«Relectura del Concilio Vaticano II».
Fue el vigésimo primer concilio de la Iglesia Católica. Su principal objetivo fue la relación de la Iglesia y el mundo moderno. Juan XXIII fue el papa que lo promovió. Su comienzo fue en el año 1962-1965. Principalmente trató la constitución de la Iglesia, la Sagrada Escritura, la Liturgia más accesible al pueblo y la Libertad religiosa, mediante la propagación del catolicismo mediante el respeto a la libertad de la conciencia individual. Esto trajo un acercamiento con otras religiones, acrecentar la presencia de la iglesia en los medios de comunicación para anunciar el Evangelio al mundo moderno y reforzar el papel de los laicos en la iglesia (“esto último, en el año 2024 aún está muy lejano de conseguirse”) Opinión personal mía.
Algunos teólogos pensaron que el Concilio, al basar sus enseñanzas en la encarnación no lo hacen como método “doctrinal", sino como expresión “pastoral". Es como si el Concilio, hubiera pretendido invocando la humanidad de Cristo que quisiera congraciarse con el mundo moderno, al que anteriormente solo se ha dirigido para condenarlo. Otros creyeron que el Concilio se excede en la referencia a la encarnación como misterio salvífico, dado que la salvación sólo nos viene por la muerte y Resurrección de Cristo. Y por lo tanto no interesa entender la fe cristiana como un humanismo que sirva para la humanización de la sociedad, sino que se tiene que basar en un humanismo divinizado que nace de la Pascua y esto ha de hacerse guste o no guste al oyente. Lo cierto es, que en la mitad del siglo XX se estaba produciendo una efervescencia intelectual en el pensamiento cristiano en convergencia con el pensamiento teológico y filosófico contemporáneo. Fue un crisol donde la Iglesia recibió purificada por el Espíritu esa herencia. Un Concilio que, de la mano de miembros de la Comisión Doctrinal del Concilio y peritos del concilio, teólogos que, como Rahner, de Lubac, Mouroux, Congar, etc. dejaron su huella en los documentos conciliares. El Concilio Vaticano II tuvo también un importante influjo previo al mismo, desde el pensamiento no católico que enriquecieron la perspectiva del mismo. En concreto fueron decisiva la obra de teólogos protestantes y de la ortodoxia rusa, que enriquecieron la teología católica. Un ejemplo de ello lo tenemos en:
“En el siglo XIX, Vladimir Soloviov propuso la teanochia:(Conjugación de lo divino y lo humano) como un principio de unidad de toda la realidad… Su pensamiento tuvo influencia en los pensadores y teólogos de la diáspora rusa que secundaron de teología toda Europa… desde el centro San Sergio de París: Nokolai Berdiaev, Sergei Bulgakov, Paul Eudokimov… estos autores presentan una concepción del hombre que tiene a Cristo como arquetipo. La centralidad de la encarnación se traduce en los autores rusos en una peculiar comprensión de la comunión católica de la Iglesia, contenida en el concepto de sobornost: (Necesidad de cooperación entre las personas sobre la base de que los grupos opuestos se centrarán en lo común entre ellos). “Las nociones conciliares de comunión y de colegialidad no queda lejos de esta perspectiva" (Francisco A. Castro Pérez. “La luz del Verbo encarnado")
Hemos visto que se dieron oposiciones a que la encarnación formara parte del misterio de salvación, bien es cierto que la carne está enferma por el pecado, y que fue preciso que esta fuera asumida y sanada, para volver a ser lo que fue en su primer origen, y como cauce de nuestro futuro horizonte: la Resurrección. De manera que, trascender la debilidad de la carne para una vida según el Espíritu, es vocación humana y que se realiza porque esta carne ha sido asumida, sanada, elevada… por Jesucristo.
“Cristo Jesús fue enviado al mundo como verdadero mediador entre Dios y los hombres y por ser Dios, habita Él corporalmente con toda la plenitud de la divinidad (Col 2,4) según la naturaleza humana, nuevo Adán, lleno de gracia y verdad (Jn 1,14) es constituido cabeza de la humanidad renovada. Así, pues, el Hijo de Dios sigue los caminos de la Encarnación verdadera, para hacer a los hombres y mujeres partícipe de la naturaleza divina; se hizo pobre para que nosotros fuésemos ricos por su pobreza" (2 Cor 8,9)
La carne de este modo salvada por la Encarnación, se convierte en lugar y mediación de vida nueva, la Encarnación es también misterio de salvación para la humanidad. Así que cuando decimos: el Verbo se hizo carne, concierne a cada ser humano cualesquiera que sean sus circunstancias, pues nuestra humanidad se ha convertido, ya para siempre en apelación y cauce para el encuentro y la comunión con Dios.
