Ante el día 1 de Mayo.
Festividad de San José Obrero y Día de los trabajadores
Festividad de San José Obrero y Día de los trabajadores
Mis queridos diocesanos:
Os escribo esta carta con gran dolor, temor y temblor en la festividad de San José Obrero y el día de los trabajadores, que celebramos el próximo día 1 de Mayo.
1. Gravísima situación económica y del paro:
Este año, una vez más, deseo hacerme eco de la gravísima situación, necesidades y angustias de los que no tienen trabajo y de sus familias; concretamente deseo transmitir a todos los trabajadores, a cuantos se encuentran angustiosamente desempleados y buscan trabajo, a quienes están de baja laboral por accidente o enfermedad, y a quienes gozan de merecida jubilación, mis sinceros sentimientos de fraterna sensibilidad y solidaridad.
En nuestra sociedad actual existen muchas personas que padecen graves necesidades, que son más sangrantes en aquellas familias en las que falta el trabajo, que es el medio natural de adquirir recursos para la subsistencia , y que es un derecho fundamental de la persona.
2. La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria:
La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia, participa de los gozos y de los sufrimientos de la comunidad humana en la que vive inserta. Por ello no puede permanecer insensible a los grandes problemas humanos, como es este del tremendo azote del paro que tan gravemente afecta a nuestra sociedad: la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 1).
Nuestra Iglesia Diocesana tampoco puede permanecer ajena a este gran problema y, aunque compruebo con satisfacción que a través de las Parroquias, de Cáritas y de la Pastoral Obrera vamos prestando generosa ayuda a muchas familias en paro, estas atenciones se revelan a todas luces insuficientes.
3. Reconocimiento de la situación actual:
La cruda realidad es que el número de parados es cada vez mayor. Los datos oficiales, a fecha 10 de marzo, del paro registrado en la provincia de Cádiz es de un total de 172.221 personas. De ellos, 96.357 pertenecen a nuestra Diócesis de Cádiz. Debemos tener en cuenta también a los cerca de 10.000 parados existentes en Ceuta. Estos son los oficialmente admitidos en las estadísticas, pero sabemos de muchos más que no están comprendidos en estas cifras y que son parados en cursos de formación. El drama humano es grande porque en el trabajo la persona encuentra no sólo la manera de subsistir, sino que también es la forma más directa de expresar la dignidad de la persona desde un punto de vista individual y social.
Nos puede resultar estos números un dato más a los que estamos acostumbrados, pero sabemos que detrás de cada número hay una tragedia de cada persona. Hace unos días el Colectivo de Parados de Cádiz 2010 me pidieron que los recibiera, y después de nuestra conversación pude comprobar los sentimientos, problemas e inquietudes de estas personas a las que ofrecí lo que buenamente la Iglesia pudiera hacer.
Considero que debemos cumplir nuestro deber de llamar, una vez más, a la solidaridad, y a despertar las conciencias para que la larga duración de la crisis económica y del paro no produzca un estado de insensibilidad. Debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen. Hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, a invertir y a ayudar directamente a los más débiles. Es verdad que la situación actual es global y difícil, pero resignarse a que una parte de la humanidad carezca de manera crónica de trabajo, sería aceptar programáticamente la deshumanización de parte de la sociedad. El trabajo humaniza al hombre, como nos recordó el Papa Juan Pablo II en su Encíclica Laborem exercens (1981), y la carencia de trabajo degrada a la persona.
4. ¿Que hemos de hacer?:
Somos conscientes de que la solución de la crisis económica profunda en la que estamos insertos, y del paro en concreto, supera en mucho nuestras posibilidades reales como Iglesia Diocesana. Pero estamos convencidos de que podemos hacer algo más de lo que estamos haciendo.
Se trataría de promover una adecuada toma de conciencia, principalmente por parte de la comunidad cristiana, con respecto al paro y sus implicaciones, que nos llevan a una actitud correcta de identificación y solidaridad evangélicas, tareas que encargo a los Secretariados Diocesanos de Pastoral Obrera, Justicia y Paz y Migraciones, entre otros.
Al mismo tiempo que pedimos a todos que apoyen y hagan efectivo su compromiso personal, os aconsejo especialmente el estudio y reflexión comunitaria de la Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, y que cada uno ponga su granito de arena.
