
«Francisco Javier Lorca Núñez, un convecino responsable y detallista».
Francisco se toma la vida en serio y, a mi juicio, reúne los rasgos que definen a los conciudadanos conscientes de la necesidad y de la obligación de responsabilizarse y de colaborar en las tareas comunes. Detallista, eficaz y disciplinado, conjuga su capacidad de trabajo con una cauta discreción, con una notable habilidad para administrar las informaciones e, incluso, con una singular destreza para controlar sus emociones. Observador, intuitivo y servicial, nos dicta unas importantes lecciones con su manera exquisita de tratarnos: correcto y minucioso, nos ha dado pruebas de su disposición servicial, de su sentido del deber y de un ilimitado aprecio a nuestra comunidad de convecinos.
Se entrega sin reservas a las tareas, a esos “eternos problemas” de la comunidad de vecinos que, en la práctica, son imprescindibles. Y es que, efectivamente, está dotado de esa extraña cualidad de ayudar, de servir y de resolver los pequeños problemas haciendo fácil lo que a muchos de nosotros nos resulta difícil. Su nobleza destaca, precisamente, por su sencillez, por la simplicidad de su vida y por la claridad de los mensajes que nos transmite sin necesidad de pronunciar palabras. Ojalá que todos los que lo tratamos, copiemos ese ejemplo humano de responsabilidad y ese estilo de vida sencilla que sobresale en unos ambientes en los que, a veces, valoramos más los gestos teatrales y los gritos estridentes.
En más de una ocasión me ha repetido que él respeta a las personas con independencia de lo que cada una piense, diga o haga: “todos tenemos –son sus palabras– cosas buenas y cosas malas”. Está convencido de que, si a las personas no las aceptamos como son sino a sus imágenes idealizadas, nuestras amistades se arruinan y se empobrecen nuestras vidas. Su actitud de servicio y su interés en resolver los problemas adquieren mayor valor gracias a la seriedad y a la preocupación con la que resuelve los problemas comunes.
Se entrega sin reservas a las tareas, a esos “eternos problemas” de la comunidad de vecinos que, en la práctica, son imprescindibles. Y es que, efectivamente, está dotado de esa extraña cualidad de ayudar, de servir y de resolver los pequeños problemas haciendo fácil lo que a muchos de nosotros nos resulta difícil. Su nobleza destaca, precisamente, por su sencillez, por la simplicidad de su vida y por la claridad de los mensajes que nos transmite sin necesidad de pronunciar palabras. Ojalá que todos los que lo tratamos, copiemos ese ejemplo humano de responsabilidad y ese estilo de vida sencilla que sobresale en unos ambientes en los que, a veces, valoramos más los gestos teatrales y los gritos estridentes.
En más de una ocasión me ha repetido que él respeta a las personas con independencia de lo que cada una piense, diga o haga: “todos tenemos –son sus palabras– cosas buenas y cosas malas”. Está convencido de que, si a las personas no las aceptamos como son sino a sus imágenes idealizadas, nuestras amistades se arruinan y se empobrecen nuestras vidas. Su actitud de servicio y su interés en resolver los problemas adquieren mayor valor gracias a la seriedad y a la preocupación con la que resuelve los problemas comunes.

José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
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