Ponencia presentada en la XII Asamblea General de la HOAC, por
Juan Fco. Garrido.
LA MÍSTICA DE LA HOAC
Su objetivo es situar cómo la mística hoacista es la respuesta que los y las militantes podemos dar ante el reto del empobrecimiento y la deshumanización. Una mística que se concreta en una manera de vivir y de actuar de la HOAC y sus militantes para generar humanidad y comunión en las actuales circunstancias del mundo obrero, teniendo presente la revisión de la experiencia que estamos viviendo en torno al Quehacer Apostólico Comunitario y el Proyecto Evangelizador de los militantes.
1. Presentación.
Con esta reflexión vamos a profundizar en lo que, al igual que muchos militantes que nos precedieron, hacéis vida en vuestros centros de trabajo, en vuestros barrios y hogares, en vuestras parroquias… Lo que estamos haciendo vida aquí: la mística de la HOAC.
Pero es imposible profundizar en la mística de la HOAC, como más adelante vamos a hacer, si no partimos de Jesucristo crucificado, muerto y resucitado en los empobrecidos del mundo obrero y del trabajo.
Los trabajadores y trabajadoras, sus familias, con los que durante estos años hemos ido amasando la amistad, la lucha por la justicia, el testimonio y el compromiso, el anuncio… a través de los Sectores, de nuestra Acción y Difusión Comunitaria, de nuestra participación en las organizaciones del mundo del trabajo, de nuestras parroquias en barrios obreros. Ellas, las víctimas, son las que nos quitan el sueño y las que, en Jesucristo, nos abren sueños de futuro. Testigos -junto a otros compañeros y compañeras de trabajo y lucha- de esa fuerza, ese impulso, esa convicción tan profunda que nos mueve, a pesar, en muchos casos, de nosotros mismos.
La intención de esta exposición es profundizar y sugerir cómo esa fuerza, ese impulso, esa convicción, esa mística de la HOAC es la clave por la que pasa la respuesta a los retos que se desprenden de la XII Asamblea General. La Mística de la HOAC es la que puede, en estos momentos, generar y construir en nosotros una manera de sentir, de pensar y de actuar que sea visible y que constituya el nuevo modo de ser y vivir que ofrecemos a los demás[1].
Vamos, por tanto, a intentar resaltar algunos rasgos de esa mística de la HOAC desde esta perspectiva y, al mismo tiempo, algunas de las dificultades con las que, en la situación actual, nos encontramos los militantes hoacistas para vivirla y ofrecerla.
2. Retos de nuestra XII Asamblea General y mística hoacista.
Situémonos y recordemos los retos compartidos en el primer material de nuestra XII A.G.: El reto principal que hemos compartido es combatir el empobrecimiento y deshumanización que genera el sistema social que domina nuestra sociedad y colaborar a construir un orden social más justo que ponga en el centro de la preocupación social a los empobrecidos (Reto n º1. Material nº1. Una realidad a evangelizar).
Darle respuesta nos plantea un segundo reto afrontar la deshumanización que genera la cultura dominante en nuestra sociedad (Reto nº2. Material nº1. Una realidad a evangelizar). ¿Por qué?
Porque el empobrecimiento y la deshumanización son dos caras de la misma moneda. La injusticia, y el empobrecimiento que provoca, están instalados en los pliegues de la sociedad. Y nuestra cultura posibilita su desarrollo. Este empobrecimiento rompe el proyecto humano de quién lo padece, reduce sus dimensiones y capacidades, merma su libertad, anula progresivamente a la persona. Y por otro lado, el empobrecimiento deshumaniza a los que lo provocan y a quienes viven indiferentes al sufrimiento que genera. Tanto unos como otros vivimos deshumanizados.
Además hemos experimentado que afrontar el problema de la injusticia, de la explotación y del empobrecimiento pasa por reconstruir la vida de las víctimas -eso supone que desarrollen todas sus dimensiones, entre ellas la política, y sean sujetos protagonistas de su propia liberación-. Y supone, también, romper la indiferencia que nos hace cómplices de dicha situación.
Y es esta cultura dominante la que configura la vida de las personas en dicho sentido. Una cultura que es el sistema económico convertido en modelo de organización social y en lo que se considera la manera natural de ser. Una cultura que nos deshumaniza en la manera que configura nuestras formas de vida, nuestras maneras de actuar… nuestro proyecto humano y, por tanto, nuestras relaciones sociales.
Por este motivo, la clave evangelizadora está en que la Iglesia seamos capaces de proponer un proyecto de realización humana -Jesucristo- que responda al hombre y a la mujer de hoy y que seamos capaces de acompañarlo en su construcción y en su desarrollo.
¿Cómo la HOAC podemos colaborar a construir esta respuesta evangelizadora? Desde el tercer reto respondemos: haciendo visibles realizaciones prácticas de esa nueva manera de ser y vivir en el seno del mundo obrero.
Nos pide cambios importantes en nosotros mismos. Nos pide conversión personal y comunitaria. Es lógico, en la misma reflexión que hemos compartido sobre el contexto social y eclesial hemos descubierto, como decimos en la introducción de los retos en el material nº 1: “…lo que hemos descrito (…) no es lo que les ocurre sólo a los demás. Es también lo que nos ocurre a nosotros. Todos somos víctimas de la deshumanización y de las dificultades para construir nuestra vida de forma humana y humanizadora”.
Por este motivo necesitamos un proyecto de humanización en Jesucristo. Se convierte en un reto fundamental para nosotros generar y construir una manera de sentir, pensar y actuar que sea visible y que constituya el modo de ser y de vivir que ofrezcamos a los demás.
Podemos decirlo de otra manera, necesitamos construir nuestras vidas desde una antropología cristiana. Necesitamos que brote en la cultura actual elementos de una nueva cultura que haga posible la vida plena de toda la persona y de todas las personas. Los contenidos, los caminos para construirla y hacerla visible a los demás, la actitud de acogida y promoción de todo lo que nos viene de la realidad… es algo que ya hemos empezado a afrontar en esta Asamblea y que debemos seguir haciendo en los próximos años.
Hemos compartido que para responder al problema del empobrecimiento y al problema antropológico, que también nos afecta a nosotros, sólo podemos hacerlo planteándonos nuestra manera de SER, nuestra VIDA. Pero esta se configura y expresa en una forma de HACER en la realidad del mundo obrero y, a la vez, sólo puede construirse en ese hacer desde la comunión con los empobrecidos del mundo obrero y con toda la creación. Por este motivo el reto 4 compartido es fundamental, la HOAC hemos de dar especial importancia al reto que representa responder a cinco necesidades de la vida social y particularmente de nuestro mundo obrero que transformen la finalidad y la manera de vivir la política desde la centralidad de las víctimas y la lucha por la justicia.
El resto de los retos aprobados van dirigidos a repensar cauces fundamentales para dar respuesta a estos. (Q.A.C., la Difusión, la Estructura Organizativa, la Comunión Eclesial).
Ante estos retos tenemos una convicción que históricamente ha estado presente siempre en la vida de la HOAC: sólo será posible responder a ellos si dichas respuestas están cimentadas en la experiencia, desde nuestra realidad obrera, de encuentro personal y comunitario con Jesucristo Resucitado que por Amor nos ofrece Dios a través de la Iglesia.
Podemos decir, por tanto, como afirmamos en el material nº 3, que es ese encuentro con Jesucristo Resucitado, la experiencia mística, la respuesta ante el principal problema que hoy vivimos en nuestra realidad: la humanización y la supervivencia del ser humano[2]. Por este motivo, el hecho religioso, la vida de la Iglesia, la Vida Nueva en Jesucristo sigue siendo condición para la supervivencia del ser humano[3]. Para una vida en libertad y en comunión.
