Llamada a la sensibilidad, fraternidad y solidaridad,
ante el clamor de las familias sin trabajo.
Ante el día 1 de Mayo,
Festividad de San José Obrero y día de los trabajadores
Mis queridos diocesanos:
La fiesta de San José Obrero, el día 1 de Mayo, y fiesta del trabajo de cuantos se esfuerzan como asalariados o autónomos por hacer un mundo más humano en los distintos ámbitos laborales (agricultura, pesca, ganadería, industria, servicios y hogar) nos invita a cumplir esta celebración litúrgica y social. También deseo, una vez más, hacerme eco de la situación, necesidades y angustias de los que no tienen trabajo.
1. Riesgo a permanecer insensibles
La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia participando de los gozos y de los sufrimientos de la comunidad humana en la que vive inserta. Por ello, no puede permanecer insensible a los grandes problemas humanos como éste, de la tremenda situación global económica y del paro, que tan gravemente afecta a nuestra sociedad.
Nuestra Iglesia diocesana tampoco puede permanecer ajena a este problema y, aunque compruebo con satisfacción que a través de las Parroquias, Caritas, Movimientos y Hermandades estáis prestando vuestra colaboración, no podemos quedar insensibles ante tanta tragedia humana provocada por la falta de trabajo.
2. Demos gracias a Dios
Van llegando las notificaciones en las que se expresa el compromiso personal de ayuda. Es, pues, ya una realidad consoladora el camino que conduce a compartir los bienes entre los hermanos. Os felicito y me felicito, y en nombre propio y de aquellos otros compañeros o familias que perciben estas ayudas, os lo agradezco y os invito a que demos gracias a Dios por haber dado este paso de comunión fraterna, de solidaridad y de generosa ayuda a muchos parados y a sus familias. Y aunque sabemos que estas colaboraciones son todavía insuficientes dada la magnitud del problema, ¡muchas gracias por vuestra contribución!
3. Cruda realidad del número de parados
La cruda realidad es que el número de parados crece cada día más. Ya existen más de 4 millones de parados en España. Por lo que se refiere a la provincia de Cádiz el número de parados actualmente son cerca de 215.000, correspondiendo a nuestra Diócesis cerca de 110.000. Por otra parte, de los desempleados de la provincia, cerca de 20.000 han dejado de cobrar el paro en este primer trimestre del año porque se ha agotado el tiempo establecido para la cobertura de la prestación. Es verdad que estas cifras, como todas las estadísticas, son señales de una tremenda realidad, pero detrás de esas cifras hay seres humanos de carne y hueso con angustiosos problemas en muchos hogares cristianos.
4. Despertar las conciencias y ser solidarios
Una situación así nos impulsa a cumplir con nuestro deber de llamar a la solidaridad, a despertar las conciencias, a fin de que la larga situación de la crisis económica y del paro no produzca un estado de insensibilidad. Debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen por motivos poco claros. Hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, el invertir en lugar de acumular, el ahorrar en lugar de consumir, el moderar las aspiraciones indebidas en beneficios y salarios, y ayudar directamente a los más débiles. Resignarse a que una gran parte de la humanidad carezca de manera crónica de trabajo sería aceptar programáticamente la deshumanización de parte de la sociedad. El trabajo humaniza al hombre, como nos recordó el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Laborem exercens (1981), mientras que la carencia de trabajo degrada a la persona.
5. Profunda crisis de dimensión ética
El fenómeno actual del paro, por su amplitud y complejidad, por su aumento constante, por su dependencia de los profundos cambios y modificaciones por los que atraviesa la economía y la tecnología a nivel mundial, es sin duda el problema económico número uno de nuestra sociedad.
Pero es, también, síntoma de una profunda crisis de dimensión ética: falta de sensibilidad y solidaridad. Y sería grave que consideremos inevitable o imposible de superar esta situación; que nos acostumbremos a vivir en esta realidad; que perdamos, incluso, la esperanza en un orden social y económico más justo y fraterno.
