
«Pasión y muerte de Jesús de Nazaret» (V Parte).
9.- El entierro de Jesús.
Nosotros solemos entender que en el entierro de una persona está el difunto rodeado de sus amigos, su familia y otras personas que lloran su muerte. En el caso de Jesús de Nazaret no fue así, aunque se presenta su muerte de cuatro formas de cada uno de los evangelistas. Pero antes de ver lo que nos dicen los Evangelistas veamos como era la costumbre de los que le mataron los romanos y judíos. Los romanos no eran crueles en la aplicación de sus leyes, no solían castigar innecesariamente a las familias del condenado a muerte y solían entregar a sus familiares el cadáver del condenado para que fueran sepultados. Pero, en los casos que el condenado lo fuera por razones políticas, dejaban el cadáver expuesto y sin enterrar, para que las aves y animales salvajes se lo comieran. Luego, si Jesús se había proclamado Rey de los judíos, por lo tanto era un caso político, entonces ¿por qué Pilato entregó su cadáver a José de Arimatea para que fuera enterrado dignamente por sus familiares, pero en los Evangelio nada se dice que se entregará a su familia, o que no se presentarán ninguno? En lo referente a los judíos, según la Ley de Moisés (Dt 21,22-23) y como nos cuenta Flavio Josefo que dice: "que ningún cadáver debía ser expuesto durante la noche, sino que debían ser enterrado ese mismo día para no contaminar la tierra".
Entrando ya en lo que nos dice (Marcos 15,42-47) José de Arimatea era un miembro respetable del Consejo. Pudiera parecer que José de Arimatea fuera seguidor de Jesús, pero no, este miembro del Sanedrín era un claro contrario a Jesús. Pero Marcos dice: esperaba también el Reino de Dios, sin embargo, las predicaciones del Reino de Dios solo se las enseñó a sus discípulos (Mc 4,10-12). Además todos los judíos esperaban el Reino de Dios. Parece ser que la razón que ese judío piadoso José de Arimatea quiso sepultar a Jesús, era para el cumplimiento de la Ley de Dios en el Deuteronomio, José de Arimatea que había comprado una sábana para descolgar el cuerpo de Jesús, que era la misma con la que envolvió el cuerpo, un acto este elemental para que el cadáver no permaneciera insepulto en la Pascua.
Sabemos que los judíos hacían distinción entre el enterramiento de una persona honorable, que incluían una serie se ritos: lavado del cadáver, lo ungían con aceite, perfumen y mirra, lo vestía con cuidado, y peinaban, cerraban sus ojos y cubrían su cabeza con un velo y lo acaban al mentón con un sudario. La otra clase de sepultura, la que se utilizaban para delincuentes, pecadores y los que morían de manera índole, eran echado en fosas comunes, pero mezclados, para más adelante sus huesos fueran entregado a sus familia ¿pero que tipo de sepultura recibió Jesús, porque según la costumbre judía Jesús no recibiría una sepultura honrosa, quizá por eso según nos cuenta en (Mc. 16,1), el Domingo de Pascua las mujeres fueron a la tumba para ungir con perfumen el cuerpo de Jesús. Por qué razón las mujeres no participaron en el entierro de Jesús, ellas solo miraban desde lejos donde José ponía el cuerpo de Jesús, quizá porque al no ser seguidor de Jesús sino miembro del Sanedrín, fariseo.
En el libro de los (Hch.13, 27-29) leemos: “Aquí también se dice que los que mataron a Jesús fueron los que lo enterraron”.
Diez años más tarde Mateo escribió su Evangelio y sobre José de Arimatea algo contrario a lo que escribió sobre él, que este era discípulo de Jesús y que este era rico, es difícil a Jesús con discípulo rico, cuando Jesús predicaba el abandono de la riqueza para entrar en el Reino de Dios. Es probable que en la comunidad de Mateo había gente muy rica.
Sobre José de Arimatea, Mateo dice que la tumba de Jesús era más digna, que José no bajó a Jesús del madero, sino que lo bajaron los soldados y se lo entregaron a José, sobre la sábana que no envolvió a Jesús, sino que lo cubrió. En Mateo dice que la sepultura era suya y era nueva, sin usar. ¿Cómo un hombre rico tendría su tumba en las inmediaciones de un lugar en el que se ejecutaban a los criminales?
