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sábado, 20 de marzo de 2021

EL GRANO QUE CAE EN TIERRA Y MUERE, DA MUCHO FRUTO: DOMINGO QUINTO DE CUARESMA (21 de marzo de 2021), por Antonio Troya Magallanes




EL GRANO QUE CAE EN TIERRA Y MUERE, DA MUCHO FRUTO:
DOMINGO QUINTO DE CUARESMA
(21 de marzo de 2021)




Introducción: el grano que cae en tierra y muere, da mucho fruto.

La solemne declaración que hemos escuchado hoy en el evangelio que se ha proclamado responde al deseo de unos gentiles de ver a Jesús, que para conseguirlo usan como intermediario al apóstol Felipe. Está revestida de una inusual solemnidad. Comienza con esta introducción: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre». Pero enseguida explicará en que consiste esa glorificación, que ya nosotros estábamos imaginándola como un gran acontecimiento celestial. Pues, no. Enseguida nos va a hablar de la tierra, y de la tierra en la que se entierra el grano de trigo para que muera y de vida a una flamante espiga. Porque «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto». Queda claro que la tierra en que cae este grano de trigo es el sepulcro en el que será puesto el cuerpo muerto de antemano en la cruz. El fruto lo dará Dios resucitándolo de la muerte y con Él a todos los hombres. Todos por la muerte de Uno llegarán a la Vida. Porque el fruto es múltiple, Él necesita colaboradores: «El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí estará también mi servidor».


1. La glorificación de Dios es la liberación del hombre.

Puede parecer un poco extraño que a lo que Jesús tiene en su mente, lo llame glorificación. Pero ¿puede haber mayor glorificación para Dios que haber sacado al hombre del abismo de la muerte para que tenga vida eterna? Y que esto lo haya hecho con tanto amor que no ha dudado en entregarse Él mismo a la muerte para que una multitud de hombres puedan participar de su vida. Gloria de Dios es sin duda el hecho de la creación de un mundo tan grande y maravilloso como es éste en que vivimos, ¿pero no es mayor maravilla que tome sobre sí los pecados del hombre caído para regenerarlo, es decir, volverlo de nuevo a su inocencia original? La mayor maravilla es que un ser tan pequeño e insignificante como es el hombre haya sido capaz de captar todo el amor de Dios para que Dios se entregue a sí mismo para su liberación.


2. El ejemplo de Cristo para sus seguidores.

Pero siendo éste el primero y principal fruto de la semilla divina que cae en tierra y muere no debemos dejar pasar el maravilloso ejemplo que es esto para sus seguidores: dejarse morir para dar la vida a otros. Y no es que tengamos que dejarnos crucificar como Cristo; es que tenemos que poner todo nuestro empeño y trabajo para que cuantos más mejor lleguen al conocimiento del amor que Dios nos ha mostrado al desprenderse de su vida para nuestra salvación, y así también ellos se salven. Y entonces nuestra cruz será el sacrificio que suponen estos trabajos y las renuncias que tendremos que hacer para ir por este camino. Apropiarse de la salvación que Cristo nos ha conseguido y no pensar en quienes todavía no han llegado a conocerlo es un egoísmo tal que anularía la salvación ofrecida, porque desobedeceríamos el gran precepto de la Nueva Alianza: amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, y su gran amor se ha mostrado en dar la vida por nosotros en el patíbulo de la cruz. No seamos desagradecidos: intentémoslo sin miedo porque contamos con su gracia obtenida para nosotros con tanto trabajo y hasta la renuncia de su propia vida.


Conclusión: Las consecuencias de comer su cuerpo.

¿Qué hacemos nosotros cuando comemos su cuerpo entregado sino una profesión de seguirle hasta la cruz si es necesario? Pues no seamos infieles a nuestro compromiso convirtiendo la comunión en un rito sin sentido o quizás en un abrazo muy afectivo, pero sin consecuencias prácticas en nuestra vida de discípulos. Seamos conscientes de lo que hacemos.



Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.


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