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UNA MIRADA CRISTIANA DEL TRABAJO HUMANO Y EL BIEN COMÚN
¡ACOGE, ABRAZA, CUIDA, ACOMPAÑA...!
LA VIDA DEL MUNDO OBRERO Y DE LOS POBRES,
CON MISERICORDIA Y COMPASIÓN.


¡Bienvenido/bienvenida! al "blog" de la HOAC diocesana de Cádiz y Ceuta.


martes, 3 de diciembre de 2024

NAVIDAD 2024 | CONVIVENCIA DE NAVIDAD DE LA HOAC: MARTES, 17 DE DICIEMBRE DE 2024. EN CÁDIZ, PARROQUIA DE SAN FRANCISCO JAVIER. «ORGANICEMOS LA ESPERANZA»


MENSAJE DE NAVIDAD 2024

«¡Levántense, alcen la cabeza, ¡se acerca la liberación!» (Lc 21,36)

ORGANICEMOS LA ESPERANZA

¿Pero cuáles son nuestras esperanzas? Si hiciéramos una encuesta a la gente que nos rodea, ¿Qué contestarían? No podemos dar esperanzas artificiales , no podemos inventarnos esperanzas teóricas, no podemos dar respuesta desde esperanzas de hombres y mujeres de despachos o responder a esperanzas que nacen de manuales de teología. Es un reto de la encarnación contestar a estas preguntas desde una auténtica escucha a nuestra realidad, desde el «sentirnos pueblo» (EG 268-270). Las esperanzas nacen desde las entrañas porque de nuestras entrañas salen los miedos, las incertidumbres, las angustias y nuestras mejores preguntas que quieren responder al sentido de lo que vivimos y hacemos.

El mundo que vivimos nos está llenando de miedos y los miedos paralizan, los miedos son instrumentos de dominio, nos hace perder el valor de pensar; impera el miedo a las diferencias, el miedo secuestra la libertad… la esperanza es opuesta al miedo. Pero no hay esperanza sin poner nombre a los miedos: hoy vivimos miedos, ¿Cuáles son mis miedos?, ¿Cuáles son nuestros miedos?

Haríamos rápidamente un análisis de los miedos personales, ambientales, estructurales… Y el resultado nos podría llevar al pesimismo a la desesperanza porque nace del miedo, y el miedo mata la esperanza. ¿Cuál va a ser nuestro futuro, en la Iglesia, en la sociedad?, ¿el de nuestra Iglesia?, ¿el de nuestros hijos e hijas?, ¿el de la madre tierra?, ¿el de las personas empobrecidas?, ¿el del mundo obrero?, ¿hacia dónde nos lleva este mundo polarizado y violento?, ¿el aumento del riesgo del uso de armas nucleares?

«En una situación así, solo la esperanza nos permitiría recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir.

Ella despliega todo un horizonte de sentido, capaz de reanimar y alentar la vida. Ella nos regala el futuro»Byung-Chul Han. El espíritu de la esperanza. Herder 2024. Pág. 14.

«Ya por la etimología del término,
la esperanza es opuesta al miedo».
Byung-Chul Han. El espíritu de la esperanza. Herder 2024. Pág. 17.

Y el papa Francisco nos anima a la esperanza: es un tema que nos lanzó como un reto en la exhortación Evangelii Gaudium 86 y un grito potente que nos lanzó el domingo de Ramos del 2013: «Y, por favor, ¡no se dejen robar la esperanza!, ¡no se dejen robar la esperanza! Esa que nos da Jesús». Y ahora, con san Pablo, nos recuerda «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5) para comenzar el Jubileo de la Esperanza el 24 de diciembre.

La esperanza cristiana se fundamenta en el Dios de la Vida, creador, que acompaña la historia de un pueblo, y que su pasión por la humanidad y por su creación se hace Él mismo historia, historia hasta la encarnación, vida, muerte y resurrección en el Hijo y que sigue implicado en esta historia nuestra por el Espíritu. Nuestro Dios Trinitario nos cuida porque es presente y promesa y nos invita a vivir la esperanza de forma activa, militante, nuestra respuesta es ser esperanza para la humanidad que nos rodea, ser esperanza para Dios.

