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jueves, 17 de abril de 2025

«PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS DE NAZARET» (Cuarta Parte), por José Manuel Carrascosa Freire.




«Pasión y muerte de Jesús de Nazaret» (IV Parte).



7.- La crucifixión de Jesús.

Tal como describen en los Evangelios, era habitual que los reos de muerte fueran flagelados previamente por los soldados romanos o del Sanedrín en las instalaciones que servían para prisión, aunque también lo hacía en el trayecto hacia el lugar de la ejecución. Los romanos utilizaban tres grados de dureza en la flagelación con látigo, así la más dura era para los reos de muerte. Luego le cargaban el travesaño a la espalda y les hacían llevarlo hasta el lugar de la ejecución, donde el madero vertical estaba clavado de forma fija, esperando al condenado. El hombre era tumbado en el suelo boca arriba y sus brazos se clavaban al travesaño (no en las palmas de las manos, pues los clavos desgarrarían las manos fácilmente, por eso se hacía por debajo de las muñecas entre los dos huesos del cúbito y el radio). Luego se subía el travesaño al madero vertical, con ello el reo estaba en posición vertical, sus pies se apoyan en un listón de madera que servía de asiento. Luego le subían los pies y le clavaban los talones al madero. Así colgado todo el cuerpo quedaba con el peso de todo su cuerpo sobre los brazos y los clavos iban desgarrando la carne de los antebrazos hasta que los huesos de las muñecas frenaban el descenso, y, comenzaba una agonía que duraba horas hasta que fallecía por asfixia entre terribles dolores.


En los condenados a morir en la cruz se solía poner por encima de sus cabezas un cartel donde se escribían los delitos del reo. En el caso de Jesús su delito era: INRI: “Jesús de Nazaret Rey de los judíos”


Esta fue la perspectiva de la muerte de Jesús y como conocedor que era de la crueldad de los romanos, de los sacerdotes y de los fariseos, pues dada su edad e itinerante misión por toda Judea probablemente había visto algunas ejecuciones de este tipo. Pero este conocimiento no le hizo desistir de la búsqueda de la justicia, del amor a los empobrecidos y a los más débiles, hacerlos partícipe a todos del Reino de Dios, aún sabiendo cuáles iban a ser las consecuencias para su vida: la muerte en cruz.


Pero, ¿por qué tenía que ser así? Él era el Hijo de Dios, Él podría haber resuelto de otra manera la instauración del Reino, además, sus discípulos se sintieron como defraudados, todos unos sueños de libertad y justicia quedaron rotos, estos huyeron despavoridos para evitar el mismo castigo, se escondieron sintiéndose fracasados. Sin embargo, nuevamente los Planes de Dios no coincidía con los de los hombres, y, muy lejos del sentimiento de fracaso, Dios siguió operando en la historia de la humanidad, y la cruz que lo alzaba sobre la tierra la transformó en su trono y siguió mostrando su gran amor para con los hombres.

“Cuando lo hubieron crucificado le dieron a beber vinagre mezclado con hiel, pero al probarlo no quiso beberlo” (Mt.27, 33). (esta es una mezcla de vinagre que los soldados romanos utilizaban como bebida. No se sabe la intención para ello, si era para reanimarlo, o para acelerar su muerte)

“Junto a Jesús habían crucificado a otros dos bandidos, uno a su izquierda y otro a su derecha”1 (Mateo 27)


Tradicionalmente se dice que eran dos ladrones, uno el bueno, el otro el malo. Esto es inexacto, a los ladrones no se les crucificada, estos eran bandidos, rebeldes, disidentes al imperio romano y al poder religioso, probablemente fueran zelotes. Pero he aquí que en este drama de la vida de Jesús y la de los bandidos surgiría la primera persona que alcanzaría la salvación eterna, Dimas el ladrón.


“¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros. Pero el otro tomando la palabra le reprende diciendo: ¿ni tú que estás sufriendo el mismo suplicio, temes a Dios? Y nosotros justamente, porque recibimos el digno castigo de nuestras obras, pero éste ningún mal ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando entre en tu Reino. Y Jesús le dijo: en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.



Guillermo Rovirosa primer militante de la HOAC sobre este momento de la Pasión de Cristo escribió: “El primer santo, Dimas el ladrón”:


“…Dimas acepto a Jesús como su Dios sin haberle visto milagros, ni prodigios, ni saber que resucitaría; conociéndole, en cambio, en la situaciones más oprobiosa y en el estado más abierto y de la humillación lo ganó Jesús con tanta ventaja que jamás nadie se lo podrá disputar.

…Solamente Dimas no necesitó de la fe para ver a Cristo en el otro, porque el otro era Cristo abatido en persona. Tenía bastante con mirar para ver. Y el Espíritu del Amor lo invadía por momento. Con la vista puesta en Jesús, veía como la luz de aquellos ojos se extendía a todo su rostro… Después vio… una doble corriente que iba de Jesús a él y le inundaba una paz, un gozo…, junto con toda corriente que iba de él a Jesús en la que había todas las maldades y pecados que había almacenado durante su vida azarosa… Fue cuando al otro miserable, que no tenía nada más que para sí mismo”.

“Dimas no tenía ojos ni pensamiento nada más que para Aquel. Cada mirada de Jesús era una avalancha de felicidad que le caía encima, al mismo tiempo que le venía a la memoria toda su vida pasada, tan ruin y miserable. El Cristocentrismo iba desplazando con marcha rápida el egocentrismo. Por momento Cristo se iba convirtiendo en TODO para él.

¡Aquella mirada! ¿Qué había en aquella mirada? Dios no hubiera podido explicarlo, ni nadie, pero vio una luz nunca vista. El bautizado acepta su mala inclinación que le llevaba referir lo todo a sí mismo, para referir lo todo, y Él mismo, a Cristo. Entonces todo se le transforma en don de Dios, incluso los mismos pecados que le servirán para humillarse y estar más cerca de Jesús
2 (Guillermo Rovirosa. “Dimas el ladrón” Obras Completas volumen 6)




8.- Las últimas siete palabras de Jesús en la cruz.

Sobre las últimas palabras que Jesús pronuncia en la cruz antes de su muerte recoge la predicación más importante, una auténtica síntesis del Evangelio, ahí se recoge resumido el carácter de Jesús y el plan divino para con los hombres. En el Evangelio de Marcos que recoge el aspecto más humano y radical de Jesús de Nazaret, esto se recoge en las dos primeras y en la séptima palabra, a partir de aquí los otros evangelistas incorporan las otras cuatro: Juan la tercera, quinta y sexta, Mateo y Marco incorporan la cuarta palabra, Juan desarrolla las quinta y la sexta junto con las palabras que le dijo Jesús a Dimas:

Hoy estarás conmigo en el paraíso”,

Jesús pronunció otras frases verdaderamente importantes que ponían en el centro del momento de Jesús a su Padre, a Dios, al igual que durante su peregrinar por Israel, su Padre estaba siempre presente en cuanto hacia y decía. Estas siete frases o palabras son mencionadas en los cuatros Evangelios, aunque fue Lucas el que mejor expresa la humanidad y la radicalidad de Jesús, en esa línea van las dos primeras palabras: las que le dirigió a Dimas:

Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43).


También la petición de perdón a todos los que participaron en su muerte en cruz:

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 23,34).


Sí todo lo que estaba pasando en esos momentos eran por el perdón de nuestros pecados, no podía Jesús morir sin dar testimonio, de ahí que pronunció una petición de perdón. El mundo no conocía el perdón. Sé implacable con tus enemigos decían los romanos, el perdonar es de cobarde, “ojo por ojo, diente por diente”, la ley del talión era la que se practicaba. Pero Jesús que es amor le confirió al perdón la máxima expresión del amor.


