PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

miércoles, 1 de mayo de 2024

LA IGLESIA QUE ESCUCHA Y CAMINA CON EL MUNDO DEL TRABAJO

La Iglesia que escucha y camina con el mundo del trabajo

¿Se hace presente la Iglesia en el mundo del trabajo y viceversa? ¿Cuál es el estado de la cuestión? ¿Es pertinente este diálogo? Estos interrogantes son una invitación a reflexionar a partir de constatar que la Iglesia y las organizaciones del mundo del obrero y del trabajo comparten un lugar común: el trabajo decente para todos y en todo lugar.

Con este texto, publicado hoy, Primero de Mayo, aporto una opinión particular de quien sigue –por militancia y por vocación– “el rumbo de los acontecimientos” desde la dirección de un medio de comunicación especializado, como es la revista y diario digital Noticias Obreras, y que tiene entres sus objetivos editoriales tender puentes y acoge culturas y saberes de la Iglesia y del mundo del trabajo.

En este día de lucha y de fiesta –necesaria también para humanizarnos– convergen los anhelos de democracia y de trabajo decente para una vida buena de los trabajadores y de las trabajadoras, con la festividad eclesial de san José Obrero, cuyo sueño de justicia social expresado por el papa Francisco, está basado en “tierra, techo y trabajo para todos” (Cfr. Fratelli tutti, 127). Es una oportunidad para explorar la naturaleza de esta relación –obviamente limitada por cuestiones de extensión– ponerla en valor, situarla en la perspectiva de mejorar ese caminar juntos atendiendo las situaciones y nuevas realidades del mundo del trabajo, que permitan priorizar el bien del pueblo (ídem, 162).

La pastoral obrera de toda la Iglesia

La pastoral obrera de la Iglesia española despliega una labor fundamental para acercar la doctrina social de la Iglesia (DSI), a la realidad cotidiana de los trabajadores y de las trabajadoras. Ejemplos concretos de esta tarea se incluyen en las prioridades pastorales expresadas en Fieles al envío misionero, documento con las orientaciones y las líneas de acción para la Iglesia de España, que expresa el sentir y el compromiso de responder a cómo evangelizar, trasladar una buena noticia, en una sociedad actual “desvinculada, desconfiada y enfrentada”.

Los obispos se plantean –según el documento– acompañar a los trabajadores pobres, precarios y descartados; promover encuentros para el diálogo con sindicatos “compartiendo nuestra visión del trabajo, buscando caminos de humanización en el mundo del trabajo, creando puentes entre la Iglesia y esta realidad social” o respaldar iniciativas como Iglesia por el Trabajo Decente, entre otras cuestiones.

Hoy, estas orientaciones están siendo impulsadas por la pastoral del trabajo, que cumple además 30 años de aquel documento –La Pastoral Obrera de Toda la Iglesia– que ya reconocía la clave del trabajo como prioridad de toda la Iglesia española, un tema también esencial en el pontificado de Francisco. Toca –y esperamos– una reflexión de todo este proceso. De sus “alegrías y penas”, de esa “lluvia fina” que cala hasta los tuétanos –que diría monseñor Algora– que está haciendo florecer esta pastoral en las diócesis del país para seguir tendiendo puentes entre la Iglesia y el mundo del trabajo.

Durante los últimos años, el dinamismo de la pastoral del trabajo ha sido capaz de abordar los debates actuales de la situación del mundo laboral (reforma laboralreducción de la jornada laboral…) convocar y escuchar a empresarios y sindicatos junto con determinados obispos; a víctimas de accidentes laborales; a ejercer una denuncia profética a partir de cada una de sus jornadas generales; a animar la pastoral en las distintas diócesis…

Los movimientos especializados de la Iglesia

Por su parte, los movimientos especializados de la Iglesia, como la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC), sus militantes y organizaciones diocesanas, desempeñan un papel crucial en el acompañamiento y el cuidado con personas y situaciones concretas del mundo del trabajo. Mediante el discernimiento entre la fe y la vida, entre DSI y compromiso en el ambiente, a través de la formación, el acompañamiento y la acción de sus campañas, que son parte del dinamismo evangelizador a las realidades sufrientes, estos movimientos promueven la presencia de la Iglesia en los ambientes populares, en el mundo obrero.

Las buenas relaciones que existen entre estos movimientos especializados con las organizaciones sindicales, en el ámbito general y en el diocesano, se manifiestan cotidianamente a través de encuentros de diálogo… Puentes que se han ido construyendo, más allá de su génesis histórica, en una relación de cercanía y confianza que permite tejer vínculos de fraternidad, favoreciendo además el encuentro entre obispos y sindicatos para abordar realidades y reflexiones en el ámbito local.