Es comprensible, desde esta perspectiva, la ya conocida expresión de K. Rahner: “El cristiano de mañana será místico o no será cristiano”. O esa otra frase: “Sólo el que viva el encuentro de gracia y se sienta movido por Dios y su reinado en el mundo como futuro absoluto podrá ser testigo transparente del Evangelio” (J. Espeja. “La espiritualidad cristiana”, pág. 169).
Y ese es nuestro desafío para ser militantes cristianos en el mundo del trabajo: vivir siendo místicos en el corazón del mundo obrero. Construir desde esa experiencia una antropología en coherencia con Jesucristo que supone una manera de hacer profundamente apostólica y eclesial. Una manera de comprometernos, de construir nuestra vida y nuestra acción como verdaderos apóstoles en el mundo obrero. Como verdaderos profetas que, en el mundo obrero, dicen y hacen en nombre del Señor.
Así podremos construir formas de vida y acción visibles, alternativas a la antropología que el sistema social y económico está configurando, formas de vida y acción que son expresión del proyecto de humanización que toda la Iglesia quiere y propone vivir (o al menos debe hacerlo) y que posibilite afrontar el reto del empobrecimiento y la deshumanización.
3. Mística de la HOAC y proyecto de humanización.
A lo largo de toda la historia de la HOAC ha sido una constante vivir y actuar desde la mística de la HOAC como un proceso de conversión personal y comunitaria en Jesucristo.
Don Eugenio Merino ya escribió un librito en el año 1951(3) llamado la “Mística de la HOAC”: Él nos dice: “La mística de la HOAC no es mística exclusiva de la HOAC y de sus miembros. Es la mística común a todos los cristianos y, por lo mismo a todos los Movimientos y Ramas de la A.C.”. Ciertamente, la mística hoacista es mística cristiana que todos los cristianos están llamados a vivir. No sólo es cosa de unos movimientos o cristianos concretos. Pero, al mismo tiempo, la mística de la HOAC, desde su identidad de A.C. y su misión en el mundo obrero, aporta una singularidad.
Pero ¿Qué es la mística de la HOAC y cómo ayuda a configurar un proyecto de humanización desde Jesucristo? Diversas definiciones aparecen en distintos escritos y documentos de nuestra organización sobre la mística de la HOAC – desde publicaciones y artículos en el Boletín de militantes, formulaciones de Planes de Formación, Reflexión 32 del Material de Formación Inicial hasta el material nº 3 de nuestra XII A.G.
Pero todas ellas coinciden en que el FUNDAMENTO DE LA MÍSTICA DE LA HOAC ES EL ENCUENTRO PERSONAL Y COMUNITARIO CON JESUCRISTO QUE VIVE RESUCITADO EN SU IGLESIA Y AL QUE SÓLO PODEMOS SEGUIR DESDE LOS EMPOBRECIDOS DEL MUNDO OBRERO.
A partir de esta experiencia podemos sacar algunos rasgos y preguntarnos cómo nosotros vivimos esa Mística y configuramos nuestra humanidad desde ella.
Estos rasgos son:
3.1. La Mística de la HOAC está fundamentada en el convencimiento y profundo agradecimiento de que Jesucristo Resucitado es Dios y sigue vivo y presente en la Iglesia. Experiencia que nos hace también descubrir la presencia de Dios en la historia, en toda la realidad, pero de manera preferente en los pobres, y en cada uno de nosotros.
3.2. Pero es más, es el profundo convencimiento de que en Jesucristo, por el bautismo, hemos nacido a la Vida Nueva que es la Vida del Padre animada y sustentada por el Espíritu. Por ese motivo, la mística hoacista es una permanente renovación de nuestros compromisos bautismales: Hemos sido hechos hijos de Dios en Jesucristo; hemos sido incorporados al cuerpo de Cristo, a su Iglesia; y hemos unido nuestra suerte a esos hermanos más pequeños, a los empobrecidos, para obtener y ofrecer la Vida.
Y al ser incorporados, desde nuestra aceptación en libertad, a la vida de Dios hemos aceptado vivir desde Él. Que significa: ser para Dios, ser para la Iglesia y ser para los pobres. Por este motivo, cuando vivimos la mística de la HOAC, la mística cristiana en el mundo obrero, el militante es consciente de haber hecho, por el bautismo, un pacto con Dios, donde no caben las medias tintas. Dios no nos pide un 20%, ni un 50%, ni un 90% de nuestra vida, nos pide el 100% de nuestra existencia.
Un pacto que transforma nuestra vida y que es un proceso de humanización. Porque en esa vida de Cristo encontramos realmente la síntesis entre Dios y el hombre. Es donde desarrollamos lo más genuino del ser humano: su vocación al amor y a la comunión en libertad. Es realmente como somos humanizados.
Ese pacto es morir con Cristo a todo lo que nos deshumaniza para nacer en Jesucristo Resucitado. Esto supone:
1. Como nos decía Don Eugenio Merino: Lo que no es honrado no es cristiano. Las 24 horas tenemos que vivir honradamente. Vivir la Mística de la HOAC, vivir la nueva vida que Dios nos ofrece en Jesucristo Resucitado nos hace vivir honradamente. Hoy día la honradez en la vida personal, en la familia, en el trabajo y, máxime, en la vida social y política es clave para hacer creíbles y posibles proyectos verdaderamente humanos y cristianos. Eso supone que no podemos valorar lo éticamente correcto, lo lícito en función de mi propio interés. Las prácticas no honradas, que tanto proliferan, en concreto en la vida económica y política, no sólo provocan víctimas, las que sufren las consecuencias de esas prácticas, sino que además desvalorizan la preocupación por los demás generando un individualismo y una indiferencia –ante dichas prácticas y ante las víctimas- profundamente deshumanizadora.
2. Pero, siendo esto importante, no es lo fundamental. No se trata sólo de ser honrado. Se trata de dar un paso más, definitivo en ese pacto con Dios. Rovirosa lo explica en su obra: “El primer traidor cristiano: Judas de keirot. El apóstol”.
“Ahora la opción es entre la Ley Natural y la Ley Sobrenatural. Que no es una opción entre el bien y el mal” (Podemos decir entre ser o no ser honrado). “…sino una opción entre lo bueno humano por una parte y lo sobrenatural por otra. La legítima defensa es buena en el Derecho natural, pero el Derecho sobrenatural manda ofrecer la otra mejilla; así como manda amar y hacer el bien que se pueda a los que nos persigan y maltraten”.
Dicho con otras palabras no se trata de actuar correctamente desde una lógica del mundo sino desde la lógica de Dios que es la lógica del Amor desinteresado que siempre pone en el centro al otro y especialmente al empobrecido. La lógica de la comunión. Abandonar la lógica del mundo es abandonar la lógica del Amor Propio: “Yo y lo mío en el centro del universo”.
Crecer económicamente, progresar en mi salario, en mi renta, vivir mejor, prosperar en mi trabajo, dejar a mis hijos un futuro resuelto… es una opción buena desde la lógica del mundo, pero desde la lógica del Amor de Dios, lo que probablemente me pide, ante tanta desigualdad y empobrecimiento, es decrecer económicamente y poner mis bienes al servicio real del que menos tiene. Creer que mi propiedad tiene una hipoteca social y que mis bienes tienen un destino universal, no son realmente míos. Es caminar hacia la pobreza para que otros salgan de su empobrecimiento.
Esta Nueva Vida en Jesucristo Resucitado, esta vida sobrenatural, esta lógica, sólo se puede entender desde el bautismo, que nos lleva, en palabras de Don Eugenio Merino, a vivir la Gracia santificante: La gracia es un ser divino que hace al hombre hijo de Dios y heredero del cielo. Por este motivo vivir la Mística de la HOAC supone: Vivir 24 horas de vida honrada en Gracia. Vida honrada acogiendo el Amor y la Vida que Dios nos dona.