¡Madre, ahí tienes a tu hijo!, ¡Hijo, ahí tienes a tu Madre!
(Jn 19,2627).

María estaba allí junto a la cruz de su Hijo, viendo todo el dolor que éste sentía tratando ella de consolar a su Hijo, pero también soportando tan terrible dolor, con Jesús ella ya lo perdía todo, pero Jesús la hace nuevamente Madre, en ese discípulo suyo, Juan, y también de toda la humanidad. Jesús, lejos de estar centrado en su dolor, piensa en la situación de abandono y de pobreza en que quedaba su madre. No olvidemos el único rol que en la tradición y la ley judía: “ser esposa y ser madre", ya a María nada le quedaba, al concederle Jesús en adopción un hijo a su madre le vuelve a dar una vida digna con un hijo. Más tardes Jesús parece que le recrimina al Padre lo que le está sucediendo:

Padre, Padre ¿por qué me has abandonado?
(Mt 27,46; Mc 15,34)

Pero en modo alguno era así, posiblemente Jesús estaba orando el (Salmo 22,1), escrito unos mil años antes que Jesús por el Rey David:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día; y no responde, y de noche, y no hará para mí reposo. Pero Tú eres Santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En Ti esperaron nuestros padres; Esperaron y Tú los libraste. Clamaron a Ti, y fueron librados; Confiaron en Ti, y no fueron avergonzados. Más yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová, líbrelo Él; Sálvale, puesto que en Él se complacía…”



Es tremendo este Salmo, es extenso, pero que recomiendo a todos, para poder visualizar algo, de cuanto sufrimiento, entrega y amor por los hombres que sintió Jesús de Nazaret en su primera mitad, que lejos del lamento que este Salmo describe, en su segunda mitad, se muestra su confianza, su obediencia, y su total disponibilidad al Padre. Veamos también esta segunda mitad:


“Sí, Tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre; a Ti fui entregado cuando salí del seno desde el vientre de mi madre eres Tú mi Dios. ¡No andes lejos de mi, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro!...

….¡Anunciare tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!: Los que a Yahveh tenéis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificarle, tenerle, raza toda de Israel. Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le oculto su rostro, más cuando le invocaba le escuchó. De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen. Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: ¡viva por siempre vuestro corazón! Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante Él se postrarán todas las familias de las gentes. Que es de Yahveh el imperio, del Señor de las naciones. Ante Él se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante Él se doblaran cuantos bajan al polvo. Y para aquel que ya no viva. Le servirán su descendencia: ella hablará del Señor a la edad venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: esto hizo Él”.



Tengo sed (Juan 19, 28)

Uno de los tormentos de los crucificados era la sed. La deshidratación debida a la pérdida de sangre, esta es una sed física, cómo cualquier enfermo o moribundo pidió agua.


Todo está cumplido (Juan 19,30),

Jesús vino al mundo para cumplir la voluntad de su Padre, Éste le había dicho lo que tenía que hacer y lo hizo, anunciar a los hombres la pobreza y nació entre los pobres. Le dijo que anunciara el trabajo y vivió toda su vida trabajando. Le dijo su Padre que anunciara Reino de Dios y murió anunciando ese Reino de Amor. Una vida la suya plena e intensa que ya rinde a su Padre: esto se interpreta, no como una derrota su agonía, sino la victoria por haber concluido su misión entre los hombres: “manifestar el amor de Dios por los hombres”, “la liberación que trajo para todos”, “la inauguración del Reino de Dios”


Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu (Lucas 23,46).