Esto contrasta con las inexistentes relaciones, al máximo nivel, entre la Conferencia Episcopal Española y los sindicatos CCOO y UGT. Pese a esta “anomalía democrática”, que habría que superar desde la voluntad recíproca de querer escucharse, es importante reconocer los recientes y tímidos avances que se están produciendo en temas como el drama de la siniestralidad laboral.

En el mundo del trabajo existe un conflicto que es social y antropológico, provocado por la vieja lógica capitalista de anteponer el dios del dinero, y su supremacía, véase Evangelii gaudium, frente a la dignidad de cada persona y a la capacidad creadora del trabajo. A nadie se le escapa el descarte y la muerte que esto provoca en millones de personas.

Esta realidad sufriente nos sitúa ante un lugar, unas periferias existenciales y materiales, que requieren un mayor compromiso con “la clave del trabajo” hacia afuera, pero también hacia adentro de la Iglesia de manera transversalcon el resto de pastorales, pues al reconocer que el trabajo es una prioridad de la Iglesia universal –el gran tema–, este debe tener un desarrollo en las distintas pastorales de la Conferencia Episcopal. Por poner un ejemplo, una clara transversalidad debe darse en la pastoral de migraciones cuando atiende y cuida realidades de trabajadoras y trabajadores migrantes.

En última instancia, la presencia de la clase obrera en la Iglesia y de la Iglesia en la clase obrera se manifestará en el esfuerzo conjunto de incidir en la construcción de ese “lugar común”, que promueva una sociedad más fraterna, solidaria y justa, donde cada persona sea reconocida en su dignidad como hija e hijo de Dios.

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo(Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)


EL TRABAJO COMO SÍMBOLO, por José Antonio Hernández Guerrero




El trabajo como símbolo.



Sí, todos tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de la vida de las mujeres que hagan posible -realmente y en todas partes- su igualdad con los hombres, su libertad efectiva y el ejercicio eficaz de los demás derechos humanos, pero, si pretendemos que la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, también es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras conciencias o “inconsciencias”.


Las diferencias sociales, laborales, económicas, jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestro mundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de las actitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales, familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayores cuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.


En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles de las representaciones, de los significados, de los sentidos y de los símbolos.


Estoy convencido de que, para que se produzca esa revolución inesperada, es imprescindible que se analicen, de manera convergente, los cambios de significados que deben producir el acceso de las mujeres al mundo laboral y ámbito de los estudios. Debemos constatar cómo, por ejemplo, a partir de esta presencia masiva femenina, todo cambia, comenzando por el propio espacio laboral: se alteran su posición en el mundo, las relaciones familiares, el valor del dinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a la pasividad –incluso en las relaciones sexuales-, la concepción de la política y, también, la interpretación del hecho religioso, como, por ejemplo, la concepción tradicional de la paternidad y de la actividad artística y literaria.


Opino que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política, del trabajo y en la religión.



José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.

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PRIMERO DE MAYO, ¿HAY JÓVENES EN LA FIESTA? Y NO DESCUIDEMOS LA DECENCIA

Primero de Mayo, ¿hay jóvenes en la fiesta?

Hubo unos años que aunque cercanos (¿2018 o 2019?) aquellos que militamos en la Juventud Obrera Cristiana (JOC) de Huesca ya vemos como una especie de “pasado dorado”. Lo cierto es que éramos capaces de convocar a una buena docena de jóvenes a pintar carteles la mañana del 1º de Mayo, y luego bajar poco antes de la hora al lugar en el que los sindicatos mayoritarios arrancaban la manifestación. Inmediatamente al entrar en la Plaza de Navarra, el cálculo de la edad media de los asistentes bajaba un lustro. La singularidad era tan escandalosa que durante esos años de forma ininterrumpida salimos en la prensa local que cubría la mani. Me gusta imaginarme al plumilla buscando perfiles varios (un hombre, una mujer y una persona joven) y no quedarle más remedio que preguntarnos al grupillo de la JOC año tras año.



El 1º de Mayo vuelve a poner un año más en marcha a grupos de jóvenes de la JOC en diversas diócesis. Al igual que sindicatos y otros movimientos obreros estos días repasan la lista de convocatorias; desde la JOC modestamente podemos también añadir con convencimiento nuestra movilización. Jóvenes militantes jocistas se reúnen para repasar el sentido de esta festividad, redactar sus reivindicaciones más sentidas en carteles, y también pasando por el altar ante el ejemplo de Jesús obrero, se echarán a la calle durante el miércoles 1.

