz para lograr que los agentes de la enseñanza y de la educación mejoremos nuestro trato con los alumnos, para que valoremos cómo, incluyendo unas propuestas motivadoras y, sobre todo, manejando adecuadamente los resortes emocionales, vayamos aprendiendo a desarrollar un modelo diferente de autoridad docente. Efectivamente, la tarea educativa no puede reducirse a proporcionar una serie de conocimientos teóricos y técnicos sino que, además, ha de incluir la orientación y la estimulación para la adquisición de hábitos de convivencia, de diálogo y colaboración: de convivencia.



José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.


[Pedro Mª Uruñuela
La gestión del aula
Madrid, Narcea, 2018]


ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS:
http://www.obispadocadizyceuta.es/category/actualidad-diocesis/



jueves, 20 de junio de 2019

ORAR EN EL MUNDO OBRERO: «CORPUS CHRISTI 2019» CICLO “C” (23 DE JUNIO DE 2019)


Corpus Christi 2019

20 JUNIO 2019 | POR 
Queridas hermanas y hermanos,

Celebramos Corpus Christi.

El Orar que os enviamos
nos ayuda a tener presente
que una vida eucarística
es aquella que
se parte y comparte,
que se entrega sin medida
para que otros puedan vivir.

Nuestro Consiliario General
lo presenta así:

“Compartir es la manera
de anunciar el Reino;
es la forma de que
los bienes lleguen a todos.

Compartir es el milagro,
el signo de la cercanía del Reino.

Dios quiere la vida para todos,
y su voluntad se hace efectiva
a través de nuestro compartir.

Por eso nuestra Eucaristía,
nuestra comunidad,
no son auténticas si quienes
participamos en ella
no vivimos con espíritu
de pobreza y
desde la solidaridad;
si no compartimos
lo que somos y tenemos,
porque solo si es celebración
del compartir y de la entrega
puede ser memorial de Jesús”.

Un abrazo en Cristo Obrero y
¡Hasta mañana en el altar!


Mª Carmen Perea
Responsable de Organización
y Vida comunitaria



San Lucas 9,11b-17:
«Dadles vosotros de comer».

Mi proyecto de vida
me debe llevar a que
mi vida sea
una vida eucarística,
construida desde
la entrega por amor.

Seguro que
en mis realidades
cercanas y concretas
hay personas que siguen
necesitando mi compartir
para poder vivir.

¿Qué tengo que plantearme
desde esta oración?

■ Accede a más oraciones aquí.
■ También en Issuu

lunes, 17 de junio de 2019

DISFRUTAR CON LAS CONFIDENCIAS DE MARÍA, por José Antonio Hernández Guerrero




Disfrutar con las confidencias de María.



De la misma manera que el autor y el prologuista, pienso que este libro pertenece al género pastoral de la catequesis tanto por sus contenidos como por el lenguaje que utiliza y por los destinatarios a los que se dirige. El asunto es el núcleo de las enseñanzas cristianas: la vida, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret, y sus mensajes de amor, de perdón, de misericordia, de servicio a los pobres y de ayuda a todos los que sufren. En mi opinión, los rasgos más caracterizadores del lenguaje de esta obra son la claridad, la sencillez de las palabras, la fuerza de las imágenes y la variedad de recursos pedagógicos y literarios que el autor, un periodista de raza, emplea para explicarnos las vivencias más hondas de María logrando así que aprendamos, nos emocionemos y, en ocasiones, sonriamos.


De manera especial hemos de valorar su estilo dialogal porque, como es sabido, la conversación es el cauce más directo y más eficaz para conectar con los intereses -con la vida- de los lectores u oyentes. Especialmente atractivas me resultan esas series de preguntas que el apóstol Juan o la prima Isabel dirigen a María y las respuestas concretas que, precisamente por su sencillez, nos descubren las profundas huellas que marcaron las experiencias compartidas con Jesús, con los apóstoles, amigos y seguidores del Maestro, y nos ayudan para que identifiquemos los ecos más profundos de sus vivencias interiores.