La esperanza creyente es un nosotros que construimos, que vence el clima del miedo, es pasión por lo nuevo, se aprende, se cuida, se cree, es audaz, se ama… es entusiasmo, nos conecta con Dios directamente; y, por otra parte, es consciente de la realidad, no la niega, pero es revolucionaria… la esperanza tiene que ver con nacer… por eso nuestra esperanza tiene que ver con el adviento, con un niño:

«Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado»
 (Is 9,5)

En este tiempo celebramos como Dios, en Jesús de Nazaret visibiliza su compromiso con la esperanza.

COMISIÓN PERMANENTE DE LA HOAC





Sinfonía de esperanzas

16 diciembre 2024 | Por 


Dios, tozudamente, sigue naciendo y en la vulnerabilidad: un niño. Un niño que es esperanza de todo un Dios, con sueños para una tierra y una gente desvencijadas por un «sistema que mata, excluye, destruye la dignidad humana». Un niño que es esperanza para la humanidad que no quiere rendirse y quiere ser cómplice del sueño de Dios.

Un niño que es propuesta de liberación, propuesta para construir un mundo mejor; es la propuesta de un Dios activista que nos invita a formar parte de su plan… y, como María, aceptamos «hágase en mí», para que ese niño manifestara la ternura de Dios, su esperanza, su vulnerabilidad, su capacidad para hacer camino con los hombres y mujeres en la historia.

Y todo un Dios se hace entraña y nos toca. Y cuando el amor de Dios es real y no un arrebato místico, nos pone en camino a la solidaridad (Lc 1, 39-45). Entonces, nos importan las personas empobrecidas, la tierra madre, el sufrimiento de los pueblos, nos duele el mundo obrero empobrecido, nos indignan las guerras, las injusticias y no podemos estar quietos… El encuentro con el «Dios con nosotros» que nos anima a decir: ¡el Reino está aquí y es posible y yo estoy comprometido en él!

Y sentimos la responsabilidad de ser esperanza para Dios que se juega su «prestigio» con nosotros y nosotras, quienes nos llamamos sus seguidores. Y nosotros nos convertimos en la esperanza de Dios, que es la esperanza de la gente empobrecida, de los últimos, de «los descartados». Y, en esta sinfonía de esperanzas, las palabras de Jesús con las que comienza este adviento: «…levántense, alcen la cabeza: se acerca la liberación de ustedes» (Lc 21,25-28.34-36), son nuestra esperanza.

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https://www.hoac.es/2024/12/16/sinfonia-de-esperanzas/


Maru Megina: Nuestra esperanza
transforma la realidad

Maru Megina, presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), ofreció el pregón navideño este domingo en el centro de Hermandades del Trabajo, en Madrid, en el que destacó el nacimiento de Jesús como símbolo de esperanza, denunció la precariedad laboral y un sistema económico que margina la dignidad

Con el título …Y habitó entre nosotros (Jn 1; 14) un niño vulnerable como el mundo obrero, durante su intervención, realizada en la capilla de esta entidad eclesial, hizo un llamamiento a “organizar la esperanza” en un contexto global marcado por desigualdades, precariedad laboral, exclusión social y crisis ecológica. “El nacimiento de Jesús nos trae la esperanza con mayúsculas”, afirmó Megina, recordando que el próximo Jubileo 2025, convocado por el papa Francisco, se centra en este mismo planteamiento.

La presidenta de la HOAC destacó que hablar de esperanza en un mundo atravesado por guerras, crisis ecológica y deshumanización es “lo más revolucionario que podemos hacer”. Para Megina, el mensaje navideño es una invitación a implicarnos en el proyecto de humanización que Jesús propone, confiando en nuestras manos para hacerlo realidad.

Megina retrató la situación crítica que vive la sociedad, caracterizada por la exclusión y la fractura social. Haciendo referencia al último informe FOESSA, recordó que, a pesar de un crecimiento del empleo, este ya no garantiza la integración social. “La precariedad sigue siendo un problema grave, los derechos laborales no se cumplen y las muertes en el trabajo están en aumento”, denunció. Asimismo, hizo énfasis en la falta de vivienda asequible como un obstáculo que impide a muchas personas desarrollar un proyecto de vida.

