«Relectura del Concilio Vaticano II».
Algunos teólogos pensaron que el Concilio, al basar sus enseñanzas en la encarnación no lo hacen como método “doctrinal", sino como expresión “pastoral". Es como si el Concilio, hubiera pretendido invocando la humanidad de Cristo que quisiera congraciarse con el mundo moderno, al que anteriormente solo se ha dirigido para condenarlo. Otros creyeron que el Concilio se excede en la referencia a la encarnación como misterio salvífico, dado que la salvación sólo nos viene por la muerte y Resurrección de Cristo. Y por lo tanto no interesa entender la fe cristiana como un humanismo que sirva para la humanización de la sociedad, sino que se tiene que basar en un humanismo divinizado que nace de la Pascua y esto ha de hacerse guste o no guste al oyente. Lo cierto es, que en la mitad del siglo XX se estaba produciendo una efervescencia intelectual en el pensamiento cristiano en convergencia con el pensamiento teológico y filosófico contemporáneo. Fue un crisol donde la Iglesia recibió purificada por el Espíritu esa herencia. Un Concilio que, de la mano de miembros de la Comisión Doctrinal del Concilio y peritos del concilio, teólogos que, como Rahner, de Lubac, Mouroux, Congar, etc. dejaron su huella en los documentos conciliares. El Concilio Vaticano II tuvo también un importante influjo previo al mismo, desde el pensamiento no católico que enriquecieron la perspectiva del mismo. En concreto fueron decisiva la obra de teólogos protestantes y de la ortodoxia rusa, que enriquecieron la teología católica. Un ejemplo de ello lo tenemos en:
Hemos visto que se dieron oposiciones a que la encarnación formara parte del misterio de salvación, bien es cierto que la carne está enferma por el pecado, y que fue preciso que esta fuera asumida y sanada, para volver a ser lo que fue en su primer origen, y como cauce de nuestro futuro horizonte: la Resurrección. De manera que, trascender la debilidad de la carne para una vida según el Espíritu, es vocación humana y que se realiza porque esta carne ha sido asumida, sanada, elevada… por Jesucristo.
La carne de este modo salvada por la Encarnación, se convierte en lugar y mediación de vida nueva, la Encarnación es también misterio de salvación para la humanidad. Así que cuando decimos: el Verbo se hizo carne, concierne a cada ser humano cualesquiera que sean sus circunstancias, pues nuestra humanidad se ha convertido, ya para siempre en apelación y cauce para el encuentro y la comunión con Dios.