Algunas de las confidencias que nos cuenta el autor, además de sorprendernos, ponen de manifiesto su habilidad periodística e, incluso, su destreza literaria para penetrar en el mundo interior de esta mujer sencilla, buena y cercana. Como ejemplo podemos citar la curiosidad de María por saber si los apóstoles entendían a Jesús: -“¿Pero le entendíais todo lo que decía?” –“Pues, según María, -respondió Juan- cuando dijo me veréis y no me veréis a ver, cuando nos dio de comer su cuerpo y su sangre a través del pan y el vino, cuando habló de que convenía que muriera… no siempre le entendimos”.


Aunque no es un libro técnico sí puede proporcionar una importante ayuda a los agentes de pastoral para que mejoren el lenguaje directo y para que utilicen la conversación, ese arte que, en contra de las apariencias, es difícil y eficiente. Recordemos que deriva del término latino “conversus” que significa “convertirse”, cambiar los pensamientos, las convicciones y la vida. La experiencia nos confirma cómo, cuando sabemos escuchar y hablar, ciertas conversaciones nos transforman en alguien distinto. En mi opinión, el lenguaje dialogal de este libro sigue las orientaciones del papa Juan Pablo II cuando reclama que la acción pastoral ha de renovar los medios y los modos de hacer llegar el mensaje al hombre de hoy, inmerso en una sociedad que pide medios de comunicación inmediatos y eficaces, además de emplear nuevas expresiones, un nuevo lenguaje conceptual que lleguen verdaderamente al hombre en las situaciones concretas. No es extraño, por lo tanto, que muchas de estas conversaciones hacen que se abran las puertas de nuestras almas porque sus mensajes conectan con nuestras sensibilidades, nos animan a cambiar e, incluso, serenan nuestros ánimos. Su calidad catequética reside, a mi juicio, en la estimulante capacidad que encierra para hacernos leer, disfrutar, pensar y aprender de la vida o, en otras palabras, en su potente vigor “pedagógico” para orientar y para alentar el aprendizaje de la lectura, de la escritura y, por lo tanto, de la vida.



José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.


[Santiago Chivite Navascués
Conversaciones con María
Madrid, Ediciones Paulinas, 2019]



ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS http://www.obispadocadizyceuta.es/category/actualidad-diocesis/


sábado, 15 de junio de 2019

LA ESPERANZA DE LOS POBRES NUNCA SE FRUSTRARÁ. III Jornada Mundial de los Pobres

La esperanza de los pobres nunca se frustrará

13 JUNIO 2019 | POR 
Mensaje del papa Francisco para la III Jornada Mundial de los Pobres que se celebra el XXXIII domingo del Tiempo Ordinario, este año el 17 de noviembre de 2019.


La esperanza de los pobres
nunca se frustrará


1. «La esperanza de los pobres nunca se frustrará» (Sal 9, 19). Las palabras del salmo se presentan con una actualidad increíble. Ellas expresan una verdad profunda que la fe logra imprimir sobre todo en el corazón de los más pobres: devolver la esperanza perdida a causa de la injusticia, el sufrimiento y la precariedad de la vida.

El salmista describe la condición del pobre y la arrogancia del que lo oprime (cf. vv. 22-31); invoca el juicio de Dios para que se restablezca la justicia y se supere la iniquidad (cf. vv. 35-36). Es como si en sus palabras volviese de nuevo la pregunta que se ha repetido a lo largo de los siglos hasta nuestros días: ¿cómo puede Dios tolerar esta disparidad? ¿Cómo puede permitir que el pobre sea humillado, sin intervenir para ayudarlo? ¿Por qué permite que quien oprime tenga una vida feliz mientras su comportamiento debería ser condenado precisamente ante el sufrimiento del pobre?

Este salmo se compuso en un momento de gran desarrollo económico que, como suele suceder, también produjo fuertes desequilibrios sociales. La inequidad generó un numeroso grupo de indigentes, cuya condición parecía aún más dramática cuando se comparaba con la riqueza alcanzada por unos pocos privilegiados. El autor sagrado, observando esta situación, dibuja un cuadro lleno de realismo y verdad.