La presidenta de este movimiento de trabajadoras y trabajadores cristianos también señaló cómo el actual sistema económico favorece la acumulación de riqueza en unos pocos, sin cambios significativos en políticas redistributivas o en la fiscalidad. Este modelo, criticó, pone al dinero en el centro y margina a las personas, alejándose de la construcción de un bien común que priorice la dignidad humana. “El trabajo no está en el centro de las políticas, y por eso no construye una sociedad más humana y solidaria”, afirmó.

Recuperar la esperanza desde la fraternidad

Frente a este panorama, Megina destacó la necesidad de rescatar el valor de la fraternidad como base para un mundo más justo y humano. Invitó a los presentes a no ceder al miedo, que describió como un enemigo de la esperanza. “El miedo mata la esperanza y nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos o a meternos en las sacristías, considerando que lo que está a nuestro alrededor es una amenaza”, advirtió.

Para la presidenta de este movimiento de la Acción Católica Española, el nacimiento de Jesús nos interpela a fraternizar con el prójimo, especialmente con aquellos que sufren la exclusión y la precariedad. Hizo un llamado a las comunidades cristianas a salir al encuentro del otro, construyendo estructuras sociales que estén al servicio de todos, en especial de los más empobrecidos.

“La esperanza cristiana no es un optimismo ingenuo, sino una manera de enfrentar la historia humana”, reflexionó Megina. “Nuestra esperanza no depende de los datos de la realidad; es la realidad la que depende de nuestra esperanza”, señaló citando al teólogo Javier Vitoria.

Comprometidos con la justicia social

En su intervención, Megina recordó que la Iglesia está llamada a evangelizar a los pobres y trabajar por la justicia social. En este sentido, resaltó la importancia de colaborar con otras organizaciones para construir un mundo más humano y solidario. Además, celebró la sinodalidad como una nueva forma de ser Iglesia, que permite caminar juntos en la construcción de una sociedad más justa.

El pregón concluyó con una invitación a reflexionar sobre su compromiso personal y colectivo. “¿Soy un motivo de esperanza para la gente que me rodea? ¿Con quién estoy organizando la esperanza?”, preguntó, instando a trabajar activamente para que el reino de Dios sea una realidad en todos los ámbitos de la vida cotidiana: fábricas, escuelas, hospitales y hogares.

Finalmente, deseó una buena Navidad a todos y a todas, disfrutar de las amistades y de las familias, y a mantener viva la misión de construir un mundo mejor. “Él ha venido para acompañarnos en esta tarea”, concluyó.

Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo(Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)



“…Y habitó entre nosotros” (Jn 1,14)
un niño vulnerable como el mundo obrero

16 diciembre 2024 | Por 


Pregón de Navidad realizado por Maru Megina, presidenta general de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), en Hermandades del Trabajo, centro de Madrid, el 15 de diciembre de 2024

Queridos amigos y amigas.

Nos reunimos hoy aquí para celebrar y alegrarnos con una gran noticia: el nacimiento de Jesús de Nazaret. Esto significa que hoy nos nace la Esperanza con mayúsculas. Este es también el tema que convoca el próximo Jubileo en el que el papa Francisco nos llama precisamente a esto en el próximo año 2025: A organizar la esperanza.

En un momento en que la tierra gime con el sufrimiento de las guerras, la crisis ecológica, la desigualdad y la deshumanización hablar de esperanza es lo más revolucionario que podemos hacer. El mejor anuncio de la buena noticia es este: que la esperanza es posible. Por eso se nos llama a visibilizarla, a hacerla creíble, porque ahora Jesús de Nazaret nos invita a cada uno y cada una de nosotras, a implicarnos en un proyecto de humanización para todas las personas y confía en nuestras manos para llevarlo a cabo. Porque Jesús de Nazaret no solo es nuestra esperanza sino la esperanza del Dios Padre que en Jesús nos implica en un proyecto de humanidad nueva. Con ello estamos participando en los sueños de Dios.

¿Cómo podemos dar aquí y ahora, razón de nuestra esperanza?

