2º Domingo de Cuaresma (12 de marzo de 2017)
En una cultura frecuentemente dominada por la técnica,
se multiplican las formas de tristeza y soledad
en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes.
En efecto, el futuro parece estar en manos
de la incertidumbre que impide tener estabilidad.
De ahí surgen a menudo sentimientos de melancolía,
tristeza y aburrimiento que lentamente pueden conducir
a la desesperación.
Se necesitan testigos de la esperanza
y de la verdadera alegría para deshacer
las quimeras que prometen una felicidad fácil
con paraísos artificiales.
El vacío profundo de muchos
puede ser colmado por la esperanza
que llevamos en el corazón
y por la alegría que brota de ella.
Hay mucha necesidad de reconocer la alegría
que se revela en el corazón
que ha sido tocado por la misericordia.
Hagamos nuestras, por tanto,
las palabras del Apóstol:
«Estad siempre alegres en el Señor»
(Francisco, Misericordia et Mísera 3).
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