Ese pacto, que es el bautismo, entre Dios comunión -la Trinidad- y una criatura humana nos presenta una gran paradoja: “renunciando a todo nos hacemos propietarios de todo”. El místico “pule” su naturaleza hasta hacerla transparente a la Vida que Dios le dona. Jesucristo, en la medida que la persona renuncia a todo y se vacía de egoísmo, surge con más fuerza en él. Y entonces la persona lejos de diluirse, de dejar de ser persona, Dios hace lugar para el ser humano plenamente y surge el verdadero hombre. Ser como Cristo. Ser Cristo las 24 horas del día para que sea conocido y aceptado en el mundo obrero y del trabajo. Hölderlin nos lo muestra con una bella expresión: “Dios crea al hombre como el mar a la playa: retirándose”.
La experiencia del bautismo, en la que Dios nos regala su Vida provoca una profunda actitud de agradecimiento. “¿Qué es el hombre, Señor, para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?” (Salmo 8,5). Por el bautismo, descubrimos todo lo que la persona significa para Dios. Y por tanto, todo lo que las personas, mis hermanos, significan para mí. Por este motivo la experiencia de este profundo agradecimiento se tienen que traducir en una acción de gracias, en un compromiso a favor de la vida de mis hermanos.
La mística es “una auténtica génesis de vida nueva, que es la vida divina del Padre, participada en los creyentes por su Hijo Jesucristo en la efusión del Espíritu Santo” (Ruiz de la Peña).
Esta experiencia tiene unas consecuencias para la vida de cada militante y, creo, es una de las grandes dificultades que tenemos para ser místicos en el mundo obrero: Muchas veces nuestra vida, nuestros proyectos personales, nuestras familias las construimos desde un intento de ser honrados y hacer compatible la lógica del mundo y la lógica de Dios. Es decir, tenemos un gran problema. Por un lado queremos vivir desde el amor de Dios que pone en el centro de nuestras vidas a los que sufren pero al mismo tiempo queremos conciliarlo con nuestro Amor Propio: con nuestro tiempo, nuestra vida familiar, nuestra realización personal. Pero no hemos descubierto vitalmente que la realización personal, el sentido de nuestra vida y la de nuestras familias, se hace plena en la medida que nos abandonamos en la Vida de Jesucristo; en la medida que vivimos desde la Vida sobrenatural, en la medida que ponemos a los que más sufren en el centro de nuestra existencia.
3.3. La mística de la HOAC nos ayuda a tener conciencia de nuestra permanente debilidad y de la misericordia de Dios con nosotros:
Morir al hombre viejo no termina de ser definitivo. Permanentemente experimentamos el desierto y las tentaciones que nos apartan de Jesucristo y nos deshumanizan. Muchos de los elementos de la cultura actual intentan configurar nuestra vida generando en nosotros una antropología deshumanizadora. Tendencias que nos hacen vivir desde el Amor Propio. Como nos plantea Rovirosa siguiendo a S. Pablo y a S. Juan, son 3 concupiscencias -tendencias humanas que nos deshumanizan-: “La concupiscencia de los ojos, que nos empujan a poseer y a acaparar toda clase de bienes, representados en el dinero; la concupiscencia de la carne, que nos incita a disfrutar ilimitada e insolidariamente; y la concupiscencia de la vida que nos seduce con la idea de ser como dioses, hasta el punto de que los demás nos sirvan y os adoren”.
La experiencia con Jesucristo Resucitado nos hace sentir el Perdón de Dios. Nos ayuda a recrear en nuestra vida la parábola del Hijo Pródigo. Él siempre nos espera en el camino y nos abraza cuando volvemos a su encuentro. Nos vuelve a abrir de par en par las puertas de su casa. La misericordia de Dios nos hace experimentar como la nueva vida libera del pecado, de las tendencias que nos deshumanizan y que nos hacen esclavos. Cuando experimentamos el perdón, la vuelta a la Vida, la vuelta a la casa del Padre, entonces, sentimos la libertad de los hijos de Dios. Esta experiencia de misericordia y de perdón de Dios hacia nosotros se convierte en camino de relación con mis hermanos. “Perdona mis ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
3.4. Vivir la Vida Nueva, la lógica de Dios, sólo tiene un camino: El seguimiento a Jesucristo Resucitado. ¿Y por dónde pasa dicho seguimiento?
“Y dirigiéndose a sus discípulos añadió:
‑ Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga” (Mt 16,24)
1. “… que renuncie a sí mismo,…” Creo que ya hemos expuesto qué significa renunciar a sí mismo, cuando hemos hablado de la necesidad de morir a esa concepción de la vida en la que todo se refiere al YO, poniendo en su lugar a Jesús Resucitado, con su maravillosa y sobrenatural concepción de la vida humana como vida de Dios que nos pone en relación a los demás.
2. “… cargue con su cruz…”[4] “Para que seáis libres nos ha liberado Cristo” (Gál 5,1). “Vosotros habéis sido liberados… para cuidar unos de otros por amor” (Gál 5,13). Estas dos expresiones constituyen la buena noticia de Pablo a sus comunidades. Por el bautismo la libertad humana se convierte en posibilidad para construir nuestra vida desde Jesucristo, vivir para el amor y la comunión, fuente de todo proceso de humanización. Esa libertad no nos encierra en nosotros mismos, si no que realmente se expresa y se concreta en la función del Cirineo, del que asume la cruz de los otros y carga con la cruz del otro.
Por tanto, la libertad de Cristo que nos humaniza es liberación humanizadora que supone ponernos al servicio de Dios para quitar “los yugos” que esclavizan y deshumanizan a nuestros humanos.
Esta experiencia choca en nuestra sociedad consumista con la ideología en que se ha convertido el consumismo, donde pregona que lo único importante eres tú mismo y el cuidado de ti mismo. En esta ideología el que te cuiden y el cuidar a los demás se percibe como una rémora a eliminar.
● “…y me siga.” Dios no quiere colaboradores sino seguidores. Rovirosa nos muestra, de manera original y libre, cómo en este intento de colaborar con Jesús se encuentra la raíz de la traición de Judas y de todas las traiciones de todos los cristianos.
El sentido que utiliza Rovirosa cuando habla de “colaboración” es cuando intentamos en nuestra relación con Jesucristo que Él ponga su poder a nuestro servicio o a disposición de “mis” necesidades o cuando yo tengo un proyecto sobre mi vida o sobre la realidad e intento que Jesucristo, su Palabra y su Iglesia, se sujeten al mismo.
Lo que Jesucristo nos pide es que lo sigamos. Aunque no lleguemos a entender bien sus caminos. Ese seguimiento sólo puede darse si está fundamentado en una profunda confianza en Dios. Confianza que nos lleva a negarnos a nosotros mismo, a nuestra propia voluntad, para no negarle nada a Dios. Traicionamos nuestro bautismo, ese pacto libre y consciente que hemos hecho con Él, cuando afirmamos algo nuestro y lo anteponemos a las cosas de Dios: mi trabajo, mi futuro y el de mi familia, etc. Entonces, muchas veces, terminamos “colaborando” con Dios para que en esa colaboración se haga mi voluntad.
Este seguimiento sólo puede entenderse desde “una profunda confianza en el Dios de Jesucristo a quién Él llama Abba. Y en cuyas manos pone su vida para que se cumpla su voluntad. Sin certidumbres, sin querer tener todo atado, sin cartas en la manga. Dejándonos caer en los brazos del Abba aún no entendiendo plenamente nuestro presente”[5].
Esta confianza se ha de expresar, como nos dice Dietrich Bonhöffer, desde una obediencia sencilla de la Palabra de Dios y no con una obediencia complicada de la misma. Obediencia complicada que reinterpreta el Evangelio desde nuestras necesidades y opciones para no hacer lo que nos pide. Este es uno de los grandes problemas que los militantes de la HOAC nos encontramos. Y es uno de los problemas más importantes que nos dificulta la experiencia cristiana y militante y configurar nuestras vidas, nuestros proyectos de humanización desde Jesucristo. Es más, cuanto más tenemos, cuanto más complicamos nuestra vida entretejida en la red de consumo, más dificultad tenemos para obedecer de manera sencilla el Evangelio.