La situación de crisis y de paro es una realidad que nos interpela a todos sin excepción. Nadie puede ignorar la gravedad del problema; nadie puede limitarse a trasladar a otros la responsabilidad de este grave fenómeno; nadie debiera descargar en los demás el compromiso de promover y buscarle arreglos; nadie debería huir de los sacrificios que su solución, indudablemente, exige a todos. Es el momento en que debemos sentirnos obligados, especialmente los cristianos y las personas de buena voluntad.
6. Preocupación universal
Permitidme, pues, que os recuerde y trasmita la preocupación de la Iglesia universal y en particular la del Papa Benedicto XVI, la de los Obispos y la mía propia, por la desgarradora situación de tantos hombres y mujeres, con sus respectivas familias, sin trabajo ni subsidio, privados de los más elementales recursos mientras, en otros lugares o incluso a su lado, otros malgastan o derrochan lo que aquellos necesitan.
En mi reciente Carta Pastoral de Cuaresma (“Cuaresma, camino de amor y compromiso cristiano”) os invitaba e impulsaba a dar una respuesta a partir de vuestras posibilidades por los más pobres y necesitados y, a la vez, os pedía que fuéramos conscientes de que nuestras vidas deberían tener un cambio radical hacia la sobriedad, la solidaridad y el compromiso.
7. Identidad cristiana y calidad de compromiso
Podemos pensar que hay una gran desproporción entre nuestras posibilidades y la magnitud del problema, pero es en estos momentos, como en ocasiones semejantes, cuando se pone de manifiesto la significación más original de nuestra identidad cristiana, la calidad de los compromisos y la aportación que nuestra esperanza cristiana pueda prestar a la sociedad.
Al dirigiros esta nueva exhortación al comienzo del mes de mayo, permitidme compartir con vosotros una experiencia: la fe nos ayuda a reconocer los profundos lazos cristianos existentes entre nuestra fraternal solicitud por los parados y el filial afecto a la Virgen María y su esposo san José obrero.
8. ¿Qué tenemos que seguir haciendo?
Volvemos a preguntarnos: ¿Qué hemos de hacer?, o mejor, ¿qué tenemos que seguir haciendo? Somos conscientes que la solución de la crisis económica profunda y global en la que estamos insertos, y la del paro en concreto, supera en mucho nuestras posibilidades reales como Iglesia Diocesana. No obstante, estamos convencidos de que podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo.
Como modesta aportación y siguiendo las propuestas y compromisos que asumimos, expresadas en la Carta Pastoral de Cuaresma, añadiría que tendríamos que evitar la tentación de perder la sensibilidad y la solidaridad. No podemos caer en esta tentación.
9. Compromiso personal y comunitario
Pido a todos los diocesanos y gentes de buena voluntad a que apoyen y hagan efectivo su compromiso personal y comunitario de sensibilización, solidaridad evangélica y formación de la conciencia social, con el estudio y reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia.
En mi ya citada Carta Pastoral, al proponer los objetivos a seguir en nuestros posibles compromisos, me refería a la necesidad de impulsar y consolidar los logros alcanzados en coordinación con nuestra Iglesia Diocesana, tanto en la zonas pastorales, como en los arciprestazgos, movimientos e instituciones.
10. Llamada a la esperanza
Aunque la situación y extensión de la crisis económica y del paro pueda generar desesperanza, los cristianos tenemos la responsabilidad moral de ser germen de esperanza en la sociedad.
Os envío esta exhortación ante el día 1 de mayo de 2009, tiempo pascual y mes dedicado a Santa María Virgen, amanecer de la nueva creación, lucero que despunta reflejando la luz de Cristo en un mundo sumergido en las tinieblas del desorden y del pecado.
Que Ella, la Virgen pobre de Nazaret, haga que comencemos siempre de nuevo, sin desfallecer, en la lucha por la justicia en el mundo. Que consiga que en nuestro corazón sobresalga siempre la esperanza frente a toda tentación de desánimo y desencanto, y que la esperanza se traduzca en realizaciones concretas de solidaridad.
Que el Espíritu Santo bendiga y fecunde nuestras intenciones y proyectos en sintonía con los deseos y esperanzas de nuestros hermanos parados.