Sus últimas palabras: Él que no tenía pecado, que había gritado ¿por qué me has abandonado? No tiene miedo, Él sabe que le espera el Amor de su Padre. La muerte se encuentra en lo más profundo del ser humano, el saber que ese punto final, el fin de la existencia personal ha hecho estremecer a todas las personas a lo largo de la vida, el no ser, está siempre presente en nuestro pensamiento. Sin embargo, muchas personas viven peor que si hubiesen muertos, una vida que ya no es suya porque están condenadas a un sufrimiento tal que la crucifixión les es preferible.3 (“Estudio bíblico sobre las últimas palabras de Jesús en la cruz”)


“¿Qué sucedió a lo largo de la historia para que la reflexión cristológica de la cruz quedará sustraída de la misma historia, ocultándose la vida de Jesús? Que el Jesús histórico quedó reducido a un símbolo de nuestra redención, un símbolo del precio a pagar para aplacar la ira de Dios.


La cruz no puede estar reducida a un símbolo de reparación o expiación del hombre pecador con Dios, sino como un acontecimiento histórico, como consecuencia del conflicto por la acción y la predicación de Jesús frente a los poderes de su tiempo. Fue el resultado de la lucha de Jesús frente a los opresores. Un acontecimiento de nuestra historia en conexión con la vida de Jesús desde que se encarnó en un hombre y pobre obrero, en un mundo de pecado contra el Dios de Jesús”4 (Julio Louis. “Jesús de Nazaret el Cristo liberador". Ed. HOAC, Pág.128.)


Luego, los únicos culpables de su muerte fueron los poderosos de la religión y políticos de su tiempo, porque lo consideraron blasfemo y subversivo siendo intolerable para ellos su forma de hablar y actuar. Eso lo llevó a la muerte en cruz, no la ira de Dios Padre como castigo por nuestros pecados. No se podría entender que un Dios que tanto amó a los hombres se vengará de nosotros entregando a su Hijo a la muerte de mano de los hombres. El misterio de la cruz, ha sido durante mucho tiempo deformado para beneficio de los poderes de todas las épocas, que veían la vinculación de la muerte de Jesús por la lucha contra la injusticia de los poderosos.


En el mundo hoy existe un número incalculable de crucificados sociales como lo fue Jesús, su muerte no ha evitado la muerte de los hombres, muchas personas no creen en el crucificado, tampoco que los crucificados de la actualidad nos puedan hablar de Dios, ni que estos nos puedan evangelizar, ¿Quién puede creer en un Dios que yace inerte en la cruz? Es mejor creer en ese dios todo poderoso que resuelve todos los problemas, (el dios dinero) sin embargo la justicia y la verdad complica mucho la vida y preferimos callar, mirar para otro lado. Los crucificados y abandonados de la época de Jesús, los pecadores, leprosos, ciegos, tullidos, viudas…, hoy, son los pobres, personas excluidas, emigrantes, ancianos sin atender, niños mal alimentados, drogadictos, desempleados, trabajadores precarios, los que no tienen ni quien los defiendan, los que solo tienen puesta su confianza en Dios. La Pasión y Muerte de Jesús que es causa y principio de salvación del mundo está ausente en nuestra sociedad. Sin embargo, los crucificados de hoy son cómo una posibilidad de salvación, de conversión de esperanza de perdón, ante una realidad que está oculta ante tanto mirar a otro lado en la sociedad, en la política, en la religiosidad popular. Nuestra misión es seguir a Jesús, abrir la esperanza a la resurrección que está ligada a bajar de la cruz a los crucificados del mundo, acudir a ese sufrimiento de hermanos nuestros como el que tiene un tesoro escondido. Tenemos que integrar en la cruz la experiencia de un Dios que se deja conmover por el sufrimiento humano.


“La cruz es el principio y fin del sacerdocio cristiano. La cruz es morir al yo, la cruz es el Señor y ellos. A ningún discípulo de Cristo se le escapa que hay cosas cruciales, la del Señor y la nuestra. La cruz del cristiano, cómo la cruz de Cristo, es una forma de vida. El centro de la cruz de Cristo es el amor del Padre por nosotros, entregando a su Hijo, y el amor del Hijo entregándose por nosotros por amor al Padre y a nosotros. El centro de la cruz del cristiano es, como no podía ser de otro modo, por su origen el amor al Señor quien nos amó hasta la muerte, y muerte de cruz, y es el amor al prójimo, porque este es el mensaje que salvará las almas de los que a él se entregan por la fe en su cruz, para, la eternidad.