3.5. La mística es una experiencia cotidiana y personal de encuentro con Jesucristo Resucitado en lo más profundo de nuestro ser
Una experiencia entendida como vivencia. La experiencia de un Dios que nos habita en lo más profundo de nuestro ser pero, que al mismo tiempo, nos trasciende en nuestras limitaciones. La mística no es más que la convicción vivida de que Dios “pone su tienda” no sólo en la historia, sino también en la existencia personal del militante cristiano.
Es la experiencia de reconocer a Jesucristo en nuestras vidas, de sentirlo presente. Es la experiencia de unión con Él, de comunicación y contemplación de Dios en nuestras vidas. Y esto, necesita tiempo, necesita espacios para tomar conciencia, para sentirlo, para contemplarlo en nuestra vida. Una presencia que no es sólo de determinados momentos, aunque sean necesarios para esa toma de conciencia, sino que nos acompaña a lo largo de cada instante de nuestra vida. Es la experiencia de vivir toda mi vida desde Él.
Es la experiencia de que Jesucristo no es un muerto ilustre sino una presencia viva y salvífica en mí. Es, desde nuestra debilidad, hacer de nuestras vidas la experiencia permanente de aceptarnos a nosotros mismos como don de Dios. Dios nos regala nuestra vida, nos acompaña y nos habita para que toda ella se llene de sentido desde Él.
3.6. Es, también, la experiencia de Jesucristo en toda la realidad y en la historia humana, especialmente, en los empobrecidos.
La experiencia de Jesucristo en nosotros nos hace captar también el Misterio y la presencia de Dios en toda la naturaleza. Nos ayuda a superar el conocimiento cientifista y a leer a Dios en la realidad. Nos hace tomar conciencia de que el mundo es “más de lo que es”. Es la Creación de Dios en la que ha dejado su huella y nos sigue acompañando. Y es en la naturaleza en la que nosotros continuamos y nos hacemos participes de su acción creadora de forma corresponsable y liberadora.
Por otro lado, es la experiencia de Jesucristo en la realidad que nos ayuda a descubrir todo lo que rompe el Plan de Dios -en las personas, en los ambientes y en las instituciones-, lo que nos deshumaniza e imposibilita la vida de comunión. Cuando vivimos desde Jesucristo descubrimos el dolor, el sufrimiento y la injusticia que hay en el mundo. La Mística de la HOAC nos hace descubrir cómo la raíz de ese sufrimiento es construir una vida personal y social de espaldas a Dios, a los hombres y a la moral. Y cuando negamos a Dios y a nuestros hermanos, los utilizamos y somos indiferentes a su dolor, entonces vivimos deshumanizados, no conforme a la lógica de Dios, y hacemos del propio disfrute y de los propios intereses el criterio de nuestra vida.
Pero la experiencia de Jesucristo en la realidad también nos ayuda a descubrir y afirmar todo el bien que existe en el mundo. El bien que existe en el mundo y el progreso humanista que encontramos en él consiste en todo cuanto afirma a Dios, a la persona y a la moral. No vivir desde el Amor Propio, desde el egoísmo, pasa por la afirmación de Dios, pero esa afirmación no es un concepto, un discurso, es necesario caer en la cuenta que todo reconocimiento práctico de Dios supone afirmar al hermano y su dignidad. La afirmación del carácter central y sagrado de toda persona es la mejor manera para combatir la explotación, la injusticia, el empobrecimiento. Y esto requiere unos valores, una moral trascendente, que supere que el criterio de conducta sea el capricho y el interés particular, fundamento del relativismo que genera inmoralidad. Una moral que nos haga poder desarrollar una convivencia social en libertad y donde la vida de los más pobres sea el centro de la misma. “Pero esta moral trascendente, que para nosotros está contenida en la Fe de la Iglesia, para la sociedad ha de surgir del diálogo y la reflexión con toda persona de buena voluntad, creyentes o no, y con todos los grupos que desean y buscan el bien de la persona humana y su humanización.”[6]
Pero además, la experiencia de Jesucristo nos lleva a encontrarnos con Él en la historia humana y, especialmente, en la vida de los empobrecidos: Los pobres son un lugar teológico. Un lugar de encuentro con Jesucristo.
La Vida Nueva que encontramos en Jesucristo Resucitado pasa por el encuentro personal y comunitario con Jesucristo Crucificado en los empobrecidos. Jesucristo está en los empobrecidos, en las víctimas de este sistema. De ahí la necesidad de llegar a ellas.
Y, por otro lado, los pobres son un lugar teológico porque es en ellos, siendo uno de ellos, compartiendo sus vidas y sus anhelos, donde mejor podemos estar situados para encontrarnos íntimamente con Jesucristo. De ahí la necesidad de ser uno de ellos.
Pero es más, nuestra acción liberadora con los empobrecidos, con el Jesucristo Crucificado, se convierte en la puerta de entrada para la Vida Plena, para la verdadera humanización en Jesucristo.
«Entonces el rey dirá a los de un lado: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo…” (…) Y el rey les responderá: “Os lo aseguro que cuando lo hicisteis con uno de esos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”». (Mt 25,34-40)
La Mística de la HOAC nos hace, también, experimentar la Resurrección de Jesucristo como resurrección que afecta eficazmente a la historia presente, lo que nos posibilita vivir ya aunque no plenamente, personal y socialmente, como resucitados en la historia. Y desde nuestra experiencia en la debilidad del mundo obrero, nos ayuda a comprender la resurrección de Jesús en su relación esencial con las víctimas, de modo que la esperanza que desencadena sea, ante todo, esperanza para las víctimas. La resurrección de Jesús -víctima inocente, el Crucificado- “expresa no sólo el poder de Dios sobre la muerte, sino, en directo, el poder de Dios sobre la injusticia que produce víctimas” [7]
Pero es más, la existencia de los empobrecidos, la experiencia de Jesucristo en ellos, reclama de nosotros militantes cristianos la urgencia de vivir y comprometernos para que se reconozca prácticamente la paternidad de Dios sobre todas las personas. La existencia de injusticias, de explotación, de víctimas, de empobrecidos son motivo de escándalo que velan históricamente la paternidad de Dios. Esa es nuestra tarea: Anunciar a Dios Padre haciendo posible y visible aquello que anunciamos: Una familia humana, unas relaciones personales y sociales, que reconocen práctica y eficazmente la paternidad de Dios y la hermandad entre las personas.
Esta experiencia de Jesucristo en la historia y, especialmente, en los empobrecidos es camino de humanización que recrea nuestra existencia desde el Resucitado y que configura nuestra manera de hacer y actuar en nuestro mundo.
3.7. La mística de la HOAC nos hace vivir con la conciencia clara de estar incorporados, por el bautismo, al Cuerpo de Cristo en su Iglesia.
Por el bautismo nos insertamos en la comunidad eclesial, en la Iglesia, que es, sacramentalmente, Cristo en el mundo. ¡Vaya Misterio! Pero un misterio que si lo compartimos y lo experimentamos transforma radicalmente nuestras vidas.
Rovirosa nos plantea una sugerente reflexión: Por la Encarnación Dios irrumpe en la historia humana a través de un hombre, Jesús. Se hace Vida y se nos ofrece como la manera de “vivir” en Dios. En Pentecostés, Dios hace una nueva opción. Continúa en la Historia haciendo presente a su Hijo Resucitado a través de una comunidad. Crea la Iglesia. Se nos hace Con-vivencia y se nos ofrece como la manera de “con-vivir”, de ser relato de Dios que es comunión. Sólo desde la comunión, desde un verdadero espíritu eclesial, podemos recrear en nuestras vidas y ofrecer la Vida de Dios. Sólo insertos en Cristo Resucitado, que nos lleva a la comunión con Él y con los hermanos, y empujados por el Espíritu Santo podemos convertir nuestras vidas de manera consciente en Vida de Dios.
