32º Domingo del Tiempo Ordinario
Queridos hermanos y hermanas:
El
gazofilacio del templo de Jerusalén
tenía que ser un
instrumento de tortura
para la gente pobre y sonar
a música
celestial (nunca mejor dicho)
a los ricos ya que la riqueza
era
considerada como
una bendición de Dios.
En el
gazofilacio
no se veía el dinero,
las monedas se oía
caer
por aquel embudo.
No fue el sonoro
estruendo
de los ricos,
lo que llamó
la atención de Jesús,
fue
el tintineo
de dos moneditas
de alguien:
mujer, viuda
y pobre,
que logró aprovechar
para una de las
enseñanzas
entrañables del evangelio:
cómo mirar y
sobre
la generosidad.
Un gran abrazo
y hasta
mañana
en el altar…
Del
Evangelio de
san Marcos
12,38-44:
«Esa
pobre viuda
ha echado más
que nadie».
Jesús
nos enseña
a mirar la vida
desde otra perspectiva,
desde
los empobrecidos
y empobrecidas.
El cepillo o
gazofilacio
del templo es un embudo
de metal grande,
que
permitía tirar el dinero
a cierta distancia,
cuando las
monedas caían
se oye el ruido…
¿qué ruido podían
hacer
los dos céntimos de la viuda
ante la prepotencia
sonora
de mucho dinero
arrojado por los ricos
que
llamaba la atención
de todos los que
estaban presentes?
La
mirada de Jesús
para mirar el mundo obrero,
el
empobrecido,
el que está fuera
de los circuitos
sindicales
y políticos,
el mundo obrero precario,
el mundo obrero
que
no tiene trabajo
porque no tiene vivienda
y no tiene
vivienda
porque no tiene trabajo,
el mundo obrero
de
mujeres que trabajan
cuatro horas en un sitio
y tienen que
completarlo
limpiando casa sin seguro,
sin seguridad y sin
futuro…
mundo obrero con salarios en A,
pero con horarios
en B.
Para ver como Jesús
hay que estar encarnados
y
sentir con el mundo obrero.
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Del
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