SOLEMNIDAD DEL “CORPUS CHRISTI”
(06 de junio de 2021)
Introducción: La comunión es unión con el Cristo muerto y resucitado.
El pan y el vino que ponemos sobre el altar y que por la “Acción de Gracias” se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo no sólo hacen presente al Señor vivo y resucitado, sino todo el misterio de su muerte y resurrección, lo que llamamos comúnmente “el Misterio Pascual”. Por eso, nuestra unión con Él por la comunión nos hace participar de su pasión para introducirnos a través de ella en su resurrección. Realmente nos hacemos una cosa con Cristo al comer su cuerpo porque lo mismo que el organismo humano asume el alimento que comemos, así el cuerpo de Cristo que comulgamos se posesiona de todo nuestro ser humano y lo hace parte de su divino cuerpo. Pero no nos unimos a su cuerpo glorioso dejando como algo pasado su pasión y muerte, sino que la unión es al mismo tiempo con el Cristo Resucitado y con el Cristo Paciente. Por eso nuestra vida, si quiere vivir de la comunión tiene que aceptar el dolor como cauce que conduce a la gloria.
1. Una fiesta que llama al amor y al agradecimiento.
Pero la fiesta de hoy me parece que es más para congratularnos del amor de Cristo que ha querido quedarse con nosotros en el pan y el vino de la Eucaristía, y lanzar gritos de acción de gracias y de alabanza por tan inmenso beneficio. Sin dejar de lado el compromiso que lleva consigo el hecho de comulgar. Es increíble que Dios ponga en juego todo su poder para que, volviéndose Cristo al Padre al consumar su obra salvadora, siga estando con nosotros en este sacramento admirable y que los que no hemos podido gozar de su presencia física, gocemos de su presencia sacramental. Por mucho que pensemos en ello no acabamos de comprender tan gran amor. Y es que el amor de Dios, como es infinito, es también incomprensible. Pero incomprensible es también que nosotros no respondamos más generosamente a tan fuerte amor.
2. El origen de la fiesta de hoy.
Los cristianos del siglo XIII fueron tan devotos de la Eucaristía que su gran deseo era “ver” la sagrada forma. Entonces se inventaron las custodias para exponer la hostia consagrada a la vista de los fieles, y hasta se organizó en este día una gran procesión por las calles para que todos los ciudadanos pudieran contemplar al pasar la Hostia Santa. Hoy nuestra devoción a la Hostia es más comedida, pero lo importante no son las formas externas, sino el amor del corazón y el agradecimiento por tan gran don. Y en esto tenemos que insistir sobre todo en este día en que tan solemnemente veneramos la presencia eucarística. ¿No merece la pena hacer una gran fiesta al Dios que se queda con nosotros y que hasta ha puesto su casa junto a la nuestra? Es sin duda cosa que no valoramos en lo que vale. Porque no es sólo el que se haya quedado entre nosotros, sino el amor inmenso que supone el que haya inventado un modo, tan sencillo y maravilloso a la vez, de hacerlo. La disminución de un culto externo tiene que ir pareja con el aumento de nuestra veneración al Señor que se esconde en los sagrarios de nuestras parroquias y, sobre todo, la frecuencia con que nos unimos a Él por la sagrada comunión de su cuerpo. Y sobre todo una respuesta cariñosa y agradecida.
Conclusión: La misa y comunión de hoy.
Y no desperdiciemos la ocasión que se nos brinda. Nosotros no podremos asistir hoy a la posesión del Corpus, pero aquí familiarmente celebramos el misterio al asistir juntos a la Santa Misa y nos unimos íntimamente a él al recibirlo en la comunión. Que no sea una misa más y que, a partir de hoy, nuestras misas y comuniones sean más fervorosas. Que el Señor nos ayude.
