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domingo, 13 de abril de 2025

«CONCIERTO DE SEMANA SANTA (ORQUESTA Y CORAL DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ)», por José Antonio Hernández Guerrero.




«CONCIERTO DE SEMANA SANTA (ORQUESTA Y CORAL DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ)».



El concierto de Semana Santa que ofreció el día 12, la Orquesta y Coral de la Universidad gaditana en el Gran Teatro Falla ha constituido un acontecimiento musical. Al repertorio clásico de Felix Mendelssohn y de Gioachino Rossini se añadió una obra instrumental innovadora del joven compositor gaditano Manuel Sánchez García, un estreno absoluto titulado Muerte de la Palabra – Carne, compuesta este año por encargo de la Orquesta de la Universidad y apoyada por la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz. Es una propuesta valiente y arriesgada, que nace de una personal lectura de los textos narrados por los evangelistas sobre la Pasión de Jesucristo en la que la música emitida por los instrumentos se combina con otros sonidos que evocan momentos de los pasajes evangélicos.


Estas programaciones, además de preservar los valores patrimoniales, nos ayudan a entender el contexto religioso, social y artístico en el que surgieron, nos explican por qué son valoradas por los amantes del arte, con independencia de sus convicciones religiosas, y estimulan el saludable diálogo cultural.


Un cambio de registro se produce con la Sinfonía nº 4 de Mendelssohn, conocida como Sinfonía Italiana (1833) compuesta tras un viaje a Italia. Es una obra en la que el autor refleja las sensaciones recibidas durante su recorrido por este país. Como simple curiosidad, apunto que el segundo movimiento (“Andante con moto”) -según confiesa el propio Mendelssohn- nace de la impresión que produjo al compositor su estancia en Roma y, singularmente, las celebraciones de Semana Santa.


El carácter instrumental de esta primera parte refleja la elevada calidad alcanzada por la joven Orquesta de la Universidad de Cádiz durante su primer año de vida. Nacida de un empeño largamente acariciado por esta Universidad e impulsada por el actual Rector y su equipo de gobierno, durante este tiempo ha sido capaz de consolidarse como una formación solvente. La violinista gaditana Lara Sansón, en su puesto de primer violín de la agrupación, ha logrado reunir un conjunto de músicos profesionales que durante este Concierto demuestra su capacidad de conexión entre sus miembros, y su vigor de transmisión estética y emocional al público. La segunda parte estuvo dedicada íntegramente al Stabat Mater de Rossini, obra que fue encargada al músico italiano durante una estancia en España, y se estrenó en Madrid en 1833. Posteriormente fue modificada por su autor: el reestreno se llevó a cabo en París el año 1842.


El éxito de Rossini, ligado a su amplia obra operística, dota a esta composición de intensidad y de dramatismo acordes a la tragedia que sufre María, la Madre doliente, que contempla y escucha las súplicas del pueblo para que interceda a fin de alcanzar la Salvación Eterna. Esta expresividad la han transmitido conjuntamente el cuarteto solista, la coral y la orquesta. Resalto la calidad del cuarteto solista: las voces bien timbradas de la soprano Lucía Millán y de la mezzo María Ogueta -habituales en los conciertos de la Coral de la UCA- han brillado con fuerza en la ejecución de los diversos números del Stabat Mater. Aplaudo la recuperación para este concierto del excelente barítono David Lagares cuyo amplio registro como intérprete de óperas redunda en sus intervenciones en esta obra. Y celebro la presencia por primera vez en los conciertos de la Orquesta y Coral de la Universidad del tenor Juan de Dios Mateos, reconocido internacionalmente, figura habitual en los centros operísticos más importantes del mundo, que ha dejado constancia de su indiscutible calidad como experto en Rossini.


La Coral de la UCA sigue creciendo en el número de sus miembros, en la calidad de sus voces y en la variedad de sus interpretaciones, y, por supuesto, no obvio la dificultad de esta obra para unos coralistas que, sin ser profesionales, con su tesón, esfuerzo y estudio, alcanza cotas de expresividad notablemente elevadas.


