Si pretendemos evitar el paralizante desánimo que, a veces, nos generan la crítica y, sobre todo, la autocrítica, deberíamos evaluar, además de los fallos, los datos positivos que sugieren soluciones y hacen digeribles los malos tragos. Apoyándonos, por ejemplo, en la convicción de la dignidad y de la libertad del ser humano, y en nuestra capacidad para mejorar las situaciones y para seguir aprendiendo, sobre todo, de los errores, podemos alentar fundadas esperanzas y elaborar unos proyectos de progreso permanente que nos hagan crecer a cada uno de nosotros y que mejoren la convivencia solidaria en la sociedad a la que pertenecemos.
Reconociendo el declive que el individualismo contemporáneo ha introducido en las relaciones humanas, esta "ansiedad de mejora" nos permitirá compartir el sentido positivo de la vida, generar unos vínculos más estrechos entre los hombres, recuperar el diálogo con los diferentes y reconocer las inéditas peculiaridades del mundo que nos alberga.
Sólo persistiendo en los hábitos de un amor creativo y repitiendo los gestos supremos de [b]solidaridad[/b], será posible defender y nutrir el bienestar individual, familiar y social. Si realmente pretendemos que nuestras vidas no sean escenas sueltas -“hojas tenues, inciertas y livianas, arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo”-, hemos de buscar ese vínculo, ese hilo conductor, que las rehilvane y que proporcione unidad, armonía y sentido a nuestros deseos y a nuestros temores, a nuestras luchas y a nuestras derrotas.
Reconociendo el declive que el individualismo contemporáneo ha introducido en las relaciones humanas, esta "ansiedad de mejora" nos permitirá compartir el sentido positivo de la vida, generar unos vínculos más estrechos entre los hombres, recuperar el diálogo con los diferentes y reconocer las inéditas peculiaridades del mundo que nos alberga.
Sólo persistiendo en los hábitos de un amor creativo y repitiendo los gestos supremos de [b]solidaridad[/b], será posible defender y nutrir el bienestar individual, familiar y social. Si realmente pretendemos que nuestras vidas no sean escenas sueltas -“hojas tenues, inciertas y livianas, arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo”-, hemos de buscar ese vínculo, ese hilo conductor, que las rehilvane y que proporcione unidad, armonía y sentido a nuestros deseos y a nuestros temores, a nuestras luchas y a nuestras derrotas.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente, sobre el sentido de la dignidad humana en «Hacia un nuevo humanismo».
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