DOMINGO VIGESIMOSEXTO
DEL TIEMPO ORDINARIO
Jornada Mundial del
Migrante y Refugiado
(26 de septiembre de 2021)
Introducción: El criterio del mundo frente al espíritu del Evangelio.
Hoy es la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Un día estupendo para mirar cómo los tratamos y cómo tendríamos que hacerlo según el Evangelio de Jesús. Los textos de la misa nos darán respuesta a estas preguntas. En la primera lectura vemos cómo Josué pide a Moisés que mande callar a dos individuos que están profetizando sin estar en el grupo; en el evangelio leemos cómo Juan el apóstol comunica a Jesús cómo han querido impedirle a uno, que no era de ellos y echaba demonios en nombre de Jesús, que lo hiciera. Así tratamos nosotros a los emigrantes y refugiados: “No son de los nuestros, que se vayan a su tierra”. En los dos casos anteriores las respuestas coinciden: Moisés responde que ojalá todo el pueblo fuera profeta; y Jesús reprende a los apóstoles diciendo claramente: “No se lo impidáis”. El espíritu del mundo es echar fuera porque no son de los nuestros; el espíritu de Jesús es acoger, porque seremos más: en el primer caso se trata de un espíritu cerrado de grupo, en el segundo el grupo está abierto a recibir a quienes vienen de fuera.
1. Un gran portazo a quienes vienen huyendo del hambre y de las armas de guerra.
El caso de los emigrantes y refugiados es doloroso. Vienen huyendo, unos del hambre, otros de la muerte; buscan asilo en las naciones civilizadas, supuestamente de cultura cristiana, y les dan con las puertas en las narices: “No queremos que entréis, porque tendremos que repartir entre más lo que tenemos”. No puede ser un planteamiento más egoísta. Hemos leído en el evangelio la severidad con que Jesús trata a los que escandalicen a los pequeños. Y ¿no es un escándalo para unos niños que, en vez de estar jugando en sus casas, hacen marchas forzadas para huir de la miseria y se encuentran con unas naciones cristianas que le impiden el paso y se niegan a socorrerlos en sus necesidades? ¿cómo podrán compaginar lo que les enseñan sus catequistas con la conducta de los “cristianos”? Sólo encuentran unas vidas en oposición evidente a su fe. Y nosotros desaprovechamos una magnífica ocasión no sólo de socorrer al necesitado sino de propagar nuestra fe, instruyendo a los que vienen intentando salvar sus vidas humanas.
2. La falta de caridad de los que tienen.
En la segunda lectura Santiago hace una tremenda crítica contra los que se dedican a amasar monedas de cambio, con aquellos que se dedican de exportar sacos de euros a los bancos extranjeros, porque les parece que no caben en España. Son esos los que se oponen a dar asilo a los que vienen; pero también se oponen los que, sin tener muchos euros, tiran cada día a los contenedores lo que les sobra de las comidas. Todos viven muy bien y no quieren verse impedidos por la tromba que llega. Que los dejen vivir y que ellos se coman su miseria, que los dejen en paz y que aguanten sus guerras.
Conclusión: Eucaristía y emigración.
No podemos compaginar la celebración eucarística, en la que se hace presente la entrega total del Maestro para que los discípulos tengamos vida con la falta de generosidad con los que vienen huyendo de males que les impiden vivir. O celebramos la Eucaristía y abrimos de par en par los brazos a los que llegan o cerramos nuestras iglesias para poder cerrarle las puertas a emigrantes y refugiados. La religión por un lado y la vida por el contrario, no. Está feo.
Hoy es la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Un día estupendo para mirar cómo los tratamos y cómo tendríamos que hacerlo según el Evangelio de Jesús. Los textos de la misa nos darán respuesta a estas preguntas. En la primera lectura vemos cómo Josué pide a Moisés que mande callar a dos individuos que están profetizando sin estar en el grupo; en el evangelio leemos cómo Juan el apóstol comunica a Jesús cómo han querido impedirle a uno, que no era de ellos y echaba demonios en nombre de Jesús, que lo hiciera. Así tratamos nosotros a los emigrantes y refugiados: “No son de los nuestros, que se vayan a su tierra”. En los dos casos anteriores las respuestas coinciden: Moisés responde que ojalá todo el pueblo fuera profeta; y Jesús reprende a los apóstoles diciendo claramente: “No se lo impidáis”. El espíritu del mundo es echar fuera porque no son de los nuestros; el espíritu de Jesús es acoger, porque seremos más: en el primer caso se trata de un espíritu cerrado de grupo, en el segundo el grupo está abierto a recibir a quienes vienen de fuera.
1. Un gran portazo a quienes vienen huyendo del hambre y de las armas de guerra.
El caso de los emigrantes y refugiados es doloroso. Vienen huyendo, unos del hambre, otros de la muerte; buscan asilo en las naciones civilizadas, supuestamente de cultura cristiana, y les dan con las puertas en las narices: “No queremos que entréis, porque tendremos que repartir entre más lo que tenemos”. No puede ser un planteamiento más egoísta. Hemos leído en el evangelio la severidad con que Jesús trata a los que escandalicen a los pequeños. Y ¿no es un escándalo para unos niños que, en vez de estar jugando en sus casas, hacen marchas forzadas para huir de la miseria y se encuentran con unas naciones cristianas que le impiden el paso y se niegan a socorrerlos en sus necesidades? ¿cómo podrán compaginar lo que les enseñan sus catequistas con la conducta de los “cristianos”? Sólo encuentran unas vidas en oposición evidente a su fe. Y nosotros desaprovechamos una magnífica ocasión no sólo de socorrer al necesitado sino de propagar nuestra fe, instruyendo a los que vienen intentando salvar sus vidas humanas.
2. La falta de caridad de los que tienen.
En la segunda lectura Santiago hace una tremenda crítica contra los que se dedican a amasar monedas de cambio, con aquellos que se dedican de exportar sacos de euros a los bancos extranjeros, porque les parece que no caben en España. Son esos los que se oponen a dar asilo a los que vienen; pero también se oponen los que, sin tener muchos euros, tiran cada día a los contenedores lo que les sobra de las comidas. Todos viven muy bien y no quieren verse impedidos por la tromba que llega. Que los dejen vivir y que ellos se coman su miseria, que los dejen en paz y que aguanten sus guerras.
Conclusión: Eucaristía y emigración.
No podemos compaginar la celebración eucarística, en la que se hace presente la entrega total del Maestro para que los discípulos tengamos vida con la falta de generosidad con los que vienen huyendo de males que les impiden vivir. O celebramos la Eucaristía y abrimos de par en par los brazos a los que llegan o cerramos nuestras iglesias para poder cerrarle las puertas a emigrantes y refugiados. La religión por un lado y la vida por el contrario, no. Está feo.
Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.
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Antonio Troya Magallanes, su perfil como sacerdote a través de sus homilías:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6299157.pdf
Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
https://www.puertorealhoy.es/antonio-troya-maruja-mey-seran-nombrados-nuevos-hijos-adoptivos-puerto-real
Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
http://www.obispadocadizyceuta.es/wp-content/uploads/2003/07/BOO2541-Julio-Agosto-2003.pdf
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Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
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Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
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