ASUNCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN
(15 de agosto de 2021)
Introducción: La resurrección de Jesús, fuente de la nuestra.
Celebramos hoy una gran fiesta: el día en que María, dejando definitivamente este mundo, puso su casa definitivamente en el cielo. Para llegar a comprender algo de este misterio tenemos que ir primero de todo a la fuente. Y la fuente es su hijo, Jesucristo nuestro Señor, quien después que lo asesinaron resucitó al tercer día y se marchó al cielo a compartir su gloria con el Padre y el Espíritu Santo. Fue el primer resucitado, porque, aunque los libros sagrados nos hablan de otras resurrecciones, p.e. la de Lázaro de Betania, ésas eran para volver a la vida anterior que había roto la muerte. Cristo no vuelve para convivir con nosotros, sino como hemos dicho establece su morada definitiva con el Padre y el Espíritu Santo. Fue el primero, pero no el único, porque de su resurrección participaremos todos los que nos hemos unidos a Él por la fe y el bautismo. Pero esto ¡el último día, cuando deje de existir este mundo nuestro!
1. La resurrección de María entre la de Jesús y la nuestra.
Lo que ahora queremos ver es si entre el día de la resurrección del Señor y el último día en que resucitaremos los cristianos, hay un momento en que se nos adelante la Virgen María y participe de la resurrección de su hijo antes que nosotros, antes del último día. Y la Iglesia nos dice que sí, que ese momento tuvo lugar poco después de su muerte y goza desde entonces de la gloria de su Hijo en compañía del Padre y del Espíritu. Y nos parece totalmente normal: ella fue la que, dando a luz al primer resucitado, hizo posible la resurrección de todos los hombres; ella lo acompañó en su pasión y sufrió junto con Él todos sus padecimientos, por los que nos ganó la gloria eterna ¿por qué habría de esperar al final de los tiempos para gozar ella de esa gloria? No parece que eso tuviera mucha lógica. Así lo entendió el Dios todopoderoso que decretó que, una vez terminada su carrera por esta vida, fuera a acompañar a su bendito Hijo a la gloria eterna. Y ése es el acontecimiento que celebramos en la fiesta de hoy: María fue llevada por los ángeles a la gloria del cielo antes de que su cuerpo mortal fuera comida de gusanos.
2. María en el cielo bendice a Dios, su salvador.
Desde entonces María canta en el cielo su Magníficat: proclama con toda su fuerza la grandeza del Señor, que ha elevado a los hombres a la dignidad de hijos y los ha hecho coherederos con el Hijo único; se llena de alegría porque los dolores de la pasión –los de su hijo y los suyos propios- han traído la salvación a todos los hombres; se admira de que un Dios tan grande esté tan cerca de los pequeños; da gracias humildemente por haber sido escogida para Madre del Salvador, por haberlo cuidado y padecido con él, y ser por eso dispensadora de muchas de sus gracias; experimenta que el Dios que se ha acercado a ella para elevarla a tan gran dignidad se acerca también a todos los pequeños de este mundo y deja de lado a los grandes, porque ellos se creen satisfechos con sus grandezas y no les parece que necesiten a Dios, sino que piensan bastarse a sí mismos.
Conclusión: A Jesús por María.
Unámonos a María ahora que se nos va a hacer presente el Resucitado y cantemos con ella las glorias del que sostiene a los humildes y rechaza a los soberbios. El Dios grande que hace liga con los pequeños, que son quienes necesitan a Dios y buscan su amor y su ayuda. Del que nos hace presente ahora a su Hijo amado que nos trae la salvación.
