2º Domingo del Tiempo Ordinario (20 enero)
Querida familia,
Esta semana el Orar nos impulsa a la alegría,
a sentir cómo el amor fraterno multiplica
nuestra capacidad de gozo,
ya que nos vuelve capaces
de gozar con el bien de los otros.
a sentir cómo el amor fraterno multiplica
nuestra capacidad de gozo,
ya que nos vuelve capaces
de gozar con el bien de los otros.
Nuestro Consiliario General
nos presenta así el Orar:
nos presenta así el Orar:
“Hemos de ser, como María,
capaces de darnos cuenta
de lo que sucede en
la vida de las personas;
hemos de ser capaces
de acompañar.
capaces de darnos cuenta
de lo que sucede en
la vida de las personas;
hemos de ser capaces
de acompañar.
Solo si vivimos
con los ojos abiertos,
en esa cercanía vital,
podremos darnos cuenta
de lo que sucede y reaccionar.
con los ojos abiertos,
en esa cercanía vital,
podremos darnos cuenta
de lo que sucede y reaccionar.
Esto no pueden hacerlo quienes
viven encerrados en sí mismos,
quienes ocupan el centro
de su propia vida,
quienes todo lo miran desde
sus criterios e intereses.
viven encerrados en sí mismos,
quienes ocupan el centro
de su propia vida,
quienes todo lo miran desde
sus criterios e intereses.
Hay que saber ponerse
en el lugar de los demás
para poder ser como María.
en el lugar de los demás
para poder ser como María.
Hay que saber vivir
a la escucha de Jesucristo,
poniendo la confianza,
como María, en Él”.
a la escucha de Jesucristo,
poniendo la confianza,
como María, en Él”.
Experimentemos esa alegría
que se vive en comunión,
que se comparte y se reparte.
que se vive en comunión,
que se comparte y se reparte.
Un abrazo en Cristo Obrero y pobre
y ¡Hasta mañana en el altar!
y ¡Hasta mañana en el altar!
Mª Carmen Perea
Responsable de Organización
y Vida comunitaria
San
Juan 2,1-11:
«Haced lo que Él os diga».
«Haced lo que Él os diga».
¿Cómo puedes ir asentando tu proyecto de vida sobre esas actitudes necesarias para la alegría cristiana? La mirada abierta, la mirada compasiva, el acompañamiento fraterno, la escucha, el reconocimiento de los signos de la presencia de Dios, el reconocimiento de tu propia vida como signo de Dios para otros…
Pregúntatelo, vuelve a leer el evangelio, descubre las invitaciones que hay en tu vida a hacer lo que él diga. Acógelas.