DIGNIDAD, RECONOCIMIENTO Y DISFRUTAR
Necesitamos tener lo necesario para vivir con dignidad, pero cuando esta actitud se desborda, se convierte en deseo de acaparar, de acumular… y entonces se convierte en camino de utilización o de despreocupación de los otros y de esclavitud respecto a las cosas.
Necesitamos, sobre todo, ser reconocidos y reconocidas, valorados y valoradas, respetadas y respetados… amadas y amados. Pero cuando esa necesidad se convierte en un deseo exagerado que lleva al olvido de que las otras personas también necesitan lo mismo, los otros se convierten en competidores, en seres que deben estar a nuestro servicio y que nos estorban si no es así.
Necesitamos disfrutar y realizar muchas facetas de nuestra personalidad, pero cuando olvidamos por ello nuestras obligaciones hacia nosotros mismos y hacia los demás, cuando el disfrute, el propio gusto, se convierte en un absoluto, suele ser a costa de los otros, porque nuestro disfrute se convierte en norma y medida de todo, y entonces tendemos a utilizar a los otros como si fueran cosas. Y aparecen las denominadas tres “g” para satisfacer nuestro “ego”: ganar, gastar y gozar.
ALGUNAS COSAS DE LAS QUE NOS PASAN
Entonces se da lo que para los creyentes es la negación de “Dios”, pero de lo que no se escapan los no creyentes, porque ponemos ambos nuestro “yo” en el centro:
El Abuso de Poder, por el que se usa el poder que se tiene para someter y utilizar a los otros, negando o eliminando su dignidad.
El Servilismo, por el que, por miedo o conveniencia, se acepta sumisamente el sometimiento a los poderosos, sin oponernos a su poder ejercido como dominio y sin buscar el respeto a la dignidad de todos, con el fin de obtener beneficios de ello.
El Egoísmo, que es la filosofía que sostiene el abuso de poder y el servilismo, por el que, orgullosamente, el «yo» se convierte en medida y norma de todo, en un ídolo, por encima de los demás y de Dios.
Y es que como decía el teólogo, consiliario y alma mater de la HOAC junto a Guillermo Rovirosa, Tomás Malagón:
«Una obra apostólica vale lo que valen sus militantes. Y un militante vale según su formación, ya que las cualidades que posee, sin una formación adecuada, se desorientan y desaprovechan».
Si nosotros cambiamos el inicio del texto “una obra apostólica” por esta otra “una organización sindical, política, apostólica o social”, salvando las distancias, ya que Malagón se refiere a militantes, el texto sigue siendo válido para englobar a muchas personas que han tomado una opción por la lucha socio-política y a favor de la justicia social, el Estado de Bienestar, la Constitución, los Derechos Humanos y el Bien Común.
Necesitamos la formación de militantes en todas las organizaciones que el pueblo se ha dado a sí mismo.
Sebastián Fernández Martínez. Amigos de HOAC. Facebook.
Militante de la HOAC de la diócesis de Jaén.