El Evangelista Lucas, también tiene su versión, (Lucas 23,50-53) describe a José de Arimatea como un hombre bueno y justo. Pero cómo puede un hombre justo y bueno cuando condenó injustamente a Jesús. El Evangelista trata de salvar la figura de José diciendo que él no estaba de acuerdo, cuando un momento antes escribía que todo el Sanedrín habían condenado a Jesús 1 (Lucas 22,70-71)
10.- Fenómenos extraordinarios tras la muerte de Jesús.
Así en Mateo, Marcos y Lucas mencionan las tinieblas que cubrieron la Tierra desde las doce de la noche hasta las tres de la tarde, inmediatamente antes de la muerte, Lucas este hecho lo interpreta como un eclipse de sol. Mateos sorprende pues, añade otros fenómenos que ninguno de los otros Evangelistas mencionan: un temblor de tierra, rajarse las rocas, las tumbas que se abren, los muertos que resucitan que van a Jerusalén apareciéndose a muchos. Por último en el Evangelio de Juan el único gesto que menciona es cuando finalmente fallece Jesús y que dijo: “reclinado la cabeza, entregó el Espíritu” (Juan 19,30).
De todos estos fenómenos narrados sobre la muerte de Jesús, Mateo menciona seis de ellos, en dos de ellos Marcos y Lucas también los menciona y Juan incorpora otro nuevo. ¿Cómo pues, interpretar estos fenómenos? Está claro que cada evangelista pasa por su particular prisma la redacción simbológica y teológica de la muerte de Jesús en función del público a quienes se dirige. Sí vemos en lo que nos cuenta Mateo, vemos que en el fenómeno de “La tierra en tinieblas”, nos traslada al Éxodo en que el Señor mandó a Moisés: “extiende tu mano sobre el cielo, y se extenderá sobre Egipto una oscuridad palpable”. Estos tres días marcaron el comienzo de la liberación de los israelitas de Egipto. Las tinieblas al mediodía nos traslada al libro del profeta Amós, que ante la corrupción social de injusticias sobre el pueblo en uno de sus oráculos, lo culmina diciendo: “Aquel día -oráculo del Señor- haré ponerse el sol al medio día y en pleno día oscurece la tierra” (Amós 8,9) es pues, el A.T, la fuente en que vive Mateo. De manera que muestra a sus oyentes que esto se produce en clave de juicio y liberación. Parece acertado que Mateo era de procedencia judeo cristiano de habla griega, con formación rabínica.
La tierra tiembla, otro de los fenómenos naturales, nos traslada al libro del Éxodo, cuando Moisés recibió las tablas de la Ley:
“Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos y una nube espesa en el monte, mientras el toque de trompeta crecía en intensidad…y toda la montaña temblaba” (Ex 19,18). También el (Salmo 97,4) dice: “Sus relámpagos deslumbran el orbe y viéndolos la tierra se estremece”.
Las rocas se rajan. Éste fenómeno sólo tiene un lejano paralelismo en el A.T. y es en (Zacarías 14,1-21) donde el profeta anuncia que:
“el día de Yahvé no está lejos… Cuando esto suceda las piedras se partirán por medio, de levante a poniente, especialmente las del Monte de los Olivos…” (Zacarias 14,4)
Las tumbas se abren. Mateo cuando Jesús muere nos dice que muchos cuerpos de los santos que habían muerto, resucitaron. Semejante fenómeno es conocido en el profeta Ezequiel en tierras de Babilonia durante el destierro y les dice al pueblo judío: “Yo voy a abrir vuestros sepulcros, os voy a sacar de vuestros sepulcros, pueblo mío,…”. En un texto similar de Daniel: “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida, otros para ignominia perpetua” (Daniel 12,2).
11.- El velo del Templo se rasga.
"Y he aquí, que el velo del templo se rasgó de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron" (Mateo 27,32-55).
El templo de Jerusalén era el centro de la vida religiosa judía. En Hebreos 9,1-9, se nos dice que en el templo había un velo que separaba el lugar Santísimo terrenal donde moraba la presencia de Dios del resto de templo donde moraban los hombres. Esto significa que el hombre estaba separado de Dios por el pecado. Solo el sumo sacerdote podía pasar tras el velo una vez año para entrar a la presencia de Dios para hacer expiación por los pecados del pueblo.
