“El camino hacia Dios del hombre”
El hombre es un ser finito, dependiente y amenazado por la naturaleza que lo rodea. Su finitud se manifiesta, en que nunca podemos poner punto final a nuestras preguntas, pues toda respuesta suscita nuevos interrogantes. Estamos continuamente aprendiendo, nuestra ignorancia cada vez es mayor que nuestro saber.
Continuamente se plantea la pregunta por el sentido del hombre en la experiencia del sufrimiento propio y ajeno ante la enfermedad incurable, la preocupación por la soledad o el fracaso. ¿Qué sentido tiene que hombres sufran sin culpa? ¿Por qué hay tanta hambre, miseria, injusticias? ¿Por qué tanto odio, envidia, mentira, violencia? La experiencia de la muerte en los familiares, amigos, o cuando nos enfrentaros a la idea de nuestra propia muerte, puede llevar a paralizarnos. A veces podemos sentirnos completamente solos ante nuestra libertad y responsabilidad. ¿Qué hay detrás de la muerte, ¿de dónde vengo, adónde voy? ¿Para qué he trabajado tanto?. En la búsqueda de la felicidad tampoco alcanzamos la felicidad en plenitud, hay momentos en que nos sentimos plenamente cuando nos sale bien el trabajo, cuando estamos con la persona querida, tras realizar una buena obra. Más pronto descubrimos que esos momentos pasan, que nunca acaba de cumplirse. Nada en el mundo puede serlo todo para el hombre, porque todo es finito e imperfecto. ¿Qué sentido tiene entonces la vida? ¿Cuál es entonces la auténtica felicidad humana? Podemos además descubrir en nuestro interior algo que es absoluto, cómo es la voz de la conciencia que constantemente se hace escuchar dentro de lo más íntimo de nuestro ser advirtiendo, aprobando, respondiendo.
Vivimos así en cierta tensión entre nuestra finitud y el deseo de lo infinito, vivimos en una cierta paradoja, tendemos hacia una perfección última que no podemos darnos a nosotros mismos. Esta tensión nos crea desasosiego inquietud que nos visita continuamente. ¿Tenemos que resignarnos y olvidarlo? En ese caso, toda la vida carecería de sentido, nuestra esperanza en lo absoluto debe corresponder la realidad de un absoluto; nuestras interrogantes y nuestra búsqueda debe ser eco y reflejo de la llamada de Dios que se escucha en la conciencia del hombre y pretender prescindir de Dios es un absurdo. Sólo Dios es capaz de dar respuesta a los anhelos de felicidad de los hombres y mujeres. El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre desde que fue creado por Dios y para Dios que no cesa de atraerlos hacia Él que es donde encontrará el hombre la verdad y la dicha que continuamente busca.
La opción por Dios significa opción por el hombre. Sólo si Dios existe, tiene sentido la vida humana. De manera que el hombre no es un ser perdido en un mundo insensible a sus necesidades y preguntas. El mundo no se rige por leyes abstractas ni por el azar ni es un destino anónimo. La fe en Dios nos da seguridad, incluso nos exige que nos aceptemos a nosotros mismos y a todos los hombres, porque todos somos aceptados por Dios. Sólo en el misterio de Dios tiene respuesta el misterio del ser humano. "Sólo el que conoce a Dios conoce al hombre" (Renano Guardini teólogo italiano 1885-1968)
Continuamente se plantea la pregunta por el sentido del hombre en la experiencia del sufrimiento propio y ajeno ante la enfermedad incurable, la preocupación por la soledad o el fracaso. ¿Qué sentido tiene que hombres sufran sin culpa? ¿Por qué hay tanta hambre, miseria, injusticias? ¿Por qué tanto odio, envidia, mentira, violencia? La experiencia de la muerte en los familiares, amigos, o cuando nos enfrentaros a la idea de nuestra propia muerte, puede llevar a paralizarnos. A veces podemos sentirnos completamente solos ante nuestra libertad y responsabilidad. ¿Qué hay detrás de la muerte, ¿de dónde vengo, adónde voy? ¿Para qué he trabajado tanto?. En la búsqueda de la felicidad tampoco alcanzamos la felicidad en plenitud, hay momentos en que nos sentimos plenamente cuando nos sale bien el trabajo, cuando estamos con la persona querida, tras realizar una buena obra. Más pronto descubrimos que esos momentos pasan, que nunca acaba de cumplirse. Nada en el mundo puede serlo todo para el hombre, porque todo es finito e imperfecto. ¿Qué sentido tiene entonces la vida? ¿Cuál es entonces la auténtica felicidad humana? Podemos además descubrir en nuestro interior algo que es absoluto, cómo es la voz de la conciencia que constantemente se hace escuchar dentro de lo más íntimo de nuestro ser advirtiendo, aprobando, respondiendo.
Vivimos así en cierta tensión entre nuestra finitud y el deseo de lo infinito, vivimos en una cierta paradoja, tendemos hacia una perfección última que no podemos darnos a nosotros mismos. Esta tensión nos crea desasosiego inquietud que nos visita continuamente. ¿Tenemos que resignarnos y olvidarlo? En ese caso, toda la vida carecería de sentido, nuestra esperanza en lo absoluto debe corresponder la realidad de un absoluto; nuestras interrogantes y nuestra búsqueda debe ser eco y reflejo de la llamada de Dios que se escucha en la conciencia del hombre y pretender prescindir de Dios es un absurdo. Sólo Dios es capaz de dar respuesta a los anhelos de felicidad de los hombres y mujeres. El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre desde que fue creado por Dios y para Dios que no cesa de atraerlos hacia Él que es donde encontrará el hombre la verdad y la dicha que continuamente busca.
La opción por Dios significa opción por el hombre. Sólo si Dios existe, tiene sentido la vida humana. De manera que el hombre no es un ser perdido en un mundo insensible a sus necesidades y preguntas. El mundo no se rige por leyes abstractas ni por el azar ni es un destino anónimo. La fe en Dios nos da seguridad, incluso nos exige que nos aceptemos a nosotros mismos y a todos los hombres, porque todos somos aceptados por Dios. Sólo en el misterio de Dios tiene respuesta el misterio del ser humano. "Sólo el que conoce a Dios conoce al hombre" (Renano Guardini teólogo italiano 1885-1968)
José Manuel Carrascosa Freire , ex-presidente diocesano de la HOAC (2014-2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinación del Sector 2: «Paro, pobreza marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».