Hace poco, una compañera nos mostraba una imagen muy significativa reflejo de sociedad actual. En el banco de un parque dormitaba una persona que, por su aspecto, nos hacía reconocer a un vagabundo, pero muy cerca de él había una gaviota que se encontraba herida. En la fotografía el animal estaba rodeado de varias personas que intentaban recogerla y curarla, sin embargo, nadie se ocupaba de la persona que dormitaba en el banco.

Esta imagen que seguramente relacionamos con otras situaciones vividas nos tiene que hacer pensar ¿Qué importancia tienen para nosotros las personas? ¿Qué tipo de sociedad estamos creando? ¿Hasta qué punto estamos normalizando actitudes que nunca pueden ser consideradas normales, porque éstas nos hacen perder nuestra esencia, nuestra humanidad? ¿Cómo podemos celebrar desde ahí que Jesús viene al mundo para acompañar nuestro caminar?

El Papa en la bula del jubileo nos invita a redescubrir la esperanza en los signos de los tiempos. Dice que es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. Que los signos de los tiempos deben ser transformados en signos de esperanza.

¿Qué está pasando en nuestro mundo?

Si miramos el mundo del siglo XXI, tras la posmodernidad de la globalización económica, dicen algunos, que hemos entrado en el tiempo de la insostenibilidad. Se acabaron la modernidad, la historia, las ideologías y las revoluciones, ahora se terminan los recursos, el agua, el petróleo, el aire limpio y se extinguen los ecosistemas y la biodiversidad. Según estos pensadores, la pregunta que tenemos que hacernos no es hacia dónde hemos de ir si no hasta cuándo estaremos en la tierra y esta pregunta abarca la vida humana desde lo individual hasta lo planetario. Ellos dicen que estamos ya en el tiempo sin futuro. El de la destrucción irreversible de nuestras condiciones de vida.

Es cierto que en nuestro mundo hemos pasado recientemente por muchas crisis, desde la burbuja inmobiliaria del 2008, la pandemia de la covid, hasta la crisis de la paz en la que nos encontramos donde los conflictos bélicos y la crisis climática global siguen en constante aumento. Pero estos sentimientos apocalípticos actuales sólo producen alarmismo, catastrofismo y ante él, las personas no encontramos respuesta y nos sentimos paralizadas.

En nuestro país vemos que los grandes problemas provocados en gran medida por estas crisis, siguen siendo la deshumanización, el empobrecimiento y la creciente desigualdad. Esto lleva consigo una enorme fractura en la sociedad, y una creciente desvinculación entre las personas que debilita nuestro sistema democrático. La exclusión persiste, aunque la hemos normalizado y hemos culpabilizado de ello a las propias víctimas. Esto es extremadamente grave. Nos lo recordaba hace unos días Cáritas en la presentación del IX informe FOESSA y nos decía, por ejemplo, que el empleo, aunque sigue creciendo no garantiza ya la integración social.

A pesar de los esfuerzos de las administraciones, el estado de bienestar no llega a cubrir las necesidades de los más vulnerables. La precariedad en el mundo laboral sigue siendo un gran problema, así como el incumplimiento de derechos laborales y la muerte en el trabajo que sigue en alza. La falta de vivienda asequible sigue sin permitir que las personas se puedan emancipar, que puedan desarrollar un proyecto de vida, un proyecto de futuro personal y familiar. Crecen los empobrecidos especialmente en tres grupos, mujeres, migrantes y jóvenes.

Por otra parte, nuestro sistema económico permite que los ricos se sigan enriqueciendo y no hay grandes cambios políticos que consigan una fiscalidad redistributiva, un reparto más equitativo de los bienes y una mayor protección social. El trabajo no está en el centro de las políticas y la economía y, por tanto, no construye un futuro en que la persona sea el sujeto activo de una sociedad más humana, más plena, inmersa en la tarea del bien común y en el que se perciba a sí misma como cocreadora en el plan de Dios, como colaboradora en la cultura del cuidado del planeta y de la humanidad.

Ante esto ¿Qué nos dice Dios Padre y qué nos dice la Iglesia en esta situación?

Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que yo cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

Entonces en aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que practicará el derecho y la justicia en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén se vivirá con tranquilidad, y la llamarán así: «Señor –nuestra– justicia».

