
4º Domingo de Cuaresma
Queridos hermanos y hermanas, el evangelio de este domingo es para la contemplación, creo que merece la pena pararnos despacio y observar, oler, sentir, gustar… (“como si presente me hallase” EE114). No para contemplar el relato de la parábola, no; me parece que lo que es apasionante es contemplar a Jesús y a toda la gente que le rodeaba mientras contaba la parábola. Colocarnos en un rincón de aquel patio de vecinos y vecinas, en un atardecer; ese momento donde la gente de aquella tierra empieza la vida social. La mañana es de calor húmedo y color sepia, la tarde refresca y comienza a ser todo más nítido; la gente se reúne y conversa entre dátiles y almendras, niños y niñas que juegan y chupan miel de un trozo de panal, gritos y llamadas entre vecinos y vecinas… Jesús contaba historias, parábolas… algunas eran muy divertidas y la gente reía… “recaudadores y gente pecadora se acercaban para oírle” (Lc15,1) Jesús, sentado, hablaba despacio, una rodilla hacia el suelo la otra erguida, disfrutaba de ver la atención que prestaban y de los gestos que su relato iba despertando…
Y comienza una historia de la vida familiar, hijos que se rebelan contra los padres: ¡tenía la atención garantizada!: “y el hijo le pidió parte de su herencia” … se ha creado el primer clímax… y Jesús lo sabe. Hace silencio y mira alrededor y disfruta de la expectación que ha creado… para nadie es indiferente a la parábola … “Y se puso en camino a la casa de su padre…”
En esos silencios, la gente levanta el cuello y las rodillas se juntan y se rodean con los brazos… otros y otras fruncen el ceño y ponen la mano delante de la boca… las mujeres paran y asoman la cabeza. Este momento es clave… ¿de quién está hablando? ¿a quién representa el padre?… ¿Y terminó?… ¿Qué hizo el mayor al final?... y deja pequeñas incógnitas…
Al final la gente se quedaba desconcertada, perpleja; pero un manto de consuelo caía suavemente entre la gente más pobre y marginada, entre las pecadoras y pecadores reconocidos… y los que así, en su interior, se sentían… y quedaban contagiados y contagiadas del brillo de los ojos de Jesús: y… ¿Dios puede ser así? -se preguntaban mirándole-
La forma, la convicción con que Jesús contaba la historia no dejaba lugar a la menor duda… y el colorido del atardecer para los que hemos podido estar allí; lo sentimos como un tierno abrazo del Dios de Jesús.
Y Él disfrutaba, su cara estaba iluminada con una sonrisa que uno adivinaba detrás de la mano, mientras saboreaba un dátil y una almendra, y miraba a María (la de los siete demonios) que con la túnica disimulaba la emoción que salía de sus ojos… pero cada uno sentimos su mirada, y sentimos que es verdad: Dios no puede ser de otra manera.
Hasta mañana en el altar… un abrazo
Jorge
Del
Evangelio de
san
Lucas 15,1-3.11-32:
«Este
hermano tuyo
estaba muerto
y ha revivido».
El
Padre es la libertad,
el Padre es el que espera,
el Padre
es el que sale
al encuentro y abraza y besa,
es el Padre el
que
no quiere escuchar
la ristra de pecados,
es el
Padre de la alegría,
es el Padre que
comprende
todo,
aunque no le entiendan a Él.
La
justicia de Dios no tiene nada que ver con la humana. Es un concepto
diferente, está fundamentada en el amor, que rompe moldes y nos
desconcierta. Por lo tanto, nuestra salvación no está fundamentada
en evitar cometer pecados mortales, sino que nuestra salvación está
fundamentada en el amor, en experimentar al Dios que nos ama y nos
invita a ser como Él y a relacionarnos como hermanos y hermanas, nos
invita a que también a nosotras y nosotros se nos «conmuevan las
entrañas», «sean compasivos como el Padre vuestro es compasivo»
(Lc 6,36).
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«ORAR
CON LA IGLESIA»
«CUARTA SEMANA DE CUARESMA».
Del 30
de
marzo
al 05 de abril
de 2025.
https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html