Pero no nos engañemos, la cultura mayoritaria está alejada del sentido que nosotros le damos a este día. Expresar la importancia que este día tiene para la JOC encuentra mayoritariamente posturas de incomprensión entre los jóvenes que no son militantes. La cuestión “obrera” está de capa caída, y salvo un puñado de jóvenes con una politización temprana, existe un gran desconocimiento en torno al vaciado título del “Día del Trabajo”.  Mención aparte merece el puentazo que brinda este festivo, excusa perfecta para “las últimas vacaciones antes de exámenes” o momento en el que tiene lugar el cuestionable Viña Rock.

Sin embargo, diría que la mayoría de militantes han sabido encontrar en esta fecha un día ideal para poner en práctica pequeños procesos de acción, uno de los tesoros metodológicos de la JOC. Una fecha que es importante “por tradición”, pero que acaba siendo comprendida y rellenada de un contenido siempre actual. No somos de la JOC por una sola cuestión lúdica o de “pertenencia”, si no que sabemos que esta reivindicación apela a toda persona joven que sufren en su curro, que no pueden pagar un alquiler, o que ven en casa una situación económica complicada.

Al final, nuestro movimiento no participa en la fiesta obrera planteando un complejo programa, pero sí que nos proponemos afinar el oído y aclarar las gargantas para oír esas voces trabajadoras; así como es un momento para hacernos conscientes de esta travesía por el desierto –una especie de larga pascua obrera que camina hacia la emancipación– que no queremos abandonar. Así, el Primero de Mayo, con un poco de pedagogía y de insistencia, volveremos a conseguir formar esos grupos de jóvenes que se dejarán ver y oír por las calles de varias ciudades.


No descuidemos la decencia



El mundo del trabajo está cambiando a un ritmo acelerado. Los cambios e innovaciones tecnológicas, la compleja y desigual evolución demográfica del mundo, la aceleración de los mercados, la crisis global de la política como mecanismo de protección de los derechos humanos, la crisis ecológica afectan de manera estructural al mundo del trabajo y a las personas trabajadoras produciendo un descuido indecente de la condición humana y planetaria.

Las nuevas tecnologías, que aparecían como un relato de la economía de la esperanza, trabajo para todas las personas con menor esfuerzo, parecen convertirse en un proceso de “refeudalización” (Dosi y Virgillito) de las sociedades occidentales en el que las élites presentes y potenciales gestionan un feudo para provecho propio y no para el cuidado de la justicia. No es casualidad el incremento constante de las desigualdades en un contexto de profunda digitalización y automatización del mundo. 

La Organización Internacional del Trabajo afirma que el 70% de los trabajadores y trabajadoras del mundo están expuestos de manera significativa a los efectos del cambio climático (calor, efectos meteorológicos extremos, contaminación atmosférica, etc.). El descuido del planeta, el olvido de la profunda ecodependencia produce un intenso descuido de las personas trabajadoras.

El creciente individualismo también se despliega en el mundo del trabajo siendo el “virus más difícil de atajar”, como afirmaba el papa Francisco en Fratelli tutti, para un mundo que cuide la fraternidad universal. El trabajo cada día se desarrolla más como praxis individual sin contextos compartidos ni asociaciones comprometidas con el cuidado y el sentido del trabajo. La aparición de la llamada autoexplotación (Han), con la aparición constante del síndrome del extenuado en el mundo laboral, produce personas que se autodevalúan y autodiscriminan exculpando a los elementos estructurales del mundo del trabajo. 

La forma más eficiente de poder pretende que las personas se sometan por sí mismas a las estructuras de dominación. En lugar de constreñir por sumisión, al modo clásico de explotación, nos hace dependientes por la autopercepción. El régimen disciplinario consigue colonizar nuestras “almas” para que ejercitemos un continuo descuido de nuestro ser en orden a la productividad, el rol social y la percepción del entorno. Nunca somos lo suficientemente buenos para vivir en paz. En este contexto parece que desarrollar una actividad laboral en un entorno social seguro, con condiciones aceptables se convirtiera en un privilegio personal inaceptable. Hay que dar más, hay que emprender más, hay que esforzarse más para vivir en una guerra pacífica consigo mismo y con la sociedad.  

El mundo del trabajo necesita un nuevo imaginario que pueda romper con el descuido antropológico de las nuevas tecnologías, el descuido ecológico que sobrepasa los límites planetarios afectando a la condición humana de las personas trabajadoras y con la autoexplotación que nos infligimos en el mundo acelerado y competitivo que nos movemos. Si seguimos pensando, con Juan Pablo II en Laborem exercem, que el trabajo es “la clave esencial de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre” (LE 3) necesitamos una revolución de los cuidados. Revolución que es política, social y personal. Revolución que nos permita desplegar el poder de la decencia en el trabajo en contextos de indecencia colectiva. 

Profesor de Ética
Universidad Pontificia de Comillas