El maestro.
Estoy convencido de que, a pesar de las dificultades con las que todos tropezamos para simplemente sobrevivir, deberíamos repetir cada día alguna palabra o algún gesto de gratitud a las personas que nos ayudan a caminar por la vida, a profundizar en nuestra peculiar manera de ser y a estimular nuestra capacidad creativa. Dar las gracias, sobre todo, a esos guías respetuosos, que nos orientan y alientan para que descubramos los misteriosos e inéditos fondos de nuestras vidas personales, concretas y reales, para que valoremos esos tesoros ocultos a los que merece la pena atender y comprender. Estoy convencido de que, cuantos más años vamos cumpliendo, más nos debería crecer la gratitud a esos seres que siembran en nosotros las semillas que siguen proporcionando frutos durante todas nuestras vidas, esas personas cuyas huellas nos siguen guiando, sobre todo, en las encrucijadas diarias y que va más allá de la simple supervivencia.
Agradecer, sobre todo, a quienes nos enseñan a leer la vida y a compartir las experiencias, a descubrir los sentidos de las palabras, de los gestos y de las conductas, e, incluso, los mensajes que nos lanzan los espacios y los tiempos y las palabras y los silencios que nos proporcionan ocasiones para amar, para construir, para unir y para reunir.
Recordar a quienes nos han ayudado a descubrir la necesidad de trabajar y de disfrutar, a cultivar la paciencia y la serenidad mientras seguimos creciendo y madurando. De una manera especial deberíamos valorar la importancia de las personas que nos han ayudado a evitar la permanente fácil tentación del egocentrismo, haciendo compatible y complementario el cultivo de la propia personalidad y de la creación de la comunidad.
El punto de partida es la constatación permanente de que todos somos insuficientes y dependientes porque nadie se sostiene en pie solo y porque el punto de partida es la profunda convicción de que, para sobrevivir, necesitamos confiar en las miradas y en las ayudas de los demás. En resumen, en la constatación y en el cultivo de la fraternidad.
Agradecer, sobre todo, a quienes nos enseñan a leer la vida y a compartir las experiencias, a descubrir los sentidos de las palabras, de los gestos y de las conductas, e, incluso, los mensajes que nos lanzan los espacios y los tiempos y las palabras y los silencios que nos proporcionan ocasiones para amar, para construir, para unir y para reunir.
Recordar a quienes nos han ayudado a descubrir la necesidad de trabajar y de disfrutar, a cultivar la paciencia y la serenidad mientras seguimos creciendo y madurando. De una manera especial deberíamos valorar la importancia de las personas que nos han ayudado a evitar la permanente fácil tentación del egocentrismo, haciendo compatible y complementario el cultivo de la propia personalidad y de la creación de la comunidad.
El punto de partida es la constatación permanente de que todos somos insuficientes y dependientes porque nadie se sostiene en pie solo y porque el punto de partida es la profunda convicción de que, para sobrevivir, necesitamos confiar en las miradas y en las ayudas de los demás. En resumen, en la constatación y en el cultivo de la fraternidad.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Nos suele enviar también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
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