Miremos con los ojos de las víctimas,
para unirnos a su grito: ¡Basta ya!
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Amelia Tiganus: «Es un ejercicio de cinismo hablar de igualdad mientras exista la prostitución»
Ester Calderón | En vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, 25 de noviembre, entrevistamos a una superviviente de una red de trata y del sistema prostitucional con un discurso valiente y necesario ante una de las peores formas de explotación de las mujeres.
Las secuelas que deja la prostitución son tremendas. Hay muchas mujeres que, aunque consigan salir, nunca llegan a recuperarse. Son muertas en vida porque sus capacidades han sido arrasadas.
Para Amelia Tiganus, una superviviente, no podemos considerar que esta sociedad ha alcanzado la igualdad mientras haya mujeres explotadas sexualmente, mientras llenemos las calles gritando «hermana, yo sí te creo», «ninguna agresión sin respuesta» y, a la vez, esos cánticos se apaguen cuando se acercan a los espacios prostitucionales.
Ella, que llegó de Rumanía y ahora vive en Euskadi, ha podido recomponer su vida. El feminismo la salvó, ese día dejó de sentir culpa y miedo, dejó de sentirse sola. Entendió que eran los puteros los que tenían que pasar la vergüenza.
Ahora se dedica a relatar su historia, en los últimos años ha impartido cientos de conferencias y talleres por todo el territorio español y también en el extranjero. Fue coordinadora en Feminicidio.net durante tres años y ha recibido varios premios y reconocimientos a su labor en pro de los derechos humanos de las mujeres.
Ninguna niña sueña con ser puta, ¿qué pasó, en tu caso, para que acabaras ingresando en el sistema prostitucional? ¿La violación múltiple que sufriste a los 13 años fue el detonante?
En mi caso no hubo una pobreza económica, pero sí el abandono emocional de mis padres, que estaban inmersos en la dinámica de un trabajo absorbente que les ocupaba todo el día. A eso se sumó la violencia sexual y su estigma. Ya me habían tachado de puta y mi propio entorno me repudió. A partir de ese momento las violaciones se convirtieron en sistemáticas y mi vida dio un giro radical. No pude gestionar tanto dolor y me convertí en una niña rebelde, violenta, que se escapaba de casa. Así fue como se me quebró la humanidad y la autoestima. Los proxenetas saben muy bien cómo captar a las más vulnerables para vendernos la salvación, diciéndonos que en solo un par de años, a través de la prostitución, vamos a solucionar nuestra vida.
Con ese sueño llegaste a España, vendida por 300 euros, ¿cómo fueron los cinco años en los más de 40 prostíbulos en los que viviste? ¿Cómo lo aguantaste?
Al final, acumulé una deuda total de 3.000 euros. No me contaron que, además del viaje, con el 50% que me daban de mis ganancias, tenía que pagar las habitaciones en las que dormíamos hacinadas, las multas que te ponían para controlar nuestra conducta, la cocaína y el alcohol a los que acabábamos enganchadas enseguida, para poder soportar esa tortura a la que estábamos siendo sometidas 24 horas al día. Me ocultaron la explotación sexual que iba a sufrir.
Siempre relaciono los espacios prostitucionales con los campos de concentración, porque la deshumanización y despersonalización es absoluta. Somos convertidas en cosas para que otros se enriquezcan, los proxenetas, o se diviertan, los puteros, que son cuatro de cada diez en este país.
Mucha gente culpabiliza a las prostitutas, como si estuvieran porque quieren y pudieran salir cuando les dé la gana, ¿es tan fácil dejar la prostitución? ¿Qué es lo que te impulsó?
No es nada fácil. El gran problema de la sociedad es que piensa que prostitución es sinónimo de prostituta, pero estamos hablando de que es todo un sistema el que nos prostituye, de Estados que permiten o fomentan que los hombres puedan utilizar a las mujeres, la mayoría de ellas migradas, sobre todo del Sur del mundo y del Este de Europa. Un sistema que nos destruye psicológicamente y una sociedad que nos responsabiliza, que nos revictimiza. Yo salí físicamente hace 12 años, pero psicológicamente tardé mucho más. Todavía hoy sigo saliendo cada día un poquito más. Lo que a mí me impulsó fue tocar fondo. Después de cinco años, me colapsé, ya no era capaz de hacer esa performance de la puta feliz.
Salté al vacío, no aguantaba más, y me encontré literalmente en la calle. La sociedad no estaba preparada para recibirme. Fue muy violento todo, la gente me miraba como si fuera alguien sucia, que no valía nada. El estigma que sufrimos las mujeres en prostitución se produce cuando nos movemos de lugar.
