Mons. Antonio Dorado Soto,
obispo de tres diócesis andaluzas.
Si es cierto que, como el autor declara, este libro no es una biografía ni una “glorificación” del protagonista del relato, en mi opinión, tampoco es sólo una manifestación del afecto de quien fue un discípulo aventajado, un acompañante fiel, un colaborador leal y un amigo predilecto durante la mayor parte del ministerio episcopal de don Antonio Dorado Soto, obispo sucesivamente de Guadix, de Cádiz y de Málaga. Tras la lectura detenida de sus 222 páginas, he llegado a la conclusión de que sus claras reflexiones nos informan sobre las actitudes y sobre los comportamientos de un hombre lúcido, dotado de un alto nivel de calidad humana, y de que sus oportunos análisis nos descubren el fondo evangélico de su exquisita sensibilidad cristiana y de su evidente compromiso sacerdotal en una época especialmente compleja de la Iglesia andaluza. Singular valor posee, a mi juicio, la explicación de las coordenadas en las que se inscriben los contenidos de los ricos textos escritos por un obispo sencillo que siguió siendo y actuando como sacerdote, como cristiano, como hermano y como amigo del autor, Juan Antonio Paredes, “un hombre magnánimo de corazón limpio y libre”, como lo retrata el que fuera su alumno, Manolo de la Puente.
A mi juicio, la importancia de este libro radica en la fuerza con la que nos empuja para que mantengamos en nuestras memorias la presencia de un pastor que, con sus comportamientos coherentes, nos dictó los mensajes nucleares del Evangelio y nos explicó las enseñanzas de la Iglesia conectadas con los asuntos importantes de la sociedad actual. Dejando claras su visión trascendente y la interpretación evangélica de sus propuestas, Juan Antonio nos explica cómo don Antonio huía de la mera teorización ingeniosa y aplicaba las nociones fundamentales de los mensajes cristianos animándonos a los fieles para que lleváramos a cabo esos pequeños cambios que culminan en el crecimiento de la dignidad personal, en el desarrollo de la solidaridad humana y en la maduración de la fe. Y es que, efectivamente, este obispo bueno nos hablaba aplicando la antigua y la nueva pedagogía de Jesús de Nazaret.
“Hombre de Dios” y consciente de su responsabilidad episcopal, fomentó la pastoral de una Iglesia-comunión orientando las actividades de los diferentes agentes a través de unos planes elaborados a partir de las propuestas del Consejo de Pastoral y ejerciendo el diálogo con la sociedad humana en la que ejercía su ministerio. Siguiendo las orientaciones del Evangelio y del Vaticano II, se acercó, acompañó, cuidó y protegió, de manera preferente, a los pobres y a los marginados tanto de manera personal y directa como a través de los equipos de Cáritas, y trató a sus hermanos, los sacerdotes, de forma que se sintieran comprendidos, aceptados y valorados. Todos sabían que era un hombre bueno en el que, en las situaciones delicadas, podían confiar plenamente porque siempre ofrecía su mano tendida.
Opino que es un acierto ubicar la figura de don Antonio e interpretar su forma de servir a la Iglesia y a la sociedad en el contexto sociológico, político y eclesial de la España del último tercio del siglo XX. Estoy convencido de que sólo teniendo en cuenta esta situación histórica es posible calibrar la verdadera dimensión de las tareas que desarrolló en las tres diócesis de las que fue obispo despertando, en los creyentes y en los hombres y en las mujeres de buena voluntad, cariño, admiración y respeto. Estoy convencido de que los mensajes aquí formulados con precisión y con claridad irán adquiriendo mayor lozanía y mayor vitalidad al ritmo de los nuevos y saludables cambios que se están produciendo en la Iglesia.
A mi juicio, la importancia de este libro radica en la fuerza con la que nos empuja para que mantengamos en nuestras memorias la presencia de un pastor que, con sus comportamientos coherentes, nos dictó los mensajes nucleares del Evangelio y nos explicó las enseñanzas de la Iglesia conectadas con los asuntos importantes de la sociedad actual. Dejando claras su visión trascendente y la interpretación evangélica de sus propuestas, Juan Antonio nos explica cómo don Antonio huía de la mera teorización ingeniosa y aplicaba las nociones fundamentales de los mensajes cristianos animándonos a los fieles para que lleváramos a cabo esos pequeños cambios que culminan en el crecimiento de la dignidad personal, en el desarrollo de la solidaridad humana y en la maduración de la fe. Y es que, efectivamente, este obispo bueno nos hablaba aplicando la antigua y la nueva pedagogía de Jesús de Nazaret.
“Hombre de Dios” y consciente de su responsabilidad episcopal, fomentó la pastoral de una Iglesia-comunión orientando las actividades de los diferentes agentes a través de unos planes elaborados a partir de las propuestas del Consejo de Pastoral y ejerciendo el diálogo con la sociedad humana en la que ejercía su ministerio. Siguiendo las orientaciones del Evangelio y del Vaticano II, se acercó, acompañó, cuidó y protegió, de manera preferente, a los pobres y a los marginados tanto de manera personal y directa como a través de los equipos de Cáritas, y trató a sus hermanos, los sacerdotes, de forma que se sintieran comprendidos, aceptados y valorados. Todos sabían que era un hombre bueno en el que, en las situaciones delicadas, podían confiar plenamente porque siempre ofrecía su mano tendida.
Opino que es un acierto ubicar la figura de don Antonio e interpretar su forma de servir a la Iglesia y a la sociedad en el contexto sociológico, político y eclesial de la España del último tercio del siglo XX. Estoy convencido de que sólo teniendo en cuenta esta situación histórica es posible calibrar la verdadera dimensión de las tareas que desarrolló en las tres diócesis de las que fue obispo despertando, en los creyentes y en los hombres y en las mujeres de buena voluntad, cariño, admiración y respeto. Estoy convencido de que los mensajes aquí formulados con precisión y con claridad irán adquiriendo mayor lozanía y mayor vitalidad al ritmo de los nuevos y saludables cambios que se están produciendo en la Iglesia.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
[Juan Antonio Paredes
Al servicio de Dios y del hombre:
Antonio Dorado Soto
Madrid, PPC, 2019]
[Juan Antonio Paredes
Al servicio de Dios y del hombre:
Antonio Dorado Soto
Madrid, PPC, 2019]