“Mientras tantos al ser con creadores del mundo, con el trabajo humano nos seguimos haciendo, una actividad esta que sólo puede proceder del hombre y que revierte en el mismo hombre, ello nos lleva a saber que con en el trabajo se hace extensivo el amor del que fuimos creados, el no amar es quedarse en la muerte, es no existir, por ello para el cristiano el trabajo es amor es justicia para la humanidad pues permite que se distribuya universalmente los bienes que se obtienen de la naturaleza y esta distribución es un derecho prioritario sobre los demás derechos. Nosotros estamos obligados a, mediante el trabajo construir relaciones de comunión con los otros trabajadores, también podemos en la actual situación de gran desempleo en colaborar animando en la creación de “empresas incubadoras social”, es decir, empresas que den acogida a trabajadores en situación de exclusión social empresas estas que cumpla los criterios de modelar las personas hacia su dignidad a través del trabajo, un criterio muy diferente al de la “organización social del cangrejo ermitaño, sistema este que utiliza muchas empresas. Los objetivos de esta organización del cangrejo ermitaño”, como su propio nombre indica es apropiarse de una casa, una persona… que cuando se le queda pequeña la abandona y ocupa otra vivienda, otra persona…, los medios que utiliza para ello son: individualización a través de que los trabajadores se conviertan en empresarios de sí mismo, desde esta se tiene relaciones de empresario a empresario, con ello ya se hace innecesario los sindicatos, la negociación colectiva, la protección social al trabajador pues todo ello es un estorbo para conseguir el máximo beneficio posible. El lastre cero”, esto supone que los trabajadores que interesan son aquellos que no tienen carga de ningún tipo, ni personal, familiar, social… el trabajador ha de estar siempre disponible. Por último, se busca el “consumidor perfecto” al que sólo le interesa consumir más y más y que para ello a de producir más y más para poder seguir consumiendo, esto es un obstáculo para la justicia y la dignidad del trabajador y está en antagonismo con el estado del bienestar, con el Estado y contra los pobres.
Todo ello obliga a asumir la misión y una doble fidelidad: una a Cristo en su Iglesia; y la otra al mundo obrero en las condiciones actuales y hacerlo desde unas claves: Vidas frente a ideas, tener un compromiso social y que este compromiso se de en las grietas de la fragmentación del trabajo, y los trabajadores. Además, es necesario que se dé una pedagogía del trabajo, que este se viva como vocación. Se requiere también propuestas alternativas como incorporar la sociedad civil a la lucha por la dignidad del trabajo y de los trabajadores; incorporar la sociedad a la responsabilidad económica; fomentar la comunión entre las PYMES. Sacar adelante iniciativas de acogida, de ayuda, de acompañamiento…; entrelazar a las personas para empoderarlas”. (Alfonso Alcaide. De una ponencia: “El trabajo desde la comunión y el amor", Año 2.017)
Algunos teólogos pensaron que el Concilio, al basar sus enseñanzas en la encarnación no lo hacen como método “doctrinal", sino como expresión “pastoral". Es como si el Concilio, hubiera pretendido invocando la humanidad de Cristo que quisiera congraciarse con el mundo moderno, al que anteriormente solo se ha dirigido para condenarlo. Otros creyeron que el Concilio se excede en la referencia a la encarnación como misterio salvífico, dado que la salvación sólo nos viene por la muerte y Resurrección de Cristo. Y por lo tanto no interesa entender la fe cristiana como un humanismo que sirva para la humanización de la sociedad, sino que se tiene que basar en un humanismo divinizado que nace de la Pascua y esto ha de hacerse guste o no guste al oyente. Lo cierto es, que en la mitad del siglo XX se estaba produciendo una efervescencia intelectual en el pensamiento cristiano en convergencia con el pensamiento teológico y filosófico contemporáneo. Fue un crisol donde la Iglesia recibió purificada por el Espíritu esa herencia. Un Concilio que, de la mano de miembros de la Comisión Doctrinal del Concilio y peritos del concilio, teólogos que, como Rahner, de Lubac, Mouroux, Congar, etc. dejaron su huella en los documentos conciliares. El Concilio Vaticano II tuvo también un importante influjo previo al mismo, desde el pensamiento no católico que enriquecieron la perspectiva del mismo. En concreto fueron decisiva la obra de teólogos protestantes y de la ortodoxia rusa, que enriquecieron la teología católica. Un ejemplo de ello lo tenemos en:
Hemos visto que se dieron oposiciones a que la encarnación formara parte del misterio de salvación, bien es cierto que la carne está enferma por el pecado, y que fue preciso que esta fuera asumida y sanada, para volver a ser lo que fue en su primer origen, y como cauce de nuestro futuro horizonte: la Resurrección. De manera que, trascender la debilidad de la carne para una vida según el Espíritu, es vocación humana y que se realiza porque esta carne ha sido asumida, sanada, elevada… por Jesucristo.
La carne de este modo salvada por la Encarnación, se convierte en lugar y mediación de vida nueva, la Encarnación es también misterio de salvación para la humanidad. Así que cuando decimos: el Verbo se hizo carne, concierne a cada ser humano cualesquiera que sean sus circunstancias, pues nuestra humanidad se ha convertido, ya para siempre en apelación y cauce para el encuentro y la comunión con Dios.
José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinador del Sector 2: «Paro, pobreza‑marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».