El velo tenía dieciocho metros de altura y un espesor de diez centímetros. El hecho de que el velo se rasgase tras la muerte de Jesús simboliza que el sacrificio era razón suficiente para la expiación de los pecados de los hombres, ahora pues, ya no existe razón para la separación del templo entre Dios y los hombres, para todos los tiempos y para judíos y gentiles.
El velo simboliza a Jesús al que con la lanzada en su costado se abrió a la entrada a la presencia, al Dios que Él era a todos los hombres sin mediación de ningún tipo, ni de sacerdotes ni de hombres. Ya no era necesario el velo, se rompieron todas las barreras levantadas y en todos los templos, que, a los hombres por sus pecados habían levantados y así poder acercarnos confiadamente a Él como único templo vivo.
Jesucristo nos libera desde ahora y nos conduce a la liberación futura total, invitándonos a asumir su propio destino de crucificado. Su resurrección no anula la cruz, aunque, eso sí, la sitúa en un nuevo horizonte de esperanza, apuntando hacia la liberación total y plena. No podemos caminar por el falso atajo: solo siguiendo a Jesús -que supone tomar la cruz que general el pecado que se opone al Reino de justicia y fraternidad- podemos caminar por el sendero por él ha abierto y esperar con autenticidad la resurrección final, ésta, para nosotros, como para Jesús, no es promesa que pueda cumplirse al margen de la conflictividad de la historia, es decir, al margen de la tarea liberadora realizada en esa conflictividad. Desde ahí, y solo desde ahí, con la esperanza crucificada pero activa, sin los riesgos e la evasión, experimentando ya nuestra vida liberada cuando somos capaces de perderla en la lucha por la liberación de los pobres de la tierra, podemos confesar que Jesucristo es verdaderamente liberador y que con su venida final el último enemigo, la muerte, será vencida de manera definitiva.
Este maravilloso amor de Cristo fue el que hizo posible que el apóstol Pablo viviera una vida derramada hacia los otros, como lo hizo. Cuando miramos a Cristo no podemos olvidar que era el Santo de Dios, pero cuando pensamos en el apóstol Pablo sabemos que él se llamaba a sí mismo “el primero de los pecadores” y podemos ver de qué forma el amor de Cristo puede dar poder incluso a uno que era “el primero de los pecadores”. Es imposible estimularnos para llegar a este amor. Podemos decir lo malo que somos; confesar que nos aborrecemos, y con todo, seguir siendo tan egoísta como siempre. ¿Cómo viene esta nueva vida de modo tan real? Vivimos insertos en la sociedad actual con unos problemas que son los de nuestro tiempo, al igual que Moisés se los encontró en la sociedad egipcia de los faraones, con el trabajo esclavista que tanto degradada la vida de los judíos, o, a Jesús en su tiempo, con el dominio de los romanos con sus políticas y leyes que estaban desangrando al pueblo judío en su economía, en su libertad…, también a los hombres y mujeres de la edad media con su trabajo como siervos de los señores feudales, y, en el periodo de León XIII, durante la Revolución Industrial con el capitalismo en el que los obreros estaban encadenados a las máquinas durante horas sin poder defenderse.
Hoy tenemos que asumir el grave deterioro contra la vida de las personas, cuya raíz se encuentra en la disolución de lo humano en beneficio del mercantilismo con toda una estrategia que lleva formándose hace décadas. Ante ello se ha de recuperar lo humano, tenemos que poner en el centro de toda la actividad política, económica, social, cultural…a la persona. Hemos visto en párrafos anteriores como el ejercicio político, económico del poder en Egipto por los faraones y en Judea por los romanos en connivencia con la religión que rompía con los Planes de Dios sobre la Creación, esta no fue realizada para el uso y abuso de minorías que se apoderaban de las riquezas que la tierra daba para todos los hombres y mujeres. Esta usurpación de los bienes constituye el gran pecado del hombre contra Dios.
