22º Domingo del Tiempo Ordinario
(3 septiembre 2017)
Por la muerte mística bautismal y por el negarse a sí mismo
(que son las condiciones primeras y principales que Cristo
impone a los que quieran seguirle en su carro triunfal,
que siempre pasa por el calvario),
resulta que el cristiano ya no es nada más que cristiano.
Quiero decir que no es algo que se añade
a la propia vida, sino que la absorbe toda.
La frase que se nos ha transmitido
y que compendia todo esto es:
Mi vivir es Cristo”
(Rovirosa, OC. T.I. 153).
San Mateo 16,21-27:
«El que quiera
venirse conmigo
que se niegue
a sí mismo».
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