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sábado, 24 de abril de 2021

DOMINGO CUARTO DE PASCUA (25 de abril de 2021), por Antonio Troya Magallanes




DOMINGO CUARTO DE PASCUA
(25 de abril de 2021)




Introducción: El buen pastor da la vida por sus ovejas.

«Yo soy el Buen Pastor». En tiempos de Jesús la imagen del pastor era una imagen familiar; sólo salir de los pueblos y la vista se extendía por los campos, donde pululaban por doquier rebaños de ovejas dirigidas por un pastor. Jesús quiere aplicarse a sí mismo las actitudes que se observaban en los pastores, que eran dueños de las ovejas; los asalariados, en cambio, iban a lo suyo y no les importaban las ovejas. Pero, los que eran verdaderos pastores defendían, incluso con peligro de sus vidas, al rebaño del ataque de los lobos, que eran frecuentes. Jesús ya ve aquí como para defender su rebaño –todos los hombres y mujeres de la tierra– y librarlos del pecado y de la muerte, tendría que sostener una ardua lucha con sus enemigos. Y Jesús se muestra decidido a afrontar esta lucha hasta dar la vida. Y al final del evangelio nos dirá como es dueño de su vida para darla y para recuperarla: la da libremente y la recupera para gloria de Dios y el bien de sus ovejas. Así anuncia su muerte y su resurrección.


1. El conocimiento entre Jesús y nosotros es obra del Espíritu Santo.

Pero la acción del buen pastor no se limita a este momento extremo en el que peligran sus vidas. Día a día las va conociendo y, al mismo tiempo, dándose a conocer por ellas; y ese conocimiento no es solamente mental, es sobre todo un conocimiento amoroso: es decir, va creando entre oveja y pastor unos lazos mutuos, que hacen que las ovejas se fíen del pastor y sigan su voz, y que el pastor termine considerando a las ovejas como algo tan suyo que no dude en dar la vida por defenderlas. La unión, en lo que es posible entre un hombre y un animal, se hace verdaderamente íntima. Cuando Jesús traslada este conocimiento al que se da entre Él y nosotros, no duda en compararlo con el que tienen entre sí Él con el Padre del cielo. Jesús nos conoce, se da a conocer y este mutuo conocimiento tiene su razón de ser última en el Espíritu Santo que habita en Jesús en razón de la vida trinitaria y que, por gracia, Él infunde a los hombres.


2. El acrecentamiento del rebaño hasta llegar a su plenitud.

Pero no hay un solo rebaño en el ámbito que abarca su mirada y Jesús, pastor de uno de los rebaños, suspira por unir en Él a todos cuantos caen bajo su vista. Él se siente pastor de todos, por todos está dispuesto dar su vida, a todas las ovejas quiere conocer y amar, y de todas quiere ser conocido y amado. Y en un suspiro que le sale muy de lo hondo exclama: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil: también a esas las tengo que traer; y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor». Y a los suyos les deja, al irse, este encargo: «Id al mundo entero y predicad la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará» (Mc 16,15-16). Y nosotros, que somos de los suyos tenemos que recibir este encargo como lo recibieron los primeros, porque no es de recibo que un amor tan grande como tiene el Mesías Salvador quede sin correspondencia por parte de muchos por nuestra desidia: si hemos sentido el amor de Jesús, y ha dado la vida por nosotros, no nos queda otra alternativa que trabajar al máximo para que otros, que no han tenido la dicha de conocerlo, puedan conocer su amor y disfrutar de él. Todos, como los primeros apóstoles somos misioneros, enviados por el Buen Pastor, para formar un solo rebaño, que se beneficie de su muerte y resurrección. Todos somos pastores en el Pastor supremo.


Conclusión: Espíritu Santo y comunidad.

A ellos se les promete el Espíritu Santo para llevar a cabo esta misión; a nosotros se nos ha dado ya en el Bautismo y se nos fortalece cada vez que celebramos la Eucaristía. Y se nos ha dado también con ella una comunidad porque la evangelización no se hace en solitario.



Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.


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Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
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Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
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