La “dictadura económica” pone gravemente en peligro los valores humanos y cristianos.
Confieso, en primer lugar, que, durante la relectura de este libro que reúne una serie de conferencias del ensayista y dramaturgo francés Georges Bernanos (1888- 1948) me he sentido más sorprendido que cuando lo estudié por exigencias académicas hace ya más de cincuenta años. Si entonces sus afirmaciones me parecieron alarmistas, exageradas y pesimistas, ahora las juzgo como los anuncios de un vidente o, mejor, como las revelaciones de un profeta. Quizás tenía razón cuando afirmaba que “un profeta no es profeta de verdad sino después de su muerte”. Bernanos, efectivamente, fue un hombre libre, claro y valiente que asumió las consecuencias de su decisión de “proclamar” su peculiar visión de la realidad -su verdad cristiana- a pesar de que era consciente de los “sarpullidos” que sus palabras producían porque estaba convencido de que: “las voces liberadoras no son las voces sedantes y tranquilizantes”.
En este libro distingue las palabras “optimismo” y “esperanza” La primera es un falso sinónimo, un mero sucedáneo y una “trampa” que los políticos emplean como herramienta propagandística con el fin de que los ciudadanos ingenuos se dispongan a creer, a aprobar y a sufrir las promesas engañosas. De manera rotunda él llega a afirmar que “el optimismo es una falsa esperanza para uso de los cobardes y de los imbéciles”. Especialmente oportunas me parece su denuncia de la crisis que sufriría Francia y Europa, a mitad del siglo XX, y que, en la actualidad, a mi juicio, son aplicables a todo el mundo: “Pero pienso -y más vale decirlo cuanto antes- que esas crisis no son más que las manifestaciones diversas de otra crisis mucho más general. Esa crisis es una crisis de civilización”.
Singular importancia adquieren en estos momentos sus análisis sobre el tecnicismo, sobre “dominio absoluto de la técnica” cuyos poderes que, en vez de facilitar el crecimiento humano y el desarrollo social, aceleran la destrucción de los valores e impiden la justicia, la solidaridad y la convivencia en paz. Ya entonces él advertía el peligro creciente de la “nueva civilización de las máquinas”, ese imperio tecnológico que disminuye el ejercicio de la libertad e impide el desarrollo de la creatividad personal.
Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que su crítica al tecnicismo y al cientifismo no es la condena de la técnica y de la investigación científica sino sus usos en beneficio exclusivo de la especulación, de ese afán ilimitado y sin control de obtener beneficios económicos sin tener en cuenta las perversas consecuencias que tienen sobre el empleo y sobre el bienestar de la sociedad. De manera clara él advierte que la “dictadura económica” pone gravemente en peligro los valores humanos, esos que, a lo largo de los siglos, han constituido los cimientos y la estructura de nuestra civilización, de nuestra sociedad e, incluso, de nuestra definición como seres humanos. Y es que, efectivamente, la civilización y la sociedad humana se edifican mediante la libre, la justa y la solidaria unión y colaboración de los hombres que, como es obvio, somos “seres dotados de cerebro, de corazón y de tripas: de alma y de cuerpo”. Explica con claridad cómo esta noción tan simple entra en contradicción con la concepción que, en la práctica, sirve de criterio para definir y para valorar a los seres humanos: “Aquí tenemos delante de nosotros al hombre entregado a sus propias manos, sus manos rebeldes, sus manos multiplicadas de repente casi hasta el infinito por los técnicos y por los mecánicos, el hombre atacado por sus manos, despojado por ellas, pero desnudo como un gusano impotente, esperando ser despedazado, poco a poco, trazo a trazo, fibra a fibra, desintegrado”.
En este libro distingue las palabras “optimismo” y “esperanza” La primera es un falso sinónimo, un mero sucedáneo y una “trampa” que los políticos emplean como herramienta propagandística con el fin de que los ciudadanos ingenuos se dispongan a creer, a aprobar y a sufrir las promesas engañosas. De manera rotunda él llega a afirmar que “el optimismo es una falsa esperanza para uso de los cobardes y de los imbéciles”. Especialmente oportunas me parece su denuncia de la crisis que sufriría Francia y Europa, a mitad del siglo XX, y que, en la actualidad, a mi juicio, son aplicables a todo el mundo: “Pero pienso -y más vale decirlo cuanto antes- que esas crisis no son más que las manifestaciones diversas de otra crisis mucho más general. Esa crisis es una crisis de civilización”.
Singular importancia adquieren en estos momentos sus análisis sobre el tecnicismo, sobre “dominio absoluto de la técnica” cuyos poderes que, en vez de facilitar el crecimiento humano y el desarrollo social, aceleran la destrucción de los valores e impiden la justicia, la solidaridad y la convivencia en paz. Ya entonces él advertía el peligro creciente de la “nueva civilización de las máquinas”, ese imperio tecnológico que disminuye el ejercicio de la libertad e impide el desarrollo de la creatividad personal.
Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que su crítica al tecnicismo y al cientifismo no es la condena de la técnica y de la investigación científica sino sus usos en beneficio exclusivo de la especulación, de ese afán ilimitado y sin control de obtener beneficios económicos sin tener en cuenta las perversas consecuencias que tienen sobre el empleo y sobre el bienestar de la sociedad. De manera clara él advierte que la “dictadura económica” pone gravemente en peligro los valores humanos, esos que, a lo largo de los siglos, han constituido los cimientos y la estructura de nuestra civilización, de nuestra sociedad e, incluso, de nuestra definición como seres humanos. Y es que, efectivamente, la civilización y la sociedad humana se edifican mediante la libre, la justa y la solidaria unión y colaboración de los hombres que, como es obvio, somos “seres dotados de cerebro, de corazón y de tripas: de alma y de cuerpo”. Explica con claridad cómo esta noción tan simple entra en contradicción con la concepción que, en la práctica, sirve de criterio para definir y para valorar a los seres humanos: “Aquí tenemos delante de nosotros al hombre entregado a sus propias manos, sus manos rebeldes, sus manos multiplicadas de repente casi hasta el infinito por los técnicos y por los mecánicos, el hombre atacado por sus manos, despojado por ellas, pero desnudo como un gusano impotente, esperando ser despedazado, poco a poco, trazo a trazo, fibra a fibra, desintegrado”.
[Georges Bernanos
La libertad ¿para qué?
Madrid, 2019].
José Antonio Hernández Guerrero, reflexiona, semanalmente en nuestro “blog”, sobre las Claves del bienestar humano el sentido de la dignidad humana y el nuevo humanismo. Actualmente, nos envía también una reseña semanal sobre libros de pensamiento cristiano, evangelización, catequesis y teología. Con la intención, de informar, de manera clara y sencilla, de temas y de pensamientos actuales, que gustosamente publicamos en nuestro “blog”.
ACTUALIDAD DE LA DIÓCESIS:
http://www.obispadocadizyceuta.es/category/actualidad-diocesis/
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