Editorial de Noticias Obreras
Núm. 1.501-02 [01-04-10 / 30-04-10]
http://www.hoac.es/pdf/Noticias%20Obreras/1%20abril/editorial.pdf
«Somos más felices en la medida que somos más humanos,
somos más humanos en la medida que vivimos la comunión».
Vivimos tiempos nuevos, mejores en algunos aspectos, peores en otros. Tiempos nuevos significan cambios sociales, mudanzas históricas. Casi siempre vienen a mostrarnos algo que preferimos ignorar: que no estamos quietos, que la humanidad se mueve, cambia y se encamina hacia una situación cuyo horizonte desconocemos y nos da miedo, lo desconocido siempre nos da miedo, y reaccionamos con miedo.
Esto nos está pasando con los inmigrantes. Su lengua, sus costumbres, su religión, su cultura nos son desconocidos. Para muchos, son unos extraños que se han colado en nuestras casas y vienen a llevarse nuestro bienestar, nuestra cultura, nuestra religión, nuestro trabajo, nuestra seguridad… ¿Cómo situarse ante esta realidad?
Primero, conocer. La mayoría de las veces hablamos de los inmigrantes sin conocerlos. Hemos construido una imagen con los trozos de comentarios, rumores, historias, cosas que nos han contado, algo que nos dijo un amigo que le había dicho un conocido al que se lo contó su cuñado… Esta imagen suele coincidir con la que nos interesa para seguir manteniendo nuestras propias ideas, pero siempre se aleja de la realidad. Acércate a ellos, habla con ellos, deja que te cuenten su historia, qué hacen, cómo viven, visítalos en sus casas –si tienen– e invítalos a la tuya, verás como todo cambia, verás como cambias tú.
Segundo, no dejes de ser humano. Se deja de ser humano cuando vemos al otro pasar necesidad y le damos la espalda. Nos conmueven las imágenes que nos muestran a los niños famélicos víctimas del hambre y la injusticia, pero los rechazamos cuando se presentan ante nosotros pidiendo compartir nuestra mesa. ¿Cómo podemos vivir en esa contradicción?
Tercero, la comunión es el fundamento de todo. Cuando no sepamos qué hacer, nunca nos equivocaremos si elegimos el camino de la comunión. Este principio nos indica que nuestra vida está unida a la vida de todos los demás, que no podemos degradar la suya sin degradar la nuestra, de la misma manera que no podemos ser felices sin trabajar para que ellos lo sean. El miedo nos aconseja que acaparemos para nosotros, que si tenemos dos y los inmigrantes se llevan una nos quedamos sólo con una. Pero no es verdad, ni nosotros tenemos dos ni los inmigrantes se llevan nada, hay dos para ellos y dos para nosotros.
Esto es así porque el fundamento de la comunión es el amor y el amor se rige por otra lógica. El amor de los padres no se divide a partes iguales entre los hijos, sino que cada hijo tiene para sí todo el amor de sus padres, no una parte. Pues bien, las dos que tenemos son las mismas que ellos tienen, están ahí sobre la mesa para que las usemos y seguro que sobra.
Cuarto, tu felicidad es la prueba. La felicidad está unida a la humanización, somos más felices en la medida que somos más humanos, somos más humanos en la medida que vivimos la comunión, vivimos la comunión cuanto compartimos. El compartir nos humaniza y nos da la felicidad. No conocemos a nadie que se sienta desgraciado por compartir.
Este proceder está avalado por el milagro más grande de todos los tiempos: la resurrección de Jesús, que nos revela el secreto de la existencia humana: la vida que se entrega y se comparte es la que se recupera en plenitud y para siempre.
La HOAC, bajo el lema «Inmigrantes: romper fronteras, construir humanidad» te invita a compartir con nosotros la vida de estos hermanos nuestros. No pierdas una ocasión para ser más feliz construyendo tu humanidad. ■
Esto nos está pasando con los inmigrantes. Su lengua, sus costumbres, su religión, su cultura nos son desconocidos. Para muchos, son unos extraños que se han colado en nuestras casas y vienen a llevarse nuestro bienestar, nuestra cultura, nuestra religión, nuestro trabajo, nuestra seguridad… ¿Cómo situarse ante esta realidad?
Primero, conocer. La mayoría de las veces hablamos de los inmigrantes sin conocerlos. Hemos construido una imagen con los trozos de comentarios, rumores, historias, cosas que nos han contado, algo que nos dijo un amigo que le había dicho un conocido al que se lo contó su cuñado… Esta imagen suele coincidir con la que nos interesa para seguir manteniendo nuestras propias ideas, pero siempre se aleja de la realidad. Acércate a ellos, habla con ellos, deja que te cuenten su historia, qué hacen, cómo viven, visítalos en sus casas –si tienen– e invítalos a la tuya, verás como todo cambia, verás como cambias tú.
Segundo, no dejes de ser humano. Se deja de ser humano cuando vemos al otro pasar necesidad y le damos la espalda. Nos conmueven las imágenes que nos muestran a los niños famélicos víctimas del hambre y la injusticia, pero los rechazamos cuando se presentan ante nosotros pidiendo compartir nuestra mesa. ¿Cómo podemos vivir en esa contradicción?
Tercero, la comunión es el fundamento de todo. Cuando no sepamos qué hacer, nunca nos equivocaremos si elegimos el camino de la comunión. Este principio nos indica que nuestra vida está unida a la vida de todos los demás, que no podemos degradar la suya sin degradar la nuestra, de la misma manera que no podemos ser felices sin trabajar para que ellos lo sean. El miedo nos aconseja que acaparemos para nosotros, que si tenemos dos y los inmigrantes se llevan una nos quedamos sólo con una. Pero no es verdad, ni nosotros tenemos dos ni los inmigrantes se llevan nada, hay dos para ellos y dos para nosotros.
Esto es así porque el fundamento de la comunión es el amor y el amor se rige por otra lógica. El amor de los padres no se divide a partes iguales entre los hijos, sino que cada hijo tiene para sí todo el amor de sus padres, no una parte. Pues bien, las dos que tenemos son las mismas que ellos tienen, están ahí sobre la mesa para que las usemos y seguro que sobra.
Cuarto, tu felicidad es la prueba. La felicidad está unida a la humanización, somos más felices en la medida que somos más humanos, somos más humanos en la medida que vivimos la comunión, vivimos la comunión cuanto compartimos. El compartir nos humaniza y nos da la felicidad. No conocemos a nadie que se sienta desgraciado por compartir.
Este proceder está avalado por el milagro más grande de todos los tiempos: la resurrección de Jesús, que nos revela el secreto de la existencia humana: la vida que se entrega y se comparte es la que se recupera en plenitud y para siempre.
La HOAC, bajo el lema «Inmigrantes: romper fronteras, construir humanidad» te invita a compartir con nosotros la vida de estos hermanos nuestros. No pierdas una ocasión para ser más feliz construyendo tu humanidad. ■
EDITORIAL
Publicado en NOTICIAS OBRERAS:
Núm. 1.501 - 02 [01-04-10 / 30-04-10] pág. 5
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