Los pobres y los ricos en la iglesia.
En primer lugar, es necesario decir que los pobres ocupan un lugar secundario en la vida de la Iglesia y en los compromisos y exigencias de los creyentes. Pero antes de esta afirmación veamos lo que en la Biblia se afirma: Que Dios no se olvida del oprimido y si seguimos sus enseñanzas, hemos de llevar esperanza a los más pobres y luchar con el fin de que se le haga justicia.
“Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. (Salmo 9,9-10)
“Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, refugio contra el turbión, (fuerte y repentina tormenta que cae sobre la vida humana sacudiéndola, cuyo único refugio es solamente Dios) sombra contra él”. (Isaías 25, 4)
“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. (Santiago 1,27)
Por su parte la Iglesia denuncia las injustas carencias de los bienes del mundo y el pecado que lo engendra. Predicación y vivencia, la pobreza espiritual y apertura al Señor, y se compromete ella misma con la pobreza material. “Pero ¿Qué es la pobreza espiritual, si no una creciente humildad ante Dios y los demás?. Pasa de un mundo centrado en mí a un mundo centrado en Dios; un mundo en el que el servicio a los demás es prioritario. En este sentido, la pobreza espiritual es la capacidad de amar con una libertad radical y subversiva.
Una Iglesia ha de ser pobre que no busca evangelizar para su propio triunfo, sino que es una Iglesia que ofrece su testimonio del Reino de modo gratuito, sin embargo, a lo largo del siglo XIX desde un rechazo inicial al liberalismo, a la ciencia moderna y a una mayor innovación del mundo moderno, tanto el clero individual como la postura oficial de la jerarquía eclesiástica pasaron a afrontar la “cuestión social” desde un nuevo punto de vista, Doctrina Social de la Iglesia Católica, sindicatos católicos, etc.
Pero sin entrar en el cuestionamiento de la riqueza dentro de la Iglesia y su apoyo al poder económico. Ya en el siglo XX, tras el Concilio Vaticano II en que entra la cuestión de la “opción preferencia por los pobres”, ya se hace un cuestionamiento de las causas que originan la pobreza y el papel de los cristianos ante ella, mientras que el conservadurismo católico, (Opus Dei, Legionarios de Cristo, etc.) reforzaban sus vínculos con el mantenimiento del orden social y económico tradicional. Con la llegada del Papa Juan Pablo II, la crítica de la Iglesia oficial a las causas de la pobreza está ausente, en palabras de Hélder Câmara: “se da pan al pobre pero no se pregunta por qué el pobre no tiene pan”.
Para reflexionar:
“Desde que el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio romano en el año 380, el mensaje del Evangelio dejó de ser una propuesta liberadora, un mensaje de fraternidad universal, y pasa a ser una religión con normas y dogmas para reforzar la institución eclesial, cada vez se normaliza más y se une a las instituciones de poder político y económico, con el fin de mantener su Status…durará mientras la iglesia Institución siga en clave de “religión”, no de “Evangelio”. (Javier Martínez Andrade. “Revista utopías”)
Por su parte la Iglesia denuncia las injustas carencias de los bienes del mundo y el pecado que lo engendra. Predicación y vivencia, la pobreza espiritual y apertura al Señor, y se compromete ella misma con la pobreza material. “Pero ¿Qué es la pobreza espiritual, si no una creciente humildad ante Dios y los demás?. Pasa de un mundo centrado en mí a un mundo centrado en Dios; un mundo en el que el servicio a los demás es prioritario. En este sentido, la pobreza espiritual es la capacidad de amar con una libertad radical y subversiva.
Una Iglesia ha de ser pobre que no busca evangelizar para su propio triunfo, sino que es una Iglesia que ofrece su testimonio del Reino de modo gratuito, sin embargo, a lo largo del siglo XIX desde un rechazo inicial al liberalismo, a la ciencia moderna y a una mayor innovación del mundo moderno, tanto el clero individual como la postura oficial de la jerarquía eclesiástica pasaron a afrontar la “cuestión social” desde un nuevo punto de vista, Doctrina Social de la Iglesia Católica, sindicatos católicos, etc.
Pero sin entrar en el cuestionamiento de la riqueza dentro de la Iglesia y su apoyo al poder económico. Ya en el siglo XX, tras el Concilio Vaticano II en que entra la cuestión de la “opción preferencia por los pobres”, ya se hace un cuestionamiento de las causas que originan la pobreza y el papel de los cristianos ante ella, mientras que el conservadurismo católico, (Opus Dei, Legionarios de Cristo, etc.) reforzaban sus vínculos con el mantenimiento del orden social y económico tradicional. Con la llegada del Papa Juan Pablo II, la crítica de la Iglesia oficial a las causas de la pobreza está ausente, en palabras de Hélder Câmara: “se da pan al pobre pero no se pregunta por qué el pobre no tiene pan”.
Para reflexionar:
José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».