5. Dimensión ética y crisis de solidaridad:
Es verdad que el fenómeno actual del paro, por su amplitud y complejidad, por su aumento constante, por su dependencia de los profundos cambios y modificaciones por los que atraviesa la economía y la tecnología a nivel mundial, es, sin duda, el problema económico número uno de nuestra sociedad.
Pero es también síntoma de una profunda crisis de dimensión ética: de una crisis de solidaridad. Y sería grave que consideremos inevitable o imposible de superar esta situación; que nos acostumbremos a vivir en esta realidad; que perdamos, incluso, la esperanza en un orden social y económico más justo y fraterno.
El paro es una realidad que nos interpela a todos sin excepción. Nadie puede ignorar la gravedad del problema; nadie puede limitarse a trasladar a otros la responsabilidad de este grave fenómeno; nadie debiera descansar en los demás el compromiso de promover y buscarle arreglos; y nadie debería huir de los sacrificios que su solución indudablemente exige a todos: viviendo más austeramente y renunciando a sueldos y ganancias escandalosamente cuantiosos. Pero especialmente ante esta realidad debemos sentirnos obligados los cristianos.
Permitidme, pues, que os recuerde y transmita la preocupación de la Iglesia Universal, y en particular del Papa Benedicto XVI, de los Obispos españoles y la mía propia, por la desgarradora situación de tantos hombres y mujeres, con sus familias, sin trabajo ni subsidio, privados de los más elementales recursos mientras en otros lugares, o incluso a su lado, otros malgastan lo que ellos necesitan.
Considero que hay que salir al frente de esta situación y promover un fondo de solidaridad económica y compromiso con los parados. Espero y os pido vuestra colaboración generosa en esta tarea común de concienciación, de participación social y de solidaridad económica en favor de los parados, convencido de cumplir así una ineludible responsabilidad como pastor de todos los miembros de nuestra comunidad diocesana, pero con especial preferencia por los más necesitados.
Podrá parecer que existe una insuperable desproporción y habrá que reconocer que en efecto así es, entre nuestras posibilidades y la magnitud del problema, pero aquí, como en otras ocasiones semejantes, se pone de manifiesto la significación más original de nuestra identificación cristiana, en calidad de nuestros compromisos y la aportación que nuestra esperanza cristiana puede prestar a la sociedad.
6. Llamada a la esperanza:
La larga duración de la crisis económica y de paro puede generar desesperanza y desencanto; los cristianos, en esta sociedad, tenemos la responsabilidad moral de ser germen y testigos de esperanza. La esperanza de los criterios nace, en primer lugar, de saber que el Señor está siempre obrando con nosotros en el mundo, y en segundo lugar, que también otros hombres colaboran en acciones convergentes de justicia y de paz, porque bajo cualquier aparente indiferencia existe en el corazón de todo hombre una voluntad de vida fraterna y una sed de justicia y de paz que es necesario satisfacer (Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Crisis económica y responsabilidad moral, 1984).
Os envío este mensaje con motivo del 1 de Mayo, y os pido que elevemos una oración por los obreros que han muerto en los accidentes laborales, que Dios les tenga en el lugar de la luz y de la paz, que Dios ayude y consuele a sus familias y que sepamos poner los medios para que estas situaciones no se repitan.
Siguiendo el ejemplo del Señor Jesús, como ha declarado el Concilio Vaticano II, la Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (GS 1), y la Iglesia cumple su misión fundamentalmente siendo portadora del Evangelio a todo el mundo, un evangelio creador de solidaridad entre los hombres.
En el misterio de comunión y solidaridad de la Iglesia, María ocupa un puesto privilegiado. Hacia Ella, Estrella de la Evangelización y Madre de todas las gentes, elevamos los ojos. A Ella invocamos para que reavive en nuestra Iglesia de Cádiz y Ceuta, con motivo de esta festividad el espíritu y el compromiso por la lucha por la justicia y el mundo del trabajo.
Que San José Obrero y la Virgen de Nazaret, modelo de familia trabajadora, hagan que comencemos siempre de nuevo, sin desfallecer, en la lucha por la justicia en el mundo.
Reza por vosotros , os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 22 de abril de 2010.
