Jesús descendió a los infiernos.
«Dios ha muerto, nosotros lo matamos». Esta afirmación de Nietzsche con la que pretendía negar la existencia de Dios nos muestra su desconocimiento de la causa de Dios Jesús, porque este aunque parte de una situación real en cuanto que, la experiencia de muchos, entre ellos Jesús nos recuerda el dolor y el sufrimiento, como Jesús muerto y abandonado en la cruz. Nosotros como Nietzsche nos podríamos preguntar dónde está Dios, sin embargo este misterio de la muerte de Jesús, cómo lo es su Encarnación nos quedaríamos en su superficie, no queremos entender que tanto el niño nacido en Belén como el muerto clavado en la cruz son Dios mismo, por lo que a la pregunta ¿dónde estaba Dios cuando moría Jesús? La pregunta es fácilmente respondida: allí mismo, clavado en la Cruz es el Dios que buscamos que había abandonado su cuerpo para acudir a los que no habían sido liberados en la antigüedad.
Jesús tras su muerte descendió al infierno y de entre ellos resucitó, esto hace suponer que antes de la resurrección permaneció en la morada de los muertos, este es el sentido que se dio a la predicación apostólica sobre que se dio al descenso al infierno, que, ciertamente no es exacto que lo hiciera al infierno, porque ese es el lugar donde habita Satanás y sus seguidores, lógicamente Jesús no iba a ir a tal lugar, por lo que lo hizo a ese lugar donde aguardan los que esperan el juicio de Dios y que unos irán al infierno por su no seguimiento de Jesús, por sus maldades, etc. El lugar al que bajó y a quienes se dirigió fue a los justos que aguardaban su liberación, aquellos que ya murieron físicamente antes de su llegada al mundo, como fueron los patriarcas, los profetas, su mismo padre José el carpintero de Nazaret. No hubiera sido justo que aquellos que vivieron como Santos corrieran la misma suerte que los que decidieron seguir a Satanás. Entre los justos bajó y con ellos se reunió, a estos les anunció la liberación, a éstos descendió, a éstos les habló, para que oyendo al Hijo de Dios vivan. Jesús tenía que morir y con ello derrotó a la muerte y hasta entonces señor de la muerte, Satanás que tenía esclavizados a los muertos, Jesús arrebato las llaves de la muerte y del lugar donde habitaban los muertos.
Este tema curiosamente tiene su origen en textos apócrifo del NT. Concretamente en “Descenso de Cristo al infierno” en el apócrifo Evangelio de Nicodemo difundiéndose durante la Baja Edad Media, también en el apócrifo evangelio de Bartolomé entre los siglos V-VII. También en algunos Salmos: 9, 24, 30, 107.
Los Padres de la Iglesia de Oriente y autores de la Iglesia Católica también reflexionaron sobre esto:
«Pero el tema de la muerte que sienten los seres humanos no podía dejar de ser abordado por Cristo, Él era también un hombre más y como todo ser humano el miedo a la muerte expresa el miedo a una soledad radical, porque si muero nadie me puede escuchar y tampoco sé si volveré a escuchar alguna voz del otro lado, sino estaré profunda y radicalmente solo. No se si voy a la nada o a donde voy. Comprender esta experiencia puede darnos una idea de que la médula de la pasión de Cristo era la pasión de su alma… En su pasión entró en el abismo aterrador de nuestro abandono. Desde que Cristo descendió a la muerte, todo ha cambiado. La muerte que se tragaba a los hombres para siempre, ahora se ha tragado al autor de la vida, y lo destruyó por dentro, porque ahora en la muerte habita la vida. La muerte ya no conduce a la soledad, la puerta de la muerte está abierta, desde que en la muerte habita la vida, está el amor… Levántate, tú qué dormías porque no te he creado para que permanezca aquí en el infierno. Levántate de entre los muertos, yo soy la vida de los muertos». (Ratzinger Joseph. “Introducción al cristianismo”)
Jesús tras su muerte descendió al infierno y de entre ellos resucitó, esto hace suponer que antes de la resurrección permaneció en la morada de los muertos, este es el sentido que se dio a la predicación apostólica sobre que se dio al descenso al infierno, que, ciertamente no es exacto que lo hiciera al infierno, porque ese es el lugar donde habita Satanás y sus seguidores, lógicamente Jesús no iba a ir a tal lugar, por lo que lo hizo a ese lugar donde aguardan los que esperan el juicio de Dios y que unos irán al infierno por su no seguimiento de Jesús, por sus maldades, etc. El lugar al que bajó y a quienes se dirigió fue a los justos que aguardaban su liberación, aquellos que ya murieron físicamente antes de su llegada al mundo, como fueron los patriarcas, los profetas, su mismo padre José el carpintero de Nazaret. No hubiera sido justo que aquellos que vivieron como Santos corrieran la misma suerte que los que decidieron seguir a Satanás. Entre los justos bajó y con ellos se reunió, a estos les anunció la liberación, a éstos descendió, a éstos les habló, para que oyendo al Hijo de Dios vivan. Jesús tenía que morir y con ello derrotó a la muerte y hasta entonces señor de la muerte, Satanás que tenía esclavizados a los muertos, Jesús arrebato las llaves de la muerte y del lugar donde habitaban los muertos.
Este tema curiosamente tiene su origen en textos apócrifo del NT. Concretamente en “Descenso de Cristo al infierno” en el apócrifo Evangelio de Nicodemo difundiéndose durante la Baja Edad Media, también en el apócrifo evangelio de Bartolomé entre los siglos V-VII. También en algunos Salmos: 9, 24, 30, 107.
- Mateos 27,52.
- «Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de Santos difuntos resucitaron».
- Carta a los Romanos 10,7.
- «¿Quién bajará al abismo?, es decir: para hace subir a Cristo de entre los muertos».
- 1ª Pedro 3,19-20.
- «Cristo: En el Espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas fueron sacado a través del agua».
- Éfeso 4,8-9.
- «Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres ¿Qué quiere decir subió, sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra».
Los Padres de la Iglesia de Oriente y autores de la Iglesia Católica también reflexionaron sobre esto:
José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».