La banalización de la violencia.
Con el fin de evitar que se malinterpreten mis palabras declaro abiertamente, en primer lugar, que soy un firme partidario de la libertad de información y de la libertad de opinión. En segundo lugar afirmo sin reservas que comprendo y acepto que las creaciones artísticas -la pintura, la escultura, la música y la literatura- nos sorprendan por sus peculiares maneras de reinterpretar la realidad, por sus formas diferentes de describir los paisajes y por sus modos originales de relatar los episodios. Por eso reconozco que no es extraño que algunas expresiones estéticas sean provocadoras y nos sorprendan, nos asombren y nos incomoden.
Pero esto no quiere decir que cualquier grito estentóreo, cualquier brochazo desagradable o cualquier pedrada agresiva podamos o debamos calificarlos de artísticos ni mucho menos de aceptarlos como correctos.
Los gritos violentos que defienden el uso de la violencia, la quema de contenedores de basura, la ruptura de cristales, las agresiones a periodistas, los insultos a los que piensan de manera diferente deberían ser denunciados procedan de donde procedan y se dirijan a quienes se dirijan.
En estos momentos de especial dificultad es necesario -urgente- que los políticos, los educadores y los creadores de opinión unan sus voces y nos expliquen a coro que la violencia engendra más violencia, la mentira, más mentira, y la rabia, más rabia.
En mi opinión algunas de las raíces de estos lamentables hechos tan repetidos durante los últimos días nacen de ese proceso de banalización que está creciendo en nuestra sociedad, tienen su origen en ese ejercicio irresponsable de restar importancia a unos comportamientos que son peligrosos e inaceptables, a unos valores que son necesarios para vivir y para convivir. Deberíamos denunciar con claridad esa práctica tan extendida de reírnos de hechos que son graves y de faltar el respeto a instituciones y a personas que poseen unos derechos y una inviolable dignidad. Por favor, al menos, seamos serios.
Pero esto no quiere decir que cualquier grito estentóreo, cualquier brochazo desagradable o cualquier pedrada agresiva podamos o debamos calificarlos de artísticos ni mucho menos de aceptarlos como correctos.
Los gritos violentos que defienden el uso de la violencia, la quema de contenedores de basura, la ruptura de cristales, las agresiones a periodistas, los insultos a los que piensan de manera diferente deberían ser denunciados procedan de donde procedan y se dirijan a quienes se dirijan.
En estos momentos de especial dificultad es necesario -urgente- que los políticos, los educadores y los creadores de opinión unan sus voces y nos expliquen a coro que la violencia engendra más violencia, la mentira, más mentira, y la rabia, más rabia.
En mi opinión algunas de las raíces de estos lamentables hechos tan repetidos durante los últimos días nacen de ese proceso de banalización que está creciendo en nuestra sociedad, tienen su origen en ese ejercicio irresponsable de restar importancia a unos comportamientos que son peligrosos e inaceptables, a unos valores que son necesarios para vivir y para convivir. Deberíamos denunciar con claridad esa práctica tan extendida de reírnos de hechos que son graves y de faltar el respeto a instituciones y a personas que poseen unos derechos y una inviolable dignidad. Por favor, al menos, seamos serios.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar, también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
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