PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

viernes, 10 de abril de 2020

PERIÓDICO ¡TÚ!, NÚM. 196 — ABR.-MAY.2020, «TRABAJO DIGNO CON POLÍTICAS DECENTES»

¡Tú! 196 | Trabajo digno con políticas decentes

01 ABRIL 2020 | POR 

El ¡Tú! número 196 de abril – mayo 2020, no se distribuirá y enviará en formato papel por el impacto de la COVID-19 en los servicios esencialesLa HOAC ofrece a todas las personas interesadas, el acceso a la revista ¡Tú! , en formato digital, durante el tiempo de estado de alarma #ParaElEncuentro

Abril y mayo nos traen el día de la Salud Laboral –recordado en la oportuna Viñeta– y del Trabajo, comentado en el Quehacer, pero también la Pascua de
Resurrección. Esta revista quiere caminar a tu lado hacia la vida plena, en medio de las vicisitudes cotidianas.
Empezamos haciendo oración por las dolorosas situaciones de paro y precariedad de tantos hermanos y hermanas, haciendo nuestra la herida de aquellos jóvenes con empleo temporal y precario, abrazando a mujeres con pasadas penas de cárcel.
Ha llegado la hora de que la política oriente la economía hacia el bien común y el respeto de la dignidad del trabajo. Esta es la tarea, en el 1º de Mayo, a Primerear, entre todos y todas. Codo a codo, en la defensa de los derechos en el trabajo, extendiendo la Caridad política ganándonos el pan nuestro de cada día y luchando contra la muerte en el tajo; y haciendo carne La palabra de vida que desata la resurrección.


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FALLECE ALFONSO CASTRO, UN SACERDOTE BUENO.


Alfonso Castro Pérez

Queridos amigos y amigas:

Ha fallecido Alfonso Castro.

Que su vida nos ilumine y resucite en nosotros.

Un fuerte abrazo

Pedro



Testimonio a imitar, en un día tan señalado.

Para tenerlo presente en nuestras oraciones,
añorando tener una vida de servicio a los demás
y de seguimiento a nuestro maestro y Señor.

Dios lo tendrá ya en sus brazos,
y le podremos pedir que interceda
por nosotros y por el pueblo.

Un abrazo en Cristo obrero

Sebastián



Fallece Alfonso Castro, un sacerdote bueno. Obituario, por José Antonio Hernández Guerrero



Hace escasos días, en una de esas dilatadas conversaciones que manteníamos semanalmente, me atreví a preguntarle una vez más a Alfonso la razón íntima de sus decisiones vitales más importantes: de su ingreso en el Seminario de Cádiz, de su aceptación gozosa del celibato y de su opción preferente por los pobres. Y, nuevamente, me respondió de manera clara y rotunda: mi amor a Jesús de Nazaret. En mi opinión, la razón por la que Alfonso era uno de los seres más queridos y más respetados de nuestra Diócesis era la coherencia con la que explicaba, no con palabras sino con su conducta, que él era, simplemente, un creyente, un amigo de Jesús. Por eso renunció explícitamente a formar una familia, a ejercer una profesión lucrativa y a ocupar un puesto de poder en la Iglesia: estas decisiones constituían, a mi juicio, el fundamento del atractivo humano y del singular carisma cristiano que despedía su grácil y amable figura.


Nació en Jerez de la Frontera y ha desarrollado todas sus tareas pastorales en la Diócesis de Cádiz y Ceuta. Estudió en el Seminario Conciliar de San Bartolomé y se licenció en Teología en la Universidad Pontifica de Salamanca. Ha sido profesor de Filosofía en el Seminario, Rector del Teologado y Capellán de las Carmelitas Descalzas. Fundó el Centro Juvenil de Trille y el de Tartessos donde organizó diversas empresas y cooperativas para proporcionar trabajo a los jóvenes en paro. Abrió varios pisos de acogida, programó cursillos y talleres, actividades deportivas y campamentos de verano. Ya enfermo, seguía muy pendiente de las actividades Creó el Nuevo Madrugador, un espacio privilegiado para la reinserción dotado de varios programas reglados de Formación Profesional Obrera como, por ejemplo, carpintería y albañilería o el taller de impermeabilización, y cursos de jardinería o de mantenimiento general. Durante veinte años también ha ejercido su ministerio sacerdotal en la Prisión de Puerto dos.


Desde que fue ordenado sacerdote, Alfonso Castro decidió, no sólo acompañar, sino convivir, cohabitar y compartir las carencias y los trabajos de los más humildes reclamando y creando espacios amables para los marginados, pero lo hacía, no por un afán paternalista sino por una conciencia de solidaridad y de fraternidad. Él siempre miró, escuchó, habló y trató a los más necesitados como veía, escuchaba y trataba a sus familiares y a sus amigos más cercanos.


Su comportamiento ha constituido un referente y una autoridad moral para todos sus amigos. Por eso, las escasas veces que se levantaba para hablar, lo escuchábamos con profundo respeto. Cultivador de una densa espiritualidad, encarnaba a una Iglesia modesta, sencilla, abierta al mundo, portadora de esperanza para los más débiles, comprometida con la causa de Jesús, que es la causa de los pobres. Él solía confesar que no hablaba de las cosas de las “iglesias” porque, a pesar de ser Licenciado en Teología por la Universidad de Salamanca, entendía poco de lo que en ellas se hablaba y se hacía. Alfonso era un insólito personaje medio místico y medio agitador que, con ternura y con coraje, se movía entre la oración y el testimonio, que creía firmemente en el poder contagioso del amor desinteresado y de los comportamientos coherentes. Extraordinariamente resistente ante la adversidad, sentía la necesidad de comprometerse personalmente en la lucha por un mundo más justo, y estaba convencido de que deberíamos implicarnos todos con esas cosas de los más débiles porque son las que realmente nos afectan a los demás seres humanos: encontraba al ser humano en cualquiera de los seres humanos.