Era una época en la que la gente arrogante y sin ningún sentido de Dios perseguía a los pobres para apoderarse incluso de lo poco que tenían y reducirlos a la esclavitud. Hoy no es muy diferente. La crisis económica no ha impedido a muchos grupos de personas un enriquecimiento que con frecuencia aparece aún más anómalo si vemos en las calles de nuestras ciudades el ingente número de pobres que carecen de lo necesario y que en ocasiones son además maltratados y explotados. Vuelven a la mente las palabras del Apocalipsis: «Tú dices: “soy rico, me he enriquecido; y no tengo necesidad de nada”; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, ciego y desnudo» (Ap 3,17). Pasan los siglos, pero la condición de ricos y pobres se mantiene inalterada, como si la experiencia de la historia no nos hubiera enseñado nada. Las palabras del salmo, por lo tanto, no se refieren al pasado, sino a nuestro presente, expuesto al juicio de Dios.
2. También hoy debemos nombrar las numerosas formas de nuevas esclavitudes a las que están sometidos millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños.

Todos los días nos encontramos con familias que se ven obligadas a abandonar su tierra para buscar formas de subsistencia en otros lugares; huérfanos que han perdido a sus padres o que han sido separados violentamente de ellos a causa de una brutal explotación; jóvenes en busca de una realización profesional a los que se les impide el acceso al trabajo a causa de políticas económicas miopes; víctimas de tantas formas de violencia, desde la prostitución hasta las drogas, y humilladas en lo más profundo de su ser. ¿Cómo olvidar, además, a los millones de inmigrantes víctimas de tantos intereses ocultos, tan a menudo instrumentalizados con fines políticos, a los que se les niega la solidaridad y la igualdad? ¿Y qué decir de las numerosas personas marginadas y sin hogar que deambulan por las calles de nuestras ciudades?

Con frecuencia vemos a los pobres en los vertederos recogiendo el producto del descarte y de lo superfluo, para encontrar algo que comer o con qué vestirse. Convertidos ellos mismos en parte de un vertedero humano son tratados como desperdicios, sin que exista ningún sentimiento de culpa por parte de aquellos que son cómplices en este escándalo. Considerados generalmente como parásitos de la sociedad, a los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, solo porque son pobres.

Para aumentar el drama, no se les permite ver el final del túnel de la miseria. Se ha llegado hasta el punto de teorizar y realizar una arquitectura hostil para deshacerse de su presencia, incluso en las calles, últimos lugares de acogida. Deambulan de una parte a otra de la ciudad, esperando conseguir un trabajo, una casa, un poco de afecto… Cualquier posibilidad que se les ofrezca se convierte en un rayo de luz; sin embargo, incluso donde debería existir al menos la justicia, a menudo se comprueba el ensañamiento en su contra mediante la violencia de la arbitrariedad. Se ven obligados a trabajar horas interminables bajo el sol abrasador para cosechar los frutos de la estación, pero se les recompensa con una paga irrisoria; no tienen seguridad en el trabajo ni condiciones humanas que les permitan sentirse iguales a los demás. Para ellos no existe el subsidio de desempleo, indemnizaciones, ni siquiera la posibilidad de enfermarse.