La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, Él es la cabeza y cada uno de los bautizados formamos parte de este cuerpo. Somos células de su cuerpo Vivo que es la Iglesia en el mundo. Por este motivo, la Iglesia no es sólo una realidad donde nos encontramos con Jesucristo Resucitado, que lo es; sino que es ella misma, por la acción del Espíritu en Pentecostés, Sacramento de Jesucristo Resucitado en el mundo.
Pero la Iglesia es una realidad de Misterio. ¿Cómo es posible que Dios siga haciéndose presente en la historia humana a través de una comunidad de hombres y mujeres creyentes? La fuerza de Dios, su Amor, nos elige a nosotros, débiles y pecadores, para que unidos a Cristo y animados por su Espíritu sigamos trayendo la salvación a todas las personas. Para llevar Vida a los sin vida: a las víctimas, a los empobrecidos. Por este motivo la Iglesia tiene que vivir y construir la comunión. Hacer visibles realizaciones prácticas de vida comunitaria.
Por el bautismo somos incorporados a la Vid que es Jesucristo Resucitado a través de la Iglesia. ¡Cuánto agradecimiento a Dios y a su Iglesia que me ha transmitido este don y me permite, a pesar de mi debilidad y de mis fallos, seguir viviendo en ella! Esta realidad, el místico, la vive con un profundo convencimiento: A pesar del pecado de las personas de la Iglesia que desfiguran el rostro de Cristo, el místico, que también se sabe débil, ama profundamente a la Iglesia de Jesucristo.
Y ama a la Iglesia que, a pesar del pecado y los fallos de sus miembros, es real y es la que existe, el gran regalo que Dios nos ha dejado en la historia. Por este motivo, no vive enfrentado a ella, ni a las personas que la sirven -mejor o peor-, ni la percibe sólo como una realidad humana… Sino que ese amor le lleva a la conversión personal y a trabajar por la conversión de la comunidad eclesial. Por el bautismo somos corresponsables de transparentar a Jesucristo en su Iglesia. Todos hemos de caminar hacia Dios, hacia la comunión, hacia los pobres.
En la Iglesia, el místico hoacista, experimenta una nueva forma de sentir, de vivir y de actuar… experimenta a Jesucristo. Y esta realidad le lleva a la misión que toda la Iglesia tiene de hacer vida el Mandamiento Nuevo y de vivir anunciando y haciendo realidad el Reino de Dios. El fin apostólico.
Pero nuestro agradecimiento es aún mayor porque en la Iglesia experimentamos a Jesucristo Muerto y Resucitado en los Sacramentos, en su Palabra, en la vida y en el compromiso de sus comunidades. Y nos acompaña en la oración, en la comunicación personal y comunitaria con el Abba.
Son varias las dificultades que tenemos para vivir hoy desde esta experiencia mística:
● Vivimos en un mundo donde la Iglesia se percibe como una amenaza para la libertad de las personas y a la que no se le reconoce ninguna utilidad para la vida social. Además, sólo es percibida como realidad humana poderosa y al lado de los poderosos. A veces, se insiste permanentemente en la realidad pecadora de la Iglesia, en su debilidad, que es cierta, pero que no anula el gran tesoro que es la presencia de Jesucristo Resucitado en ella.
● A esta realidad le unimos nuestra propia vida, la de la Iglesia, que deja mucho que desear. Nuestra falta de conversión desde los pobres, nuestras vidas poco traspasadas por Jesucristo, vidas construidas desde el individualismo y la insolidaridad que chocan con el mensaje cristiano: comunión y amor desinteresado. Las propias prácticas de nuestra iglesia donde falta protagonismo de los seglares, opción por los pobres, actitud de diálogo con el mundo… alimentan esa imagen.
● Estas dos realidades, en la actualidad, también nos hacen mella a los militantes de la HOAC y nos dificultan vivir desde lo que la mística de la HOAC nos demanda. Terminamos compartiendo una visión deformada de la Iglesia. Además, nuestra manera de conocer el mundo choca con la manera de percibir y conocer el Misterio de Dios. Toda esta realidad nos dificulta percibir la Iglesia y a Jesucristo Resucitado en ella, más aún, experimentar a la Iglesia como cuerpo de Cristo en nuestro mundo. Y esta experiencia es fundamental para construir un proyecto de humanización donde el espíritu eclesial, el espíritu comunitario sea una realidad.
● Y por último, la dificultad y el rechazo que encuentra, desde muchos ámbitos, también en nosotros mismos, configurar nuestras vidas desde un espíritu eclesial que hace vivir y actuar en comunión. Es decir, avanzar con experiencias reales y concretas de formas de vida y acción en comunión. La dificultad de abrir espacios en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros equipos… de vida y de acción en común. Experiencias que hagan confluir lo colectivo y lo personal en lo comunitario. Experiencias que sólo tienen sentido si la comunidad eclesial se abre al mundo que la rodea para también ahí, con otros, posibilitar ese espíritu comunitario.
3.8. La Mística de la HOAC nos lleva a ser Iglesia desde la identidad de A.C. La experiencia de pertenecer a Cristo, a su Iglesia, lo hacemos desde nuestra identidad eclesial como A.C. Y, en concreto, desde sus notas de identidad.
Nuestra mística es secular, nos inserta en el corazón del mundo para plantar allí a Cristo y a su Iglesia, llamada a la santidad, donde la formación es esencial; apostólica y misionera, es la experiencia de que el regalo de Dios a través de la Iglesia que es Jesucristo y una vida nueva, no puede realizarse si no es comunicándolo, anunciándolo, haciéndolo liberación para las víctimas; en comunión con todos los ministerios y carismas de la Iglesia, funcionando como un cuerpo orgánico.
Una mística seglar que siempre, como A.C., nos hace verdaderos protagonistas de la vida y misión de la Iglesia. Como seglares, los militantes de la HOAC, no escurrimos el bulto e intentamos ser puente entre los alejados de Jesucristo y su Iglesia. Ese protagonismo y corresponsabilidad que vivimos nos lleva a abrir cauces para que toda la Iglesia y nuestros hermanos y hermanas en la comunidad eclesial lo vivan o puedan vivirlo.
3.9. Y ser Iglesia en la debilidad del mundo obrero y del trabajo. Nuestro encuentro con Jesucristo en los empobrecidos, por nuestra pertenencia eclesial de A.C. especializada en el mundo obrero, nos hace vivirlo en la debilidad de este mundo.
El mundo obrero y del trabajo sigue siendo el lugar donde se entretejen las verdaderas causas de dicho empobrecimiento. No todo el mundo obrero es pobre, pero sigue siendo la subordinación del trabajo y la vida de los trabajadores al capital la principal fuente de pobreza.
Por este motivo, el clamor de la debilidad del mundo del trabajo, sigue siendo para nosotros el grito desgarrado del Cristo Obrero de Nazaret. Un trabajo que, en Jesucristo, es fuente de vida y de participación con Dios en su obra creadora y es experiencia de resurrección; pero que se convierte, por la negación de Dios, del hombre y de la moral, en expresión de muerte y desesperación.
La Mística de la HOAC, que nos hace encontrar a Jesucristo en la vida de los empobrecidos, nos ayuda a vivir nuestra condición obrera, la vida de nuestros compañeros de trabajo, de nuestros barrios obreros, de nuestras familias… como lugar privilegiado para el Encuentro. Encontrarnos con Jesucristo es encontrarnos con Él en las víctimas de este sistema de producción y consumo que las empobrece y las deshumaniza. El mundo obrero y del trabajo se convierte en la realidad en la que queremos vivir desde Jesucristo y ser vida resucitada en su dolor, en su injustica, en su explotación.
