PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

martes, 26 de marzo de 2024

ORAR EN EL MUNDO OBRERO «JUEVES SANTO 2024» (28 DE MARZO DE 2024) ● CICLO “B”

Jueves Santo 2024

26 MARZO 2024 | POR 

Celebramos la Cena de Jesús
con el Evangelio de San Juan
que, justamente, no cuenta
la Última Cena como en
los evangelios sinópticos;
nos relata un hecho imponente
el lavatorio de los pies
en el contexto
de una larga comida.

Jesús hace algo impropio
de un varón judío:
lavar los pies,
trabajo de mujeres
(nada valoradas)
o de esclavos o esclavas:
sin embargo, es el servicio
a las demás personas
signo de identidad de quienes
nos llamamos
cristianos o
cristianas.



Del evangelio según
san Juan 13,1-15:

«Los amó hasta el extremo».

Sentir con Cristo
en este día
tan importante.

Jesús nos regala toda
una lección llena de vida,
nos recuerda que es «pan partido»,
«vida derramada» para servir
desde los últimos y con los últimos
y nos invita a «comerle» a ser como Él
«un pan partido y una vida derramada»
al servicio de la clase obrera,
encarnados en ella,
«sintiendo con el mundo obrero»
porque somos mundo obrero.

Y lo hacemos en comunidad,
esto lo vivimos en
el nosotros y nosotras,
sintiendo con la Iglesia,
en el acto por excelencia
de comunión: la Eucaristía.

«Hoy más que nunca»
estamos juntos en el altar.

Cuando comulgamos,
el amén es
«quiero ser como Tú,
un pan partido y
una vida derramada».

La escena de Jesús en
el Huerto de los Olivos
es toda una
experiencia mística
desoladora,
es una noche oscura.

Es una experiencia mística
de ojos abiertos,
la realidad era ineludible,
la soledad era atroz,
ni Dios consolaba
ni los compañeros discípulos
acompañaban.

¿Sigue Dios implicado
en nuestra historia?

¿Sigue Dios sufriendo
con el dolor
de este mundo hoy?


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https://www.hoac.es/2024/03/26/jueves-santo-2024/



«ORAR CON LA IGLESIA»
SEMANA SANTA (Ciclo ‘B’).
Del 24 al 30 de marzo de 2024.

https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html


EL PERNICIOSO VENENO DEL RENCOR, por José Antonio Hernández Guerrero




El pernicioso veneno del rencor.



Es comprensible que unos y otros expresen su indignación por los abusos que, a sus juicios, cometen los adversarios, pero sería más saludable para el funcionamiento democrático que unos y otros examinaran esas reacciones tan “naturales” que, en el fondo, esconden unos gérmenes patógenos parecidos a los que anidan en los “perversos” gritos que se lanzan desde las bancadas de enfrente. No se trata de fomentar un ingenuo buenismo ni una acrítica tolerancia, sino de evitar que, con la mejor intención, unos y otros intenten apagar el fuego con gasolina. Es moralmente reprobable -aunque psicológicamente comprensible- que el motor impulsor de la indignación sea el odio incontenible y el rencor envenenado.


Y lo peor, a mi juicio, es que ese odio venenoso es un virus contagioso que -difícil de controlar e imposible de disimular- a veces lo alimentan los mensajes que, de manera burda o sutil, lanzan quienes profesionalmente deberían colaborar en la construcción de un modelo de ciudadano más digno y de una sociedad más humana. El rencor, como todos sabemos, nubla la vista, ofusca la razón, carcome los sentimientos más nobles, desacredita al sujeto que lo alberga y devora a la sociedad que lo sustenta.


Suele ser el fruto podrido de unos gérmenes que, plantados en una tierra propicia, se han regado con las turbias aguas del resentimiento. Resulta doloroso comprobar cómo los líderes políticos de diferentes signos ideológicos, con la intención de que sean más eficaces sus consignas, cargan sus propuestas e impulsan sus decisiones con la pólvora mortal del rencor, una fuerza que amplía hasta el infinito el diámetro de sus ondas expansivas gracias a las ayudas de los medios de comunicación.


En mi opinión los seres que alimentan el rencor constituyen un peligro para las instituciones en las que están integrados, profanan las causas que defienden y manchan el prestigio de sus respectivas ideologías porque debilitan las razones y los argumentos en los que se apoyan y acrecientan los problemas que pretenden resolver. El rencor es un viento incontrolable que levanta tempestades y hace zozobrar las barcas en la que juntos navegamos. Por eso deberíamos abrir algunas ranuras para evitar que, cuando se supere el nivel de presión, explotemos y que los sentimientos -convertidos en metrallas- salten por los aires e impacten en el rostro de todos los que nos rodean.



José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar, también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.

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