PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

lunes, 23 de marzo de 2020

YO ME QUEDO EN CASA, LA ORACIÓN DE LA CUARENTENA


“También esto,
me lo enseñaste Tú
viviendo,
obediente al Padre,
durante treinta años
en la casa de Nazaret
esperando
la gran misión”


¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y caigo en la cuenta
de que, también esto,
me lo enseñaste Tú
viviendo, obediente al Padre,
durante treinta años
en la casa de Nazaret
esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y en la carpintería de José,
tu custodio y el mío,
aprendo a trabajar, a obedecer,
para lijar las asperezas de mi vida
y preparar una obra de arte para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y sé que no estoy solo
porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa
y preparando la comida para nosotros,
todos familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y responsablemente lo hago por mí bien,
por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos,
y por el bien de mi hermano, el que Tú
has puesto a mi lado pidiéndome
que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y, en el silencio de Nazaret,
trato de orar, de leer,
de estudiar, de meditar, y ser útil
con pequeños trabajos
para hacer más bella
y acogedora nuestra casa.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y por la mañana Te doy gracias
por el nuevo día que me concedes,
tratando de no estropearlo,
de acogerlo con asombro
como un regalo y
una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y a mediodía recibiré de nuevo
el saludo del Ángel,
me haré siervo por amor,
en comunión Contigo
que te hiciste carne
para habitar en medio de nosotros;
y, cansado por el viaje, Te encontraré
sediento junto al pozo de Jacob,
y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y si al atardecer me atenaza
un poco de melancolía,
te invocaré como
los discípulos de Emaús:

“Quédate con nosotros,
porque atardece
y el día va de caída”.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y en la noche, en comunión orante
con tantos enfermos y personas solas,
esperaré la aurora para volver
a cantar tu misericordia
y decir a todos que,
en las tempestades,
Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y no me siento solo
ni abandonado,
porque Tú me dijiste:
“Yo estoy con vosotros
todos los días”.

Sí, y sobre todo en estos días
de desamparo, Señor,
en los que, si mi presencia
no es necesaria,
alcanzaré a todos con
las únicas alas de la plegaria.

Amén.

Traducido al español
de la
oración original en italiano
realizada por monseñor
Giuseppe Giudice,
obispo de Nocera Inferiore (Italia)





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