Como nos recuerda Jesús Martín en muchas reuniones, queremos hacer de nuestras vidas la ofrenda para devolver a Cristo Obrero de Nazaret a los trabajadores, la verdadera liberación y salvación para el obrero y para los obreros. Un Cristo Obrero que históricamente le han robado.
Este trabajo significa poner en el centro de la vida de la Iglesia al Cristo Obrero muerto y resucitado en los acontecimientos históricos que vivimos, como por ejemplo las víctimas de la crisis económica. Y significa, trabajar permanentemente para ayudar a que toda la Iglesia ponga el mundo del trabajo en un lugar privilegiado de su pastoral, de su catequesis, de su liturgia… Por varios motivos: porque el mundo del trabajo es mayoritario entre los fieles; porque el mundo del trabajo necesita a la Iglesia y su mensaje de liberación y porque la Iglesia necesita al mundo obrero y su debilidad para seguir siendo la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia de los pobres.
3.10. La Mística de la HOAC nos lleva, por amor, a la encarnación en la debilidad del mundo obrero y del trabajo.[8]
Todo lo dicho hasta ahora, queda en papel mojado si no pasa la prueba de la encarnación. El pacto consciente y libremente hecho con Dios nos lleva, como hemos dicho, a una profunda confianza en Él y a vivir desde la lógica de Dios que es la comunión, el Mandamiento Nuevo. Y el Amor de Dios nos hace unir y orientar nuestra vida a los empobrecidos. Dios por amor se encarnó en la naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra Salvación.
Es como si Dios nos diera una gran lección: Yo que soy Dios os ofrezco el camino para llevar la Salvación a vuestros hermanos. La Salvación que ofrezco se tiene que acoger dentro del mundo. Desde la libertad humana se ha de experimentar, ha de ser visible y creíble, ha de transformar la vida de las personas que las hace más humanas y protagonistas de sus vidas.
Esta experiencia de la manera de proceder de Dios, nos habla de la manera de proceder de los cristianos y la Iglesia. Dios sigue actuando en el mundo para llevarle la salvación. Y toda la iglesia, todos los creyentes, unidos a Cristo Resucitado estamos llamados a seguir actuando al modo de Dios. Una encarnación que genera un testimonio de vida entre las víctimas del mundo obrero y un compromiso que hace visible dicha salvación, que se ofrece para que sea acogida por nuestros compañeros, que los hace protagonistas de sus luchas y los convierte en el centro de nuestras preocupaciones.
Experimentar a Jesucristo en nuestra vida es experimentarlo encarnado en mí por amor y esa experiencia se convierte irremediablemente, para ser verdadera, en ofrecimiento de toda mi existencia para que Él siga encarnándose en los más débiles del mundo obrero a través mía. La encarnación en los pobres no es una opción, a la que puedo optar, es una condición normativa para ser seguidor de Cristo. Por tanto la encarnación es consecuencia del amor a Dios y a nuestros compañeros más débiles del mundo obrero.
D. Tomás Malagón, al reflexionar sobre la Encarnación en los pobres, dice:
“Encarnarse es asumir tales sentimientos y privaciones (de los pobres), participando de ellas. Cristo asumió nuestra naturaleza humana y nosotros, para transmitir su Mensaje sin traicionarlo, debemos asumir de algún modo la vida de los pobres.
Hemos de participar de alguna manera de las aspiraciones, de las ideas, de los sentimientos y de la vida de los pobres. Y no nos referimos aquí a las aspiraciones y sentimientos de éste o de aquel individuo en concreto (cada uno tan interesado y egoísta como nosotros y como la mayor parte de los hombres), sino que nos referimos al modo de ver la realidad, a las privaciones y al legítimo deseo de una mayor comunión, en cuanto notas características de la mentalidad y de la vida de los pobres como conjunto humano”[9]
La experiencia cristiana es en cada persona un proceso. Un proceso de conversión al Evangelio, de maduración de la fe, de concreción del compromiso… En definitiva un proceso donde vamos abandonando nuestra voluntad para vivir desde la voluntad de Dios. Estos pasos en la experiencia de la fe también conlleva un proceso que nos hace caminar por distintos grados de encarnación en los pobres. Y para la HOAC, en los empobrecidos del mundo obrero.
“La encarnación tiene distintos grados[10]:
1. Conocer la situación del mundo obrero, conocer el conflicto obrero y reconocer la injusticia y el derecho que asiste al mundo obrero (…). Este es uno de los problemas principales que necesitamos abordar. La HOAC y sus militantes necesitamos saber y compartir esa situación y ese conflicto de una manera vital y de una manera racional. Este primer grado es obligatorio para todos, pero insuficiente para el apóstol.
2. Mirar la realidad desde la situación del mundo obrero y retomar su patrimonio cultural histórico, sus valores, sus aspiraciones y mentalidad y hacerlas nuestras. Debajo del manto de la uniformidad ideológica y cultural existe un patrimonio que ha sido construido como respuesta del hombre -imagen de Dios- a la injusticia. Muchos de los valores encerrados en esa respuesta siguen siendo válidos y necesarios. Este segundo grado es indispensable para ser aceptados por el mundo obrero.
3. El tercer grado necesario para penetrar en el corazón de los pobres y demostrarles que la Iglesia los ama verdaderamente, es participar en la acción transformadora de personas, ambientes y estructuras cuya dimensión política es inevitable e irrenunciable.
4. Por último, el cuarto grado, necesario también para un testimonio evangélico, consiste en participar cuanto más mejor, según sea posible, de las privaciones y sufrimientos de los oprimidos, de los pobres y humillados.”
La encarnación vivida como la estamos planteando es la respuesta que cada militante debe dar a la pregunta de cómo concretar la fidelidad a Jesucristo desde su Iglesia y su fidelidad al mundo obrero desde sus condiciones objetivas de lucha. Creo que esta es una de las claves fundamentales para dar respuesta a los retos formulados en esta Asamblea General. Si no avanzamos en este proceso de encarnación será imposible que vivamos y actuemos de manera alternativa.
Y esto supone plantearnos cómo históricamente se han ido dando distintos tipos de encarnación en la HOAC:[11]
1. Natural: Es la que realizan las personas que pertenecen a los sectores en los que se da la pobreza y la debilidad del mundo obrero, cuando descubren la Fe y viven desde ella su situación.
2. De inserción: Militantes que al encontrarse con Jesucristo en el mundo obrero renuncian a estudios, trabajos y profesiones para situarse en el corazón de los sectores más empobrecidos y explotados y luchar con ellos contra la injusticia y explotación dando testimonio de fe para evangelizar.
3. De servicio: Militantes que se han acercado a la HOAC dispuestos a evangelizar al mundo obrero desde la situación profesional y laboral que tengan, siempre que no sea un obstáculo para la misión.
Pero nos encontramos una gran dificultad: hoy, por la propia evolución y fragmentación del mundo obrero, por la promoción que la HOAC nos aporta, la mayor parte de los militantes nos encontramos en esta tercera situación. La mística de la HOAC nos reclama que avancemos muchos de nosotros en una encarnación de inserción para que la HOAC estemos más cerca de la inserción natural. Esto supone que la HOAC tendrá que fomentar y posibilitar que haya militantes capaces de renunciar a su profesión y trabajo para situarse en esos sectores. Incluso capaces a cambiar residencia para insertarse en zonas donde vive la debilidad del mundo obrero.
Pero para que esto sea posible hemos de vivir la inserción de servicio desde unas claves[12]:
a. Vivir la pobreza evangélica desde la opción por los empobrecidos en el mundo obrero, y para ello vivir pobremente y renunciando a todo cuanto no impida hacerlo.
b. Conocer, desde la perspectiva de los pobres, los problemas obreros, la historia obrera, las utopías obreras, las luchas obreras… haciendo un discernimiento cristiano de todo ello y, desde él, dedicar todo el tiempo, esfuerzo y capacidad a defender y difundir la causa obrera como un aspecto indispensable de la tarea apostólica y de la fidelidad a los pobres y a la Iglesia.
c. Oponerse, desde la defensa de los pobres del mundo obrero y desde la Fe de la Iglesia, a todo cuanto dificulte la promoción y liberación de los pobres, proceda de quien proceda.
