Iglesia en salida
En su Mensaje, con motivo del Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar, nuestros obispos nos decían que es muy importante «valorar el papel de los laicos para una Iglesia en salida. Hablar de laicado es significar una Iglesia que se encarna en la sociedad de hoy». Unas semanas antes, en el Mensaje al Congreso Internacional de la Acción Católica (AC), el papa Francisco nos decía también que hoy el acento hay que ponerlo en el apostolado: «Es vital renovar y actualizar el compromiso de la AC para la evangelización (…) Atentos y compartiendo las luchas y esperanzas de los hombres para mostrarles el camino de la salvación (…) estar en medio del pueblo (…) Compartir la vida de la gente y aprender a descubrir por dónde van sus intereses y sus búsquedas, cuáles son sus anhelos y heridas más profundas; y qué es lo que necesitan de nosotros (…) Un paso adelante en la salida, encarnándonos y haciendo camino juntos».
Pero, ¿qué es una Iglesia en salida? Es una Iglesia de puertas siempre abiertas –a todos, pero en primer lugar para aquellos a quienes se les cierran todas las puertas–, que no espera que el pueblo venga a ella, sino que, por ser Iglesia, buscamos caminar con el pueblo, ser y hacernos pueblo, para servirle. Una Iglesia realmente servidora de los hombres y mujeres, servidora de los pobres, y que, como Jesús, lo damos todo en ese caminar con ellos. Porque sabemos y experimentamos que solo así podemos «sembrar la Palabra de Dios», que implica «ser promotores de diálogo en la sociedad y ser constructores de la civilización del Amor, tratando de transmitir valores y actitudes que contribuyan a la edificación de un mundo más justo y fraterno». Y que, por eso mismo, sabemos que no hay que darle muchas vueltas: los pobres, su vida, sus sufrimientos, necesidades, anhelos…, que dejen de serlo y vivan con plena dignidad, es nuestra prioridad, porque es la más importante prioridad humana.
Ser Iglesia en salida es nuestro desafío de cada día, la permanente llamada que espera siempre nuestra respuesta: caminar con el pueblo. Vivir la pobreza, la humildad y el sacrificio –que son la única forma de vivir el Amor–, para servir, sin esperar nada a cambio más que encontrarnos con nuestra humanidad más plena. Esta llamada nos urge a vivir desde la profunda convicción de preferir ser «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (Evangelii gaudium, 49).
Iglesia en salida es, también, una Iglesia que hacemos de la situación del mundo obrero y del trabajo una prioridad. Como decía recientemente el papa Francisco en un encuentro con el mundo del trabajo en Génova: «Hoy el trabajo está en riesgo. En un mundo donde el trabajo no se considera con la dignidad que tiene y que da (…) El mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por lo tanto, es una prioridad cristiana». Una Iglesia en salida que ponemos todo nuestro empeño en la defensa de la dignidad del trabajo y del trabajo digno para todas y todos.
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