Y que nuestra alegría y mi alegría sea en estas Fiestas de Pascua de Resurrección más plena porque sea la alegría de muchos más.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
La fiesta de San José Obrero, el día 1 de Mayo, y fiesta del trabajo de cuantos se esfuerzan como asalariados o autónomos por hacer un mundo más humano en los distintos ámbitos laborales (agricultura, pesca, ganadería, industria, servicios y hogar) nos invita a cumplir esta celebración litúrgica y social. También deseo, una vez más, hacerme eco de la situación, necesidades y angustias de los que no tienen trabajo.
1. Riesgo a permanecer insensibles
La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia participando de los gozos y de los sufrimientos de la comunidad humana en la que vive inserta. Por ello, no puede permanecer insensible a los grandes problemas humanos como éste, de la tremenda situación global económica y del paro, que tan gravemente afecta a nuestra sociedad.
Nuestra Iglesia diocesana tampoco puede permanecer ajena a este problema y, aunque compruebo con satisfacción que a través de las Parroquias, Caritas, Movimientos y Hermandades estáis prestando vuestra colaboración, no podemos quedar insensibles ante tanta tragedia humana provocada por la falta de trabajo.
2. Demos gracias a Dios
Van llegando las notificaciones en las que se expresa el compromiso personal de ayuda. Es, pues, ya una realidad consoladora el camino que conduce a compartir los bienes entre los hermanos. Os felicito y me felicito, y en nombre propio y de aquellos otros compañeros o familias que perciben estas ayudas, os lo agradezco y os invito a que demos gracias a Dios por haber dado este paso de comunión fraterna, de solidaridad y de generosa ayuda a muchos parados y a sus familias. Y aunque sabemos que estas colaboraciones son todavía insuficientes dada la magnitud del problema, ¡muchas gracias por vuestra contribución!
3. Cruda realidad del número de parados
La cruda realidad es que el número de parados crece cada día más. Ya existen más de 4 millones de parados en España. Por lo que se refiere a la provincia de Cádiz el número de parados actualmente son cerca de 215.000, correspondiendo a nuestra Diócesis cerca de 110.000. Por otra parte, de los desempleados de la provincia, cerca de 20.000 han dejado de cobrar el paro en este primer trimestre del año porque se ha agotado el tiempo establecido para la cobertura de la prestación. Es verdad que estas cifras, como todas las estadísticas, son señales de una tremenda realidad, pero detrás de esas cifras hay seres humanos de carne y hueso con angustiosos problemas en muchos hogares cristianos.
4. Despertar las conciencias y ser solidarios
Una situación así nos impulsa a cumplir con nuestro deber de llamar a la solidaridad, a despertar las conciencias, a fin de que la larga situación de la crisis económica y del paro no produzca un estado de insensibilidad. Debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen por motivos poco claros. Hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, el invertir en lugar de acumular, el ahorrar en lugar de consumir, el moderar las aspiraciones indebidas en beneficios y salarios, y ayudar directamente a los más débiles. Resignarse a que una gran parte de la humanidad carezca de manera crónica de trabajo sería aceptar programáticamente la deshumanización de parte de la sociedad. El trabajo humaniza al hombre, como nos recordó el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Laborem exercens (1981), mientras que la carencia de trabajo degrada a la persona.
5. Profunda crisis de dimensión ética
El fenómeno actual del paro, por su amplitud y complejidad, por su aumento constante, por su dependencia de los profundos cambios y modificaciones por los que atraviesa la economía y la tecnología a nivel mundial, es sin duda el problema económico número uno de nuestra sociedad.
Pero es, también, síntoma de una profunda crisis de dimensión ética: falta de sensibilidad y solidaridad. Y sería grave que consideremos inevitable o imposible de superar esta situación; que nos acostumbremos a vivir en esta realidad; que perdamos, incluso, la esperanza en un orden social y económico más justo y fraterno.
La situación de crisis y de paro es una realidad que nos interpela a todos sin excepción. Nadie puede ignorar la gravedad del problema; nadie puede limitarse a trasladar a otros la responsabilidad de este grave fenómeno; nadie debiera descargar en los demás el compromiso de promover y buscarle arreglos; nadie debería huir de los sacrificios que su solución, indudablemente, exige a todos. Es el momento en que debemos sentirnos obligados, especialmente los cristianos y las personas de buena voluntad.
