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lunes, 13 de junio de 2022

REFLEXIONES A PROPÓSITO DE LAS ELECCIONES ANDALUZAS Y LA ENCARNACIÓN DE JESÚS, por José Manuel Carrascosa Freire




A propósito de las orientaciones de los obispos sobre las elecciones en Andalucía, y lo que dice la Encarnación de Jesús de Nazaret a la Iglesia y a nosotros.



Para entender las relaciones que se dan entre la Iglesia y la comunidad en la que se inserta, es necesario considerar dos de los dogmas fundamentales del catolicismo: la encarnación y la escatología.


La encarnación es la creencia en que Jesús es Dios hecho hombre. Esta afirmación de que "Jesús es hombre" establece que de Jesús podemos decir lo que decimos de un hombre, menos en el pecado, que el hombre tiene una estructura psicológica determinada, que es un animal racional, que ríe, que vive en sociedad y por lo tanto es político, que el hombre es razón, pasión, amor, historia, cuerpo. El dogma de la encarnación es para los católicos el sí de Dios al hombre, a su cultura, la aceptación por parte de Dios de las dificultades y las esperanzas del hombre. Dios se ha hecho hombre, poniéndose por amor de parte de los últimos, los desheredados. Si Jesús se hace hombre para anunciar su amor a todos los hombres, la Iglesia ha de hacerse carne para anunciar a Cristo a todos los hombres y a los pueblos. La Iglesia debe tomar parte en la cultura y en la historia de los hombres, en los ámbitos laborales, artístico, intelectuales, etc. La Iglesia ha de hacer todo eso interactuando con los sistemas sociales, de manera que, la actividad social y la reflexión política de la Iglesia han de dar respuestas a los problemas históricos de las personas y de sus pueblos.


El otro dogma el de la escatología como parte de la teología que trata sobre el final de los tiempos, tanto en la dimensión personal como la colectiva en el porvenir, la consumación en el "misterio pascual", el momento en que Jesús salva a los hombres concretando su anuncio de salvación en cada uno y en toda la humanidad. Es el encuentro de Dios con los otros seres humanos. Este es el Reino de Dios que Jesús prometió, este Reino de los cielos que rompe las ataduras que la realidad terrena pueda imponer.


Con la encarnación, Dios que tanto amor hacia los hombres había tenido, nos muestra, que no quiso renunciar a su obra predilecta, el hombre, la mujer. Ya tras el diluvio universal, Dios creador había renunciado a infligirles nuevos castigos por sus traiciones hacia Él, pero no quiso renunciar a su intención de que el ser humano fuera “imagen y semejanza” suya, a pesar de la dureza de sus corazones. Sí, con Adán por su traición, en gran medida rompió el esquema del hombre que Dios había creado, por lo que tomó la decisión de crear un nuevo Adán, pero esta vez sería el modelo perfecto, aunque conservando de ellos la gran dignidad y la libertad que Él quiso para los hombres y mujeres. Un nuevo Adán en el que los hombres se pudiera fijar e imitar. El modelo, seria, Él mismo, nadie podía saber cómo Él lo que quería. Una humanidad en la que el amor hacia Él como Padre y al resto de humanos como hermanos, en Jesús, no más Caín quiso Dios creador. Con la Encarnación de Jesús de Nazaret en Él, el Padre recreo el mundo para que estuviera a nuestro alcance el nuevo paraíso.


Él que había creado todo cuanto existe, viendo en ello cómo el trabajo de cada día, con el esfuerzo necesario de toda gran obra, con una imagen en su mente de lo que quería y para qué lo quería: el hombre perfecto, que, desde su condición de hombre del pueblo, pobre, obrero, y que, encarnándose en la realidad histórica del pueblo, los liberase de la esclavitud del pecado personal y social, a fin de reconciliarlos con Dios. (Gustavo Morello. “Cristianismo y revolución” )


Según este texto: ¿los obispos andaluces cumplen con esta premisa para la Encarnación en el pueblo al modo de Jesús de Nazaret?



José Manuel Carrascosa Freire, presidente diocesano de la HOAC (de 2014 a 2019), Representante de la HOAC en el Secretariado diocesano de Pastoral Obrera y Coordinación del Sector 2: «Paro, pobreza marginación y exclusión social generadas por el mercado de trabajo».