Os escribo esta carta con gran dolor, temor y temblor en la festividad de San José Obrero y el día de los trabajadores, que celebramos el próximo día 1 de Mayo.
1. Gravísima situación económica y del paro:
Este año, una vez más, deseo hacerme eco de la gravísima situación, necesidades y angustias de los que no tienen trabajo y de sus familias; concretamente deseo transmitir a todos los trabajadores, a cuantos se encuentran angustiosamente desempleados y buscan trabajo, a quienes están de baja laboral por accidente o enfermedad, y a quienes gozan de merecida jubilación, mis sinceros sentimientos de fraterna sensibilidad y solidaridad.
En nuestra sociedad actual existen muchas personas que padecen graves necesidades, que son más sangrantes en aquellas familias en las que falta el trabajo, que es el medio natural de adquirir recursos para la subsistencia , y que es un derecho fundamental de la persona.
2. La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria:
La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia, participa de los gozos y de los sufrimientos de la comunidad humana en la que vive inserta. Por ello no puede permanecer insensible a los grandes problemas humanos, como es este del tremendo azote del paro que tan gravemente afecta a nuestra sociedad: la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo (Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 1).
Nuestra Iglesia Diocesana tampoco puede permanecer ajena a este gran problema y, aunque compruebo con satisfacción que a través de las Parroquias, de Cáritas y de la Pastoral Obrera vamos prestando generosa ayuda a muchas familias en paro, estas atenciones se revelan a todas luces insuficientes.
3. Reconocimiento de la situación actual:
La cruda realidad es que el número de parados es cada vez mayor. Los datos oficiales, a fecha 10 de marzo, del paro registrado en la provincia de Cádiz es de un total de 172.221 personas. De ellos, 96.357 pertenecen a nuestra Diócesis de Cádiz. Debemos tener en cuenta también a los cerca de 10.000 parados existentes en Ceuta. Estos son los oficialmente admitidos en las estadísticas, pero sabemos de muchos más que no están comprendidos en estas cifras y que son parados en cursos de formación. El drama humano es grande porque en el trabajo la persona encuentra no sólo la manera de subsistir, sino que también es la forma más directa de expresar la dignidad de la persona desde un punto de vista individual y social.
Nos puede resultar estos números un dato más a los que estamos acostumbrados, pero sabemos que detrás de cada número hay una tragedia de cada persona. Hace unos días el Colectivo de Parados de Cádiz 2010 me pidieron que los recibiera, y después de nuestra conversación pude comprobar los sentimientos, problemas e inquietudes de estas personas a las que ofrecí lo que buenamente la Iglesia pudiera hacer.
Considero que debemos cumplir nuestro deber de llamar, una vez más, a la solidaridad, y a despertar las conciencias para que la larga duración de la crisis económica y del paro no produzca un estado de insensibilidad. Debemos interpelar la responsabilidad de los que pueden crear empleo y no lo hacen. Hay que estimular, desde motivaciones humanas y cristianas, a invertir y a ayudar directamente a los más débiles. Es verdad que la situación actual es global y difícil, pero resignarse a que una parte de la humanidad carezca de manera crónica de trabajo, sería aceptar programáticamente la deshumanización de parte de la sociedad. El trabajo humaniza al hombre, como nos recordó el Papa Juan Pablo II en su Encíclica Laborem exercens (1981), y la carencia de trabajo degrada a la persona.
4. ¿Que hemos de hacer?:
Somos conscientes de que la solución de la crisis económica profunda en la que estamos insertos, y del paro en concreto, supera en mucho nuestras posibilidades reales como Iglesia Diocesana. Pero estamos convencidos de que podemos hacer algo más de lo que estamos haciendo.
Se trataría de promover una adecuada toma de conciencia, principalmente por parte de la comunidad cristiana, con respecto al paro y sus implicaciones, que nos llevan a una actitud correcta de identificación y solidaridad evangélicas, tareas que encargo a los Secretariados Diocesanos de Pastoral Obrera, Justicia y Paz y Migraciones, entre otros.
Al mismo tiempo que pedimos a todos que apoyen y hagan efectivo su compromiso personal, os aconsejo especialmente el estudio y reflexión comunitaria de la Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, y que cada uno ponga su granito de arena.