El salmista describe con crudo realismo la actitud de los ricos que despojan a los pobres: «Están al acecho del pobre para robarle, arrastrándolo a sus redes» (cf. Sal 10,9). Es como si para ellos se tratara de una jornada de caza, en la que los pobres son acorralados, capturados y hechos esclavos. En una condición como esta, el corazón de muchos se cierra y se afianza el deseo de volverse invisibles. Así, vemos a menudo a una multitud de pobres tratados con retórica y soportados con fastidio. Ellos se vuelven como transparentes y sus voces ya no tienen fuerza ni consistencia en la sociedad. Hombres y mujeres cada vez más extraños entre nuestras casas y marginados en nuestros barrios.
3. El contexto que el salmo describe se tiñe de tristeza por la injusticia, el sufrimiento y la amargura que afecta a los pobres. A pesar de ello, se ofrece una hermosa definición del pobre. Él es aquel que «confía en el Señor» (cf. v. 11), porque tiene la certeza de que nunca será abandonado. El pobre, en la Escritura, es el hombre de la confianza. El autor sagrado brinda también el motivo de esta confianza: él “conoce a su Señor” (cf. ibíd.), y en el lenguaje bíblico este “conocer” indica una relación personal de afecto y amor.
Estamos ante una descripción realmente impresionante que nunca nos hubiéramos imaginado. Sin embargo, esto no hace sino manifestar la grandeza de Dios cuando se encuentra con un pobre. Su fuerza creadora supera toda expectativa humana y se hace realidad en el “recuerdo” que él tiene de esa persona concreta (cf. v. 13). Es precisamente esta confianza en el Señor, esta certeza de no ser abandonado, la que invita a la esperanza. El pobre sabe que Dios no puede abandonarlo; por eso vive siempre en la presencia de ese Dios que lo recuerda. Su ayuda va más allá de la condición actual de sufrimiento para trazar un camino de liberación que transforma el corazón, porque lo sostiene en lo más profundo.
4. La descripción de la acción de Dios en favor de los pobres es un estribillo permanente en la Sagrada Escritura. Él es aquel que “escucha”, “interviene”, “protege”, “defiende”, “redime”, “salva”… En definitiva, el pobre nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración. Dios es aquel que hace justicia y no olvida (cf. Sal 40, 18; 70,6); de hecho, es para él un refugio y no deja de acudir en su ayuda (cf. Sal 10, 14).

Se pueden alzar muchos muros y bloquear las puertas de entrada con la ilusión de sentirse seguros con las propias riquezas en detrimento de los que se quedan afuera. No será así para siempre. El “día del Señor”, tal como es descrito por los profetas (cf. Am 5, 18; Is 2-5; Jl 1-3), destruirá las barreras construidas entre los países y sustituirá la arrogancia de unos pocos por la solidaridad de muchos. La condición de marginación en la que se ven inmersas millones de personas no podrá durar mucho tiempo. Su grito aumenta y alcanza a toda la tierra. Como escribió D. Primo Mazzolari: «El pobre es una protesta continua contra nuestras injusticias; el pobre es un polvorín. Si le das fuego, el mundo estallará».
5. No hay forma de eludir la llamada apremiante que la Sagrada Escritura confía a los pobres. Dondequiera que se mire, la Palabra de Dios indica que los pobres son aquellos que no disponen de lo necesario para vivir porque dependen de los demás. Ellos son el oprimido, el humilde, el que está postrado en tierra. Aun así, ante esta multitud innumerable de indigentes, Jesús no tuvo miedo de identificarse con cada uno de ellos: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Huir de esta identificación equivale a falsificar el Evangelio y atenuar la revelación. El Dios que Jesús quiso revelar es éste: un Padre generoso, misericordioso, inagotable en su bondad y gracia, que ofrece esperanza sobre todo a los que están desilusionados y privados de futuro.