Mi gran suerte, además de empezar a trabajar como camarera, fue encontrarme con gente en el camino que ha sabido ver en mí la humanidad, que me ha tratado con mucha paciencia, con respeto y reconocimiento.
El patriarcado capitalista intenta convencernos de que la prostitución es un derecho que emana de la libertad de hacer con nuestro cuerpo lo que queramos, un trabajo como otro cualquiera, ¿la prostitución es trabajo sexual? ¿Por qué las palabras con que se nombra tienen tanta importancia?
Existe un lobby proxeneta que tiene muchísimos intereses en que se reconozca la prostitución como un trabajo, porque de esta forma la situación de las mujeres no va a mejorar de ninguna manera. Tenemos ejemplos claros en Alemania, Holanda o Nueva Zelanda. El lenguaje es importante porque banaliza lo que realmente es la prostitución: la destrucción y degradación de la dignidad humana. Ser penetrada por boca, vagina y ano por perfectos desconocidos, manoseada, babeada, que te suden encima, no se puede considerar un trabajo. Los puteros no nos están dando trabajo, sino que nos están instrumentalizando para obtener placer y reforzar su masculinidad. Eso solo tiene un nombre: esclavitud.
La polémica por la legalización del sindicato OTRAS ha vuelto a poner en primer plano el debate sobre el regulacionismo (o proderechos como ahora se hacen llamar) y el abolicionismo, incluso se han alzado voces representativas del feminismo en ambas direcciones, ¿qué postura es mayoritaria en el movimiento feminista?
Dentro del movimiento feminista tenemos un pequeño gran problema y es que se ha infiltrado la banalización del discurso de la prostitución y lo que necesitamos son debates honestos. Las compañeras con las que conseguimos sentarnos y poner encima de la mesa que lo que pretendemos alcanzar es la emancipación de las mujeres, y que eso no se va a dar jamás en la situación de prostitución que perpetúa que estén siempre por debajo de los hombres, llegamos a entendernos.
Sin duda alguna, la mayoría del movimiento feminista es abolicionista, incluso aunque no lo sepan. Hay una gran manipulación sobre esta postura cuando intentan reducirla a un mero prohibicionismo. En nuestra opinión, las mujeres tienen que ser totalmente discriminalizadas, protegidas, y recibir todo el apoyo por parte del Estado, a través de derechos como la renta básica, ayudas para vivienda, terapia psicosocial o la búsqueda de empleo.
No sé qué feminista no estaría de acuerdo en eliminar todas las formas de proxenetismo, en hacer campañas para desincentivar la demanda, porque cada vez son más jóvenes los consumidores de prostitución, con que los medios de comunicación informen sobre este tema desde una perspectiva de los derechos humanos o que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tengan la necesaria formación en materia de género. En lo que no estamos de acuerdo es en que sea considerado un trabajo, porque de esta forma los proxenetas pasan a ser respetables empresarios y la explotación sexual se convierte en explotación laboral.
Actualmente formas parte de EHMA – Euskal Herriko Mugimendu Abolizionizta (Movimiento Abolicionista del País Vasco), ¿cuáles son sus principales reivindicaciones?
Tienen que ver con combatir todas las formas de explotación sexual hacia las mujeres, lo que incluye, además de la prostitución, la pornografía o los vientres de alquiler. Lo que pedimos, en primer lugar, son políticas públicas para que las mujeres puedan abandonar la situación de prostitución. Después, la eliminación de todas las formas de proxenetismo, con una reforma en el Código Penal. Entendemos que el putero es un agresor sexual que lo único que le diferencia de un violador es el intercambio de un billete. Él sigue aprovechando la situación de debilidad y de vulnerabilidad de la víctima para satisfacerse, cosificarla y dominarla. Además, nos parece imprescindible la educación afectivo-sexual, porque nuestros jóvenes se están educando a través de la misoginia grabada que es la pornografía.
Cada vez los niños y las niñas acceden al porno a más temprana edad, ¿qué papel juega la industria pornográfica en la prostitución y en la violencia que se ejerce contra las mujeres?
Un estudio de la Universidad de Baleares señala que los niños empiezan a consumir pornografía con tan solo ocho años. Hace falta fabricar puteros para que esta gran industria criminal, que tiene dimensiones globales, siga dando tantos beneficios. Por lo tanto, se utiliza la pornografía y otras estrategias de márquetin como fiestas temáticas, el sorteo de un polvo con una chica a elegir…
Además, el tipo de pornografía ha cambiado, ahora es mucho más denigrante y violenta. Se ha hecho tan habitual que ellas terminan pensando que si no disfrutan de esas prácticas es su culpa. Así que lo peor que se le puede decir a una chica, ya no es puta, sino puritana.