El Nacimiento.
Aunque aceptemos que -debido a la facilidad de las comunicaciones- es inútil que nos esforcemos para evitar la influencia de otras culturas, hemos de reconocer que, en la actualidad, el Nacimiento, cuyo origen se atribuye a Francisco de Asís, entre 1200 y 1226, sigue siendo el símbolo que mejor ambienta, adorna e ilustra nuestras fiestas navideñas y, además, la alegoría que mejor explica nuestras peculiares maneras de pensar, de sentir y de vivir. A veces -queridos amigos- caemos en la frivolidad de despreciar la contribución de las tradiciones culturales sin preocuparnos por conocer sus raíces históricas y su influencia en nuestras vidas personales, familiares y sociales. Con qué facilidad consideramos que el Belén con el Niño Jesús, la Virgen, San José, los Pastores y los Reyes Magos son meras supervivencias arcaizantes de unos usos pasados de moda.
En esta ocasión me refiero claramente a aquellos “dogmáticos intelectuales” que “pasan” de los ritos festivos y tratan de desacreditarlos tachándolos de “simples hábitos culturales”. Es posible que usted -querido lector- conozca a algunos de los “ilustrados” que se ríen de esos rituales festivos que, además de expresar simbólicamente unos significados religiosos, poseen unos contenidos sociales, estéticos y lúdicos que nos hacen disfrutar y sentirnos hermanados.
Me llama la atención también cómo algunos “ilustrados” creyentes coinciden con los “intelectuales” agnósticos cuando menosprecian las manifestaciones populares a las que califican como simplemente culturales. En mi opinión, unos y otros caen en un género de “catetismo” cuando piensan que estas maneras de sentir y de expresarnos son superficiales y carentes de significados. No advierten que pertenecen a lo que Jung califica de “arquetipos”, esos modelos colectivos que poseen unos altos contenidos emocionales y que son los cauces que nos ayudan a la educación sentimental y a la intensificación de nuestras relaciones humanas. Estos ritos actualizan el sentimiento de formar parte de una comunidad, reproducen simbólicamente nuestra identidad colectiva y reafirman nuestro peculiar modo de vivir. Feliz Navidad, amigos y amigas.
En esta ocasión me refiero claramente a aquellos “dogmáticos intelectuales” que “pasan” de los ritos festivos y tratan de desacreditarlos tachándolos de “simples hábitos culturales”. Es posible que usted -querido lector- conozca a algunos de los “ilustrados” que se ríen de esos rituales festivos que, además de expresar simbólicamente unos significados religiosos, poseen unos contenidos sociales, estéticos y lúdicos que nos hacen disfrutar y sentirnos hermanados.
Me llama la atención también cómo algunos “ilustrados” creyentes coinciden con los “intelectuales” agnósticos cuando menosprecian las manifestaciones populares a las que califican como simplemente culturales. En mi opinión, unos y otros caen en un género de “catetismo” cuando piensan que estas maneras de sentir y de expresarnos son superficiales y carentes de significados. No advierten que pertenecen a lo que Jung califica de “arquetipos”, esos modelos colectivos que poseen unos altos contenidos emocionales y que son los cauces que nos ayudan a la educación sentimental y a la intensificación de nuestras relaciones humanas. Estos ritos actualizan el sentimiento de formar parte de una comunidad, reproducen simbólicamente nuestra identidad colectiva y reafirman nuestro peculiar modo de vivir. Feliz Navidad, amigos y amigas.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
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