
«Francisco Javier Lorca Núñez, un convecino responsable y detallista».
Se entrega sin reservas a las tareas, a esos “eternos problemas” de la comunidad de vecinos que, en la práctica, son imprescindibles. Y es que, efectivamente, está dotado de esa extraña cualidad de ayudar, de servir y de resolver los pequeños problemas haciendo fácil lo que a muchos de nosotros nos resulta difícil. Su nobleza destaca, precisamente, por su sencillez, por la simplicidad de su vida y por la claridad de los mensajes que nos transmite sin necesidad de pronunciar palabras. Ojalá que todos los que lo tratamos, copiemos ese ejemplo humano de responsabilidad y ese estilo de vida sencilla que sobresale en unos ambientes en los que, a veces, valoramos más los gestos teatrales y los gritos estridentes.
En más de una ocasión me ha repetido que él respeta a las personas con independencia de lo que cada una piense, diga o haga: “todos tenemos –son sus palabras– cosas buenas y cosas malas”. Está convencido de que, si a las personas no las aceptamos como son sino a sus imágenes idealizadas, nuestras amistades se arruinan y se empobrecen nuestras vidas. Su actitud de servicio y su interés en resolver los problemas adquieren mayor valor gracias a la seriedad y a la preocupación con la que resuelve los problemas comunes.

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