Una de las diferencias que nos separan a los seres humanos de los demás animales, es nuestra mayor capacidad y nuestra mayor necesidad de aprender. Una gaviota o un elefante, por ejemplo, a las pocas semanas de vida, ya han aprendido la mayoría de sus conocimientos y han desarrollado casi todas sus destrezas y habilidades. Los animales poseen bastantes instrumentos y suficientes armas para sobrevivir y para defenderse sin necesidad de que sus mayores les proporcionen ideas, palabras ni pautas de comportamiento.
Los hombres y las mujeres, por el contrario, hemos de seguir aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida. Aunque parezca exagerado, podemos afirmar que un recién nacido abandonado de sus padres, de su familia y de la sociedad, no sólo no llegaría a ser hombre o mujer en el pleno sentido de esta palabra, sino que, a los pocos días, perecería. Si es verdad esta aserción cuando la referimos a las tareas laborales, también hemos de reconocer que es más cierta cuando tratamos de las normas éticas y de las pautas sociales o, en otras palabras, de los comportamientos más estrictamente humanos. La generosidad y la solidaridad, la paz y la justicia, la paciencia y la misericordia, la prudencia y la discreción, el perdón y la compasión, la magnanimidad y la benevolencia, la fortaleza y la moderación, la esperanza y la confianza, por ejemplo, no son el resultado espontáneo de algún automatismo biológico, sino el fruto posible de un difícil y de un lento aprendizaje. La democracia, la convivencia, el respeto mutuo, la bondad, la clemencia y la tolerancia, por ejemplo, no se deducen de la Razón ni de la Historia, sino de un proyecto ilusionante y de una experiencia dolorosa que, en muchos aspectos nos “trascienden”. Vivir humanamente es una disciplina complicada y, en muchos casos, una asignatura pendiente que no sólo hemos de aprobar, sino que, además, hemos de colaborar para que los otros también la aprendan. Por eso decimos que la enseñanza y la educación son tareas urgentes y permanentes que nos comprometen a todos: a usted y a mí.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente, sobre el sentido de la dignidad humana en «Hacia un nuevo humanismo».