Celebramos hoy una gran fiesta: el día en que María, dejando definitivamente este mundo, puso su casa definitivamente en el cielo. Para llegar a comprender algo de este misterio tenemos que ir primero de todo a la fuente. Y la fuente es su hijo, Jesucristo nuestro Señor, quien después que lo asesinaron resucitó al tercer día y se marchó al cielo a compartir su gloria con el Padre y el Espíritu Santo. Fue el primer resucitado, porque, aunque los libros sagrados nos hablan de otras resurrecciones, p.e. la de Lázaro de Betania, ésas eran para volver a la vida anterior que había roto la muerte. Cristo no vuelve para convivir con nosotros, sino como hemos dicho establece su morada definitiva con el Padre y el Espíritu Santo. Fue el primero, pero no el único, porque de su resurrección participaremos todos los que nos hemos unidos a Él por la fe y el bautismo. Pero esto ¡el último día, cuando deje de existir este mundo nuestro!
1. La resurrección de María entre la de Jesús y la nuestra.
Lo que ahora queremos ver es si entre el día de la resurrección del Señor y el último día en que resucitaremos los cristianos, hay un momento en que se nos adelante la Virgen María y participe de la resurrección de su hijo antes que nosotros, antes del último día. Y la Iglesia nos dice que sí, que ese momento tuvo lugar poco después de su muerte y goza desde entonces de la gloria de su Hijo en compañía del Padre y del Espíritu. Y nos parece totalmente normal: ella fue la que, dando a luz al primer resucitado, hizo posible la resurrección de todos los hombres; ella lo acompañó en su pasión y sufrió junto con Él todos sus padecimientos, por los que nos ganó la gloria eterna ¿por qué habría de esperar al final de los tiempos para gozar ella de esa gloria? No parece que eso tuviera mucha lógica. Así lo entendió el Dios todopoderoso que decretó que, una vez terminada su carrera por esta vida, fuera a acompañar a su bendito Hijo a la gloria eterna. Y ése es el acontecimiento que celebramos en la fiesta de hoy: María fue llevada por los ángeles a la gloria del cielo antes de que su cuerpo mortal fuera comida de gusanos.
2. María en el cielo bendice a Dios, su salvador.
Desde entonces María canta en el cielo su Magníficat: proclama con toda su fuerza la grandeza del Señor, que ha elevado a los hombres a la dignidad de hijos y los ha hecho coherederos con el Hijo único; se llena de alegría porque los dolores de la pasión –los de su hijo y los suyos propios- han traído la salvación a todos los hombres; se admira de que un Dios tan grande esté tan cerca de los pequeños; da gracias humildemente por haber sido escogida para Madre del Salvador, por haberlo cuidado y padecido con él, y ser por eso dispensadora de muchas de sus gracias; experimenta que el Dios que se ha acercado a ella para elevarla a tan gran dignidad se acerca también a todos los pequeños de este mundo y deja de lado a los grandes, porque ellos se creen satisfechos con sus grandezas y no les parece que necesiten a Dios, sino que piensan bastarse a sí mismos.
Conclusión: A Jesús por María.
Unámonos a María ahora que se nos va a hacer presente el Resucitado y cantemos con ella las glorias del que sostiene a los humildes y rechaza a los soberbios. El Dios grande que hace liga con los pequeños, que son quienes necesitan a Dios y buscan su amor y su ayuda. Del que nos hace presente ahora a su Hijo amado que nos trae la salvación.
Antonio Troya Magallanes, nace en San Fernando (Cádiz), el 28 de diciembre del año 1927, un cura al que a muchos nos ha alegrado conocer y a los que a muchos nos ha dejado una gran huella de humanidad. Fiel defensor del Concilio Vaticano II, su labor pastoral y su compromiso evangélico y social chocó con una sociedad autoritaria y caciquil.
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Antonio Troya Magallanes, su perfil como sacerdote a través de sus homilías:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6299157.pdf
Antonio Troya Magallanes, nombrado “hijo adoptivo de Puerto Real”:
https://www.puertorealhoy.es/antonio-troya-maruja-mey-seran-nombrados-nuevos-hijos-adoptivos-puerto-real
Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
http://www.obispadocadizyceuta.es/wp-content/uploads/2003/07/BOO2541-Julio-Agosto-2003.pdf
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Antonio Troya Magallanes, perfil sacerdotal (Pág. 23), por JAHG:
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