Nuestro reencuentro con la Misericordia: también nosotros necesitamos ser evangelizados.
Tras dirigir una visión panorámica de los manuales sobre Evangelización, he llegado a la conclusión de que, en la mayoría de ellos, se relaciona esta actividad pastoral fundamental con la Historia, con la Sociología, con la Economía, con la Política e, incluso, con las Artes. Escasean, sin embargo, los trabajos que tienen en cuenta una disciplina que, a mi juicio, es importante: la Psicología. Otra característica, también bastante general, es la casi exclusiva referencia a los destinatarios de los mensajes, que suelen ser los otros, y, en especial, los alejados, los indiferentes, los agnósticos y los ateos. No abundan las reflexiones sobre la conexión de las labores evangelizadoras con el ámbito psicológico, con ese mundo determinante y, a veces ignorado, de la mente de los propios agentes de las acciones pastorales. En este libro, Simone Pacot -abogada francesa nacida en Marruecos y animadora sobre “evangelización de las profundidades”, en la asociación Bethasda- nos cuenta el trayecto de su conversión durante sus actividades en favor de la reconciliación de las comunidades musulmanas, judías y cristianas.
Tras sufrir varias crisis interiores y algunos problemas profundos que no lograba resolver mediante la oración, empezó a descubrir la importancia de la dimensión psicológica de su vida logrando, poco a poco, que su fe fuera más verdadera, más viva, más arraigada y más humilde. Con un lenguaje sencillo, nos expone los frutos de sus reflexiones hondas que, progresivamente, la orientaron hacia el camino de la curación interior a través de la evangelización.
En sucesivos capítulos nos responde a la pregunta introductoria: ¿Estamos evangelizados hasta las profundidades de nuestro ser y en todos los componentes de nuestra mente y de nuestro espíritu? A mi juicio, su respuesta inicial constituye la clave para acertar con el recorrido correcto orientado hacia la salud mental y espiritual: Nuestra historia -son sus palabras- no puede cambiarse pero sí es posible cambiar las consecuencias de nuestro pasado en el presente. Nuestra historia puede ser un lugar de encerramiento, de angustia, de vergüenza, o un trampolín, un motor para una vida que va a partir de lo que somos, de lo que hemos vivido. Por eso ella afirma categóricamente que sólo podemos recorrer este trayecto en el “reencuentro con la misericordia” y que, para eso, es imprescindible que tomemos conciencia de nuestros verdaderos “lugares de conversión”.
Otras de sus ideas -a mi juicio-, importantes, son la concepción del amor de Dios como “paternal” y “maternal”, como debería ser cualquier amor, y la distinción clara que establece entre los tres componentes del ser humano: el espíritu -o corazón profundo- el alma -o psique- y el cuerpo. Pero, tras fijar con claridad el punto de partida de la propia evangelización en el conocimiento y reconocimiento de nuestra personal situación como necesitados de evangelización, nos señala la ineludible meta que está situada en la evangelización de los otros. El libro concluye con la advertencia de que, aunque el recorrido del camino es una tarea personal e indelegable, hemos de reconocer también la necesidad de sentirnos acompañados por otros hermanos que también se dirigen hacia la unificación del ser.
Tras sufrir varias crisis interiores y algunos problemas profundos que no lograba resolver mediante la oración, empezó a descubrir la importancia de la dimensión psicológica de su vida logrando, poco a poco, que su fe fuera más verdadera, más viva, más arraigada y más humilde. Con un lenguaje sencillo, nos expone los frutos de sus reflexiones hondas que, progresivamente, la orientaron hacia el camino de la curación interior a través de la evangelización.
En sucesivos capítulos nos responde a la pregunta introductoria: ¿Estamos evangelizados hasta las profundidades de nuestro ser y en todos los componentes de nuestra mente y de nuestro espíritu? A mi juicio, su respuesta inicial constituye la clave para acertar con el recorrido correcto orientado hacia la salud mental y espiritual: Nuestra historia -son sus palabras- no puede cambiarse pero sí es posible cambiar las consecuencias de nuestro pasado en el presente. Nuestra historia puede ser un lugar de encerramiento, de angustia, de vergüenza, o un trampolín, un motor para una vida que va a partir de lo que somos, de lo que hemos vivido. Por eso ella afirma categóricamente que sólo podemos recorrer este trayecto en el “reencuentro con la misericordia” y que, para eso, es imprescindible que tomemos conciencia de nuestros verdaderos “lugares de conversión”.
Otras de sus ideas -a mi juicio-, importantes, son la concepción del amor de Dios como “paternal” y “maternal”, como debería ser cualquier amor, y la distinción clara que establece entre los tres componentes del ser humano: el espíritu -o corazón profundo- el alma -o psique- y el cuerpo. Pero, tras fijar con claridad el punto de partida de la propia evangelización en el conocimiento y reconocimiento de nuestra personal situación como necesitados de evangelización, nos señala la ineludible meta que está situada en la evangelización de los otros. El libro concluye con la advertencia de que, aunque el recorrido del camino es una tarea personal e indelegable, hemos de reconocer también la necesidad de sentirnos acompañados por otros hermanos que también se dirigen hacia la unificación del ser.
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
[Simone Parot
Evangelizar lo profundo del corazón.
Aceptar los límites y curar las heridas.
Madrid, Narcea]
[Simone Parot
Evangelizar lo profundo del corazón.
Aceptar los límites y curar las heridas.
Madrid, Narcea]