5. Dimensión ética y crisis de solidaridad:
Es verdad que el fenómeno actual del paro, por su amplitud y complejidad, por su aumento constante, por su dependencia de los profundos cambios y modificaciones por los que atraviesa la economía y la tecnología a nivel mundial, es, sin duda, el problema económico número uno de nuestra sociedad.
Pero es también síntoma de una profunda crisis de dimensión ética: de una crisis de solidaridad. Y sería grave que consideremos inevitable o imposible de superar esta situación; que nos acostumbremos a vivir en esta realidad; que perdamos, incluso, la esperanza en un orden social y económico más justo y fraterno.
El paro es una realidad que nos interpela a todos sin excepción. Nadie puede ignorar la gravedad del problema; nadie puede limitarse a trasladar a otros la responsabilidad de este grave fenómeno; nadie debiera descansar en los demás el compromiso de promover y buscarle arreglos; y nadie debería huir de los sacrificios que su solución indudablemente exige a todos: viviendo más austeramente y renunciando a sueldos y ganancias escandalosamente cuantiosos. Pero especialmente ante esta realidad debemos sentirnos obligados los cristianos.
Permitidme, pues, que os recuerde y transmita la preocupación de la Iglesia Universal, y en particular del Papa Benedicto XVI, de los Obispos españoles y la mía propia, por la desgarradora situación de tantos hombres y mujeres, con sus familias, sin trabajo ni subsidio, privados de los más elementales recursos mientras en otros lugares, o incluso a su lado, otros malgastan lo que ellos necesitan.
Considero que hay que salir al frente de esta situación y promover un fondo de solidaridad económica y compromiso con los parados. Espero y os pido vuestra colaboración generosa en esta tarea común de concienciación, de participación social y de solidaridad económica en favor de los parados, convencido de cumplir así una ineludible responsabilidad como pastor de todos los miembros de nuestra comunidad diocesana, pero con especial preferencia por los más necesitados.
Podrá parecer que existe una insuperable desproporción y habrá que reconocer que en efecto así es, entre nuestras posibilidades y la magnitud del problema, pero aquí, como en otras ocasiones semejantes, se pone de manifiesto la significación más original de nuestra identificación cristiana, en calidad de nuestros compromisos y la aportación que nuestra esperanza cristiana puede prestar a la sociedad.
6. Llamada a la esperanza:
La larga duración de la crisis económica y de paro puede generar desesperanza y desencanto; los cristianos, en esta sociedad, tenemos la responsabilidad moral de ser germen y testigos de esperanza. La esperanza de los criterios nace, en primer lugar, de saber que el Señor está siempre obrando con nosotros en el mundo, y en segundo lugar, que también otros hombres colaboran en acciones convergentes de justicia y de paz, porque bajo cualquier aparente indiferencia existe en el corazón de todo hombre una voluntad de vida fraterna y una sed de justicia y de paz que es necesario satisfacer (Declaración de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Crisis económica y responsabilidad moral, 1984).
Os envío este mensaje con motivo del 1 de Mayo, y os pido que elevemos una oración por los obreros que han muerto en los accidentes laborales, que Dios les tenga en el lugar de la luz y de la paz, que Dios ayude y consuele a sus familias y que sepamos poner los medios para que estas situaciones no se repitan.
Siguiendo el ejemplo del Señor Jesús, como ha declarado el Concilio Vaticano II, la Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (GS 1), y la Iglesia cumple su misión fundamentalmente siendo portadora del Evangelio a todo el mundo, un evangelio creador de solidaridad entre los hombres.
En el misterio de comunión y solidaridad de la Iglesia, María ocupa un puesto privilegiado. Hacia Ella, Estrella de la Evangelización y Madre de todas las gentes, elevamos los ojos. A Ella invocamos para que reavive en nuestra Iglesia de Cádiz y Ceuta, con motivo de esta festividad el espíritu y el compromiso por la lucha por la justicia y el mundo del trabajo.
Que San José Obrero y la Virgen de Nazaret, modelo de familia trabajadora, hagan que comencemos siempre de nuevo, sin desfallecer, en la lucha por la justicia en el mundo.
Reza por vosotros , os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta
Cádiz, 22 de abril de 2010.