Este texto de Jeremías que hemos escuchado recientemente en el adviento nos puede ayudar a descubrirlo. Es el profeta al que le toca vivir la tragedia más grande de la historia de su pueblo. Llegó a enfrentarse con los reyes, sufrió la burla de sus contemporáneos, fue perseguido por otros profetas. Vive destierros y ve la caída de Jerusalén.

Pero el profeta quiere llenar de esperanza a su pueblo y habla de la reconstrucción de Jerusalén como símbolo de la promesa y le da, como otros profetas otro nombre simbólico, en este caso es «el Señor es nuestra justicia». Dios cumple su promesa, no abandona a su pueblo.

El centro de nuestra esperanza cristiana lo ocupa la vida, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret, un galileo apasionado por el cumplimiento de la promesa de Dios. Los cristianos creemos que, en Él, Dios viene a cumplir la buena noticia como Evangelio. Irrumpe en la historia como acción liberadora dirigida especialmente a los pobres y desde ellos a todo Israel y al resto de la creación. Así empieza en la historia una nueva civilización basada en la fraternidad.

La esperanza cristiana no es una esperanza ilusa en las posibilidades ilimitadas del hombre ni en un optimismo ingenuo en el progreso de la humanidad. La esperanza del Apocalipsis nos habla de que el Señor llega para interrumpir el curso de los acontecimientos y lo hace para salvar a los que sufren. Jesús nos brinda ahora la esperanza como manera de enfrentar la historia humana. No se trata de creer en que el mundo tenga arreglo –nos dice González Faus–,  sino en que tiene sentido luchar para que lo tenga nuestra esperanza no depende de los datos de la realidad; es la realidad la que depende de nuestra esperanza, como nos dice Javier Vitoria.

Ante este anuncio de la llegada de Jesús. Los cristianos de nuestras sociedades europeas necesitamos entrar en la conversión. Y hacerlo porque nos damos cuenta de que todas las vidas no valen lo mismo en este mundo. Nosotros damos por supuesto nuestro derecho a la vida mientras que la vida de otros, en otras latitudes, no vale nada. Por eso es imprescindible que cambiemos nuestro corazón ante este niño pequeño, vulnerable que llena de significado este tiempo y que lo puede cambiar todo si le dejamos.

Y nosotros ¿Qué podemos hacer?

Como movimientos insertos en el mundo del trabajo, nuestra fe nos lleva a vivir el seguimiento de Jesús desde un compromiso personal y comunitario. Nos sentimos enviados por la Iglesia a llevar el Evangelio a los trabajadores y a las trabajadoras porque es suyo y se lo han robado. Tenemos que acercárselo.

Para ello formamos parte de las realidades de este mundo y participamos con otras organizaciones creyentes  o no, que van experimentando otras maneras alternativas de vivir, más humanas y son ejemplo de que es posible pensar y construir una sociedad distinta en la que, junto con otros vamos dando respuestas sociales que organizan la esperanza para todos.

“No podemos olvidar que la Iglesia existe, como Jesús, para evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, y que evangelizar en el campo social es trabajar por la justicia (Iglesia, servidora de los pobres, 42).

“En este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia (…) Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.

Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos” (I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, octubre de 2014).

En la encíclica Fratelli tutti hay una primera lectura la referida al prójimo que nos interpela y nos habla de que tenemos que encargarnos de y cargar con nuestro hermano que está tirado en la cuneta; que tenemos que irrumpir en el dolor de ese hermano haciendo posible que se alivie o que desaparezca. Si somos capaces de entender ese mensaje de la nueva fraternidad de la que nos habla este recién nacido significaría que nuestra fe no es vana ni infecunda para el mundo, sino que ayuda realmente a cambiar la vida de las personas vulnerables. Nuestra iglesia seguramente dejará de ser significativa si no nos hacemos cargo de esta revolución antropológica de la fraternidad.

Por eso junto a la ternura que nos inspira este pequeño niño Dios hay dos actitudes que nos pide incorporar a nuestra vida:

1º. No tener miedo. El miedo mata la esperanza y nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos, o a meternos en las sacristías considerando que lo que tenemos a nuestro alrededor es una amenaza. Así, nos dejamos llevar por discursos populistas que nos sitúan frente a los demás, frente al que es diferente y nos dejamos influir por los discursos del odio y la xenofobia, el machismo, la intolerancia, el miedo al diálogo y utilizamos la religión para crear división y levantar muros, para poder seguir adelante sin cambiar nada en nosotros, mirando la vida desde nuestras seguridades y cerrando el corazón al otro. No podemos actuar así. No tengamos miedo a cambiar.

