Autor: Daniel E. Benadava. Publicado el: 07 de septiembre de 2011
ARGENTINA: ANGELELLI, HOY Y SIEMPRE.
Entre
los años 1976 y 1983 los argentinos padecieron una dictadura cívico / militar
que terminó con la vida de miles de militantes sociales, y religiosos / as, que
soñaban justicia y equidad. Entre estas
personas estaba Monseñor Enrique Angelelli quién murió el 4 de agosto de 1976
en un hecho que, a pesar de haber sido caratulado como “accidente”, actualmente
casi nadie duda que fue un asesinato ideado por las autoridades dictatoriales
de aquél entonces.
Angelelli
fue un cristiano que se sentía feliz por
estar viviendo una época de cambios profundos, acelerados y universales. Nunca tuvo temor de meterse en el barro, denunciar las injusticias que vivían sus
compatriotas y participar en las luchas sociales que en su tiempo se
desarrollaban. Ya sea desde la Juventud Obrera Católica, el Concilio Vaticano II o como Obispo de Diócesis de La Rioja, siempre
afirmó que la paz se construye
recuperando la eminente dignidad de los pobres y arriesgando la propia vida en
el amor para que los demás sean felices.
Sin
dobles discursos sostenía que el cristiano debe tener permanentemente un oído puesto en el corazón del misterio
pascual, que es Cristo, y el otro oído en el corazón de su pueblo. Y esa
presencia junto al pueblo necesitado, y en ocasiones olvidado por los
gobernantes argentinos, lo llevo a vaticinar para sus compatriotas un porvenir inseguro -con- formas inhumanas
de desocupación, carestía de la vida, bajos salarios, escaso rendimiento del
poder adquisitivo, alto déficit de las viviendas, hospitales abarrotados, niños
enfermos y desnutridos, carencia de una asistencia médica social vigorosa y
congruente.
Este
presagio es la triste realidad de millones de personas que según el Padre Jesús
Olmedo, que está en la Misión
claretiana de Humahuaca, habitan la Argentina profunda imaginada y olvidada por
los gobiernos, por la sociedad e incluso por la Iglesia. Así mismo Olmedo -tal como décadas atrás
lo hacía Angelelli- participa en las marchas sociales que denuncian el hambre
que sufre el pueblo en su región y, sin dudarlo, afirma que la Iglesia debe ofrecer una función
crítico liberadora de la sociedad a partir de la denuncia profética de las
injusticias y desenmascarar los resortes legitimadores de todos los sistemas
injustos.
Tampoco vacila en sostener
que los gobernantes, en complicidad con los poderes económicos de turno, son
responsables de la pobreza de millones de argentinos. Así, por ejemplo, tras la muerte de cuatro
personas como resultado de un violento desalojo de hombres y mujeres que habían
ocupado tierras para construir sus precarias viviendas Olmedo sostuvo que la gente necesita terrenos para construir
sus casitas, no hay respuesta del gobierno provincial y naturalmente ellos se
acomodaron y entraron en un asentamiento que son terrenos del Ingenio Ledesma
que tiene relación con el gobierno provincial por temas económicos como siempre
verdad, se unen los poderes y los poderes se salvan y se defienden, y cuando
hay que defender con represión no les importa.
En
este sentido puede afirmarse que Olmedo, como tantos otros, hace suyas las
palabras de Angelelli cuando éste incitaba a hombres y mujeres a que piensen, reflexionen, dialoguen, opinen,
participen, oigan, aprenda, intervengan, inquiétense, angústiense por los
demás, sean solidarios y corresponsables con todos… ya que el sufrimiento surge cuando vivimos en nuestro egoísmo,
especialmente para los mas débiles y desprovistos de recursos y defensas.
Por
último es de augurar que para construir sociedades más solidarias se
multipliquen los compromisos anteriormente citados para así, frente a quienes
sólo siembran egoístas mezquindades, puedan seguir reproduciéndose la vida en
los pueblos que cotidianamente se esfuerzan por ser libres y soberanos.