¿Cómo no destacar que las bienaventuranzas, con las que Jesús inauguró la predicación del Reino de Dios, se abren con esta expresión: «Bienaventurados los pobres» (Lc 6, 20)? El sentido de este anuncio paradójico es que el Reino de Dios pertenece precisamente a los pobres, porque están en condiciones de recibirlo. ¡Cuántas personas pobres encontramos cada día! A veces parece que el paso del tiempo y las conquistas de la civilización aumentan su número en vez de disminuirlo. Pasan los siglos, y la bienaventuranza evangélica parece cada vez más paradójica; los pobres son cada vez más pobres, y hoy día lo son aún más. Pero Jesús, que ha inaugurado su Reino poniendo en el centro a los pobres, quiere decirnos precisamente esto: Él ha inaugurado, pero nos ha confiado a nosotros, sus discípulos, la tarea de llevarlo adelante, asumiendo la responsabilidad de dar esperanza a los pobres. Es necesario, sobre todo en una época como la nuestra, reavivar la esperanza y restaurar la confianza. Es un programa que la comunidad cristiana no puede subestimar. De esto depende que sea creíble nuestro anuncio y el testimonio de los cristianos.
6. La Iglesia, estando cercana a los pobres, se reconoce como un pueblo extendido entre tantas naciones cuya vocación es la de no permitir que nadie se sienta extraño o excluido, porque implica a todos en un camino común de salvación. La condición de los pobres obliga a no distanciarse de ninguna manera del Cuerpo del Señor que sufre en ellos. Más bien, estamos llamados a tocar su carne para comprometernos en primera persona en un servicio que constituye auténtica evangelización. La promoción de los pobres, también en lo social, no es un compromiso externo al anuncio del Evangelio, por el contrario, pone de manifiesto el realismo de la fe cristiana y su validez histórica. El amor que da vida a la fe en Jesús no permite que sus discípulos se encierren en un individualismo asfixiante, soterrado en segmentos de intimidad espiritual, sin ninguna influencia en la vida social (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 183).

Hace poco hemos llorado la muerte de un gran apóstol de los pobres, Jean Vanier, quien con su dedicación logró abrir nuevos caminos a la labor de promoción de las personas marginadas. Jean Vanier recibió de Dios el don de dedicar toda su vida a los hermanos y hermanas con discapacidades graves, a quienes la sociedad a menudo tiende a excluir. Fue un “santo de la puerta de al lado” de la nuestra; con su entusiasmo supo congregar en torno suyo a muchos jóvenes, hombres y mujeres, que con su compromiso cotidiano dieron amor y devolvieron la sonrisa a muchas personas débiles y frágiles, ofreciéndoles una verdadera “arca” de salvación contra la marginación y la soledad. Este testimonio suyo ha cambiado la vida de muchas personas y ha ayudado al mundo a mirar con otros ojos a las personas más débiles y frágiles. El grito de los pobres ha sido escuchado y ha producido una esperanza inquebrantable, generando signos visibles y tangibles de un amor concreto que también hoy podemos reconocer.
7. «La opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha» (ibíd., 195) es una opción prioritaria que los discípulos de Cristo están llamados a realizar para no traicionar la credibilidad de la Iglesia y dar esperanza efectiva a tantas personas indefensas. En ellas, la caridad cristiana encuentra su verificación, porque quien se compadece de sus sufrimientos con el amor de Cristo  recibe fuerza y confiere vigor al anuncio del Evangelio.

El compromiso de los cristianos, con ocasión de esta Jornada Mundial y sobre todo en la vida ordinaria de cada día, no consiste solo en iniciativas de asistencia que, si bien son encomiables y necesarias, deben tender a incrementar en cada uno la plena atención que le es debida a cada persona que se encuentra en dificultad. «Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación» (ibíd., 199) por los pobres en la búsqueda de su verdadero bien. No es fácil ser testigos de la esperanza cristiana en el contexto de una cultura consumista y de descarte, orientada a acrecentar el bienestar superficial y efímero. Es necesario un cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial y darle cuerpo y efectividad al anuncio del Reino de Dios.

La esperanza se comunica también a través de la consolación, que se realiza acompañando a los pobres no por un momento, cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo. Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado un poco de nuestro tiempo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa.
8. A los numerosos voluntarios, que muchas veces tienen el mérito de ser los primeros en haber intuido la importancia de esta preocupación por los pobres, les pido que crezcan en su dedicación. Queridos hermanos y hermanas: Os exhorto a descubrir en cada pobre que encontráis lo que él realmente necesita; a no deteneros ante la primera necesidad material, sino a ir más allá para descubrir la bondad escondida en sus corazones, prestando atención a su cultura y a sus maneras de expresarse, y así poder entablar un verdadero diálogo fraterno. Dejemos de lado las divisiones que provienen de visiones ideológicas o políticas, fijemos la mirada en lo esencial, que no requiere muchas palabras sino una mirada de amor y una mano tendida. No olvidéis nunca que «la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual» (ibíd., 200).