2º. Fraternizar con el prójimo.  Y a eso nos hemos comprometido en el bautismo. Nos hicimos cristianos y luchamos para construir el sueño de Dios que es hacer posible la fraternidad para humanizar nuestro mundo, para que la bondad y el amor sean realidad. Toda nuestra lucha por un mundo nuevo, por un ser hu mano distinto, no será inútil… Es una lucha que nos pide salir a la calle a encontrarnos con el otro, acercarnos a su situación. Es un encuentro que nos habla de encarnación, de hacernos como el otro, porque no soy más ni menos que el otro. Un encuentro que nos lleva a acompañar la realidad de las vidas precarias, a ayudarles a entender lo que les pasa para que sean protagonistas de sus vidas y para que nosotros también entendamos que el mundo tenemos que construirlo junto a ellos, los lleva a cambiar las instituciones para que estén al servicio de todos, especialmente de los empobrecidos y a recrear experiencias de comunión en nuestros ambientes, familias, lugares de trabajo y de compromiso.

“Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres (…) Escuchar el clamor del pobre (…) Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto” (Evangelii gaudium, 187).

Estamos de enhorabuena en nuestra Iglesia. La sinodalidad ha venido a quedarse como manera de ser iglesia para caminar juntos y juntas, para aportar presencia servicial en nuestro mundo, como nos dice el papa Francisco  para estar «a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante”.

Así que os invito a contemplar este misterio que nos alegra y da sentido a nuestra vida, a disfrutar de este sueño de Dios y a preguntarnos ¿He aceptado la complicidad con Dios? ¿Cómo es mi esperanza? ¿Soy un motivo de esperanza para la gente que me rodea? ¿Y yo con quien estoy organizando la esperanza?

Pues Él se ha hecho carne y está ya en medio de nosotros, delante de nosotros y la fuerza de su Espíritu nos empuja para hacer posible que:

«…su Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los campos, en la mar, en las escuelas, en los hospitales, en los despachos y en nuestras casas…»

¡Felices fiestas, disfrutemos con nuestros amigos y nuestras familias y no dejemos de trabajar en la construcción de un mundo mejor para todos! Él ha venido para acompañarnos en esta tarea.



FELICITACIÓN DE NAVIDAD DE LA HOAC DIOCESANA
¡GOZOSA Y SOLIDARIA NAVIDAD!
¡FELIZ Y PRÓSPERO AÑO NUEVO 2025!

Querido amigo/a:

Que en esta
Navidad
sigamos haciendo posible
el cuidado del trabajo
y el cuidado de la vida.

Que sigamos siendo testimonio
de esa comunidad de Iglesia
que nace entre los empobrecidos
del Mundo Obrero y del Trabajo,
tejiendo vínculos de fraternidad.

Que el Señor les llene
de bendiciones junto
a su familia y seres queridos…

Reciba toda nuestra cercanía,
nuestro abrazo fraternal
y nuestras más sinceras
felicitaciones.

«ORGANICEMOS LA ESPERANZA»

LA COMISIÓN DIOCESANA DE
LA HOAC DE CÁDIZ Y CEUTA



CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD,
CONVIVENCIA Y COMPARTIR:
Vivir con alegría esta celebración
del Nacimiento del Mesías.
Cádiz, 17 de Diciembre de 2024 (martes)

¡¡Te invitamos a que participes con la HOAC!!

CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA,
CONVIVIMOS Y COMPARTIMOS
Hora de comienzo: 17:00 horas (5 de la tarde) y
Lugar:
Parroquia de San Francisco Javier (Cádiz),
Salón de Actos.
Avda. del Guadalquivir, 15 dpdo. (Barriada de La Paz)

¡Te deseamos una Gozosa y Solidaria Navidad
y un Feliz y Próspero Año 2025!


VIVAMOS LA NAVIDAD CON LOS EMPOBRECIDOS
DEL MUNDO OBRERO Y DEL TRABAJO


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