Es necesario desarrollar una analogía de la crucifixión. Se puede decir, que cuando la muerte propia no es sólo consecuencia de las limitaciones biológicas, ni del desgaste de la propia vida, sino de cuando es consecuencia de la entrega por amor a los otros y a los pobres, y producto de la injusticia, entonces se da una analogía entre esa vida y esa muerte y la vida y la muerte de Jesús. Entonces, y solo entonces desde el punto de vida cristiano, se podrá decir la “esperanza de la resurrección”…
Nosotros solemos entender que en el entierro de una persona está el difunto rodeado de sus amigos, su familia y otras personas que lloran su muerte. En el caso de Jesús de Nazaret no fue así, aunque se presenta su muerte de cuatro formas de cada uno de los evangelistas. Pero antes de ver lo que nos dicen los Evangelistas veamos como era la costumbre de los que le mataron los romanos y judíos. Los romanos no eran crueles en la aplicación de sus leyes, no solían castigar innecesariamente a las familias del condenado a muerte y solían entregar a sus familiares el cadáver del condenado para que fueran sepultados. Pero, en los casos que el condenado lo fuera por razones políticas, dejaban el cadáver expuesto y sin enterrar, para que las aves y animales salvajes se lo comieran. Luego, si Jesús se había proclamado Rey de los judíos, por lo tanto era un caso político, entonces ¿por qué Pilato entregó su cadáver a José de Arimatea para que fuera enterrado dignamente por sus familiares, pero en los Evangelio nada se dice que se entregará a su familia, o que no se presentarán ninguno? En lo referente a los judíos, según la Ley de Moisés (Dt 21,22-23) y como nos cuenta Flavio Josefo que dice: "que ningún cadáver debía ser expuesto durante la noche, sino que debían ser enterrado ese mismo día para no contaminar la tierra".
Entrando ya en lo que nos dice (Marcos 15,42-47) José de Arimatea era un miembro respetable del Consejo. Pudiera parecer que José de Arimatea fuera seguidor de Jesús, pero no, este miembro del Sanedrín era un claro contrario a Jesús. Pero Marcos dice: esperaba también el Reino de Dios, sin embargo, las predicaciones del Reino de Dios solo se las enseñó a sus discípulos (Mc 4,10-12). Además todos los judíos esperaban el Reino de Dios. Parece ser que la razón que ese judío piadoso José de Arimatea quiso sepultar a Jesús, era para el cumplimiento de la Ley de Dios en el Deuteronomio, José de Arimatea que había comprado una sábana para descolgar el cuerpo de Jesús, que era la misma con la que envolvió el cuerpo, un acto este elemental para que el cadáver no permaneciera insepulto en la Pascua.
Sabemos que los judíos hacían distinción entre el enterramiento de una persona honorable, que incluían una serie se ritos: lavado del cadáver, lo ungían con aceite, perfumen y mirra, lo vestía con cuidado, y peinaban, cerraban sus ojos y cubrían su cabeza con un velo y lo acaban al mentón con un sudario. La otra clase de sepultura, la que se utilizaban para delincuentes, pecadores y los que morían de manera índole, eran echado en fosas comunes, pero mezclados, para más adelante sus huesos fueran entregado a sus familia ¿pero que tipo de sepultura recibió Jesús, porque según la costumbre judía Jesús no recibiría una sepultura honrosa, quizá por eso según nos cuenta en (Mc. 16,1), el Domingo de Pascua las mujeres fueron a la tumba para ungir con perfumen el cuerpo de Jesús. Por qué razón las mujeres no participaron en el entierro de Jesús, ellas solo miraban desde lejos donde José ponía el cuerpo de Jesús, quizá porque al no ser seguidor de Jesús sino miembro del Sanedrín, fariseo.
En el libro de los (Hch.13, 27-29) leemos: “Aquí también se dice que los que mataron a Jesús fueron los que lo enterraron”.
Diez años más tarde Mateo escribió su Evangelio y sobre José de Arimatea algo contrario a lo que escribió sobre él, que este era discípulo de Jesús y que este era rico, es difícil a Jesús con discípulo rico, cuando Jesús predicaba el abandono de la riqueza para entrar en el Reino de Dios. Es probable que en la comunidad de Mateo había gente muy rica.