Antes que nada, los pobres tienen necesidad de Dios, de su amor hecho visible gracias a personas santas que viven junto a ellos, las que en la sencillez de su vida expresan y ponen de manifiesto la fuerza del amor cristiano. Dios se vale de muchos caminos y de instrumentos infinitos para llegar al corazón de las personas. Por supuesto, los pobres se acercan a nosotros también porque les distribuimos comida, pero lo que realmente necesitan va más allá del plato caliente o del bocadillo que les ofrecemos. Los pobres necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, ellos necesitan amor.
9. A veces se requiere poco para devolver la esperanza: basta con detenerse, sonreír, escuchar. Por un día dejemos de lado las estadísticas; los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar: son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa. Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo.

A los ojos del mundo, no parece razonable pensar que la pobreza y la indigencia puedan tener una fuerza salvífica; sin embargo, es lo que enseña el Apóstol cuando dice: «No hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor» (1 Co 1, 26-29). Con los ojos humanos no se logra ver esta fuerza salvífica; con los ojos de la fe, en cambio, se la puede ver en acción y experimentarla en primera persona. En el corazón del Pueblo de Dios que camina late esta fuerza salvífica, que no excluye a nadie y a todos congrega en una verdadera peregrinación de conversión para reconocer y amar a los pobres.
 10. El Señor no abandona al que lo busca y a cuantos lo invocan; «no olvida el grito de los pobres» (Sal 9, 13), porque sus oídos están atentos a su voz. La esperanza del pobre desafía las diversas situaciones de muerte, porque él se sabe amado particularmente por Dios, y así logra vencer el sufrimiento y la exclusión. Su condición de pobreza no le quita la dignidad que ha recibido del Creador; vive con la certeza de que Dios mismo se la restituirá plenamente, pues él no es indiferente a la suerte de sus hijos más débiles, al contrario, se da cuenta de sus afanes y dolores y los toma en sus manos, y a ellos les concede fuerza y valor (cf. Sal 10, 14). La esperanza del pobre se consolida con la certeza de ser acogido por el Señor, de encontrar en él la verdadera justicia, de ser fortalecido en su corazón para seguir amando (cf. Sal 10, 17).

La condición que se pone a los discípulos del Señor Jesús, para ser evangelizadores coherentes, es sembrar signos tangibles de esperanza. A todas las comunidades cristianas y a cuantos sienten la necesidad de llevar esperanza y consuelo a los pobres, pido que se comprometan para que esta Jornada Mundial pueda reforzar en muchos la voluntad de colaborar activamente para que nadie se sienta privado de cercanía y solidaridad. Que nos acompañen las palabras del profeta que anuncia un futuro distinto: «A vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra» (Mal 3, 20).

Vaticano, 13 de junio de 2018

Memoria litúrgica de San Antonio de Padua

https://www.hoac.es/2019/06/13/la-esperanza-de-los-pobres-nunca-se-frustrara/


http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/poveri/documents/papa-francesco_20190613_messaggio-iii-giornatamondiale-poveri-2019.html

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/poveri/documents/papa-francesco_20190613_messaggio-iii-giornatamondiale-poveri-2019.pdf


jueves, 13 de junio de 2019

ORAR EN EL MUNDO OBRERO: «DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD» CICLO “C” (16 DE JUNIO DE 2019)


Santísima Trinidad (16 junio 2019)

13 JUNIO 2019 | POR 
Queridas hermanas y hermanos,

Esta semana el Orar nos sitúa
ante el misterio de la Trinidad,
y en lo que significa para
las personas creyentes
la certeza de que
somos imagen de Dios,
del Dios Trinidad,
del Dios comunión.

Celebramos la Trinidad
cuando descubrimos
con gozo que ella es
la fuente de nuestra vida
y cuando nos sentimos llamados
desde lo más radical de nuestro ser,
a vivir la comunión en todos
los ámbitos de nuestra vida.