Ésta es -me repetía una y otra vez- la única manera válida de plantear las cuestiones concretas de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la religión y de la naturaleza. Su comportamiento ha sido la mejor –quizás la única- manera, gratuita y desinteresada, de explicar los valores cristianos y los derechos humanos, esos principios evangélicos que dignifican al ser humano en su dimensión más profunda y en su condición más auténtica. Su aportación más genuina ha sido la entrega incondicional a los pobres, a los marginados y a los discriminados. Su concepción del sacerdocio como la convivencia con los que sufren ha sido el lenguaje más elocuente de predicar el mensaje evangélico. A pesar del debilitamiento de su salud durante los últimos doce años, Alfonso ha seguido gastando su escasa energía vital en el servicio a los más necesitados. Lejos de todo rebosamiento puramente místico, hizo de su sacerdocio una relación ética con el otro y una forma de defensa y de protección de la persona humana y de su libertad.


Ha fallecido un creyente, un hombre bueno que, en silencio, nos ha dado muchas lecciones sobre la generosidad gratuita, sobre el servicio desinteresado, sobre la abnegación altruista, el perdón de las ofensas, el reconocimiento sereno de los propios errores, el trabajo oculto, la comprensión de las conductas ajenas, la paciencia, la sencillez sin fingimiento, la modestia recatada, la prudencia sensata, la humildad sincera, el sufrimiento callado e, incluso, la resignación serena ante los males irremediables. Con su hermana Ana, con su hermano Manolo, con sus sobrinos y con Amanda, su generosa y fuerte cuidadadora, somos muchos los amigos que lloramos su ausencia. Que descanse en paz.


Que los obreros muertos
en el campo de honor
del trabajo y de la lucha,
por la misericordia de Dios,
descansen en paz.

«¡Acoge, abraza, cuida, acompaña…!
La vida del mundo obrero
con misericordia y compasión».

ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS:
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ORAR EN EL MUNDO OBRERO «VIERNES SANTO. PASIÓN DEL SEÑOR #SEMANASANTA2020» CICLO “A” (10 DE ABRIL DE 2020)


Viernes Santo. Pasión del Señor #SemanaSanta2020

10 ABRIL 2020 | POR 
Quizá la situación que
llevamos viviendo desde hace días,
con el confinamiento forzoso,
con la enfermedad y muerte
de personas cercanas y queridas,
con el cese de la actividad económica
que anticipa situaciones vitales muy difíciles
para muchas personas trabajadoras,
para muchas familias,
con la incertidumbre que todo esto nos genera,
con la soledad que experimentamos,
con la distancia que pone entre nosotros, con…
hace posible que podamos vivir
la Pasión de Jesús
con más intensidad.



Quizá podamos sentir nosotros
en carne propia su pasión,
la pasión del mundo,
la pasión de Dios.




REZA: Ante esta pandemia del corona-virus:
reflexiona, ora, reza, se solidario, respetuoso y
RESPONSABLE con la salud propia y la de los demás.


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Buenos días. Hoy es viernes santo.
Día para callar y contemplar la pasión
del crucificado y los crucificados. 

¡De qué quiere Usted la imagen?
Preguntó el imaginero: 

Tenemos santos de pino,
hay imágenes de yeso,
mire este Cristo yacente,
madera de puro cedro,
depende de quién la encarga,
una familia o un templo,
o si el único objetivo
es ponerla en un museo.

Déjeme, pues, que le explique,
lo que de verdad deseo.

Yo necesito una imagen
de Jesús El Galileo,
que refleje su fracaso
intentando un mundo nuevo,
que conmueva las conciencias
y cambie los pensamientos,
yo no la quiero encerrada
en iglesias y conventos.

Ni en casa de una familia
para presidir sus rezos,
no es para llevarla en andas
cargada por costaleros,
yo quiero una imagen viva
de un Jesús Hombre sufriendo,
que ilumine a quien la mire
el corazón y el cerebro.

Que den ganas de bajarlo
de su cruz y del tormento,
y quien contemple esa imagen
no quede mirando un muerto,
ni que con ojos de artista
sólo contemple un objeto,
ante el que exclame admirado

¡Qué torturado mas bello!.

Perdóneme si le digo,
responde el imaginero,
que aquí no hallará  seguro
la imagen del Nazareno.

Vaya a buscarla en las calles
entre las gentes sin techo,
en hospicios y hospitales
donde haya gente muriendo
en los centros de acogida
en que abandonan a viejos,
en el pueblo marginado,
entre los niños hambrientos,
en mujeres maltratadas,
en personas sin empleo.

Pero la imagen de Cristo
no la busque en los museos,
no la busque en las estatuas,
en los altares y templos.

Ni siga en las procesiones
los pasos del Nazareno,
no la busque de madera,
de bronce de piedra o yeso,
¡mejor busque entre los pobres
su imagen de carne y hueso!

"Gabriela Mistral"