Elogio el trabajo, la entrega y el buen hacer profesional del responsable de que este proyecto se haga realidad: me refiero a Juan Manuel Pérez Madueño, Director de la Orquesta y de la Coral (a cuyo frente está desde 2001). Su preparación musical, su capacidad didáctica y su entusiasmo por el trabajo bien hecho nos aseguran la consecución de logros cada vez mayores en los próximos conciertos. Su destreza para marcar los compases y para dibujar las melodías constituyen, a mi juicio, una amable invitación para que disfrutemos. La sensibilidad estética y la cultura musical hacen posible que este grupo de entusiastas intérpretes nos regalen intensos ratos de saludables placeres.




José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.

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«SUFRIMOS, PERO, SÍ CREEMOS Y ESPERAMOS, RESUCITAREMOS», por José Antonio Hernández Guerrero.




«Sufrimos, pero, sí creemos y esperamos, resucitaremos».



Me atrevo a proponer que, siendo conscientes de que, a veces vivimos situaciones límites, debemos seguir trabajando para descubrir y abrir puertas a la esperanza de una vida más humana. Recuerdo cómo tras atravesar sendas angustiosos y tras luchar contra enemigos implacables de nuestra salud física y mental, hemos aprendido lecciones que nos han hecho más fuertes. Sin caer en ingenuos optimismos, podemos encontrar fórmulas eficaces para evitar que la desolación pesimista nos contagie y tiña nuestra existencia con los colores lúgubres de los que carecen de esperanza.


Si luchamos, encontraremos acicates en los que agarrarnos y claves que nos ayuden a interpretar los signos de esperanza que lucen en medio de este oscuro paisaje. Si las sombras y los nubarrones nos sirven para resaltar las luces y para aprovechar mejor los días soleados, la correcta interpretación de estos dolores y de los errores que hemos cometido nos puede ayudar para que descubramos el germen vital que late en el fondo de nuestra existencia humana individual y colectiva.


Permíteme que te confiese que, para hacer este pronóstico, no me apoyo en ideologías, en teorías filosóficas ni siquiera en consideraciones psicológicas sino, simplemente, en la observación de la Naturaleza, sí, en el funcionamiento del Universo. Los marineros saben que, tras la tempestad, llega la calma; los labradores conocen que al invierno le sigue la primavera y el verano; los psicólogos nos explican que la esperanza es la receta imprescindible para evitar la depresión, los fieles de las diferentes creencias se consuelan con la vida futura y los cristianos fundamentan sus vidas en su fe en la resurrección de Jesús de Nazaret. Pero yo me conformo con recordarte esa frase que tanto te repetía mi madre: “Siempre que hemos sufrido algún contratiempo, han surgido insospechados beneficios”.


Si pretendemos evitar el desánimo, junto a los malos tragos deberíamos situar los datos positivos y tener en cuenta, por ejemplo, nuestra capacidad para mejorar las situaciones y para aprender, sobre todo, de los errores. Reconociendo el declive que el individualismo contemporáneo ha introducido en las relaciones humanas, este deseo de mejorar nos permitirá compartir el sentido positivo de la vida, generar unos vínculos más estrechos entre los hombres y recuperar el diálogo con los diferentes y el reconocimiento del mundo que nos rodea. Sólo así mantendremos la posibilidad del amor y los gestos supremos de la vida. Si pretendemos que nuestras vidas no sean escenas sueltas -hojas tenues, inciertas y livianas, arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo-, deberíamos buscar ese vínculo, ese hilo conductor, que las re-hilvane y que proporcione unidad, armonía y sentido a nuestros deseos y a nuestros temores, a nuestras luchas y a nuestras derrotas. Fíjate, por ejemplo, cómo, gracias a aquella pandemia, hablamos más con los vecinos, hemos recuperado amigos y, sobre todo, damos mayor importancia al cuidado de la salud, al valor de la familia, a la amistad, al silencio, a la lectura, a la conversación, a la sobriedad, al cariño o a la generosidad.


Es posible que sea verdad aquel viejo adagio que dice que “de grandes males, grandes bienes”. Esta aparente contradicción entre la existencia del mal, la bondad y la capacidad de supervivencia del ser humano, plantea la urgencia de recuperar esos valores que habíamos menospreciado. Quizás incluso podamos recobrar la “capacidad de sorpresa” y esas ganas de soñar y de ilusionarnos que habíamos perdido por el pragmatismo de la cultura utilitarista dominante. Estoy convencido de que las situaciones límites que estamos viviendo pueden conducirnos a un replanteamiento del sentido de la vida.




José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.

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