Y, también, hemos de responder comunitariamente para que puedan existir experiencias de una encarnación de inserción. Este testimonio hoy es fundamental para responder a los retos planteados. Pero esa respuesta ha de ser comunitaria. Son familias las que han de darla y equipos y asambleas de la HOAC las que han de acompañarlas.
Curiosamente, desde la lógica del mundo, esto que estoy planteando es una locura. Pero la lógica de Dios nos pide que la Vida Nueva en Jesucristo sea para nosotros la del decrecimiento económico, social, etc., para que los empobrecidos tengan vida.
Pero ante este proceso que hemos de recorrer para caminar en radicalidad evangélica hemos de situarnos, como nos decía Juan Pablo II, desde la Ley de la gradualidad pero no desde la gradualidad de la Ley. Es decir, estas opciones que me pide Jesús yo quiero avanzar hacia ellas, tengo claro que eso es lo que Él me pide y reconozco que ahí está la Nueva Vida. Y también que es un proceso personal, familiar, comunitario en el que he de ir dando pasos. Lo que es gradual es el camino para llegar a la “Ley”. Pero lo que es una traición a nuestro bautismo es decirme que la Ley de Dios, no es para mí, que es para héroes. Y como no estamos dispuestos a avanzar hacia ella entonces la adaptamos a las circunstancias de cada uno. Hacemos gradual la “Ley”.
La fe cristiana nos dice que sin Cristo no es que podamos una 70%, o un 30% o un 5%, sin Jesucristo Resucitado no podemos nada, pero con Él podemos el 100%. El proceso comunitario emprendido en las últimas Asambleas y, en concreto, en esta es un intento de caminar por este sendero, el de poner a las víctimas, a los empobrecidos en el corazón de nuestras vidas y la de poner nuestras vidas encarnadas en la realidad empobrecida del mundo obrero.
3.11. La mística de la HOAC nos aporta el sentido, la finalidad y el impulso de nuestra vida y militancia.
a. Una dinámica de vida: la construcción del Reino de Dios:
La Mística de la HOAC nos lleva a descubrir, en la Vida Nueva que Jesucristo nos ofrece, qué es lo esencial de nuestra existencia. La vida de muchos consiliarios y militantes de la HOAC, en este sentido, han sido y son Palabra Viva de Dios.
Rovirosa y su esposa, después de unos ejercicios espirituales en el Escorial, hacen un pacto con Dios (toman conciencia de su bautismo). Están dispuestos a dedicarse por completo al apostolado a cambio de que Él se hiciera cargo de lo que necesitaran para vivir. Una experiencia de radicalidad evangélica. “No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros (…) Esas son las cosas que les preocupan a los paganos. Ya sabe vuestro padre celestial que las necesitáis”. Mt 6,25.32)
El testimonio de muchos cristianos, de muchos hombres y mujeres de la HOAC, es que esa fuerte experiencia de encuentro con Jesucristo resucitado les llevó a orientar su vida desde lo más esencial. “Buscad el reino de Dios y su Justicia, lo demás Dios os lo dará” (Mt 6,33). La experiencia del militante que vive el encuentro personal con Jesucristo es la de sentir que El Reino de Dios y su Justicia está cerca:
Por un lado, tiene la certeza revelada por la Palabra de Dios que la historia camina hacia Cristo. Que es Él quien tiene la última palabra. Un Reino que anunciamos que ha de llegar y que ya en Jesucristo ha irrumpido en la historia. Esta vivencia del tiempo Mesiánico cada día se nos hace más difícil experimentarla por la vivencia del tiempo que nuestra sociedad productiva y consumista nos hace percibir. El tiempo se vive como instantes donde no tienen relación unos con otros. Un tiempo de una gran rapidez donde no se espera nada. El hombre productor y consumidor vive al día. La historia comienza y acaba con él. No se plantea un compromiso para el futuro ni se hace responsable de lo que nos ha de acontecer. Vive desde la dictadura del presente. Las promesas no existen. Y no espera ni desea otro mundo, otra realidad, ni humana ni sobrenatural. Los proyectos de cambio social, de revolución no tienen cabida.
Pero el militante de la HOAC tiene la certeza de que el Reino de Dios está cerca. En la historia humana y en la historia personal. Con la muerte no termina la Vida que Jesucristo nos ha regalado.
Y al mismo tiempo tenemos la certeza de que el Reino está cerca, fundamentalmente, del que sufre. Tiene la experiencia de que el Reino se le hace cercano al empobrecido a través de su anuncio y de la construcción del mismo. Nuestra encarnación, nuestro testimonio y nuestro compromiso son fundamentales para hacer realidad las palabras del Evangelio. “Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido este poder: dadlo gratis” (Mt 10,7-8)
En la Mística de la HOAC es la experiencia histórica de hacer nacer día a día su Reino en las fábricas, en los talleres, en las minas… y en nuestras casas. (En nuestros hogares, en nuestras familias).
b. Una finalidad y un impulso: la Comunión y la Vida del Mandamiento Nuevo:
El encuentro con Jesucristo nos hace descubrir la vocación a la comunión. Y esa es la mejor manera de construir nuestras vidas y de hacer frente a la injusticia y al empobrecimiento. Ese es el camino para que las personas se realicen: vivir desde, por y para la Comunión.
Comunión que está sustentada e impulsada por la vida que genera en nosotros y en la realidad el Mandamiento Nuevo. Nuestra tarea es Cristificar nuestras vidas y la realidad y construir toda ella y nuestra existencia desde Él.
La Iglesia, como hemos dicho, es el Cuerpo Místico de Cristo. Y en ella intentamos vivir y edificarla desde la comunión. El camino para que la vida de comunión sea una realidad lo hemos de desarrollar a través de la triple comunión: comunión de bienes, comunión de vida y comunión de acción. Y desarrollarla en toda la vida eclesial: en nuestras parroquias, en la HOAC, en las diócesis, en nuestras familias -Iglesia doméstica-…
Esa es, también, en la vida social nuestra tarea: hacer posible que el espíritu eclesial, la comunión, rija las relaciones personales y sociales. El encuentro con Jesucristo Resucitado en su Iglesia nos lleva a no encerrar en la Iglesia su Espíritu sino a contagiar, poro a poro, a nuestros compañeros, sus relaciones, la vida vecinal, empresarial, el sindicato, la vida política, la vida económica.
El militante hoacista reconoce en la Palabra de Dios y en la Doctrina Social de la Iglesia criterios y orientaciones para vivir la comunión en toda la realidad: la búsqueda del bien común, el destino universal de los bienes, la solidaridad y la subsidiariedad… Pero esta experiencia comunitaria, en la que la HOAC tiene una larga historia, hoy se encuentra con un importante problema. Este texto de una editorial de N.O. (1484-1487) nos lo muestra:
“La vida consumista dificulta nuestro juicio y nuestra voluntad. Nos sentimos seguros en nuestra seguridad material, y cuanto más seguros nos sentimos más nos alejamos de la seguridad definitiva que es la confianza en Dios. Así nos creemos libres, pero en realidad, tenemos un miedo horrible a la libertad, porque la libertad está indisolublemente unida al amor, y éste, a la justicia. Somos libres para amar, no para hacer lo que se nos antoje. La cultura consumista nos propone, y educa nuestro deseo, para que hagamos lo que nos apetece en cada momento. Pero, paradójicamente, esta manera de proceder se opone a la libertad, porque nos aparta del amor: nos aparta del Amor de Dios y de la confianza absoluta que brota de Él. Y nos aparta del amor a los otros, que surge del amor de Dios. El amor de Dios es el origen de toda libertad; el amor a los otros, su finalidad.”
