PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

lunes, 23 de marzo de 2020

UNA APASIONANTE HISTORIA BELLAMENTE CONTADA, por José Antonio Hernández Guerrero




Una apasionante historia
bellamente contada.




Como todos sabemos, la palabra más persuasiva es la que pronunciamos con la vida: nuestros comportamientos son más claros, más interesantes y más convincentes que los sonidos. El lenguaje oral y el escrito sirven, si acaso, para explicar los mensajes que dictamos con nuestras conductas. Este principio básico de la educación es aplicable en las relaciones familiares, docentes y pastorales. Esta es la razón por la que afirmo que el libro titulado La esclava indomable es un instrumento singularmente eficaz no sólo para preparar las homilías, las catequesis y las demás tareas pastorales, sino también para aprender y para disfrutar en nuestros ratos de ocio. ¿Por qué? Porque posee dos ingredientes que lo hacen especialmente valioso y atractivo. En primer lugar, por la apasionante historia que cuenta, y, en segundo lugar, por la manera bella de narrarla.


Bakhita es una santa sudanesa que, durante su infancia, fue secuestrada, vendida y torturada. Posteriormente fue acogida y adoptada en Italia, y, tras un regreso temporal a África, se incorporó como un miembro más en la familia de Iluminalo Chechini. Ingresó posteriormente en el Instituto de los catecúmenos de Venecia y, tras su fallecimiento, fue canonizada por San Juan Pablo II en el año 2.000.


En segundo lugar, en mi opinión, el valor de este libro estriba en la belleza de su lenguaje. Con su manera sencilla, clara y hermosa de contarnos esta vida ejemplar, pone de manifiesto cómo la literatura -la buena literatura- nos proporciona una nueva visión de las cosas y, por lo tanto puede cambiar la vida de los escritores y la de los lectores, haciéndonos sentir distintas sensaciones y emociones, y proporcionándonos unas ideas diferentes: podemos afirmar que nos puede ayudar a crecer, a mejorar como personas y a ser más humanos y más buenos. La lectura de este libro puede ser un estímulo contra la apatía y un recurso contra el aburrimiento, una defensa contra el miedo que nos produce el paso irrevocable del tiempo y una invitación para que vivamos plenamente cada uno de los intensos segundos que componen nuestra existencia. Ya verán -estimados amigos- cómo nos sirve para vincular el tiempo a la eternidad, a la fe, a la esperanza de una vida que, alimentada por el amor, nos redime de la tiranía del tiempo: creer, esperar y amar es empezar a vivir otra vida o, mejor, adelantar la otra vida.


La lectura de la vida heroica de La esclava indomable, además de hacernos más conscientes de la importancia trascendental de nuestra existencia y del significado hondo de cada una de nuestras acciones nos puede arrancar, al menos, unos gratificantes sentimientos de alegría y de gratitud que suavice, alivie y, a lo mejor, cure los ineludibles sufrimientos y dolores que, a veces, comporta la vida. Obras como estas nos estimulan para que pensemos, para que leamos, para que interpretemos y para que vivamos de una manera plena la vida. Este libro -auténtico, transparente y luminoso- nos estimula para para que nos recreemos en el doble sentido de esta palabra, y, sobre todo, para que, entregándonos al Amor, vivamos la vida de una manera más lúcida y más honda. Tengo la seguridad de que, a los que lean detenida y plácidamente estos relatos bellos, amenos y sencillos, les proporcionará una intensa luz capaz de iluminar sus propias vidas.


[Hervé Roullet
La esclava indomable
Madrid, Rialp, 2019].



José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.



ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS:
http://www.obispadocadizyceuta.es/category/actualidad-diocesis/



YO ME QUEDO EN CASA, LA ORACIÓN DE LA CUARENTENA


“También esto,
me lo enseñaste Tú
viviendo,
obediente al Padre,
durante treinta años
en la casa de Nazaret
esperando
la gran misión”


¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y caigo en la cuenta
de que, también esto,
me lo enseñaste Tú
viviendo, obediente al Padre,
durante treinta años
en la casa de Nazaret
esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y en la carpintería de José,
tu custodio y el mío,
aprendo a trabajar, a obedecer,
para lijar las asperezas de mi vida
y preparar una obra de arte para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y sé que no estoy solo
porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa
y preparando la comida para nosotros,
todos familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y responsablemente lo hago por mí bien,
por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos,
y por el bien de mi hermano, el que Tú
has puesto a mi lado pidiéndome
que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y, en el silencio de Nazaret,
trato de orar, de leer,
de estudiar, de meditar, y ser útil
con pequeños trabajos
para hacer más bella
y acogedora nuestra casa.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y por la mañana Te doy gracias
por el nuevo día que me concedes,
tratando de no estropearlo,
de acogerlo con asombro
como un regalo y
una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y a mediodía recibiré de nuevo
el saludo del Ángel,
me haré siervo por amor,
en comunión Contigo
que te hiciste carne
para habitar en medio de nosotros;
y, cansado por el viaje, Te encontraré
sediento junto al pozo de Jacob,
y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y si al atardecer me atenaza
un poco de melancolía,
te invocaré como
los discípulos de Emaús:

“Quédate con nosotros,
porque atardece
y el día va de caída”.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y en la noche, en comunión orante
con tantos enfermos y personas solas,
esperaré la aurora para volver
a cantar tu misericordia
y decir a todos que,
en las tempestades,
Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor!

Y no me siento solo
ni abandonado,
porque Tú me dijiste:
“Yo estoy con vosotros
todos los días”.

Sí, y sobre todo en estos días
de desamparo, Señor,
en los que, si mi presencia
no es necesaria,
alcanzaré a todos con
las únicas alas de la plegaria.

Amén.

Traducido al español
de la
oración original en italiano
realizada por monseñor
Giuseppe Giudice,
obispo de Nocera Inferiore (Italia)