«La Obediencia»
Fue la palabra escogida por la primera comunidad para caracterizar la vida y obra de Jesús en su totalidad. Pero cuando nos acercamos a la persona de Jesús con el concepto equivocado de obediencia, quedamos desconcertados, porque descubrimos que no fue obediente en absoluto, ni a sus familias ni a los sacerdotes ni a la Ley ni a las autoridades civiles. Pero se atrevió a decir: “mi alimento es hacer la voluntad del Padre”. La voluntad de Dios no viene de fuera, sino que es nuestro verdadero ser.
Para salir de una falsa obediencia debemos entrar en la dinámica de la escucha del Espíritu que todos poseemos y nos posee por igual. Tanto el superior como el inferior, tiene que abrirse al Espíritu y dejarse guiar por Él. Conscientes de nuestras limitaciones, no solo debemos experimentar la presencia de Espíritu, sino que tenemos que estar también atentos a las experiencias de los demás. Creernos privilegiados con relación a los demás, anulará una verdadera escucha del Espíritu".
Después de la Ascensión del Señor Él ya no se compadecerá físicamente de los pobres y los enfermos, hemos de ser nosotros los hombres y mujeres quienes lo hagamos, Jesús ya no multiplica panes y peces, con nuestro esfuerzo seremos nosotros quienes lo hagamos en Él, no alimentaremos multitudes, pero si lo haremos con los pobres que nos encontremos. Tras la Ascensión seremos nosotros quienes cuidemos las ovejas, que en nuestro caso serán nuestros hijos, esposas, hermanos, amigos, los trabajadores, es decir todos aquellos que Dios nos ha puesto para que los cuidemos. Ya hemos de ser nosotros los que les hablemos, alentemos y consolemos. Seremos sus manos para tenderlas a todos el que necesite ayuda, y sus pies para llevarlos a donde no los conocen.
Los discípulos, como Jesús les dijo antes de subir al cielo permanecieron en Jerusalén, pienso que impacientes como los novios en la espera del día de su boda, deseosos por comenzar el envío que Jesús les dijo, seguramente harían planes, proyectos... sobre lo que tenían que hacer, a quién irían.
Pero probablemente sus ideas no se correspondían con las que Jesús tenía para ellos. Se les haría interminable el tiempo de espera, pero cuando se cumplió el día, el que hacía cincuenta desde que resucitó. Era el día de Pentecostés, para los judíos era fiesta, celebraban el día en el que Dios entregaba las tablas de la Ley a Moisés en el monte Sinaí, cincuenta días después de comenzado el Éxodo, fiesta ésta, en la que también daban gracias a Dios por los frutos de las cosechas.
Para los cristianos es el día en el que el Espíritu Santo que Jesús prometió antes de ascender ante la vista de los Apóstoles, también es el día en que se celebra el nacimiento de la Iglesia. Pentecostés es una fiesta de plenitud no de inicio, por lo que no se puede considerar al margen de la Pascua, y la Pascua es también fiesta del Espíritu Santo, aunque culmine en Pentecostés que es el tiempo del Espíritu Santo que en nosotros y en la Iglesia estará siempre presente inspirándonos e impulsándonos en medio de la realidad en que nos toca vivir.
¿No hemos de admitir que el Calvario no es una realidad para nosotros?. Cantamos sobre la cruz y hablamos de la cruz, si, cantamos himnos silentes sobre la cruz y no nos sentimos conmovidos, no se ve en nuestros ojos una sola lágrima. Si el Espíritu Santo hiciera real en nosotros esta cruz, sería cómo si brotará en nosotros un profundo manantial cada vez que se hiciera referencia a ella”.
(Jessie Penn Lewis. “La cruz y la liberación”. Entre peregrinos)
Para salir de una falsa obediencia debemos entrar en la dinámica de la escucha del Espíritu que todos poseemos y nos posee por igual. Tanto el superior como el inferior, tiene que abrirse al Espíritu y dejarse guiar por Él. Conscientes de nuestras limitaciones, no solo debemos experimentar la presencia de Espíritu, sino que tenemos que estar también atentos a las experiencias de los demás. Creernos privilegiados con relación a los demás, anulará una verdadera escucha del Espíritu".
Después de la Ascensión del Señor Él ya no se compadecerá físicamente de los pobres y los enfermos, hemos de ser nosotros los hombres y mujeres quienes lo hagamos, Jesús ya no multiplica panes y peces, con nuestro esfuerzo seremos nosotros quienes lo hagamos en Él, no alimentaremos multitudes, pero si lo haremos con los pobres que nos encontremos. Tras la Ascensión seremos nosotros quienes cuidemos las ovejas, que en nuestro caso serán nuestros hijos, esposas, hermanos, amigos, los trabajadores, es decir todos aquellos que Dios nos ha puesto para que los cuidemos. Ya hemos de ser nosotros los que les hablemos, alentemos y consolemos. Seremos sus manos para tenderlas a todos el que necesite ayuda, y sus pies para llevarlos a donde no los conocen.
Los discípulos, como Jesús les dijo antes de subir al cielo permanecieron en Jerusalén, pienso que impacientes como los novios en la espera del día de su boda, deseosos por comenzar el envío que Jesús les dijo, seguramente harían planes, proyectos... sobre lo que tenían que hacer, a quién irían.
Pero probablemente sus ideas no se correspondían con las que Jesús tenía para ellos. Se les haría interminable el tiempo de espera, pero cuando se cumplió el día, el que hacía cincuenta desde que resucitó. Era el día de Pentecostés, para los judíos era fiesta, celebraban el día en el que Dios entregaba las tablas de la Ley a Moisés en el monte Sinaí, cincuenta días después de comenzado el Éxodo, fiesta ésta, en la que también daban gracias a Dios por los frutos de las cosechas.
Para los cristianos es el día en el que el Espíritu Santo que Jesús prometió antes de ascender ante la vista de los Apóstoles, también es el día en que se celebra el nacimiento de la Iglesia. Pentecostés es una fiesta de plenitud no de inicio, por lo que no se puede considerar al margen de la Pascua, y la Pascua es también fiesta del Espíritu Santo, aunque culmine en Pentecostés que es el tiempo del Espíritu Santo que en nosotros y en la Iglesia estará siempre presente inspirándonos e impulsándonos en medio de la realidad en que nos toca vivir.
¿No hemos de admitir que el Calvario no es una realidad para nosotros?. Cantamos sobre la cruz y hablamos de la cruz, si, cantamos himnos silentes sobre la cruz y no nos sentimos conmovidos, no se ve en nuestros ojos una sola lágrima. Si el Espíritu Santo hiciera real en nosotros esta cruz, sería cómo si brotará en nosotros un profundo manantial cada vez que se hiciera referencia a ella”.
(Jessie Penn Lewis. “La cruz y la liberación”. Entre peregrinos)
José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».