La Pasión de Cristo por nosotros y su gran amor le llevaron a entregar su vida para volverla a tomar, sentándose a la diestra del Padre. Esa pasión que cambia nuestros corazones, nos lleva a la transformación espiritual que hace que nuestro corazón y nuestra alma se enamoren de él. Un horno de fuego espiritual es lo que prende en el alma del cristiano; un horno que lentamente va dando forma al nacido de nuevo en todo su ser, espíritu, cuerpo y alma, hasta convertirlo en templo de Dios vivo”.5 (1° Tesalonicences 5,23)

"Creció delante de él como rebrote tierno, como raíz de tierra seca, no tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos, ni apariencia para que le deseemos. fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como de uno de quienes los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no lo estimamos.

Todos nosotros no descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que cayera sobre él la iniquidad de todos nosotros". 6 (Isaías 53,2-6)

“La cruz del cristiano trae persecución, trae desprecio de los que no aman a Dios, trae lucha con el enemigo espiritual que no quiere perder las almas que ahora tiene bajo su poder, a los que quiere llevar a la muerte eterna del infierno; pero también trae gozo por las almas que se salva y que compensa con crece la persecución, trae afecto fraternal y amor a Dios desde los hermanos que se han salvado por la fe en la cruz, que también compensa con creces todo el desprecio de otros, y trae Victoria, el Reino de Dios en las almas y en la eternidad, porque el Reino de Dios está entre nosotros".7 (Carlos Padilla. “La Cruz”)

“…Como resultado de la obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra con la esperanza de la vida y de la santidad eterna. Y aunque la Victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo con su cruz y resurrección no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana, sin embargo, sobre toda esa dimensión y cada sufrimiento está la victoria que proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación. Es la luz del Evangelio, es decir, de la Buena Nueva…” Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito hijo".

Esta verdad cambia radicalmente el cuadro de la historia del hombre y su situación terrena. A pesar del pecado que se ha enraizado en esta historia como herencia original, como “pecado del mundo" y como suma de los pecados personales, Dios Padre ha amado a su Hijo unigénito, es decir, lo ama de manera duradera; y luego, precisamente por este amor que supera todo, Él “entrega" este Hijo, a fin de que toque las raíces mismas del mal humano y así se aproxime de manera salvífica al mundo entero del sufrimiento, del que el hombre es partícipe".8 (Juan Pablo II. Carta apostólica, “Salvifici doloris", 15 [Sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano], 1.984).


La respuesta de Dios al sufrimiento de la humanidad está en el rostro del crucificado. El mismo Dios padece solidariamente el sufrimiento de los hombres. Un Dios crucificado pone en crisis todas nuestras imágenes de Dios. El crucificado no tiene tantos rostros que la humanidad ha atribuido a la divinidad. En la cruz no hay poder, belleza, fuerza, sabiduría, majestad. En la cruz o se termina la fe en Dios o se comprende de una forma totalmente nueva, En la cruz se revela el verdadero poder del amor de Dios. El amor de Dios es infinito, perdona siempre, salva desde el fracaso, encerrado desde la impotencia, suscita vida desde la muerte y recibe al hombre cuando éste comete en su Dios el mayor pecado…El silencio de Dios ante nuestro dolor no es silencio de alguien lejano e indiferente. Es el silencio de un Dios que sufre con nosotros y habita desde dentro de nuestro dolor".9 (Carlos García de Andoin. “El anuncio explícito de Jesucristo” Ed. HOAC)


"Después del medio día la región quedó sumida en tinieblas. hacia las tres de la tarde gritó Jesús con voz potente: Elí, Elí, ¿lema sabactani? (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) y Jesús entregó su Espíritu".




José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza‑marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».


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