Sobre José de Arimatea, Mateo dice que la tumba de Jesús era más digna, que José no bajó a Jesús del madero, sino que lo bajaron los soldados y se lo entregaron a José, sobre la sábana que no envolvió a Jesús, sino que lo cubrió. En Mateo dice que la sepultura era suya y era nueva, sin usar. ¿Cómo un hombre rico tendría su tumba en las inmediaciones de un lugar en el que se ejecutaban a los criminales?
El Evangelista Lucas, también tiene su versión, (Lucas 23,50-53) describe a José de Arimatea como un hombre bueno y justo. Pero cómo puede un hombre justo y bueno cuando condenó injustamente a Jesús. El Evangelista trata de salvar la figura de José diciendo que él no estaba de acuerdo, cuando un momento antes escribía que todo el Sanedrín habían condenado a Jesús 1 (Lucas 22,70-71)

10.- Fenómenos extraordinarios tras la muerte de Jesús.
Así en Mateo, Marcos y Lucas mencionan las tinieblas que cubrieron la Tierra desde las doce de la noche hasta las tres de la tarde, inmediatamente antes de la muerte, Lucas este hecho lo interpreta como un eclipse de sol. Mateos sorprende pues, añade otros fenómenos que ninguno de los otros Evangelistas mencionan: un temblor de tierra, rajarse las rocas, las tumbas que se abren, los muertos que resucitan que van a Jerusalén apareciéndose a muchos. Por último en el Evangelio de Juan el único gesto que menciona es cuando finalmente fallece Jesús y que dijo: “reclinado la cabeza, entregó el Espíritu” (Juan 19,30).
De todos estos fenómenos narrados sobre la muerte de Jesús, Mateo menciona seis de ellos, en dos de ellos Marcos y Lucas también los menciona y Juan incorpora otro nuevo. ¿Cómo pues, interpretar estos fenómenos? Está claro que cada evangelista pasa por su particular prisma la redacción simbológica y teológica de la muerte de Jesús en función del público a quienes se dirige. Sí vemos en lo que nos cuenta Mateo, vemos que en el fenómeno de “La tierra en tinieblas”, nos traslada al Éxodo en que el Señor mandó a Moisés: “extiende tu mano sobre el cielo, y se extenderá sobre Egipto una oscuridad palpable”. Estos tres días marcaron el comienzo de la liberación de los israelitas de Egipto. Las tinieblas al mediodía nos traslada al libro del profeta Amós, que ante la corrupción social de injusticias sobre el pueblo en uno de sus oráculos, lo culmina diciendo: “Aquel día -oráculo del Señor- haré ponerse el sol al medio día y en pleno día oscurece la tierra” (Amós 8,9) es pues, el A.T, la fuente en que vive Mateo. De manera que muestra a sus oyentes que esto se produce en clave de juicio y liberación. Parece acertado que Mateo era de procedencia judeo cristiano de habla griega, con formación rabínica.
La tierra tiembla, otro de los fenómenos naturales, nos traslada al libro del Éxodo, cuando Moisés recibió las tablas de la Ley:
Las rocas se rajan. Éste fenómeno sólo tiene un lejano paralelismo en el A.T. y es en (Zacarías 14,1-21) donde el profeta anuncia que:
Las tumbas se abren. Mateo cuando Jesús muere nos dice que muchos cuerpos de los santos que habían muerto, resucitaron. Semejante fenómeno es conocido en el profeta Ezequiel en tierras de Babilonia durante el destierro y les dice al pueblo judío: “Yo voy a abrir vuestros sepulcros, os voy a sacar de vuestros sepulcros, pueblo mío,…”. En un texto similar de Daniel: “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida, otros para ignominia perpetua” (Daniel 12,2).

11.- El velo del Templo se rasga.
El templo de Jerusalén era el centro de la vida religiosa judía. En Hebreos 9,1-9, se nos dice que en el templo había un velo que separaba el lugar Santísimo terrenal donde moraba la presencia de Dios del resto de templo donde moraban los hombres. Esto significa que el hombre estaba separado de Dios por el pecado. Solo el sumo sacerdote podía pasar tras el velo una vez año para entrar a la presencia de Dios para hacer expiación por los pecados del pueblo.
El velo tenía dieciocho metros de altura y un espesor de diez centímetros. El hecho de que el velo se rasgase tras la muerte de Jesús simboliza que el sacrificio era razón suficiente para la expiación de los pecados de los hombres, ahora pues, ya no existe razón para la separación del templo entre Dios y los hombres, para todos los tiempos y para judíos y gentiles.
