Vivir humanamente es
mucho más que sobrevivir
Para vivir humanamente no podemos conformarnos con alargar la vida añadiendo minutos a los minutos sino que, además, hemos de trabajar para construir el edificio de una existencia digna, de un yo más completo y de un nosotros más hermanados; hemos de llenar nuestro tiempo de valores y nuestro espacio de alicientes plenos y gratificantes. Sí, me refiero a esos tiempos y a esos espacios que ocupan nuestros cuerpos y que necesitan nuestros espíritus; saciar las hambres hondas que, asintomáticas, no siempre las notamos. No deberíamos recorrer nuestra existencia sin haber vivido. Además de "sobrevivir" o "supervivir", debemos "vivir". Sólo estudiar, trabajar, descansar, leer, escribir, luchar, ganar o perder, no es vivir.
Algunos se especializan tanto en una sola cara de la vida, que se olvidan de otras dimensiones que son esenciales. La vida humana, frente a la de las plantas y a la de los animales, se caracteriza por su multiplicidad de dimensiones y por su variedad de aspectos y, sobre todo, por su potencialidad. Vivir humanamente es sentir con todos los sentidos y con todos los sentimientos: con la vista, con el oído, con el olfato, con el gusto y con el tacto; es amar, esperar, temer y soñar. Reducirla a una sola dimensión es empobrecerla, mutilarla y, a veces, sacrificarla por completo.
La vida humana es más que los datos que figuran en el Documento Nacional de Identidad: los apellidos, el lugar de nacimiento, el domicilio, la edad, el estado civil o la profesión, por sí solas, no confieren calidad personal ni proporcionan bienestar. Los que, creyéndose unos privilegiados, no saborean los momentos de "bienestar" y de "bienvivir", están muertos en vida, porque no son nadie aunque sean algo: más que seres humanos son recursos humanos, que no tienen cara sino sólo brazos para trabajar. Permíteme -querido amigo, querida amiga-, por favor, que, por una vez me ponga sentencioso: "la vida humana es demasiado importante y demasiado breve como para esperar los grandes acontecimientos para vivirla: o la vivimos en plenitud cada uno de los instantes o no vivimos la vida".
Algunos se especializan tanto en una sola cara de la vida, que se olvidan de otras dimensiones que son esenciales. La vida humana, frente a la de las plantas y a la de los animales, se caracteriza por su multiplicidad de dimensiones y por su variedad de aspectos y, sobre todo, por su potencialidad. Vivir humanamente es sentir con todos los sentidos y con todos los sentimientos: con la vista, con el oído, con el olfato, con el gusto y con el tacto; es amar, esperar, temer y soñar. Reducirla a una sola dimensión es empobrecerla, mutilarla y, a veces, sacrificarla por completo.
La vida humana es más que los datos que figuran en el Documento Nacional de Identidad: los apellidos, el lugar de nacimiento, el domicilio, la edad, el estado civil o la profesión, por sí solas, no confieren calidad personal ni proporcionan bienestar. Los que, creyéndose unos privilegiados, no saborean los momentos de "bienestar" y de "bienvivir", están muertos en vida, porque no son nadie aunque sean algo: más que seres humanos son recursos humanos, que no tienen cara sino sólo brazos para trabajar. Permíteme -querido amigo, querida amiga-, por favor, que, por una vez me ponga sentencioso: "la vida humana es demasiado importante y demasiado breve como para esperar los grandes acontecimientos para vivirla: o la vivimos en plenitud cada uno de los instantes o no vivimos la vida".
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. También nos envía reseñas sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS:
http://www.obispadocadizyceuta.es/category/actualidad-diocesis/
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