Nuestro Consiliario
lo presenta así:

“El Misterio de Dios
no es oscuridad,
o nebulosa,
sino hondura
de amor y vida.

Dios es comunión
interpersonal,
comunicación
gozosa de vida.

Dios es comunión
de personas,
vida compartida,
amor comunitario.

Está en las raíces mismas
de nuestra vida y nuestro ser.

No hay más verdad
sobre nuestra vida
que Dios en ella.

En Él vivimos,
nos movemos,
existimos.

Creer en la Trinidad
es creer que el origen,
el modelo,
el destino último
de toda la vida
es el amor trinitario,
la comunión de vida,
bienes y acción.”

Un abrazo en Cristo Obrero y
¡Hasta mañana en el altar!


Mª Carmen Perea
Responsable de Organización
y Vida comunitaria



San Juan 16,12-15:
«El Espíritu de la verdad os guiará
hasta la verdad plena».
 

Mi proyecto de vida
me ayuda a vivir
la vida trinitaria
de modo especial
en el equipo,
a construir en el equipo
la triple comunión.

Para ello tengo que
concretar pasos
y compromisos.

Tengo que dejarme
guiar por el Espíritu.

Para crecer en
esa vida trinitaria
en mi equipo,

¿A dónde
me empuja
el Espíritu?

■ Accede a más oraciones aquí.
■ También en Issuu

miércoles, 12 de junio de 2019

VIII INFORME FOESSA | Más desvinculación, más vulneración y menos protección

VIII INFORME FOESSA | Más desvinculación, más vulneración y menos protección

12 JUNIO 2019 | POR 
Los datos del VIII INFORME FOESSA sobre Exclusión y Desarrollo Social en España, presentado hoy en Madrid, confirman que la nuestra es “una sociedad desvinculada, en la que cada vez es más difícil hacernos cargo de los que se quedan atrás”, donde son más las personas en situación de vulnerabilidad, entre otros factores, por la mala calidad del empleo.
El VIII Informe FOESSA da cuenta de la salida de la Gran Recesión y de los “modos” que hemos empleado. Un modelo  de salida que nos ha dividido en tres grandes núcleos. La sociedad estancada (cerca del 20%), que ya se encontraba así antes de la crisis y que continúa hoy en el mismo lugar. La sociedad insegura (cerca del 30%), que cuando mira a la anterior se ve cerca pero distinta. Y por fin la sociedad soberbia (cerca del 50%), la que consume, dirige y apenas empatiza, que es dueña de su destino y condiciona el de los demás.



El factor empleo
A pesar de la reducción progresiva del desempleo, es una realidad persistente y ahora menos protegida, lo que, junto con la precariedad, manifestada en temporalidad, parcialidad e itinerarios cíclicos que alternan períodos cortos de empleo con otros de desempleo, generan trabajadores pobres y excluidos, y limitan las posibilidades de integración de muchos colectivos, advierte el estudio de FOESSA. 
“La precariedad laboral se ha convertido ya en una forma de vida de forma estructural en nuestra sociedad”, denuncia el informe que también señala que la desigualdad en el mercado de trabajo está imponiendo el discurso de que el éxito final reside en la consideración del empleo como un privilegio y no como un derecho. Es, además, un privilegio con respecto a los demás”.
Los datos aportados por la Fundación en relación a la exclusión relacionada con el empleo son:
-El 14% de las personas que trabajan están en exclusión social.
-Uno de cada tres contratos temporales dura menos de siete días.
-El 15,1% de los hogares sufre inestabilidad laboral grave (son hogares en los que la persona principal ha pasado por 6 o más contratos, o por 3 o más empresas, o ha estado 3 o más meses en desempleo durante el último año).
-Aunque se ha conseguido reducir la exclusión por el empleo en un 42%, sin embargo 1 de cada 4 personas activas del conjunto de la población se encuentran en situación de exclusión del empleo. Si miramos solamente a las personas en exclusión social, serían 1 de cada 2.
-El 20% de las personas en hogares con al menos una persona desempleada no ha realizado ninguna formación ocupacional en el último año.
-Una característica que nos diferencia de otros países de nuestro entorno y de un tamaño y desarrollo similar es que en la exclusión social en España va de la mano la mezcla de baja calidad en el empleo y costes elevados de la vivienda. El 37% de los excluidos del empleo lo están también en la vivienda.