6. Preocupación universal
Permitidme, pues, que os recuerde y trasmita la preocupación de la Iglesia universal y en particular la del Papa Benedicto XVI, la de los Obispos y la mía propia, por la desgarradora situación de tantos hombres y mujeres, con sus respectivas familias, sin trabajo ni subsidio, privados de los más elementales recursos mientras, en otros lugares o incluso a su lado, otros malgastan o derrochan lo que aquellos necesitan.
En mi reciente Carta Pastoral de Cuaresma (“Cuaresma, camino de amor y compromiso cristiano”) os invitaba e impulsaba a dar una respuesta a partir de vuestras posibilidades por los más pobres y necesitados y, a la vez, os pedía que fuéramos conscientes de que nuestras vidas deberían tener un cambio radical hacia la sobriedad, la solidaridad y el compromiso.
7. Identidad cristiana y calidad de compromiso
Podemos pensar que hay una gran desproporción entre nuestras posibilidades y la magnitud del problema, pero es en estos momentos, como en ocasiones semejantes, cuando se pone de manifiesto la significación más original de nuestra identidad cristiana, la calidad de los compromisos y la aportación que nuestra esperanza cristiana pueda prestar a la sociedad.
Al dirigiros esta nueva exhortación al comienzo del mes de mayo, permitidme compartir con vosotros una experiencia: la fe nos ayuda a reconocer los profundos lazos cristianos existentes entre nuestra fraternal solicitud por los parados y el filial afecto a la Virgen María y su esposo san José obrero.
8. ¿Qué tenemos que seguir haciendo?
Volvemos a preguntarnos: ¿Qué hemos de hacer?, o mejor, ¿qué tenemos que seguir haciendo? Somos conscientes que la solución de la crisis económica profunda y global en la que estamos insertos, y la del paro en concreto, supera en mucho nuestras posibilidades reales como Iglesia Diocesana. No obstante, estamos convencidos de que podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo.
Como modesta aportación y siguiendo las propuestas y compromisos que asumimos, expresadas en la Carta Pastoral de Cuaresma, añadiría que tendríamos que evitar la tentación de perder la sensibilidad y la solidaridad. No podemos caer en esta tentación.
9. Compromiso personal y comunitario
Pido a todos los diocesanos y gentes de buena voluntad a que apoyen y hagan efectivo su compromiso personal y comunitario de sensibilización, solidaridad evangélica y formación de la conciencia social, con el estudio y reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia.
En mi ya citada Carta Pastoral, al proponer los objetivos a seguir en nuestros posibles compromisos, me refería a la necesidad de impulsar y consolidar los logros alcanzados en coordinación con nuestra Iglesia Diocesana, tanto en la zonas pastorales, como en los arciprestazgos, movimientos e instituciones.
10. Llamada a la esperanza
Aunque la situación y extensión de la crisis económica y del paro pueda generar desesperanza, los cristianos tenemos la responsabilidad moral de ser germen de esperanza en la sociedad.
Os envío esta exhortación ante el día 1 de mayo de 2009, tiempo pascual y mes dedicado a Santa María Virgen, amanecer de la nueva creación, lucero que despunta reflejando la luz de Cristo en un mundo sumergido en las tinieblas del desorden y del pecado.
Que Ella, la Virgen pobre de Nazaret, haga que comencemos siempre de nuevo, sin desfallecer, en la lucha por la justicia en el mundo. Que consiga que en nuestro corazón sobresalga siempre la esperanza frente a toda tentación de desánimo y desencanto, y que la esperanza se traduzca en realizaciones concretas de solidaridad.
Que el Espíritu Santo bendiga y fecunde nuestras intenciones y proyectos en sintonía con los deseos y esperanzas de nuestros hermanos parados.
Y que nuestra alegría y mi alegría sea en estas Fiestas de Pascua de Resurrección más plena porque sea la alegría de muchos más.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 24 de abril de 2009.
• Actos diocesanos con motivo del Primero de Mayo.
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