El pan y el vino que ponemos sobre el altar y que por la “Acción de Gracias” se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo no sólo hacen presente al Señor vivo y resucitado, sino todo el misterio de su muerte y resurrección, lo que llamamos comúnmente “el Misterio Pascual”. Por eso, nuestra unión con Él por la comunión nos hace participar de su pasión para introducirnos a través de ella en su resurrección. Realmente nos hacemos una cosa con Cristo al comer su cuerpo porque lo mismo que el organismo humano asume el alimento que comemos, así el cuerpo de Cristo que comulgamos se posesiona de todo nuestro ser humano y lo hace parte de su divino cuerpo. Pero no nos unimos a su cuerpo glorioso dejando como algo pasado su pasión y muerte, sino que la unión es al mismo tiempo con el Cristo Resucitado y con el Cristo Paciente. Por eso nuestra vida, si quiere vivir de la comunión tiene que aceptar el dolor como cauce que conduce a la gloria.
1. Una fiesta que llama al amor y al agradecimiento.
Pero la fiesta de hoy me parece que es más para congratularnos del amor de Cristo que ha querido quedarse con nosotros en el pan y el vino de la Eucaristía, y lanzar gritos de acción de gracias y de alabanza por tan inmenso beneficio. Sin dejar de lado el compromiso que lleva consigo el hecho de comulgar. Es increíble que Dios ponga en juego todo su poder para que, volviéndose Cristo al Padre al consumar su obra salvadora, siga estando con nosotros en este sacramento admirable y que los que no hemos podido gozar de su presencia física, gocemos de su presencia sacramental. Por mucho que pensemos en ello no acabamos de comprender tan gran amor. Y es que el amor de Dios, como es infinito, es también incomprensible. Pero incomprensible es también que nosotros no respondamos más generosamente a tan fuerte amor.
2. El origen de la fiesta de hoy.
Los cristianos del siglo XIII fueron tan devotos de la Eucaristía que su gran deseo era “ver” la sagrada forma. Entonces se inventaron las custodias para exponer la hostia consagrada a la vista de los fieles, y hasta se organizó en este día una gran procesión por las calles para que todos los ciudadanos pudieran contemplar al pasar la Hostia Santa. Hoy nuestra devoción a la Hostia es más comedida, pero lo importante no son las formas externas, sino el amor del corazón y el agradecimiento por tan gran don. Y en esto tenemos que insistir sobre todo en este día en que tan solemnemente veneramos la presencia eucarística. ¿No merece la pena hacer una gran fiesta al Dios que se queda con nosotros y que hasta ha puesto su casa junto a la nuestra? Es sin duda cosa que no valoramos en lo que vale. Porque no es sólo el que se haya quedado entre nosotros, sino el amor inmenso que supone el que haya inventado un modo, tan sencillo y maravilloso a la vez, de hacerlo. La disminución de un culto externo tiene que ir pareja con el aumento de nuestra veneración al Señor que se esconde en los sagrarios de nuestras parroquias y, sobre todo, la frecuencia con que nos unimos a Él por la sagrada comunión de su cuerpo. Y sobre todo una respuesta cariñosa y agradecida.
Conclusión: La misa y comunión de hoy.
Y no desperdiciemos la ocasión que se nos brinda. Nosotros no podremos asistir hoy a la posesión del Corpus, pero aquí familiarmente celebramos el misterio al asistir juntos a la Santa Misa y nos unimos íntimamente a él al recibirlo en la comunión. Que no sea una misa más y que, a partir de hoy, nuestras misas y comuniones sean más fervorosas. Que el Señor nos ayude.
Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.
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Antonio Troya Magallanes, su perfil como sacerdote a través de sus homilías:
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Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
https://www.puertorealhoy.es/antonio-troya-maruja-mey-seran-nombrados-nuevos-hijos-adoptivos-puerto-real
Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
http://www.obispadocadizyceuta.es/wp-content/uploads/2003/07/BOO2541-Julio-Agosto-2003.pdf
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