10º Domingo del Tiempo Ordinario
06
JUNIO 2024 | POR JORGE
HERNÁNDEZ
Las
fake news,
no es un problema
de nuestra
época,
generar noticias falsas
ha pasado siempre,
hoy
el problema es
la velocidad
con la que corren
y el
alcance que tienen.
Hasta la familia de Jesús
viene
a buscarlo asustada,
les han dicho que
se ha vuelto loco,
y
venían a llevárselo.
Jesús aprovecha el incidente
no
sólo para mostrar
las contradicciones,
sino para dar un
paso locuaz,
abrir las puertas
del concepto de familia
a
un elemento que
ha sido la pasión de su vida,
“hacer la
voluntad
de mi Padre”, decía.
Su mirada tuvo que
ser intensa,
no pudieron olvidarla ni ocultarla,
y quienes
la recibieron
sintieron que la honestidad
y la pasión de
sus palabras
les penetraba en lo más
profundo de su
ser.
Y supieron, en aquel momento,
que formaban parte
de un sueño…
Un abrazo y hasta mañana en el altar.
Del
Evangelio de
san Marcos 3,20-35:
«Satanás está perdido».
Después
de estas
dos solemnidades,
de la Santísima Trinidad
y
del Corpus Christi,
que nos han introducido
en la segunda
parte
del tiempo ordinario,
regresamos a la normalidad.
Si
recordamos lo dejamos
allá por el domingo 6º,
antes de la
Cuaresma.
Durante todo este tiempo
hemos preparado la
Pascua,
la hemos celebrado
en la Resurrección
y en el
tiempo posterior
hemos recibido
una larga catequesis
que
nos habla
de la importancia,
riqueza y fuerza
de esa
resurrección.
La «normalidad»,
del Tiempo
Ordinario,
podríamos decir,
que empieza ahora
y el
color verde litúrgico
se hará notar.
¿Qué
podemos decir
de alguien que hace el bien,
y que a sus
palabras
le acompañan sus obras
y sus obras son
buenas,
llenan de esperanza al pueblo
y sobre todo al
pueblo más sencillo?
Jesús está en otro paradigma,
hay
una propuesta de Dios
que está más allá
de lazos tan
potentes
como los familiares
y de la propia religión:
la
propuesta del Reino,
donde los lazos familiares
no tienen
que ver con la sangre,
es una propuesta nueva,
un estilo
para hacer
un mundo nuevo,
un hombre y una mujer
nueva
llenas y llenos,
de la dignidad que Jesús
devuelve
y propone.
La mirada tiene nuestros nombres,
nos
conecta a sentir con Él,
a sentir en la fraternidad eclesial
a
la que nos vincula,
a sentir con aquellas personas
que le
hacen presente,
los empobrecidos
y empobrecidas,
el
mundo obrero.
Nos invita a ser familia,
una familia
que nace
de la complicidad
con los sueños de Dios:
su
Reino, esa es su voluntad.
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