El velo simboliza a Jesús al que con la lanzada en su costado se abrió a la entrada a la presencia, al Dios que Él era a todos los hombres sin mediación de ningún tipo, ni de sacerdotes ni de hombres. Ya no era necesario el velo, se rompieron todas las barreras levantadas y en todos los templos, que, a los hombres por sus pecados habían levantados y así poder acercarnos confiadamente a Él como único templo vivo.
Jesucristo nos libera desde ahora y nos conduce a la liberación futura total, invitándonos a asumir su propio destino de crucificado. Su resurrección no anula la cruz, aunque, eso sí, la sitúa en un nuevo horizonte de esperanza, apuntando hacia la liberación total y plena. No podemos caminar por el falso atajo: solo siguiendo a Jesús -que supone tomar la cruz que general el pecado que se opone al Reino de justicia y fraternidad- podemos caminar por el sendero por él ha abierto y esperar con autenticidad la resurrección final, ésta, para nosotros, como para Jesús, no es promesa que pueda cumplirse al margen de la conflictividad de la historia, es decir, al margen de la tarea liberadora realizada en esa conflictividad. Desde ahí, y solo desde ahí, con la esperanza crucificada pero activa, sin los riesgos e la evasión, experimentando ya nuestra vida liberada cuando somos capaces de perderla en la lucha por la liberación de los pobres de la tierra, podemos confesar que Jesucristo es verdaderamente liberador y que con su venida final el último enemigo, la muerte, será vencida de manera definitiva.
Este maravilloso amor de Cristo fue el que hizo posible que el apóstol Pablo viviera una vida derramada hacia los otros, como lo hizo. Cuando miramos a Cristo no podemos olvidar que era el Santo de Dios, pero cuando pensamos en el apóstol Pablo sabemos que él se llamaba a sí mismo “el primero de los pecadores” y podemos ver de qué forma el amor de Cristo puede dar poder incluso a uno que era “el primero de los pecadores”. Es imposible estimularnos para llegar a este amor. Podemos decir lo malo que somos; confesar que nos aborrecemos, y con todo, seguir siendo tan egoísta como siempre. ¿Cómo viene esta nueva vida de modo tan real? Vivimos insertos en la sociedad actual con unos problemas que son los de nuestro tiempo, al igual que Moisés se los encontró en la sociedad egipcia de los faraones, con el trabajo esclavista que tanto degradada la vida de los judíos, o, a Jesús en su tiempo, con el dominio de los romanos con sus políticas y leyes que estaban desangrando al pueblo judío en su economía, en su libertad…, también a los hombres y mujeres de la edad media con su trabajo como siervos de los señores feudales, y, en el periodo de León XIII, durante la Revolución Industrial con el capitalismo en el que los obreros estaban encadenados a las máquinas durante horas sin poder defenderse.
Hoy tenemos que asumir el grave deterioro contra la vida de las personas, cuya raíz se encuentra en la disolución de lo humano en beneficio del mercantilismo con toda una estrategia que lleva formándose hace décadas. Ante ello se ha de recuperar lo humano, tenemos que poner en el centro de toda la actividad política, económica, social, cultural…a la persona. Hemos visto en párrafos anteriores como el ejercicio político, económico del poder en Egipto por los faraones y en Judea por los romanos en connivencia con la religión que rompía con los Planes de Dios sobre la Creación, esta no fue realizada para el uso y abuso de minorías que se apoderaban de las riquezas que la tierra daba para todos los hombres y mujeres. Esta usurpación de los bienes constituye el gran pecado del hombre contra Dios.
Es necesario desarrollar una analogía de la crucifixión. Se puede decir, que cuando la muerte propia no es sólo consecuencia de las limitaciones biológicas, ni del desgaste de la propia vida, sino de cuando es consecuencia de la entrega por amor a los otros y a los pobres, y producto de la injusticia, entonces se da una analogía entre esa vida y esa muerte y la vida y la muerte de Jesús. Entonces, y solo entonces desde el punto de vida cristiano, se podrá decir la “esperanza de la resurrección”…

José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza‑marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».
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