Fuente: IDEAL DE GRANADA.
La Navidad nos lleva inmediatamente al pasaje, lleno de ternura e imaginación, que nos trasmitieron las primeras comunidades cristianas y que encontramos en el evangelista Marcos (2,1-14)
«Salió un decreto del emperador Augusto.
Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada.
El ángel dijo a los pastores: No temáis, os traigo la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada.
El ángel dijo a los pastores: No temáis, os traigo la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Este relato mezcla lo más sublime con lo más sencillo.
Une entrañablemente el cielo con la tierra.
Acerca la imagen más maravillosa con la realidad más insignificante.
En definitiva, junta históricamente a Dios con el hombre y al hombre con Dios.
De ninguna manera es una narración pueril, angelical o desencarnada.
Todo lo contrario.
Tiene una intencionalidad adulta y un significado profundo en medio de un lenguaje ciertamente imaginativo y sin pretensiones históricas.
El pesebre, el camino, la noche, los pastores son señales inequívocas de falta de medios, de pobreza y de precariedad.
Y en medio de esa situación tan humana resuena con fuerza la voz:
Os anuncio la gran alegría, hoy ha nacido un Salvador.
Ésta es la gran propuesta (¡el gran misterio y la Buena Noticia!) que tiene su origen en el pasaje citado y que se encuentra recogida en otras muchas partes del Nuevo Testamento.
Cito sólo una: «No se aferró a su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos» (Flp 2,6-7).
El misterio de Dios hecho hombre supera la tensión entre el cielo y la tierra, entre lo humano y lo divino.
En el nacimiento de Jesús se da la mano lo que parecía irreconciliable.
Es más. Jesucristo es el hombre para Dios y el Dios para el hombre.
Aquí está la propuesta de salvación.
¿Sacamos las consecuencias de ese acontecimiento?
Porque creer en el Nacimiento de Jesucristo lleva consigo la honradez necesaria para sacar unas cuantas conclusiones:
Primera.-
La dignidad de todo hombre y mujer queda elevada hasta límites insospechables, infinitos.
Desde la Encarnación se puede decir que un trabajador vale más que todos los dólares juntos del mundo entero.
Más claro todavía:
Cuando se manipula, explota, violenta o extorsiona a una persona (y más si es un pobre) se está manipulando, explotando, violentando o extorsionando al mismo Cristo.
Por el contrario, dignificar al ser humano y especialmente al humilde es hacerlo con el mismo Jesucristo. Actuar de esta segunda manera es celebrar honradamente la Navidad.
Segunda.-
La aceptación de Jesús de Nazaret como Salvador y Liberador es una segunda conclusión.
Es lo que hicieron los pastores.
Voy a remitirme a un párrafo de Tomás Malagón (consiliario de la HOAC y teólogo):
«Solamente Cristo tiene para nosotros el carácter de liberador total, él nos introduce en el Reino del Padre, como salvación definitiva y suprema. Él, estimulándonos a obrar, sitúa en su justo valor los diversos programas humanos de salvación: pasos de un caminar hacia una meta siempre relativa y superable».
Siguiendo con nuestras conclusiones, podemos decir ahora que la Navidad vivida con honradez nos lleva a aceptar y proponer que necesitamos un salvador como Jesús de Nazaret.
Así podríamos abandonar tantos palabreros que predican que en estos tiempos ya no existe ni la explotación de los trabajadores, ni la necesidad de respuesta a las grandes y angustiosas preguntas de nuestra humanidad.
Es necesario que echemos por los caminos de la austeridad y del compartir. Cito ahora otro párrafo de Guillermo Rovirosa (primer militante de la HOAC) escrito en 1949:
«Es patente el peligro de la interpretaciones capitalistas de la Navidad. Parece que la fiesta glorificadora de la pobreza y humildad, se haya de conmemorar con pantagruélicas orgías de culto bestial a la gula».
Cuando en nuestras familias haya solidaridad, honradez y austeridad, entonces, y sólo entonces, habrá Navidad.
Propongo tres concreciones para celebrar la Navidad con honradez:
- Volver a leer íntegro el pasaje de Lucas citado al principio.
Un cristiano que hace una lectura adulta de él, seguro que sale reconfortado.
Hay ternura, alegría, paz y pasión por los últimos.
- En el relato evangélico aparece Cristo anunciado y visitado por unos pastores (trabajadores).
Cristo es de los que se ganan el pan con el sudor de su frente y de los que ni eso pueden hacer en estas circunstancias.
Luchar por la justicia y vivir con pocas necesidades es la sabiduría de nuestro tiempo.
- Anunciar la Buena Noticia de Jesús es una tarea fundamental.
Con palabras y obras. Sin miedo o falso pudor. Muchas veces los que más pueden hablar hoy son los que callan. Y al contrario, los que debían guardar silencio, discursean.
Si se proclamara y aceptara personal y socialmente al Obrero Jesús de Nazaret, otro gallo cantaría.
La honradez para con la Navidad lleva a todos los hombres de buena voluntad (y no solamente a los cristianos) a consecuencias profundamente humanas: dignificación de la persona, solidaridad con los empobrecidos, lucha por la justicia, austeridad de vida.
¡Celebremos todos la Navidad con honradez!