Exclusión social
El número de personas en exclusión social en España es de 8,5 millones, el 18,4% de la población, lo que supone 1,2 de millones más que en 2007 (antes de la crisis), lo que da pie a los autores del informe a afirmar que “son el rostro de la sociedad estancada, un nutrido grupo de personas para quienes “el ascensor de la movilidad social no funciona y no es capaz de subir siquiera a la primera planta”.
Especialmente difícil es la vida para un grupo vulnerable que acumulan tantos problemas cotidianos que les impide tener un proyecto vital mínimamente estructurado: son 4,1 millones de personas en situación de exclusión social severa. Son los ciudadanos sobre los que se ceba la desigualdad y la precariedad en sus diferentes formas: vivienda insegura e inadecuada, desempleo persistente, precariedad laboral extrema e invisibilidad para los partidos políticos.
Además, dentro de este grupo en exclusión social severa existe un grupo de expulsados, que suman 1,8 millones de personas (600.000 en 2007), en unas circunstancias que demandan una intervención urgente, profunda e intensa en recursos para garantizarles su acceso a una vida mínimamente digna.
La investigación trae, sin embargo, una buena noticia, que está protagonizada por esa sociedad integrada que representan aquellas personas que no tienen dificultades para su supervivencia, que llevan una vida digna en términos materiales y que se ha recuperado a los mismos niveles de antes de la Gran Recesión. Son el 48,4% de la población.
En el VIII Informe FOESSA se identifican tres bloques principales de riesgos sociales, que afectan con más fuerza a la sociedad insegura y a la sociedad estancada: la degradación de la democracia, el aumento de la desigualdad y la crisis de cuidados asociada a la evolución demográfica.



Retos sociales
Para poder enfrentarnos al futuro, perder el miedo y fortalecer los mecanismos de inclusión de la ciudadanía en nuestra sociedad, los autores del informe plantean un conjunto de grandes conversaciones cívicas que adecuen definitivamente nuestra forma de convivencia ante este proceso de mutación social que se denomina la sociedad desvinculada:
1. Crear un nuevo escenario con responsabilidades compartidas, de dialogar en torno a la creación de un sector público compuesto por el espacio de trabajo conjunto de las Administraciones públicas, las entidades no lucrativas y las empresas sociales, con las iniciativas ciudadanas y profesionales.
2. Reflexionar sobre si queremos garantizar el acceso a la supervivencia de las personas a través de mecanismos de prestaciones y rentas condicionadas o mediante fórmulas de rentas garantizadas. Es decir, responder al reto de cuánta es la carga que queremos poner sobre los hombros de los pobres para poder ayudarles. Y respondernos, incluso, si a veces ser pobre es un delito.
3. Conseguir que las personas, inmersas en un mundo que promueve el individualismo, accedan a convertirse en una comunidad para facilitar el acceso de terceros. La pregunta está en cómo hacer que la ciudadanía colabore, lo que no se consigue ni a golpe de decreto ni por presión.
En el VIII Informe FOESSA se apunta que es imprescindible un liderazgo social, que, aunque a pequeña escala, puede generar movilización ciudadana y aportar proyectos que pueden ser replicados o repensados en otros lugares. Se trata de una construcción de abajo a arriba, que pueda revertir la senda de desconfianza y aislamiento que las estructuras están promoviendo.
@Guillermo__2004: “Vivimos en una sociedad desvinculada, en la que cada vez es más difícil hacernos cargo de los que se quedan atrás, y por ello necesitamos revincularnos, y la construcción de comunidad tendrá un papel esencial”.





https://www.revistaecclesia.com/el-informe-foessa-caritas-senala-que-hay-mas-pobres-en-espana-que-hace-diez-anos/