PÁGINAS COMPLEMENTARIAS

miércoles, 31 de marzo de 2021

JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR (1 de abril de 2021), por Antonio Troya Magallanes




JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR
(1 de abril de 2021)




Introducción: Dos acontecimientos de alto rango.

Celebramos el Jueves Santo. Ya nos quiere indicar la primera lectura que este día es el de la preparación para la Pascua de Jesús. Dos acontecimientos la definen: uno –el lavatorio de los pies–, que nos compromete al servicio a los hermanos, y otro -la institución de la Eucaristía-, por la que la entrega amorosa de Cristo en la cruz se quedará perpetuamente presente entre nosotros. Dos acontecimientos tan importantes que hacen decir al Maestro: «He deseado enormemente comer esta pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,14). Y los dos acontecimientos tienen un papel preponderante en la vida de la Iglesia, ambos son elementos fundamentales de la comunidad cristiana: no se concibe una comunidad cristiana –ya se lo dice Jesús a Pedro– sin un servicio mutuo de sus componentes, ni sin la celebración del misterio eucarístico que hace presente la muerte y resurrección del Señor Jesús.


1. El lavatorio de los pies, signo del discipulado.

El lavatorio de los pies es un evento insólito; ya lo entiende Pedro que se niega en rotundo a tomar parte en él «No me lavarás a mí los pies jamás.» Y solamente cuando Jesús le dice que es condición indispensable para pertenecer a la comunidad que Jesús va a fundar, accede dejarse lavar. Era impensable en aquella cultura que Jesús, el Señor y Maestro, lavara los pies a unos pobres infelices a los que había elegido para columnas de su comunidad. Pero la comunidad de Jesús no se va a regir por las normas de este mundo, sino que Jesús las trae del cielo. El servicio mutuo será tan indispensable entre los adeptos a Jesús que no se concibe comunidad cristiana sin la práctica de esta prestación: Jesús, el Señor y Maestro no solo sirve a los suyos lavándoles los pies, sino hasta entregando la vida por ellos en la cruz como hará al día siguiente. Y, como de tal palo, tan astilla, así los discípulos tienen necesariamente que salir al Maestro.


2. Amor con amor se paga.

Pero, si admirable es que el Maestro lave los pies a sus discípulos, más admirable es que quiera quedarse tan unido a los suyos que ponga todo su poder al servicio de esta unión quedándose para siempre en el pan y el vino de su mesa, de manera que no sólo sea con ellos comensal, sino hasta alimento, con el que se hará una misma cosa con ellos como el alimento común se hace una misma cosa con el cuerpo que de él se nutre. Si amor mostrará mañana dando su vida en la cruz, no menor amor demuestra hoy quedándose para nosotros en la Eucaristía. Y, como amor con amor de paga, ya podemos ir pensando cómo podremos pagar nosotros un regalo tan extraordinario. Hoy vamos a celebrarlo por todo lo alto en todas las comunidades cristianas, pero eso no es suficiente: en la Eucaristía se nos entrega a nosotros como en la cruz se entregó al mundo, y esa entrega no se paga sino con una entrega semejante: Él se da por amor a los pecadores, nosotros tenemos que darnos por amor a nuestros hermanos. Comulgar parece una cosa fácil, pero el compromiso que nos echamos encima comulgando es mayor de lo que ordinariamente pensamos: si no nos exige dar la vida por los hermanos como Él la dio, tampoco basta con quedarnos mirándonos a nosotros mismos y procurando exclusivamente nuestro propio bien.


Conclusión: Acerquémonos hoy a la Eucaristía con sincero corazón.

Con frecuencia participamos de esta sagrada comida, pero hoy es un día especial, aniversario de aquel primer día en que se dio a comer a sus discípulos en la última cena. Celebrémoslo no sólo son grandes gozos y alegrías, sino también con el compromiso que requiere participar de un don tan excelso: dándonos nosotros como Él se dio.



Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.


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