Desde una concepción de la libertad basada en la capacidad de elegir y en valorar todo como objeto de consumo de lo que puedo prescindir… se hace muy complicado construir la comunión y la comunidad. Desde esta experiencia todo lo terminamos valorando no como una posibilidad que Dios me ofrece sino como una imposición que se me hace. Entonces la comunión de bienes, de vida y de acción, lejos de verse como el único camino para ser libres en Cristo, se percibe como una limitación y una intromisión en mi mal entendida libertad.
3.12. La mística de la HOAC nos ofrece una espiritualidad desde donde construir nuestra humanización y ofrecerla a los demás: vivir las dimensiones del Mandamiento Nuevo.
Las virtudes cristianas de la pobreza, la humildad y el sacrificio son realmente las dimensiones que brotan y hacen posible el Amor de Dios que antepone al otro a nuestra propia existencia.
Sin ellas es imposible construir la comunión, sin ellas nuestra vida responde a las tendencias que nos deshumanizan. Sólo a través de la vivencia personal y comunitaria de la pobreza, de la humildad y del sacrificio podremos construir una manera de sentir, de pensar y de actuar desde Jesucristo.
La reflexión 32 de nuestro material de formación inicial nos las presenta:
“… la virtud de la Pobreza, la virtud de compartir haciendo al otro más uno que uno mismo, porque esa es la mejor lucha que puede realizarse para que los pobres dejen de serlo. Virtud de la pobreza que nos lleva a dar y a darnos.”
“… la virtud de la Humildad y la actitud de servicio, la virtud de reconocernos como criaturas de Dios, destinados a cumplir su voluntad y reconocerle y amarle en los demás porque son Él mismo. La virtud de la Humildad nos lleva a recibir a los demás como un don de Dios.”
“… la virtud del Sacrificio que hace posible nuestro Proyecto de Humanización. La virtud del Sacrificio nos lleva a actuar removiendo todos los obstáculos que lo impidan.”
3.13. En comunión con todos los santos y todos los cristianos.
La Mística de la HOAC también nos lleva a experimentar a Jesucristo Resucitado en todos los que están incorporados e injertados en Él. ¡Tantos santos anónimos, tantos militantes obreros cristianos! Es la experiencia de no estar solos. Es la experiencia de comunión con los santos y con todos los militantes que nos presidieron: sus vidas, sus pensamientos, sus aportaciones. ¡Gracias Dios mío!
Esta experiencia de comunión nos lleva a sentir su cercanía cuando participamos en las luchas del mundo obrero, en sus organizaciones, en sus vidas y anhelos… Cristo y todos los cristianos y militantes hoacistas están conmigo.
La mística de la HOAC nos hace sentir vivos a tantos militantes muertos en el campo del honor del trabajo y de la lucha. Y a los militantes que comparten su vida con la nuestra. Especialmente a los militantes enfermos que siguen viviendo la vida de Cristo en su debilidad y siguen, desde su oración, unidos al sufrimiento de las víctimas del mundo obrero.
3.14. Y amando y construyendo la HOAC: una experiencia eclesial.
La Mística de la HOAC es la que puede configurar nuestro proyecto de humanización, es desde donde podemos vivir el Mandamiento Nuevo, desde donde podemos construir nuestras vidas como relato de Dios: en comunión.
Por tanto, nuestro proyecto de humanización no lo podemos concretar ni vivir de manera aislada, individual. Sólo lo podemos concretar y vivir en comunidad, en comunión. Sólo lo podemos concretar desde un profundo sentido y espíritu eclesial. Y nosotros hemos sido llamados por Dios para concretarlo y vivirlo en la HOAC. ¡Es tanto lo que le debemos!
Queremos que estos rasgos que hemos descrito de nuestra Mística: los compromisos bautismales, la experiencia del Amor de Dios y sus dimensiones, la vida de comunión, el seguimiento de Jesucristo, la encarnación, etc. sean las que vivamos de manera habitual y que se configuren en nuestra manera normal de ser y de vivir. Para esto se deben convertir en la manera normal de sentir, de pensar y de actuar entre nosotros, en la HOAC y en nuestros ambientes. Se han de convertir en cultura.
Vivir desde la Mística de la HOAC supone para la HOAC en estos momentos históricos un cambio importante en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra militancia, en la propia HOAC.
Por experiencia sabemos que para provocar cambios en nuestra vida hemos de realizar compromisos, concreciones prácticas. No valen sólo las buenas intenciones. Construir un proyecto de humanización desde Jesucristo y unas relaciones nuevas entre nosotros, máxime en la cultura y realidad que vivimos, necesita de una HOAC que nos ayude a experimentar caminos que hagan reales y visibles nuevas formas de vivir y de actuar. Formas de vida y de acción que ofertemos a nuestros compañeros y que pone en el centro de las mismas la debilidad y el sufrimiento de los empobrecidos.
Pero hacer esto, responder al empobrecimiento y a la deshumanización desarrollando la HOAC formas de vida y acción que ponga a las víctimas en el centro de nuestras vidas y de nuestros intereses, hemos de vivir en nosotros un concepto de la libertad radicalmente distinto a como la cultura consumista nos impone. Supone no desarrollar una militancia a la carta. Somos libres de optar a vivir y construir nuestras vidas desde la HOAC, pero cuando lo hacemos asumimos compromisos de vida y de acción.
La vida de comunión necesita la actitud crítica y fraterna que nos hace avanzar a todos pero también necesita de la actitud confiada en Dios y en los hermanos. No se trata tanto de hacer que nuestras ideas se impongan sino de descubrir la voluntad de Dios en las opiniones de mis hermanos. Esta cultura que hemos de desarrollar debe llevarnos a la unidad desde la diversidad. Sólo un profundo respeto y cariño puede ayudarnos a avanzar en comunión.
Y por último, la vida de comunión necesaria para que el militante construya su proyecto de humanización y la comunidad viva y realice su misión en el mundo obrero pasa porque ésta juegue un papel clave en nuestras vidas. La HOAC no es algo más. La HOAC es central en mi vida.
Las propuestas de vida y acción que aprobemos, las líneas y el plan de trabajo que decidamos debemos entenderlos desde esta perspectiva.
--------------------------------------------------------------------------------
[1] Extraído del tercer reto. Material nº 1. Una realidad a evangelizar.
[2] Pág. 137. Juan Martín Velasco: Mística y humanismo. PPC. 2007
[3] Ídem.
[4] Reflexiones extraídas de las jornadas de espiritualidad que el consiliario Pepe Mairena de la diócesis de Sevilla impartió como preparación a la semana santa del año 2009
[5] Pág. 5. Material nº 3 de la XII A.G.
[6] Pág. 3, Reflexión 32, Material de Formación Inicial. HOAC
[7] Pág. 36. Jon Sobrino: La fe en Jesucristo. Ensayo sobre las víctimas.
[8] A la hora de profundizar en la Encarnación creo que es muy interesante releer y meditar -para escuchar a Dios en lo más profundo de nuestro ser- la ponencia “La encarnación en la pobreza y debilidad del mundo obrero” recogida en el libro: HOAC. Testigos de Jesucristo en el Mundo Obrero. Que fue impartida como ponencia sectorial en nuestra X Asamblea General.
[9] T. Malagón: Encuesta y Formación…, Ed. HOAC, 1999, pág. 120
[10] X Asamblea General. HOAC: Testigos de Jesucristo en el mundo obrero. Ed. HOAC, 1999, pág. 91
[11] X Asamblea General. HOAC: Testigos de Jesucristo en el mundo obrero. Ed. HOAC, 1999, pág. 92
[12] X Asamblea General. HOAC: Testigos de Jesucristo en el mundo obrero. Ed. HOAC, 1999, pág. 93